Al mismo propósito, dice luego en otro lugar, dirigiéndose á un poeta dramático :
Con extrañeza en todo has de mostrarte 'Admirable, vistiendo las figuras
Conforme al tiempo, á la edad y al arte :
Al viejo avaro envuelto en desventuras,
Al mancebo rabiando de zeloso,
Al juglar decir mofas y locuras;
Al siervo sin lealtad y cauteloso,
A la dama amorosa ó desabrida, Ya con semblante alegre, ya espantoso;
A la tercera astuta y atrevida, Al lisonjero envuelto en novedades, Y al rufian dando cédulas de vida.
Tratando en la epístola segunda de la versificacion, celebra asi la antigua castellana:
Y los que fueren doctos y discretos Hallarán ser las coplas castellanas Aptas para explicar altos concetos.
Su noble antigüedad en las Grecianas Liras se halla en el trocáico verso, Que es el nuestro, y tambien en las Romanas.
A imitacion del Lacio diligente, Nuestros números sacros resonaron En la Gálica lira en voz ardiente:
De amor los blandos juegos celebraron
Con mas felice espíritu que fueron Los Italos y mas se levantaron.
Mas en la perfeccion en que pusieron Nuestros mayores esta compostura, A todas las naciones prefirieron :
En ninguna se halla la dulzura Que en la nuestra, la gracia y la terneza, La elegancia, el donaire y hermosura.
Cueva se manifiesta enemigo acérrimo de los que
sostenian que el verso endecasílabo le habíamos tomado de los Italianos, atribuyendo su introduccion en España á Boscan y á Garcilaso:
Fueron siempre estas dos composiciones Tenidas en España en gran estima Hasta que entraron nuevas invenciones : Llamo nuevas que el número á la rima Del grave endecasílabo primero Floreció que en el Lacio en nuestro clima. El provenzał antiguo, el sacro ibero En este propio número cantaron Antes que de él hiciese el Arno impero. El Dante y el Petrarca lo ilustraron Y otros autores, y esto les debemos, Y ellos que de nosotros lo tomaron. La justa posesion que de él tenemos, Que á la musa del Tajo y catalana Se atribuye, tampoco la apliquemos. Primero fue el marques de Santillana Quien lo restituyó de su destierro, Y sonetos dió en lengua castellana. He querido aclarar el ciego yerro En que viven aquellos que ignorando Esto, siguen la contra hierro á hierro.
Tan celoso se muestra Cueva de las glorias de su nacion, que es de celebrar el entusiasmo que le anima al rebatir, á lo que parece, algunas críticas infundadas con que ya desde entonces empezaban á desahogarse los extrangeros:
Esto es lo del otro Scita ó Moro Que promulgó la bárbara heregía Contra España, que ilustra el Cintio coro, Diciendo que no estaba la poesía Del Pirineo acá bien entendida, Sin dar otra razon que su osadía.
Quedara esta ignorancia establecida Entre la gente agena de cordura, De envidia y odio y deslealtad regida, Si Apolo, que su propio honor procura, En nuestra docta España no tuviera Trasladado su espíritu y dulzura. Esto diga del Tajo la ribera, Fertilizada con el sacro Laso, Cual del céfiro alegre primavera :
O el Mantuano Dauro que el Parnaso Con abundante vena de oro riega, Y al Tebro y Arno les impide el paso.
Y tú, ó fecundo Bétis, cuya vega Enriqueció la sacra musa Albana Que á los confines celestiales llega : Sed aqui el testimonio al que profana La española deidad, pues á la vuestra No se puede negar que es soberana.
Y si no fuere á mi deseo siniestra La inevitable suerte, y me dejare Gozar el aura de la vida nuestra, Haré que el pensamiento desampare La oscura Pafo, y siga al claro Delo Por do la amada Erato lo llevare;
Y con voz libre del comun recelo, Que se oirá resonar en Helicona, Subiré, España, tu alabanza al cielo; Y á despecho del bando que pregona Cosa tan desviada de lo cierto, Te ornará Febo y te honrará Belona. Graciosa es y original la comparacion de que se vale Cueva para burlarse de los plagiarios :
El propio nombre ignoro que se debe A aquel que agenas obras conocidas De otros autores aplicarse atreve; Y con dos ó tres sílabas movidas
Y una diccion de su lugar trocada Las da en su nombre para ser leidas: El que esto hace y no repara en nada Y de agenos trabajos se aprovecha, Hace lo que la esponja en agua echada; Que tomada en la mano si se estrecha, Da el humor propio que tenia cogido, Sin dar cosa, aunque da, de su cosecha.
Cuando habla Cueva de la cancion, la caracteriza con bastante acierto :
No estes del temor de esto enflaquecido, Ni á tu lira le niegues la sonora Cancion, de afecto y ánimo encendido : Cauta la causa de ella y causadora De la ardiente pasion del ciego amante, Que el desden ama y la crudeza adora. En estilo sublime y elegante, En oracion pulida y castigada, Numerosa y de espíritu constante, Limpia, eficaz y en voces regalada, Cual de Pindaro fue y del Lesbio Alceo Esta poesía mélica cantada.
Como la cancion requiere que se cuide con sumo esmero de la armonía de la versificacion, pasa oportunamente Cueva á hablar de una dote tan indispensable en semejantes composiciones:
Y sobre todas una cosa advierte : Que el concurso de sílabas que usares Que con tal armonía se concierte,
Que en sus colocaciones y lugares Regalen y deleiten los oidos, Que es propio de poetas singulares. Estos advertimientos entendidos En la ilustre cancion, prosigue y mira Que la adornes de afectos encendidos:
De toda aquella novedad que admira, Gracia, elegancia, lenidad, blandura, Y voces que consuenen en la lira.
Con advertencia singular procura Que siempre levantada sea en concetos, Siempre agradable y siempre con dulzura: Usa en ella de muchos epitetos, Que al verso dan dulzura y hermosean, Y por ella se expresan los afectos.
Creo que estas muestras, y las ya citadas en el tomo primero, bastan para que se forme juicio de la obra de Cueva, que si bien dista mucho de la perfeccion, no deja de merecer alabanza por algunos aciertos, y por el laudable deseo que manifestó su autor de enriquecer tan temprano á la literatura española con una obra de esta clase.
Habiendo hablado de Juan de la Cueva y de un poema suyo perteneciente al género didascálico, no sé si deberé incluir en la misma clase otro que compuso en cuatro libros, acerca de los inventores de las cosas; pues aunque su objeto sea conocidamente instruir, y esté su obra escrita en verso, es de tal naturaleza que apenas merece el nombre de poesía. Sin invencion, concierto ni órden en el plan; sin amenidad en la doctrina, ni color y realce en el estilo, redúcese todo el poema á ensartar en un hilo grosero una multitud de noticias sueltas, algunas falsas, otras importunas, muchas ridículas, acerca de los autores de los principales descubrimientos; y por no ofrecer siquiera la utilidad que pudiera proporcionar este escrito, cual seria la de grabar mas fácilmente en la memoria una multitud de datos, como está en versos sueltos, y esos por lo comun faltos de cadencia y ar
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