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tante mismo el gran prodigio que la palabra omnipotente de este Hijo de Dios obró en el cuerpo de Lázaro, se renovará y se cumplirá en nuestro espíritu; y despues que hayamos recobrado esa vida del alma, que no es otra cosa que el reflejo de la vida inmortal de Dios mismo, no morirémos jamás: Et omnis qui vivit et credit in me non morietur in æternum.

Finalmente, no salgamos de este santuario, los que nos hallamos reunidos en él, sin haber formado antes la gran resolucion del Profeta; es decir, sin que, poseedores dichosos de la vida, de la inteligencia y del corazon, ó volviendo á ella en este momento mismo por medio de la fe y de la gracia, no queramos perderla jamás, no queramos volver á morir en la incredulidad, en la duda ó en el vicio: por el contrario, queramos vivir siempre en la creencia de la palabra de Dios y del amor de sus leyes; queramos, con nuestro celo en practicar esta divina palabra, y con nuestro valor en confesarla, manifestar al mundo los prodigios que la bondad de Dios ha obrado en nosotros. y para nosotros: Non moriar, sed vivam, et narrabo opera Domini. (Ps. cxvi, 17.)

Y llegando de este modo á conseguir la paz del alma en el tiempo, y la bienaventuranza en la eternidad, aprenderémos por nuestra propia experiencia que el hombre no es verdaderamente dichoso sino en tanto que oye la palabra de Dios, y la guarda: Beati qui audiunt verbum Dei, et custodiunt illud. Así sea.

NOTA A. (Pág. 106.)

Los filósofos presuntuosos.

No se ha olvidado en el mundo filosófico el tono de orgullo desmesurado con que aquel á quien llaman el BUENO DE WOLF, el discípuló mas célebre de Leibnitz, sin respeto alguno al genio de su maestro, al fundador de la nueva filosofía alemana, anunció al mundo de los sábios su filosofía al principio del último siglo.

<< Dos cosas, dice, han faltado hasta el presente en TODOS LOS SISTEMAS FILOSÓFICOS, que son: en primer lugar, esa evidencia, que es la única que tiene el privilegio de producir el consentimiento cierto é inmutable; y en segundo lugar, la aplicacion práctica de las doctrinas que la filosofía enseña. Estos dos defectos nacen de la misma causa; y es, que faltan esas nociones y esas proposiciones determinadas, sin las que los principios filosóficos no pueden ser comprendidos, ni demostrados, ni aplicados á los usos ordinarios de la vida humana: Duo in primis sunt, quæ IN OMNI PHILOSOPHIA HACTENUS desiderantur: deest illa evidentia, quæ sola assensum gignit CERTUM atque IMMOTUM: nec quæ in ea traduntur usui vitæ respondent. Utrisque eadem ratio est: exulant NOTIONES AC PROPOSITIONES DETERMINATÆ, sine quibus tamen quæ afferuntur, nec satis intelligi, nec sufficienter probari, nec ad usus vitæ obvios dextere applicari possunt.» (Wolphius, Præfatio in Logicam.)

Por consiguiente, segun el bueno de Wolf, no hubo filosofía en el mundo en el espacio de tres mil años, no hubo jamás en él nociones claras ni proposiciones determinadas, y por consiguiente jamás pudieron comprenderse los principios filosóficos, ni demostrarlos, ni aplicarlos á los usos ordinarios de la vida humana; jamás se conoció la filosofía de la evidencia, ni la evidencia de la filosofía. En una palabra, segun Wolf, y hasta Wolf, nadie en el mundo, ni aun el profundo talento de Leibnitz, con cuyas doctrinas se habia enriquecido el buen Wolf, habia producido cosa alguna que mereciese fijar la atencion del mundo filosófico; jamás el mundo habia tenido verdadera filosofía.

Y supuesto que uno de los caractéres propios de la filosofía moderna es la insolencia y la temeridad, ved aquí el único depositario del secreto filosófico, anunciándose al mundo como encargado de la alta mision de enseñar al género humano una filosofía útil, habiendo sido inútil toda la filosofía antes de él. Vedle declararse el único que todo lo ha explicado, que todo lo ha probado; que ha dado un sentido fijo á las palabras, cuya significacion, vaga antes de él, no engendraba mas que nociones confusas. Vedle gloriándose de haber levantado el edificio de las proposiciones determinadas,

