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Su cuerpo con tosco sayal, renuncian á toda riqueza, á toda propiedad, se condenan á mendicidad perpetua, esparciéndose por los campos y ciudades para ganar almas á Jesucristo; otros llevan sobre su hábito el distintivo de la redencion humana, y se proponen rescatar de las cadenas á los inumerables cautivos, que la turbacion de los tiempos llevara á la esclavitud en los paises musulmanes; unos levantan la cruz en medio de un pueblo numeroso, que se precipita tras de su huella, é instituyen una nueva devocion, himno contínuo de alabanza á Jesus y á María, predicando al propio tiempo sin cesar la fe del Crucificado; otros van en busca de todas las miserias humanas, se sepultan en los hospitales, en todos los asilos de la desgracia, para socorrerla y consolarla: todos llevan nuevas enseñas, todos muestran gran desprecio del mundo, todos forman una porcion separada del resto de los hombres, y no se parecen ni á los solitarios de Oriente, ni á los hijos de san Benito. Ellos no nacen en el desierto, sino en medio de la sociedad; no se proponen vivir encerrados en los monasterios, sino derramarse por las campiñas y aldeas, penetrar en las grandes poblaciones, hacer que resuene su voz evangélica, asi en la choza del pastor, como en el palacio del monarca. Crecen, se multiplican por todas partes de un modo prodigioso: la Italia, la Alemania, la Francia, la España, la Inglaterra, los acogen en su seno; numerosos conven

tos se levantan como por encanto en las carnpiñas, en las poblaciones, en las grandes ciudades; los Papas los protejen y les conceden mil privilegios; los príncipes les dispensan señalados favores y los secundan en sus empresas; los pueblos los miran con veneracion y los escuchan con docilidad y acatamiento. Un movimiento religioso se despliega por todas partes, nuevos institutos, mas o menos parecidos, brotan como ramos de un mismo tronco; y el hombre observador que contempla atónito el inmenso cuadro, se pregunta á sí mismo; ¿cuáles son las causas que producen tan singular fenómeno? ¿de dónde nace ese movimiento extraordinario? ¿cuál es su tendencia? ¿cuáles los efectos que va á producir en la sociedad?

Cuando se verifica un hecho de tanta magnitud, extendiéndose á muchos paises y continuándo por largos siglos, señal es que existian causas muy poderosas para ello. Aun cuando se quieran desconocer enteramente las miras de la Providencia, no puede negarse que un hecho de tal naturaleza debió de encontrar su raiz en las mismas cosas; y por consiguiente, inútil es declamar contra los hombres y contra las ins→ tituciones. El verdadero filósofo no debe entonces gastar el tiempo en anatematizar el hecho; lo que conviene es examinarle y analizarle: todos los discursos, todas las invectivas contra los frailes no borrarán por cierto su historia: ellos existieron largos siglos, y los siglos no vuelven atras.

Prescindiendo de toda providencia extraordinaria de Dios, dejando á parte las reflexiones sugeridas por la Religion al verdadero fiel, y considerando únicamente los institutos modernos bajo un aspecto meramente filosófico, puede explicarse el hecho no solo como muy conducente al bien estar de la sociedad, sino tambien como muy adaptado á la situacion en que ella se encontraba; puédese demostrar, que nada medió, ni de astucia, ni de malignidad, ni de designios interesados; que esos institutos tuvieron un objeto altamente provechoso, que fueron á un tiempo la expresion y la satisfaccion de grandes necesidades sociales.

La cuestion se brinda de suyo á ser traida á semejante terreno; y es extraño que no se haya dado toda la importancia que merecen á los hermosos puntos de vista que en él se pueden encontrar. Con la mira de aclarar esta interesante materia, entraré en algunas consideraciones relativas el estado social de Europa en dicha época. A la primera ojeada que se echa sobre aquellos tiempos se nota, que á pesar de la rudeza de los espíritus, rudeza que á lo que parece, habia de sumir á los pueblos en una postracion abyecta y silenciosa, hay no obstante una inquietud, que remueve y agita profundamente los ánimos. Hay la ignorancia, pero es una ignorancia que se conoce á sí misma, que se afana en pos del saber; hay falta de armonía en las relaciones é instituciones sociales, pero esa

falta es sentida y conocida por do quiera: un contínuo sacudimiento está indicando, que esa armonía es deseada con ansia, buscada con ar→ dor. No sé que carácter tan singular presentan esos pueblos europeos; jamas se descubren en ellos síntomas de muerte; son bárbaros, ignorantes, corrompidos, todo lo que se quiera; pero como si estuviesen oyendo siempre una voz, que los llama á la luz, á la civilizacion, á nueva vida, se agitan sin cesar por salir del malestado en que los sumergieron circunstancias calamitosas. Nunca duermen tranquilos en medio de las tinieblas, nunca viven sin remordimiento en la depravacion de costumbres; el eco de la virtud resuena continuamente á sus oidos, ráfagas de luz se abren paso al traves de las sombras. Mil y mil esfuerzos se hacen para avanzar en la carrera de la civilizacion, mil Y mil veces se frustan las tentativas; pero otras tantas vuelven á emprenderse, nunca se abandona la generosa tarea, el mal éxito nunca desanima, se la acomete de nuevo con un aliento y brio que no desfallecen jamás. Diferencia notable, que los distingue de los demas pueblos, donde no ha penetrado la Religion cristiana, ó donde se ha llegado á desterrarla. La antigua Grecia cae, y cae para no levantarse; las repúblicas de la costa de Asia desaparecen, y no vuelven á alzarse de sus ruinas; la antigua civilizacion de Egipto es hecha pedazos por los conquistadores, y la posteridad ha podido á duras penas conser

var su recuerdo; todos los pueblos de la costa de Africa no presentan ciertamente ninguna muestra que pueda indicarnos la patria de san Cipriano, de Tertuliano y de san Agustin. Todavía mas: en una parte considerable de Oriente se ha conservado el Cristianismo, pero el Cristianismo separado de Roma; y héle aqui impotente para regenerar ni restaurar. La política le ha tendido su mano, le ha cubierto con su égida; pero la Nacion favorecida es débil, no puede tenerse en pie: es un cadáver que se ha ce andar; no es el Lázaro que haya oido la voz todopoderosa; Lázaro ven á fuera; Lázare veni foras.

Esa inquietud, esa agitacion, ese ardiente anhelo de un porvenir mas grande y venturoso, ese deseo de reforma en las costumbres, de ensanche y rectificacion en las ideas, de mejora en las instituciones, que son uno de los principales distintivos de los pueblos de Europa, se hacian sentir de un modo violento en la época á que nos referimos. Nada diré de la historia militar y política de aquellos tiempos, historia que nos suministraria abundantes pruebas de esta verdad; ceñiréme únicamente á los hechos que mas analogía tienen con el objeto que me ocupa, causa de ser religiosos y sociales. Terrible energía de ánimo, gran fondo de actividad, simultáneo desarrollo de las pasiones mas fuertes, espíritu enprendedor, vivo anhelo de independencia, fuerte inclinacion al empleo de medios violentos,

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