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« de la vida á tantos cónsules y á tantos pretores: y esas provin<«<cias, en fin, hicieron tan poderoso y grande á Sertorio, que se <«<dudó por cinco años entre Roma y España, quién era la mas <«<fuerte y quién habia de egercer el imperio sobre la otra (1)."

Despues de los últimos esfuerzos practicados por los cántabros para resistir, aunque en vano, á la invasion de los romanos, sucumbió por fin la belicosa España ante el gobierno omnipotente del capitolio; y desde entonces sujetos sus pueblos á la dominacion estrangera, fueron destinados á formar el inmenso pedestal, en que Roma asentaba su gigantesco poder (2). Augusto cerró las puertas del templo de Jano, luego que hubo conseguido el imperio por medio de crímenes: y no pudiendo ser un grande hombre, quiso al menos ser un príncipe dichoso.

Tranquila por último la España, despues de las espantosas y continuadas guerras que habian inundado de sangre el antiguo mundo, comenzó á respirar bajo el reinado pacífico de Augusto, avezada ya además á vivir sujeta al poder de los estrangeros.

Valencia , cuyo origen se debia á unos guerreros bárbaros y sin cultura, castigada durante la guerra de Sertorio, y tomada por asalto por Pompeyo, no era mas que un pueblo naciente, al tiempo que Augusto, como fundador de un imperio colosal, sujetaba á las plantas de un solo hombre el orgullo del pueblo-rey, que por tantos siglos habia sido el árbitro de las naciones estrangeras. Valencia, empero, disfrutaba ya los privilegios que le estaban concedidos por el cónsul Junio Bruto, como colonia romana, rigiéndose á la manera de la metrópoli; y comenzaban sus habitantes, soldados hasta entonces, á reparar su poblacion, aprovechando el terreno que la Providencia ha embellecido con toda la gala de la naturaleza. Entregados sus primeros fundadores al cultivo de los campos, y sujetos á los pretores que les enviaba la cabeza del mundo, hicieron en poco tiempo tan encantador este pais, que algunos opulentos magnates, atraidos por la suavidad del clima y por la feracidad que tantas ventajas reportaba á la agricultura, abandonaron la tumultuosa metrópoli, para buscar en nuestro pais un asilo contra las turbulencias y los desórdenes que la ambicion eternizaba en la inquieta Roma. Personages célebres por la

(1) Estrabon, tom. 1.°, lib. 3. Veleyo Paterc. lib. 2, cap. 90. (2) Antes de J. C. 27.

nobleza de su sangre, y aun deudos de los emperadores romanos, se establecieron en Valencia, mientras sacudido el imperio atravesaba por los revueltos tiempos que siguieron á la muerte de Augusto. Lejos esta provincia de los combates que la corrupcion de aquel pueblo soberano repetia con pasmosa frecuencia dentro de los muros de Roma, dominada por la afluencia de estrangeros y un egército mercenario, ofrecia medios de conservar las fortunas que á cada paso podian naufragar en el torbellino desmoralizador que habia empeorado las costumbres romanas, á la par que aseguraba á los que huian de aquella capital una paz inalterable bajo un cielo tan poético como el del Lacio, y en un terreno tan delicioso como los campos de Lavinia. Consérvanse aun algunas lápidas dedicadas á personages de alta categoría, y que prueban al mismo tiempo el grado de cultura y civilizacion á que habia llegado ya Valencia durante el gobierno de los primeros emperadores. Encuéntranse, do quiera en todo el reino, recuerdos de aquellos tiempos, que como el acueducto y peña cortada de Chelva, el acueducto de Canals, las antigüedades de Costúr, el famoso templo de Diana, que aun se conserva en Denia, y otros restos en Sagunto, Sætabis, Alicante y otras partes manifiestan el progreso que habia hecho esta provincia, cuya capital era ya completamente romana. Los pañuelos de Stabis celebrados por los romanos, y la industria de los saguntinos y de los valencianos, que se admiraban en Roma, testifican tambien, que Valencia desde su nacimiento, bajo un cielo suave y entre las flores que la perfuman, principiaba ya á ostentar el genio que la distingue; bien que lejos del tumulto que tronaba de continuo al pie del capitolio fue progresando tranquila y silenciosa, durante los sacudimientos que sufrió Roma bajo el gobierno de sus emperadores, sin que su nombre figure en su turbulenta historia.

