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VU LG AT A LATINA

TRADUCIDA EN ESPAÑOL,

Y ANOTADA ·

CONFORME AL SENTIDO DE LOS SANTOS PADRES

Y EXPOSITORES CATÓLICOS,

POR EL ILUSTRÍSIMO SEÑOR OBISPO DE SEGOVIA

DON PHELIPE SCIO DE SAN MIGUEL,
EX-PROVINCIAL DEL ÓRDEN DE LAS ESCUELAS PÍAS DE
CASTILLA, Y PRECEPTOR DE NUESTRO AUGUSTO MONARCA

D. FERNANDO VII, SIENDO PRÍNCIPE DE ASTURIAS.

DEDICADA

AL REY NUESTRO SEÑOR.

TERCERA EDICION.

TOMO QUARTO.
DEL NUEVO TESTAMENTO.
LAS EPÍSTOLAS CATHÓLICAS,

Y EL APOCALIPSIS DB SAN JUAN.

MADRID
IMPRENTA DE IBARRA

1816.
Con privilegio exclusivo de S. M.

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Las siete Cartas, que se siguen, se llaman comunmente Cathólicas; porque no se dirigen á alguna Iglesia , ó persona particular, como las de San Pablo á los Romanos , á los Corinthios, á Tito, á Philemon, &c. sing á todos los Judíos convertidos, que estaban derramados por diversas Iglesias, y provincias só generalmente a todos los pueblos Christianos. Ý aunque la segunda, y tercera de San Juan fueron escritas á personas particulares, y no puede dárseles el nombre de Cathólicas en el sentido que llevamos explicado ; esto no obstante, se encierra, baxo del mismo título, porque van comprehendidas en un mismo Libros y así, hablando en rigor, de las siete no hay sino cinco que sean Catholicas. Algunos Latinos las han llamado Canónicas, ó confundiendo este nombre con el de Cathólicas; o para dar a entender , que entran en el Cánon de las Sagradas Escrituras , del mismo modo que las de San Pablo; ó porque abrazan las principales reglas de las costumbres de la vida Christiana.) --:. El Autor de la presente es Santiago , hijo de Alphéo , y de María Cleophas, hermana ó prima de la Madre del Señor, que para distinguirle del otro Santiago hijo de Zebedeo, se llama el Menor; ó en estilo de los Hebreos el hermano del Señor. Este mereció por su señalada , y eminente virtud ser elegido primer Obispo de Jerusalém , y se ganó un concepto tan grande por sus raras prendas, que aun los mismos Judios infeles no le conocian por otro nombre que por el del Justo, Josepho ' hace un magnífico elogio de su virtud, y atribuye, segun Eusebio , á la injusta muerte que le diéron los Judíos, los trabajos, y miserias en que se vio envuelta su nacion. El

I Antig. Lib. XX. Cap. VII.

que principalmente le persiguió fué Ananías, ó Anás, hijo de aquel otro, de quien se habló en el Evangelio. Habiéndole hecho subir á la parte mas elevada del templo, los Escribas y Phariséos le preguntáron, qué era lo que sentia acerca de JesuChristo. Y como él respondiese: Jesus es Hijo de Dios, que está sentado á la derecha del Padre, de donde vendrá un dia á juzgar á los vivos, y á los muertos; no pudiendo sufrir esta generosa confesion aquellos furiosos, y crueles enemigos de Jesu-Christo, le precipitáron desde lo alto: y mientras que rogaba por sus perseguidores, por haber quedado todavía con vida, fué apedreado, y enterrado en el mismo lugar. Se dice haber sucedido esto el año de sesenta y dos de Jesu-Christo, y se cree tambien haber escrito poco ántes esta Carta, dirigida á los Judios Neóphitos esparcidos por todas las provincias del Imperio Romano. Toda ella está llena de avisos saludables, y de máximas de edificacion. Amenaza con rigor á los soberbios, ambiciosos, y avaros: representa con expresiones muy vivas los males, y excesos de la lengua: consuela á los pobres, y afligidos, realzando la felicidad de su estado: dá reglas muy seguras por las quales puede arreglar su vida un Christiano: y por último hace ver que todo el mal nos viene de nosotros mismos; y de Dios todo el bien que tenemos, y que este bien lo hemos de alcanzar por medio de la ora cion, cuya virtud y eficácia hace presente.

De la autoridad de esta Carta no debe dudar ningun Cathólico, despues de la decision del Sagrado Concilio de Trento. Luthero emplea todo su furor en desacreditarla, y en pretender vanamente degradar su autoridad. Lo que no debe parecer extraño, viéndose refutado en ella uno de sus errores capitales, en que niega la necesidad de las obras para conseguir la salud. Calvino menos preocupado que Luthero, convencido del peso de autoridad que la acompaña, no osó desecharla.

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EPÍSTOLA CATHOLICA

DEL APÓSTOL SANTIAGO.

CAPÍTULO I.

La paciencia conduce á la perfeccion. Pedir la sabiduría. Orar con fé. Ventajas de la pobreza. Reprimir la lengua. Asistir á los afligidos. Huir del espíritu del mundo.

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ratur.

4 Patientia autem opus perfectum habet: ut sitis perfecti et integri in nullo defi

cientes.

5 Si quis autem vestrum indiget sapientiâ, postulet à

I A los de las doce tribus de Judíos, que habiendo abrazado la fé, están derramados por diversas provincias, y padecen por esta causa injurias y persecu ciones.

2 Las aflicciones, y penalidades de esta vida no son amables en si mismas, y la naturaleza las repugna; pero si consideramos el fruto inestimable de gracia, y de gloria que pueden producir en nosotros, las hemos de abrazar, como gracias particulares de la mano de Dios; y lejos de servirnos de motivo de tristeza, han de excitar

a Roman. v. 3.
Tom. IV.

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4 Mas la paciencia contiene obra perfecta ne obra perfecta, para que seais perfectos y cabales, sin faltar en cosa alguna.

5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría *, de

en nuestros corazones afectos terrenos de alegria, y de reconocimiento.

3 Guiá á la perfeccion; porque Dios con las aflicciones sufridas con paciencia, purifica las almas, y las hace mas perfectas, limpiándolas de toda imperfeccion, y mancha. S CYPRIAN.

4 El compendio de esta sabiduría es Jesu-Christo crucificado, que nos enseña á padecer con gusto por su amor, para reynar despues con el eternamente. Y á este fin nos da copiosamente su gracia.

A 3

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