Obrazy na stronie
PDF
ePub
[ocr errors]

estocadas por las calles, y que forma en medio de ciudades populosas una pequeña república, una democracia difícil de enfrenar, y donde á duras penas puede alcanzarse que dominen el órden y la ley: hé aqui la barbarie.

Muy bueno es, y muy conforme al espíritu de la Religion, que el hombre culpable, cuando ofrece á Dios un corazon contrito y humillado, manifieste el dolor y la pesadumbre de su alma por medio de actos externos, procurando ademas fortificar su espíritu y refrenar sus malas inclinaciones, empleando contra la carne los rigores de una austeridad evangélica. Todo esto es muy razonable, muy justo, muy santo, muy conforme á las máximas de la Religion Cristiata, que así lo prescribe para la justificacion y santificacion del pecador, y reparacion del daño causado á los demas con el escándalo de una mala vida; pero, que esto se exagere hasta tal punto que anden divagando por la tierra penitentes desnudos, cargados de hierro, inspirando con su presencia horror y espanto, como sucedia en aquellos tiempos, hasta verse obligada la autoridad á reprimir el abuso, esto lleva ya la marca del espíritu duro y feroz que acompaña el estado de barbarie. Nada mas verdadero, mas bello, y mas saludable á la sociedad, que el suponer á Dios tomando la defensa de la inocencia, protegiéndola contra la injusticia y la calumnia, y haciendo que tarde ó temprano salga pura y radiante de enmedio del polvo y

de las manchas con que se haya querido obscurecerla y afearla; esto es el resultado de la fe en la Providencia, fe dimanada de las ideas cristianas, que nos presentan á Dios abarcando con su mirada el mundo entero, llegando con ojo penetrante hasta el mas recóndito pliegue de los corazones, y no descuidando en su paternal amor la mas ínfima de sus criaturas; pero ¿quién no vé, cuan inmensa distancia va de semejantes creencias, hasta las pruebas del agua hirviente, del fuego, del duelo? ¿quién no descubre aquí, aquella rudeza que todo lo confunde, aquel espíritu de violencia que se empeña en forzarlo todo, pretendiendo en alguna manera obligar al mismo Dios á que se ponga de contínuo á merced de nuestras necesidades ó caprichos, dando por medio de milagros un solemne testimonio sobre cuanto nos conviene 6 nos place averiguar?

Presento aqui esos contrastes para excitar recuerdos á los que hayan leido la historia, y para poder sacar en pocas palabras la fórmula, sencilla y general, que resume todos aquellos tiempos: la barbarie templada por la Religion, la Religion afeada por la barbarie.

Cuando estudiamos la historia, tropezamos con un gravísimo inconveniente que nos hace siempre difícil, y á menudo imposible, el comprenderla con perfeccion: todo lo referimos á nosotros mismos y á los objetos que nos rodean. Falta disculpable hasta cierto punto, por tener

su raíz en nuestra propia naturaleza, pero contra la cual es necesario prevenirse con cuidado, si queremos evitar las equivocaciones lastimosas en que incurrimos á cada instante. A los hombres de otras épocas nos los figuramos como á nosotros; sin advertirlo, les comunicamos nuestras ideas, costumbres, inclinaciones, nuestro temperamento mismo; cuando hemos formado esos hombres, que solo existen en nuestra imaginacion, queremos, exigimos, que los hombres reales y verdaderos obren de la misma suerte que los imaginarios; y al notar la discordancia de los hechos históricos con nuestras desatentadas pretensiones, tachamos de extraño y monstruoso lo que á la sazon era muy regular y ordinario.

Lo propio hacemos con las leyes y las insticiones en no viéndolas calcadas sobre los tipos que tenemos á la vista, declamamos desde luego contra la ignorancia, la iniquidad, la crueldad de los hombres que las concibieron y las plantearon. Cuando se desea formar idea cabal de una época, es necesario trasladarse en medio de ella, hacer un esfuerzo de imaginacion para vivir, digámoslo así, y conversar con sus hombres; no contentarse con oir la narracion de los acontecimientos, sino verlos, asistir á su realizacion, hacerse uno de los espectadores, de los actores, si es posible; evocar del sepulcro las generaciones, haciéndolas hablar y obrar de nuevo en nuestra presencia. Es

TOMO III.

7

to, se me dirá, es muy difícil; convengo en ello; pero replicaré, que este trabajo es necesario, si el conocimiento de la historia ha de significar algo mas que una simple noticia de nombres y de fechas. Por cierto, que no es conocido un individuo hasta que se sabe cuales son sus ideas, cual su índole, su carácter, su conducta: lo propio sucede con una sociedad. Si ignoramos cuales eran las doctrinas que la dirigian, cual su modo de mirar y sentir las cosas, veremos los acontecimientos solo en la superficie, conoceremos las palabras de la ley, pero no alcanzaremos su espíritu y su mente, contemplaremos una institucion, pero sin ver mas de ella que la armazon exterior, sin penetrar su mecanismo, ni adivinar los resortes que le comunican el movimiento. Si se quieren evitar esos inconvenientes, resulta el estudio de la historia el mas difícil de todos, es cierto; pero tiempo ha que debiera conocerse, que los arcanos del hombre y de la sociedad, asi como son el objeto mas importante de nuestro entendimiento, son tambien el mas árduo, el mas trabajoso, el menos accesible á la generalidad de los espíritus.

El individuo de los siglos á que nos referimos no era el individuo de ahora; sus ideas eran muy distintas, su modo de ver y sentir las cosas muy diferente; el temple de su alma no se parecia al de la nuestra; lo que para nosotros es inconcebible, era para aquellos hombres muy

natural, lo que á nosotros nos repugna, era para ellos muy agradable.

Al entrar en el siglo XIII habia recibido ya la Europa el fuerte sacudimiento producido por las Cruzadas, empezaban á germinar las ciencias, desplegábase algun tanto el espíritu mercantil, asomaba la aficion á la industria; y el gusto de comunicarse unos hombres con otros, unos pueblos con otros, iba tomando cada dia extension é incremento. El sistema feudal comenzaba á desmoronarse, el movimiento de los Comunes se desarrollaba rápidamente, el espíritu de independencia se hacia sentir por todas partes; y con la abolicion casi completada de la esclavitud, con el cambio acarreado por las Cruzadas en la posicion de los vasallos y siervos, encontrábase la Europa con una poblacion muy crecida, que no estaba bajo las cadenas que en las antiguas sociedades privaban al mayor número, de los derechos de ciudadano y hasta de hombre, que sufria á duras penas el yugo del feudalismo, y que ademas estaba muy distante de reunir las circunstancias necesarias, para ocupar dignamente el puesto que coresponde á ciudadanos libres. La democracia moderna presentábase ya desde un principio, con sus grandes ventajas, sus muchos inconvenientes, sus inmensos problemas, que nos agobían y desconciertan todavía en la actualidad, despues de tantos siglos de experiencia y ensayos. Los mismos señores conservaban aun en buena par

*

« PoprzedniaDalej »