de las que no habian conocido una sola los filósofos que le precedieron; gloriándose de haber distinguido lo verdadero de lo falso, que hasta entonces habian estado mezclados en el cerebro de los hombres; de haber formado un sistema armónico de todas las verdades conexas, y abierto la puerta de las escuelas al genio de la invencion. Ved aquí, pues, sus increibles palabras: «Por esta razon, queriendo yo hacer útil la filosofía al género humano, he creido deber imponerme la ley de no admitir cosa alguna que no esté bastante explicada y suficientemente probada; de despojar á las palabras de las nociones confusas que presentaban y de la significacion vaga que tenian, y darles un sentido fijo; y de establecer proposiciones determinadas, de las que los filósofos no han conocido hasta ahora una sola. De este modo es como he tenido la felicidad, no solo de distinguir lo verdadero de lo falso, que generalmente se encuentran confundidos, y coordinar las verdades conexas en un sistema armónico, sino tambien de abrir de una vez la puerta de las escuelas al genio de los inventores: Quamobrem philoso phiam generi humano perutilem effecturus, id mihi agendum esse duxi ut nihil admitterem, nisi quod satis fuerit explicatum et sufficienter probatum; et voces à notionibus confusis, à significatu vago ad fixum reducerem, et propositiones determinatas, quas hactenus nullas noverunt philosophantes, conderem. Hac ratione non solum mihi verum à falso, cui vulgo admixtum est, secernere, ac veritates inter se connexas in systema harmonicum redigere licuit, verum etiam inventoribus tandem in scholis aditus apertus est. » (Ibid.) Y para asegurar desde luego al género humano de la importancia de sus doctrinas, vedle presentarse como un S. Pablo, enseñando dogmas cuya infalibilidad habia de ser reconocida por los hombres mas sábios y mas sensatos, que ni aun sospechaban siquiera el grado de excelencia de la filosofía de Wolf. Dogmata mea, dice, defensione non indigere jamdudum agnoverunt viri intelligentes et cordati.

Dios mio, ¡qué lenguaje! Yo no he encontrado en ningun libro de filosofia antigua ó moderna nada mas orgulloso ni mas insolente. Pero este modo de expresarse del buen Wolf, arrogante hasta la fatuidad y orgulloso hasta el ridículo, no nos debe causar admiracion. Es propio de la pedantería ser presuntuosa; y la de los filósofos protestantes de Alemania lo es en grado supremo. Lo que nos admira y nos llena al mismo tiempo de disgusto es ver que el genio católico, engañado tambien por la misma ignorancia de la verdadera filosofía, no ha sabido siempre librarse de ese espíritu de ciega confianza en sus propias fuerzas que anima á la mayor parte de los filósofos modernos, y hace creer á cada uno de ellos que es el inventor de la filosofía verdadera y el gran maestro del universo.

<< Está demostrado por la experiencia, dice Descartes, que los que profesan la filosofia son generalmente los que menos saben; y que no hacen tan buen uso de su razon como los que jamás se han dedicado á semejante estudio: Experientia ostendit eos qui philosophiam profitentur ut plurimum, esse MINUS SAPIENTES et ratione sua NON TAM RECTE UTI quam alios

QUI NUNQUAM huic studio operam dederunt.» (Cartesius, Prin. Philosoph.j Præfatio.) Así, pues, la experiencia habia enseñado á Descartes que el uso de la razon se encuentra menos defectuoso en los hombres ignorantes, toscos, y aun idiotas, en una palabra, en los hombres extraños de todo punto á la filosofía, que entre los que pasan por profesores y maestros de esta ciencia; lo cual puede traducirse por estas palabras: Todos los hombres son bestias, y los filósofos lo son mas que todos. Este es, pues, sea dicho de paso, el mismo pensamiento que expresó mas tarde Juan Jacobo Rousseau de una manera mas dura y mas punzante, cuando dijo: «El hombre que raciocina es un animal depravado. » Y supuesto que cuando se necesita adquirir algunas bestias, es necesario tratar de buscar las menos maliciosas posibles, Descartes da á entender que no quiere por discípulos á los que han aprendido la vieja filosofía, y que prefiere formar su escuela de hombres que nada sepan de esta filosofía; siendo estos los mas aptos para aprender la nueva filosofía, esto es, la de Descartes, que segun él es la verdadera. Porque dice: «Es necesario deducir de aquí que los que han aprendido menos cosas de las que se han enseñado hasta ahora, bajo el nombre de filosofia, son los mas capaces de comprender la filosofía verdadera: Unde concludendum eos qui QUAM MINIMUM DIDICERUNT illorum omnium quæ hactenus nomine philosophiæ insigniri solent, ad VERAM percipiendam quam maxime esse idoneos. » (Ibid.)

