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cion, porque en ella sobresalian dos principios opuestos que, abrigados en los cerebros ardientes de los nuevos prosélitos, debian ser y fueron en efecto gérmenes fecundos de sistemas contradictorios, que mútuamente se devoraron. Desde luego se dividió la nueva ciencia en dos ramas, correspondientes á los dos elementos que en ella dominaban, el epicurismo y el estoicismo; y estas ramas se subdividieron á su vez en tantos brazos, cuantos alumnos salieron de las dos escuelas. De ellas nacieron, por una parte, el sensualismo, el ateismo, el fatalismo, el empirismo, el panteismo, el escepticismo........... y por otra, el racionalismo, el deismo, el idealismo, el criticismo, el misticismo, el eclecticismo.....

Una vez desconocidos los límites de la autoridad, es imposible que la actividad de la inteligencia humana no desbordase, hasta perderse en la region de los sueños. De ahí esa multitud de sistemas, que, sin esperar siquiera los resultados, se han empujado los unos a los otros con una fuerza increible, hasta precipitarse y desaparecer en la nada. De ahí esa série no inturrumpida de filósofos, que, creyéndose con la mision de regenerar al mundo, nos han ido presentando sus propios sistemas como los únicos verdaderos, gritándonos al mismo tiempo que nos guardásemos de los demás como de un contagio. Descartes con su Duda metódica, Leibnitz con su Armonía preestablecida, Locke con su Empirismo, Kant con sus Formas subjetivas, Condillac con su Análisis, Fichte con su Yo y su No-yo, Schelling con su Absoluto, Coussin con su Dios-todo y Hegel con su Evolucion de la idea, han llevado la confusion y el cáós al mundo de la inteligencia.

Alemania1 esa nacion eminentemente pensadora y reflexiva, ese país clásico de la meditacion, ha consumido su genio y su actividad en la confeccion de una prodigiosa multitud de sistemas que ha esparcido por toda Europa y que, á su paso por Paris, han recibido el sello de fascinacion que Francia imprime en todo cuanto toca.

Pero felizmente esos sistemas han llegado á desvirtuarse, por lo mismo que han dado ya todos sus resultados. Mas de medio siglo hay que la humanidad está cogiendo los frutos de la nueva filosofia: frutos amargos á la verdad; pero amarga debia

III

ser la medicina que curase la dolencia del engreimiento y del orgullo.

El filosofismo toca ya su término, porque los hombres, burlados y desengañados, vuelven la vista naturalmente hácia la Iglesia; y en el mismo Paris, en ese foco de ilusiones y desengaños, se invoca de nuevo la fe, como una condicion indispensable de la vida social.

En estas circunstancias ha pronunciado el P. Ventura sus Conferencias, que han llenado de admiracion á la ciudad de los filósofos.

Muy pobre seria el elogio que pudiéramos hacer de estas producciones, despues de estampar al frente de ellas el nombre de una capacidad europea. Esta obra, lo mismo que las demás del célebre teatino, ha recibido ya el fallo de los inteligentes por lo tanto nos limitarémos á hacer una ligera reseña de su contenido.

En ella presenta su autor la filosofía católica frente à frente de la filosofía racionalista. Para ponernos en estado de juzgar entre una y otra, nos manifiesta el vasto cuadro de la filosofía pagana, en el que están trazados á grandes pinceladas los sistemas de la escuela griega y romana, y las opiniones absurdas de aquellos filósofos respecto á las cuestiones que mas interesan á la humanidad: Dios y el hombre, el Criador y la creacion, y otras verdades que aquellos sábios no pudieron divisar, y que la Iglesia ha visto claramente á la luz de la revelacion. Como una mezquina copia de este cuadro, deja ver á continuacion el de la filosofía moderna, haciendo notar sus principios, las fuentes de donde los han sacado, las causas que han contribuido á su desenvolvimiento, y los frutos que de ella ha reportado la especie humana. En él aparecen los infinitos sistemas en que se ha dividido y subdividido esta filosofia, la anarquía que en ella reina, y la confesion desesperada que hace de no poder descubrir verdad alguna.

Al frente de esta pintura tan sombría nos presenta el cuadro risueño de la filosofia católica, en el que resaltan las grandes verdades que ella ha conocido por medio de la revelacion, los principios que ha sostenido y enseñado por espacio de diez y ocho siglos, y los resultados felices que han producido estas verdades y estos principios, aplicados al individuo y á la sociedad.