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Como una flor escondida en retirado valle, cuya hermosura solo atrae las miradas de algun curioso naturalista, pero que gada por la brisa y los besos de alguna mariposa solitaria, crece ufana y libre, exhalando perfumes y adornándose con los mas vistosos colores; Valencia atravesó tranquila los tiempos de los emperadores, para ver marchitado luego su brillo su brillo por la planta destructora de los batalladores de Ataulfo, cuyos descendientes la entregaron despedazada á los soldados de Muza, hasta que volvió TOM. I.

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á levantar su hermoso capullo bajo la mano poderosa y benéfica de D. Jaime I de Aragon.

Hasta esta época, ó mejor dicho, hasta la conquista del Cid, apenas figura Valencia en los grandes acontecimientos que el trascurso de los siglos habia producido en el mundo, pero que rápidamente reseñaremos, por no dejar este notable vacío en nuestra historia, y para que mejor se conozca su posicion, cuando aquel bravo castellano emprendió su conquista dejándola el renombre que la hizo desde entonces célebre en nuestra España, y poco despues mas famosa bajo el dominio de los reyes de Aragon.

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Muerto Augusto, colmado de adoraciones, aun despues de bajar á la tumba, erigiéndole altares, y haciendo creer al mundo que un anciano senador, llamado Numerio Atico, sobornado por una suma considerable, habia visto al César remontarse al cielo para ocupar un distinguido rango entre los dioses; fue proclamado Tiberio (1). Hipócrita y sanguinario este príncipe manifestaba do quiera el desprecio con que miraba á los hombres; sin que le fuera posible reprimir el esceso de su alegría al ver al senado y pueblo romano en una situacion inferior á la bajeza de su corazon mismo. Por la elevacion de Tiberio al trono, fue reconocido el imperio por hereditario en la descendencia de los Césares; Roma tuvo muque sufrir de la política tortuosa del nuevo emperador; bien que el mundo romano disfrutó de bastante tranquilidad. Germánico, sobrino de Tiberio, leal á su deudo, disciplinó algun tanto los egércitos, cuya desorganizacion principiaba á causar algun recelo: rehusó el imperio, que en un tumulto se le habia ofrecido: derrotó al feróz Arminio; adelantó sus conquistas hasta el Albis (2); pero envidioso su tio de la celebridad que Germánico habia justamente merecido por sus victorias y su escelente gobierno en los pueblos que sujetaba, le hizo morir, ó de disgusto, ó de veneno (3). Poco despues murió Tiberio (4); y Caligula, su sobrino, su hijo adoptivo y sucesor, mas cruel aun que Tiberio, se hizo adorar (5), mandando como el antiguo Nabucodonosor, colocar su estátua en el templo de Jerusalem; hasta que murió vilmente asesinado por Chereas (6). Por la muerte de Calígula, subió al