Despues de este exordio, hecho con un sentimiento de la mas rara modestia, añade Descartes: «Aunque todas las verdades que forman mis principios hayan sido conocidas siempre y por todo el mundo, sin embargo no ha habido hasta ahora ninguno, que yo sepa, que haya comprendido que de estas mismas verdades puede deducirse el conocimiento de todas las cosas que existen en el mundo: Etiamsi OMNES illæ veritates, quas pro principiis meis habeo SEMPER ET AB OMNIBUS cognitæ fuerint, NEMO tamen, quod sciam, HACTENUS FUIT QUI AGNOVERIT, Omnium aliarum rerum, quæ in mundo sunt, notitiam ex iis deduci posse.» (Ibid.) Lo cual significa que durante los seis mil años que precedieron á la aparicion de Descartes en el mundo, nadie habia sospechado que con los principios generales de la razon humana se podia discurrir sobre todas las cosas: tan grande y tan profunda era la estupidez de los hombres antes de Descartes!

Mas, como es necesario inspirar valor á los tímidos, que desconfian de sus propias fuerzas mas de lo que es necesario, Descartes asegura á sus lectores, por ignorantes que sean (porque, conio hemos visto, no quiere tratar mas que con ignorantes), que no encontrarán cosa alguna en sus escritos que no puedan comprender perfectamente: ¡tan grande es la claridad de sus principios y la sencillez de sus pensamientos! Eos qui viribus suis plus æquo diffidunt certiores reddere vellem NIHIL ESSE IN MEIS SCRIPTIS quod non perfecte intelligere possint. ». (Ibid.)

Pues bien: con estos sentimientos de amor á los hombres y de respeto á la humanidad pone Descartes mano á su obra, y principia y acaba un

curso absolutamente nuevo de filosofía, completo en todas sus partes; y esto, no para una sola ciudad, no para una provincia ni para una nacion (¡esto seria una bagatela !), sino para TODO EL GÉNERO HUMANO: «Hoc mihi agendum restaret, ut integrum philosophic corpus humano generi darem.» (Ibid. ) Tarea inmensa y difícil, en la que habiendo fracasado Descartes, á lo que parece, el bueno de Wolf se encontró dispuesto á emprenderla de nuevo en los mismos términos, como lo hemos visto, y á concluirla con el mismo éxito, como el género humano lo sabe.

Y en nuestros mismos dias, ved en el vizconde Mr. Bonald otro de esos bienhechores del pobre género humano por quien la filosofía ha tomado siempre tanto interés, sin que por esto haya sido mas instruido ni mas feliz; ved ahí, repito, á Mr. Bonald que viene á ofrecerle, con la misma presuncion que Wolf y Descartes, una filosofía nueva. « Desde cerca de tres mil años há, dice, que los hombres buscan por las solas luces de la razon el principio de sus conocimientos, la regla de sus juicios y el fundamento de sus deberes, en una palabra, la ciencia y la sabiduría; ha habido siempre sobre estas grandes cosas tantos sistemas como sábios, y tanta incertidumbre como sistemas. La diversidad de doctrinas no ha hecho mas que crecer de siglo en siglo con el número de los maestros y el progreso de los conoci→ mientos; y la Europa que posee hoy bibliotecas enteras de escritos filosóficos, y que cuenta tantos filósofos como escritores, pobre en medio de tantas riquezas, é incierta de su camino en medio de tantas guias, la Europa, centro y foco de todas las luces del mundo, espera todavia una filosofia.» (Recherches philosophiques, tom. 1, cap. 1.) Y despues de esta introduccion, que parece tomada de algun filósofo del protestantismo, segun el espíritu de ligereza y de desprecio con que mira toda la filosofía que se habia conocido tres mil años antes, Mr. Bonald se hace cargo de todas las escuelas filosóficas desde Thales hasta Kant, y comprendiendo tambien todas las escuelas cristianas desde S. Clemente de Alejandría hasta Sto. Tomás, dice con una imperturbable sangre fria: Que siempre y en todas partes ha habido ignorancia é incertidumbre con respecto á los principios de la filosofía, y que él viene á proponer su remedio prodigioso, que debe curar al mundo filosótico de todos sus males, en estos términos: «Mas, ya. es hablar demasiado de la incertidumbre y de las contradicciones de los diversos sistemas de filosofía. Ensayemos ahora si es posible encontrar en los hechos públicos un fundamento á las doctrinas filosóficas MAS SÓLIDO QUE EL QUE HA HABIDO HASTA AQUI en las OPINIONES PERSONALES. Sobre este pensamiento me atrevo á llamar la atencion de todos los talentos. Yo vengo á consultarles acerca de mis propias ideas, mas bien que á proponérselas.» (Ibid.)

Así, pues, Mr. Bonald, ¡ese espíritu tan elevado, ese filósofo tan profundo, ese publicista tan sábio, ese escritor tan distinguido, y lo que es mas, ese católico tan sincero, tan fervoroso y tan devoto, ni aun sospechó siquiera que entre la filosofía pagana de los antiguos tiempos y la filosofía protes

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