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tantas ruinas sólo quedan en pié los dogmas, las verdades generales que el divino Agricultor ha sembrado en el mundo desde su origen, las únicas verdades necesarias á la subsistencia y á la vida de la humanidad».

Las antiguas herejías, que tanto ruido hicieron y tantos Estados asolaron, desaparecieron para siempre. No han sido más afortunadas las modernas. ¿Queda, por ventura, algo positivo de las doctrinas de Lutero y de Calvino?

Las pocas verdades cristianas que quedan á los pueblos seducidos por estas doctrinas son restos de tradiciones católicas, que la enseñanza y las persecuciones de la herejía no han podido borrar del todo; así como las pocas verdades religiosas que conservan los infieles no son más que restos de tradiciones universales, que la idolatría y el Mahometismo no han podido destruir completamente.

Tertuliano dice, que «cambiar es perecer para un estado precedente: Mutari perire est pristino statui». (Contr. Hermog.) A fuerza de variar y de trasformarse es como las modernas herejías han perdido sucesivamente todas sus formas, todos sus colores, hasta la última forma, hasta el último color que han podido tomar; de manera que actualmente nada son; y la Histoire des VARIATIONS des Églises protestantes no es otra cosa que la historia de su muerte lenta y sucesiva, la historia de su destruccion.

Con el Catolicismo sucede lo contrario. Manteniéndose solo, en pié, en medio de tanta destruccion, como la columna de Focas en medio de las ruinas del Foro romano: solo, como Dios, que es su autor, siempre antiguo y siempre nuevo, fuerte, intacto, igual en sus doctrinas, en su culto y en sus instituciones, el Catolicismo es la única Religion á la cual acuden todos de todas partes, especialmente de Inglaterra y de Alemania, países clásicos del Protestantismo, y lo único que atrae hácia sí las almas nobles, las inteligencias elevadas y el verdadero saber que hay entre los protestantes; mientras que el Protestantismo tiene que hacer sus conquistas entre lo más ignorante, lo más superficial y lo más corrompido que existe en la Iglesia católica, pareciéndose en esto á los traperos, que llenan sus espuertas con las inmundicias de las calles, sin que semejantes hallazgos, sin que tales conquistas, de que los mismos protestantes se avergüenzan (1), puedan evitar la ruina del Protestantismo.

(1) El innoble apóstata que se atrevió á atacar al hombre más sabio

Nada tiene esto de extraño si se considera que todo error lleva en sí mismo desde su nacimiento la razon secreta de su muerte, como todo cuerpo el principio de su destruccion; y que la verdad es, por el contrario, ESPÍRITU Y VIDA: Verba quæ loquor vobis spiritus et vita sunt (Joan., vi), y el espíritu no puede corromperse ni morir la vida. La verdad, dice tambien la Sagrada Escritura, es semejante al oro, que jamás se altera: y á una montaña, que nada puede conmover. La verdad, como el granito de las pirámides, triunfará de los siglos venideros como triunfó de los pasados. Todo lo que nació ayer morirá mañana: ningun error puede sobrevivir á sí mismo. Solamente la verdad, que ha presidido al origen del mundo, verá el fin de éste y sobrevivirá á la destrucción del mismo para reinar con Dios en la eternidad: Et veritas Domini manet in æternum.

Hace muy cerca de sesenta años que se repite á cada instante: «La Iglesia es vieja, está gastada: el Catolicismo está muerto». Pero ¿cómo es que esta vieja dama es siempre bella, y que ese muerto habla cada vez con más autoridad y es obedecido siempre con docilidad? Defunctus adhuc loquitur. (Hebr., XI.) Si el Catolicismo ha muerto ¿por qué no le dejais dormir en paz donde creeis haberle enterrado? Por qué no quereis permitir que la tierra le sea ligera? ¿Por qué os encarnizais contra su cadáver, y estando muerto, segun decís, le temeis, os asustais de él y os empeñais en perseguirle por donde quiera que podeis hacerlo como si estuviese vivo? Semejante conducta es muy poco generosa, y con ella demostrais que sois bárbaros de la peor especie, puesto que ni á los, muertos respetais, ó niños que temen la aparicion de almas del otro mundo.

