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ser para defender á la Iglesia de la persecucion del Anticristo.

14. Lo segundo y principal: cuando la muger despues del parto huyó á la soledad, dice el testo sagrado que el dragon aunque ya vencido en la batalla, y arrojado á la tierra, no por eso dejó de perseguirla, y no pudiendo alcanzarla, arrojó de su boca un rio de agua, con el fin de que fuese arrebatada de la corriente: y viendo que este última diligencia le habia salido mal, pues la tierra abrió su boca y se tragó el rio de agua, irritado furiosamente se volvió luego á hacer guerra formal contra los otros de su linage... Y se paró sobre la arena de la mar. Y luego inmediatamente dice S. Juan que vió salir del mar la bestia de siete cabezas y diez cuernos, y prosigue en todo el capítulo siguiente anunciando los misterios del Anticristo, y la terribilidad de su persecucion; Y se paró sobre la arena de la mar. Yví salir de la mar una bestia*. De modo, que cuando la bestia ó el Anticristo salió del mar, cuando se reveló ó manifestó públicamente, cuando comenzó en toda forma su persecucion, ya la muger habia parido con grandes dolores ya el hijo másculo habia volado al trono de Dios: ya habia sucedido la batalla y victoria de S. Miguel contra el dragon: ya la misma muger habia huido á la soledad: ya el dragon la habia seguido, y desesperanzado de alcanzarla, se habia vuelto lleno de furor á hacer guerra contra los otros de su linage: y para hacer esta guerra con el mayor y mejor efecto posible, se habia ido á las orillas del mar metafórico, como á llamar en su favor la bestia de siete cabezas y diez cuernos, por medio de la cual esperaba hacer grandes conquistas. Este es el órden claro y palpable de toda esta profecía. Como, pues, nos suponen á la Iglesia en tiempo del Anticristo, y por causa de su persecucion, padeciendo grandes dolores y angustias para dar á luz nuevos hijos, y huyendo despues del parto á la soledad? &c.

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* Et stetit super arenam maris. Et vidi de mari bestiam ascendentem, &e. Apoc. xii, 18; et xiii, 1

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15. Si alguno puede concordar todas estas cosas de un modo fácil é inteligible, me parece que dará una prueba bien sensible de un talento mas que ordinario. Yo, que no me hallo capaz de tanto, y que veo por otra parte muchísimas dificultades y embarazos, que omito por no ser tan molesto, no puedo menos que abandonar enteramente esta inteligencia, y junto con ella todas las otras sendas igualmente dificiles, que hasta aora se han pretendido abrir; mostrando al mismo tiempo otra senda ú otro camino fácil y llano, que aquí diviso; el cual, aunque al principio podrá parecer impracticable, y figurarse como un precipicio; espero no obstante, que á pocos pasos, perdido el miedo, se empezará á mirar con otros ojos. Si este punto hace ó no á mi asunto principal, no se puede decidir tan presto, será necesario esperar un poco.

SE PROPONE OTRA INTELIGENCIA DE ESTA PROFECIA.

PARRAFO IV.

16. Ante todas cosas, debemos tener muy presente, sin olvidar lo único que hay en esta profecía célebre de claro y perceptible á cualquiera que lea; es á saber: que toda ella desde la primera hasta la última palabra, es una metáfora, ó una parábola, ó una semejanza. Los sucesos que se anuncian en ella tienen todo el aire de grandes, nuevos y estraordinarios, á proporcion de la novedad y grandeza de las semejanzas con que son anunciados; mas por esto mismo se nos presentan como unos enigmas impenetrables. La persona, ó el sujeto, ó el cuerpo moral de quien se habla, y de quien se dicen tantas cosas particulares, es ciertamente alguna cosa real, á la cual le conviene bien, aunque solo por semejanza, no por propiedad, el nombre de una muger, y todas las otras cosas particulares que dicen de ella; mas todas estas cosas particulares son tan metafóricas como ella misma. Así como la palabra muger es una metáfora ó una semejanza, así lo es el sol de que se ve vestida: así lo es la luna que tiene á sus pies: así lo es la corona de

doce estrellas: así lo es el cielo donde aparece esta gran schal: así lo es su preñez, sus dolores, su parto, &c.

17. En esta suposicion visible y manifiesta, se concibe al punto, que para comprender bien las cosas particulares que se dicen de esta muger, es necesario conocer primero con ideas claras, qué muger es esta, ó qué es lo que aquí se nos presenta bajo la semejanza de una muger. Si esto no se conoce, á lo menos con una certeza moral, mucho mas si se entiende en esta muger otra cosa diversa de lo que en realidad significa, será moralmente imposible esplicar de un modo claro y perceptible toda esta profecía. Cada paso que se diere como sobre un supuesto falso será consiguientemente paso falso. Al contrario, si una vez se conoce dicha muger, todo lo demas quedará accesible, todo se podrá ya esplicar de un modo seguido y natural, sin artificio ni violencia, aunque por otras razones y circunstancias accidentales cueste algun trabajo.