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trono el estúpido Claudio, cuya barbarie era bien conocida. Adorado, sin embargo, por la adulacion del pueblo-rey, desheredó á su hijo Británico, adoptando á Nerón, hijo de Agripina, su segunda muger. Pero ésta, digna de ocupar el trono al de aquel tirano, hizo envenenar á su estúpido marido (1); dejando el imperio en manos de su hijo Nerón. El principio de su reinado fue notable por las insignes victorias que obtuvo Carbulon contra los parthos y los armenios; mientras el intolerante emperador comenzaba en Roma á verter la sangre de los cristianos (2), se hacia erigir altares, donde se le debia adorar; hacia discurrir en el centro de sus placeres á los mas reputados filósofos, obligando á Séneca á escusar el parricidio; y manchado con tanta sangre se vió por fin circundado por el horror que deberian inspirar á su alma mezquina las sublevaciones que por todas partes repitieron los egércitos; cuya indisciplina no tenia ya límites. Errante Nerón, cuyas vestiduras estaban señaladas con la sangre de su misma madre, fue por último proscrito por el senado; de cuyo fallo pudo evadirse, buscando su salvacion en el suicidio (3). En tanto desórden, en el desquiciamiento de aquel imperio, y en la abyeccion en que rápidamente se hundia el pueblo romano, cada egército eligió en puntos diferentes un sucesor de Nerón. Una batalla sangrienta decidió cerca de Roma la victoria en favor de Vespasiano, único que quedó triunfante despues de la muerte de Galva, Othon y Vitelio, que le disputaban aisladamente sus pretensiones al trono imperial (4). Bajo el reinado de este príncipe, pudo el imperio reposar algun tanto de sus espantosos sacudimientos; dejando sin embargo eternizada su memoria sobre los destrozados restos de Jerusalem, que despues de un prolongado sitio condenó á las llamas y á la destruccion (5).

Mas tranquilo aun el mundo bajo la sombra de Tito, hijo y sucesor de Vespasiano, parecia olvidar las turbulencias que por tantos años habian agitado los vastos dominios de Roma, haciendo eterna y célebre su memoria con el dictado que se le dió. Llamado Tito las delicias del género humano, justificó hasta su muerte que no debia esta honrosa distincion á la bajeza de aquel pueblo

(1) Años de J. C. 54.

(2)

(4) Años de J. C. 70.

(5)

Años de J. C. 63. (3) Años de J. C. 69.
Años de J. C. 79.

corrompido. Castigó severamente á los delatores que polularon y medraron en los anteriores reinados, pues solo puede prosperar esta raza inmoral en los gobiernos débiles y tiránicos. Célebre es tambien el reinado de Tito por la violenta erupcion del Vesubio, que hizo perecer á Plino el naturalista, que ávido de conocimientos quiso examinar aquel fenómeno estraordinario. A pesar de las altas cualidades que honraban el gobierno de Tito, se cree que su hermano Domiciano le procuró la muerte, privándose el imperio del distinguido emperador, que acabó sus dias á la edad de cuarenta y un años.

El principio del gobierno de Domiciano (1) parecia perpetuar la buena administracion que habia procurado plantear su antecesor; y todo hacia creer que su liberalidad, su clemencia y su justicia, prendas que le distinguian entonces, suavizarian el sentimiento que la muerte de Tito debió naturalmente producir. Pero bien pronto hizo escandalosa ostentacion de su verdadero carácter, y desplegó toda la tiranía de que era capáz su pueril frivolidad. Desterró de Roma á los filósofos y á los que sobresalian en la enseñanza de las matemáticas, al par que renovó con lujo y esplendidez los espectáculos, que debian hacer olvidar al pueblo la pesada coyunda que hacia pesar sobre él. Vestido de púrpura y con una diadema en la cabeza presidia, rodeado de los sacerdotes de Júpiter, aquellas fiestas en que tomaban parte las mas ilustres romanas enfrente de las cortesanas enteramente desnudas: al anochecer se iluminaba todo, á fin de que el desenfreno y la impudicicia tuvieran un sentido mas y un velo menos. Cobarde Domiciano, y en brazos de sus concubinas, envidia ba los triunfos que sus generales obtenian en la guerra contra los sármatas, los germanos, los celtas y los galos; y por un rasgo ridículo de su vanidad, quiso que el pueblo romano, tan vil ya como su dueño, le dispensase los honores de una ovacion. Para esto salió un dia de Roma, y precedido de una chusma de esclavos y de cortesanos, hizo su entrada triunfal, como la hizo Scipion, como la hizo Metello.

Mandó que adorasen sus estátuas en los templos; y el pueblorey le adoraba, porque la bajeza produce por de contado la tiranía, y por una justa reaccion la tiranía prolonga despues la bajeza.

(1) Años de J. C. 81.

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