Como una muestra de las conquistas hechas por la Razon católica, nos pone á la vista la explicacion que ella da del augusto é incomprensible misterio de la Trinidad divina, figurado de una manera bastante clara en el misterio incomprensible tambien de la trinidad humana, es decir, de la unidad de esencia y trinidad de potencias en el alma del hombre. Igualmente nos presenta el profundo é insondable misterio del Verbo divino, explicado por el misterio profundo é insondable tambien del Verbo humano y la union inefable de la divinidad y la humanidad en Jesucristo, por la admirable union del espíritu y la materia en el hombre; haciendo ver de este modo cuánto contribuye la luz de una verdad al descubrimiento de otras verdades.

Las doctrinas que el P. Ventura vierte en sus Conferencias, las ha sacado de las puras fuentes de S. Agustin y de Sto. Tomás, especialmente de la Suma de este último santo, de quien es un elocuente apologista. Hablando en la Conferencia segunda del Angel de las escuelas, dice: «Sto. Tomás! qué hombre qué genio! Es la razon humana elevada á su mas alto grado de potencia. Mas arriba de los esfuerzos de su raciocinio está la vision de las cosas en el cielo. Aquí abajo no puede la razon subir mas alto ni ver mas claro. » Y hablando del mismo santo en la Conferencia novena, añade: Sto. Tomás, ese genio, á quien estamos seguros de encontrar siempre en el camino cuando buscamos la razon de algun misterio del Cristianismo.....» No se puede expresar con mas elocuencia la sublimidad y extension de la doctrina del Doctor angélico.

Finalmente, las Conferencias del P. Ventura pueden considerarse como una apología completa de la religion y como un compendio de metafisica sublime.

Tan pronto como llegaron á nuestras manos, concebimos el pensamiento de publicarlas en nuestro idioma; y sin duda lo hubiéramos hecho algunos meses há, seguros como estamos de la ortodoxia de su doctrina y de los frutos que de su lectura pueden reportar los fieles; pero, debemos confesarlo, una idea nos hizo detenernos en nuestra comenzada obra. El nombre del autor se habia pronunciado en dias de consternacion para el pueblo católico; y aunque al tomar parte en aquellos acontecimientos, lo

hizo á su pesar y con la mejor intencion, como lo dice él mismo en una de sus Conferencias, siempre era para nosotros un motivo de duda recordar que el eco de su nombre se confundió con el de los cañonazos que hicieron estremecer la tumba del Príncipe de los Apóstoles.

Deseosos de asegurarnos, y asegurar tambien á nuestros lectores, consultamos nuestras dudas con prelados venerables y distinguidos de la Iglesia de España y de la misma corte pontificia, con cuya amistad nos honramos; y estos acallaron nuestros escrúpulos y nos animaron á llevar á efecto nuestra publicacion.

A esta seguridad debemos añadir la de que el P. Ventura, como todos saben, se sometió de la manera mas absoluta al Vicario de Jesucristo, á quien permanece cordialmente unido; y que esta misma obra se expende al público en las principales ciudades de Italia, Milan, Bolonia, Turin, y en la misma Roma á vista de la Santa Sede.

En la traduccion nos atenemos à la letra, en cuanto lo permite el genio de nuestro idioma. Sin embargo, dos dificultades hemos tocado: primera, que el autor se vale con frecuencia de palabras técnicas de escuela, casi intraducibles, especialmente cuando trata de los misterios mas profundos de la religion: segunda, que como el idioma en que se expresa, por bien que lo posea, no es el suyo propio, fuerza algunas veces la frase de tal modo, que la letra dista bastante de la idea que quiere expresar. En el primer caso conservamos escrupulosamente las palabras consagradas por la teología y la religion, y que dificilmente podrian ser reemplazadas por otras. En el segundo preferimos la version de los pensamientos á la traslacion de las palabras.

Nuestro objeto al publicar estas Conferencias no ha sido otro que el de favorecer ese movimiento providencial que se advierte. hoy en los pueblos hácia la fe; esa corriente incontrastable que, ahora mas que nunca, impele á la humanidad hácia su misterioso centro. Si tenemos la suerte de que nuestros desvelos sean útiles á la Iglesia, habrémos recibido la única recompensa que ambicionamos.

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