EL M. R. P. VENTURA DE RAULICA, y Examinador de los obispos y del clero romano. DELATU05.11 AIR Ej. Consulta en Sala (201) MADRID, calle del Carmen, número 29. 1861 BIBLIOTECA UCM 5305696288 PREFACIO. 8 1.°. Caducidad del error.- Vida y poder del Catolicismo. Y Idea peregrina fué la de ese filósofo de la escuela ecléctica moderna, que pretendia enseñar al género humano, muy lejos de sospecharlo éste, cómo acaban los dogmas (1). La palabra griega dogma, que en latin equivale á decreto (CICER. : Quæst. Academ.), significa una verdad universal, necesaria, eterna, indisputable. Decir, pues, que semejantes verdades pueden acabar, es decir que lo verdadero puede ser falso, lo universal particular, lo necesario dejar de ser, disputado lo indisputable y que lo eterno puede morir. Así, pues, en esta tésis: Cómo acaban los dogmas , hay contradiccion evidente en los términos, y además de contradiccion absurdo. Si ciertas creencias del pueblo cambian, acaban, esto consiste en que no eran dogmas: los dogmas jamás acaban, como no acaba el Dios de quien emanan. Hé ahí por qué Ciceron pronunció esta bella y magnífica sentencia: «El tiempo, que borra los sueños y las opiniones del hombre, confirma y robustece los juicios de Dios: Opinionum commenta delet dies; naturæ judicia confirmat ». Pero diez siglos antes de hablar así el filósofo romano, se leian ya en los Salmos estas grandes palabras, que llevan el sello de un encanto divino : «Todo se gasta, todo envejece, como los vestidos del hombre. Solo Dios es siempre el mismo, sólo Dios no varía ni envejece, y la verdad del Señor existe eternamente tal cual es: Omnia sicut vestimentum veterascent... Tu autem idem ipse es, et anni tui non deficient... Et veritas Domini manet in æternum». (Psal. CI y CXVI.) у Esto es, como hemos visto, la historia de la verdad y del error resumida en pocas palabras. En efecto, nada más cierto que el siguiente hecho: «Todos los sistemas de error que la razon y las pasiones del hombre han creado en el trascurso de los siglos, han caido unos tras otros; y en medio de (1) Tal es el título de un escrito muy conocido de M. Jouffroy. |