18. Aora, pues, como sobre el verdadero significado de esta muger ha habido y puede haber en adelante diversas opiniones ó diversos sistemas, ¿como podrémos conocer cual de ellos es el verdadero, ó si hay alguno entre ellos que lo sea? A esta pregunta yo no puedo responder otra cosa sino que dentro de nosotros mismos tenemos todos, por don del Criador, cierta balanza natural, bastante justa en sí (que suele llamarse sentido comun, ó lumbre de razon) en la cual podemos pesar, sin gran dificultad, estas diversas opiniones ó sistemas, y saber por este medio el peso y valor intrínseco de cada uno. La operacion es fácil y simple; pues solo consiste en confrontar y comparar atentamente el sistema, cualquiera que sea, con el testo mismo y con todo su contesto: y tambien, si esto se puede sin grave incómodo, con otras Escrituras que tengan con esta alguna relacion. Si el sistema, puesto en esta balanza, y observado con atencion, se hallado falto, esto solo nos basta para mirarlo, no digo como malo, sino como no bueno. Al contrario: si se halla en la balanza exactamente conforme al testo de la profecía con todo su contesto :

si todo lo esplica sin omitir una sola palabra: si todo lo esplica sin violencia alguna, de un modo seguido, facil, claro y perceptible: si, en suma, todo lo esplica de un modo plenamente conforme á otros muchísimos lugares de la divina Escritura, á la cual alude visiblemente toda esta profecía, &c.; en este caso cualquier juez imparcial deberá dar, segun lo alegado y probado, una sentencia favorable; pues esta es la mayor prueba, que puede dar de su bondad un sistema, en cualquier asunto que sea.

19. Yo no me atreveré á asegurar, como una verdad, que la muger que voy á proponer, es precisamente la misma de que habla la profecía. Lo que sí me atrevo á asegurar, es, que en este sistema, la profecia se entiende al punto toda entera: toda entera se puede esplicar seguidamente sin embarazo alguno: todas sus metáforas, todas sus espresiones, y aun todas sus palabras, sin omitir una sola, le competen á dicha muger, segun las Escrituras: ni se concibe otra cosa diversa á quien puedan competer con igual propiedad. Si esto es así ó no, solo podrá saberse, despues que el sistema mismo y toda la esplicacion de la profecía, que voy á proponer, hayan entrado en la fiel balanza, y se hayan pesado y observado con la mayor y mas escrupulosa exactitud.

SISTEMA.

20. La muger, de que habla San Juan en todo el capítulo xii del Apocalipsis, es aquella misma de quien se habla para su tiempo en otros muchísimos lugares de la divina Escritura, que deben ir saliendo en todo este discurso. Es aquella misma á quien se dice por ejemplo: el Señor te llamó como á muger desamparada, y augustiada de espíritu, y como á muger, que es repudiada desde la juventud, dijo tu Dios. Por un momento, por un poco te desamparé, mas yo te recojeré con grandes piedades. En el momento de mi indignacion escondi por un poco de tí mi cara, mas con eterna misericordia me he compadecido de de ti: dijo el Señor tu Redentor. Esto es para mí como

en los dias de Noé, á quien juré, que yo no traeria mas las aguas de Noé sobre la tierra: así juré, que no me enojaré contigo, ni te reprenderé. Porque los montes serán conmovidos, y los collados se estremecerán: mas mi misericordia no se apartará de tí, y la alianza de mi paz no se moverá: dijo el Señor compasivo de ti. Pobrecilla combatida de la tempestad, sin ningun consuelo. Mira que yo pondré por orden tus piedras, y te cimentaré sobre zafiros... Y serás cimentada en justicia*. Es aquella misma á quien se dice: Levántate, esclarécete Jerusalén: porque ha venido tu lumbre, y la gloria del Señor ha nacido sobre ti. Porque he aquí que las tinieblas cubrirán la tierra, y la oscuridad los pueblos: mas sobre ti nacerá el Señor, y su gloria se verá en tí... Porque fuiste desamparada, y aborrecida, y no habia quien por ti pasase, te pondré por lozania de los siglos †. Es aquella misma á quien se dice: Porque te cerraré la cicatriz, y te sanaré de tus heridas, dice el Señor. Porque te llamaron, ó Sión, la echada á fuera: Esta es la que no tenia quien la buscase. Es aquella misma á quien se

* Ut mulierem derelictam et moerentem spiritu vocavit te Dominus, et uxorem ab adolescentia abjectam, dicit Deus tuus. Ad punctum in modico dereliqui te, et in miserationibus magnis congregabo te. In momento indignationis abscondi faciem meam parumper à te, et in misericordia sempiterna misertus sum tui: dixit redemptor tuus Dominus. Sicut in diebus Noë istud mihi est, cui juravi ne inducerem aquas Noë ultrà supra terram: sic juravi ut non irascar tibi, et non increpem te. Montes enim commovebuntur, et colles contremiscent: misericordia autem mea non recedet à te, et fœdus pacis meæ non movebitur: dixit miserator tuus Dominus. Paupercula tempestate convulsa, absque ulla consolatione. Ecce ego sternam per ordinem lapides tuos, et fundabo te in saphiris... Et in justicia fundaberis.- Isai. liv, 6, usque ad 11, et 14.

+ Surge, illuminare Jerusalem: quia venit lumen tuum, et gloria Domini super te orta est. Quia ecce tenebræ operient terram, et caligo populos: super te autem orietur Dominus, et gloria ejus in te videbitur ... Pro eo quòd fuisti derelicta, et odio habita, et non erat qui per te transiret, ponam te in superbiam sæculorum, &c. Isai. lx, 1, 2, 15.

Obducam enim cicatricem tihi, et à vulneribus tuis sanabo te,

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