Mas no es así: los que más altamente proclaman la muerte del Catolicismo son los que ménos creen en ella. Su lenguaje es la manifestacion de su deseo: «Muera el Catolicismo»; y no su conviccion de que «El Catolicismo está verdaderamente muerto». Al contrario, harto saben que el Catolicismo está vivo y muy vivo. Y las pruebas más palpables, de ello las tienen en la resistencia invencible que les opone, en los adeptos que les arrebata, en el espanto que les causa. Por lo demás, esos gritos satánicos, esos votos del infierno son antiquísimos. Desde el tiempo en que el Arrianismo, entronizándose en el palacio de los Césares y en la silla de Constantinopla, invadia y

de Inglaterra, el doctor Newman, convertido á la Religion católica, no ha encontrado eco en la Iglesia anglicana.

dominaba el mundo, decíase y se creia ó se aparentaba creer lo mismo.

Tambien Lutero, diez siglos despues, repitió ese grito y pronunció el propio fallo. Segun este Patriarca de los herejes y de los incrédulos modernos, el Papado, herido de muerte por su mano de apóstata, iba á espirar, y la Iglesia y el Catolicismo con él. Trescientos treinta y seis años han trascurrido ya desde este pronóstico y el Papado respira aún, y la Iglesia y el Catolicismo ganan mucho más en el Nuevo Mundo que lo que han perdido en el antiguo. Así que, segun parece, no están completamente muertos. Otro tanto sucederá con las sacrilegas baladronadas de la incredulidad de nuestros dias. El Catolicismo, que esa incredulidad se complace en decir que está muerto, le sobrevivirá para enterrarla; y la Iglesia, cuya figura fué el arca de Noé, sobrenadará en las aguas del horrible cataclismo que se prepara, conservando ella sola la verdad y la gracia, este precioso depósito que contiene la esperanza y la salvacion del género humano.

Entre tanto esta misma Iglesia compadece á esos ciegos, á esos insensatos, pobres moribundos delirantes, que rechazan blasfemando la única mano caritativa que podria aliviarlos y desean la muerte del único Médico que pudiera curarlos.

§ 2. Miseria de la Filosofía moderna.-La verdadera ciencia es católica.-Guerra que la Filosofía moderna hace á la Religion.

La Revelacion habia dado al mundo las ideas más justas, más exactas, más ciertas, más sólidas y áun más racionales acerca de Dios, del hombre y del mundo. La razon filosófica no quiso admitir estas ideas: las ha combatido, para hacerlas cuando menos sospechosas ó dudosas, y se ha propuesto, como problemas no resueltos áun, las verdades fundamentales de la Religion. Ahora bien: ¿cómo ha resuelto los indicados problemas?. Para explicar la existencia del mundo no ha sabido hacer otra cosa que restaurar el DUALISMO, el PANTEISMO y el MATERIALISMO: tres sistemas que, segun veremos en el curso de las Conferencias, no tienen otra base que la autoridad de sus llamados inventores, el absurdo de sus principios y el horror de sus consecuencias. Así es que no ha sido posible fijarse racionalmente en ninguno de ellos y ha habido necesidad de rechazarlos

todos; y no queriendo la razon humana apresurarse á volver á la enseñanza de la fe, se ha visto obligada á confesar que nada sabe respecto de la CAUSA PRIMERA. Pero el no saber nada respecto de la cansą primera es no saber tampoco nada de las causas segundas, lo cual equivale á ignorarlo todo, que es lo que constituye el escepticismo.

