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que

A. Es mas de lo que parece; aquí hay considerar que el rey D. Jayme I de Aragon estableció por fuero que Valencia fuese en todo gobernada por los jurados, con el parecer y deliberacion de los prohombres; de suerte que sin su consentimiento y aprobacion no se quitó jamas ni alteró cosa alguna de los edificios públicos. Los manuales desde el año 1306 hasta el presente estan llenos de licencias, mandatos &c. con que el magistrado autorizaba en esta parte hasta las mas ligeras alteraciones. Es esto tanta verdad, que habiendo el obispo D. Hugo de Fenollet alcanzado permiso del rey D. Pedro el IV de Aragon para construir á sus expensas un pasadizo desde su palacio á la catedral, para servirse de él en tiempo de lluvias y vientos; á pesar de la licencia real, de la dignidad de la persona y del justo motivo de la pretension, se resistió el Consejo general á dar su permiso, hasta que al cabo de mucho tiempo, vino en ello por respeto á las personas que mediáron. Otro hecho diré todavía mas convincente. En el año 1339 Fr. Jayme Just, administrador del hospital de los Beguines, fabricó en él un soportal, cerrándole con verjas de madera, sin pre

ceder licencia del Consejo general: resintióse este de ello, y en el que se celebró en 27 de Junio del mismo año, la mayor parte de los vocales fuéron de parecer que se derribase lo fabricado. Mas en consideracion al gasto hecho, y á que el fin del administrador fue dar algun desahogo y alivio á lós enfermos (per tal que los malalts del dit espital de dia pusquessen aver aqui algun refrigeri;) se contentáron con apercibirle y mandarle suspender la obra, y que

en caso de ruina no la reedificase. Tan zelosos eran de su autoridad los jurados, y tan puntuales los escribanos de sala en dexar escritas las deliberaciones y circunstancias de cosas tan menudas. ¿Cómo era posible que se omitiese estotro hecho de tanta conseqüencia?

N.

Verdaderamente hace fuerza esta razon; y mas que en el tal negocio, como V. dixo, no habria solo pedir Celaya, y consentir los jurados; sinó que los estudiosos de la antigüedad, viendo que iban á quedar privados de aquellas memorias, y la ciudad afeada con este borron, precisamente debiéron representar, ó insinuarse por medio de los pro-hombres, para que el Consejo general no consintiese en ello.

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Y así el no hallarse nada escrito, da que sospechar, á no ser que por algun incidente que ignoramos, no se escribiesen estas memorias.

A. Sea así enhorabuena; no quiero empeñarme en ello. Mas agregue V. á estas conjeturas el silencio de Pedro Anton Beuter, que vivió hasta la mitad del siglo XVI, y debió hallarse presente al supuesto entierro de las piedras siendo ya entrado en edad. Y cierto que se le ofreció mas de una ocasion para decirlo, y para quejarse de ello, si tal hubiera, siendo como lo fue, muy dado al estudio de estas antiguallas. Mas léjos de hallarse en sus escritos memoria de tal cosa, por lo contrario celebra y como que se regala, acordando las muchas piedras que quedáron de los romanos. En la dedicatoria de la crónica castellana decia á los jurados:,,Muchos años ha, magní» ficos señores, que á peticion de los que », entónces tenian el regimiento de la ciudad, entendí en compilar un libro de las antigüedades, que en este reyno acaeciéron, por buenos y justos respetos. Y co»mo buscando con grandísimo trabajo este » propósito en los antiguos escritores, y » reconociendo las piedras escritas que de

"aquellos tiempos quedan aun por memo"ria &c." Esto es de Beuter.

N.

Buena ocasion por cierto para que

bien para el

jarse de un hecho que le privaba de tantos auxilios, que le vinieran muy desempeño de su encargo.

A. Pues aun es mas notable lo que dice en la dedicatoria de la parte II de la misma crónica:,, Sabemos que los romanos "no conquistáron el mundo, sin que el es"pañol anduviese entre ellos. Quedannos » los montones de piedras, memoriales de los "excelentes españoles que fuéron en aquel

tiempo, con que labramos nuestras casas, "empalagados de dar razon de estas cosas » á los extrangeros que nos la piden." Aquí se ve que veinte ó treinta años despues del supuesto entierro habia montones de piedras en Valencia, cuyos moradores se gloriaban de mostrarlas y dar razon de ellas á los extrangeros.

N. lismo.

Vea V. como retoñecia el genti

A. Sí, y son tantas las piedras que el mismo Beuter copió y explicó en sus libros, y las que acinan Escolano, Diago y otros, que no sé qué decirme de la supuesta proscripcion. Porque si esta se hizo por un mo

tivo tan piadoso qual es evitar el 'peligro de la idolatría, ninguna inscripcion gentílica debia quedar exceptuada. Y la primera que para dar exemplo debió haber sufrido el anatema, es la que ya entonces se hallaba en la esquina de la casa de ayuntamiento, copiada por Escolano, col. 787. Y siendo una prohibicion religiosa, debieran ante todas cosas haber requerido al arzobispo ó cabildo, para que fuese el primero en quitar y enterrar las inscripciones que habia en la iglesia catedral. Mas no fue así; antes consta que estas permaneciéron en su lugar hasta los tiempos de D. Fr. Isidoro Aliaga, el qual (como dice Vicente del Olmo en su Litologia cap. 7.),, mandó pi

car y borrar las piedras que estaban en la » iglesia mayor. Y aunque no se podia re» zelar riesgo alguno de renovarse en ellas "el culto que en tiempo de los romanos » tuviéron; pero juzgó por indecente que » inscripciones tan profanas ocupasen lugar » tan sagrado y eminente, dexando las de» mas que vemos en otros lugares públicos." N. Este si que es verdadero entierro de piedras antiguas; pero acaso estarian tan encaxadas en el edificio, que para quitarlas de allí no quedaría mas arbitrio que borrarlas.

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