Otro tanto sucede con relacion á los demás problemas del órden intelectual. Ni uno solo de estos puede decirse que ha sido resuelto de una manera definitiva por la Filosofía moderna. Desafio al más intrépido, al más preocupado de todos los sectarios de esta Filosofía á que diga formalmente y sin ruborizarse, en vista de las declaraciones de M. Jouffroy que insertarémos en breve, estas ú otras palabras análogas: «Merced á los trabajos de los modernos filósofos y á las luces de la Filosofía, sabemos, por fin, á qué atenernos respecto de Dios, del hombre, de sus destinos y de sus deberes». Los trabajos de los filósofos, las luces de la Filosofia no han hecho más que sustituir con doctrinas enteramente negativas, que nada explicaban, una doctrina sólidamente positiva que lo explicaba todo; esos trabajos no han producido otro resultado que reemplazar lo cierto con lo quimérico, lo sublime con lo necio, el saber con la ignorancia, la certidumbre con la duda, la razon con el delirio, las verdades más grandes con errores lamentables y funestos, añadir una demostracion más á lo que la experiencia de treinta siglos habia demostrado ya, á saber: Que el destino de la razon humana es tal, que, colocada entre la fe en las revelaciones divinas y el escepticismo, cesando de creer no puede ya raciocinar: rechazando lo que le ha sido revelado tampoco puede fijarse en lo imaginado por ella: y renegando de Dios se ve obligada á renegar de si propia.

Así, pues, si se llama racionalistas á los filósofos modernos es por eufemismo, por antifrasis. Un racionalista es realmente un hombre que no raciocina, un hombre que ha abjurado la razon. El racionalismo es la caricatura de la razon, como el filosofismo es la de la Filosofía, el pedantismo la de la literatura y el fanatismo la de la Religion.

Entre los malamente llamados sabios de nuestros dias, à quienes se atribuye más ingenio y doctrina, ni uno se encontrará que acierte á dar ideas claras y exactas sobre Dios, el mundo y el hombre mismo. Aun los que entre ellos se precian de haber avanzado más en las vias de la verdad son precisamente los que más léjos están de

ella. En efecto, tan imposible es formar una verdadera filosofía sin la Religion, como hacer verdadero oro por medio de la alquimia. Los cabalistas modernos del pensamiento no son más afortunados que los antiguos cabalistas de la materia, y concluirán, como éstos, poniéndose en ridículo y cayendo en olvido. Nadie cree que la posteridad reimprimirá á Kant, Fichte, Schelling, Hegel y los filósofos franceses que sé han convertido en tristes ecos de aquellos; al paso que se reimprime, y áun se traduce, á santo Tomás. Semejantes adversarios no son temibles para la Religion en general, con tanta más razon cuanto que hoy, como siempre, la ciencia sólida, la ciencia verdadera se halla en el Catolicismo: es casi católica hasta entre los protestantes, áun entre aquellos que enriquecen con luces siempre nuevas las ciencias naturales; estos verdaderos sabios. pertenecen al número de los nuestros: los reclamamos como nobles ingenios que nos corresponden, y que nos prestan importantes y verdaderos servicios bajo el punto de vista religioso.

Pero si como consecuencia de todo esto la verdad católica no puede perecer y tiene que reinar mientras haya hombres en la tierra, ha sucedido, y sucede todos los dias, que, segun el terrible oráculo de Jesucristo, su reino, que es el reino de Dios en la tierra, cambia de lugar; y, despojando de él á un pueblo que no lo merece, es trasladado á otros pueblos que sabrán aprovecharse mejor de él: Auferetur à vobis regnum Dei, et dabitur genti facienti fructus ejus. (Matth., xxI.) Tal es el horrible castigo que, más que los mismos Gobiernos, se esfuerza en atraer sobre nuestra vieja Europa de tres siglos á esta parte, y especialmente ahora más que nunca, la falsa ciencia moderna. A la conspiracion de los poderosos sucede la conspiracion de los sabios contra el Señor, contra su Cristo y contra su Iglesia. Todos trabajan á porfía buscando el sistema más adecuado, el medio más seguro y más expedito de libertar al mundo del yugo de la creencia en Dios y de los lazos de las leyes cristianas. Mientras ciertos hombres de Estado proclaman en alta voz «que la ley debe ser atea», ciertos filósofos gritàn á su vez, más alto áun, diciendo: «Que la ciencia debe tambien ser atea (1)»; y unos y otros

(1) «La Filosofía es la luz de las luces, la autoridad de las autoridades.» (Cours de 1828, Pág. 29.) Esto es querer, en otros términos, aislar la Filosofía de las luces, de la autoridad de la Religion, y, en su consecuencia, de Dios, que es su autor: á ménos que indiquen tales palabras la idea de querer sujetar la Religion y el mismo Dios á la Filosofía.

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