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sobre la utilidad y propiedades de ciertos ingredientes, sobre los principios de algunas ciencias y artes de que se mostraron muy ricos los Arabes cuando su aparicion en Europa, no serian mas que restos de la ciencia antigua recogidos por ellos en aquellos paises, que antes habian sido poblados por hombres venidos de todas las regiones.

Necesario es recordar, que en las primeras invasiones de los bárbaros, cuando la España, el mediodia de la Francia, la Italia, el norte del Africa, y las Islas adyacentes á todos esos paises eran devastadas de un modo horroroso, corrian á buscar un asilo en Oriente todos cuantos estaban en disposicion de emprender el viaje. De esta suerte se amontonaria mas y mas en aquellas regiones todo el caudal de la ciencia de Occidente; pudiendo esto haber contribuido sobremanera á depositar allí los restos del antiguo saber, que luego nos llegaron transformados y desfigurados por medio de los Arabes.

El profundo desengaño de la nada del mundo, avivado por tan dilatada serie de grandes infortunios, fortificó en los desgraciados el sentimiento religioso; y los fugitivos acogidos en Oriente escuchaban con profunda emocion la voz enérgica del Solitario de la gruta de Belen. Asi es, que gran parte de los refugiados se acogian á los monasterios donde encontraban á un tiempo un socorro en sus necesidades y un consuelo para sus almas; resultando de aquí, la acu

mulacion en los monasterios de Oriente, de una mayor cantidad de noticias preciosas y conocimientos de todas clases.

Si un dia llega la civilizacion europea á señorearse del todo de aquellas comarcas, que gimen ahora bajo la opresion musulmana, quizás pueda la historia de la ciencia añadir una hermosa pájina á sus trabajos, buscando entre la obscuridad de los tiempos, y por medio de los manuscritos descubiertos por la diligencia y la casualidad, el hilo que manifestaría mas y mas el enlace de la ciencia árabe con la antigua, y explicar asi las transformaciones que anduvo sufriendo y que la hicieron parecer de orígen diferente. Las riquezas conservadas en los archivos de España relativas al tiempo de la dominacion sarracena, archivos cuya explotacion puede decirse que no se ha comenzado todavía, pudieran quizás arrojar algunas luces sobre este punto; que sin duda ofreceria ocasion de entregarse á investigaciones exquisitas, las que conducirian á una apreciacion sumamente curiosa de dos civilizaciones tan diferentes como la mahometana y la cristiana.

CAPÍTULO XLI.

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ASEMOS á examinar los institutos religiosos, 'tales como se presentaron en Occidente; omitiendo el hablar de aquellos, que aunque establecidos en puntos de este último pais, no eran mas que una especie de ramificacion de los monasterios orientales. Entre nosotros, á mas del espíritu evangélico que presidió á su fundacion, tomaron el carácter de asociaciones conservadoras, reparadoras y regeneradoras. Los monges no se contentan con santificarse á sí mismos, sino que influyen desde luego sobre la sociedad. La luz y la vida que se encierran en sus santas moradas procuran abrirse paso para alumbrar y fecundar el caos en que yace el mundo.

No sé que haya en la historia un punto de vista mas hermoso y consolador que el ofrecido á nuestros ojos por la fundacion, extension y progreso de los institutos religiosos en Europa. La sociedad necesitaba de grandes esfuerzos para resistir sin anonadarse las terribles crisis que

debia atravesar: el secreto de la fuerza social está en la reunion de las fuerzas individuales, en la asociacion; y es por cierto admirable que este secreto fuese conocido de la sociedad europea, como por una revelacion del cielo. Todo se desmorona en ella, todo se cae á pedazos, todo perece. La Religion, la moral, el poder público, las leyes, las costumbres, las ciencias, las artes todo ha sufrido pérdidas enormes, todo está zozobrando; y si el porvenir del mundo se calcula por probabilidades humanas, los males son tantos y tan graves, que el remedio se halla imposible.

Al hombre observador, que fija aterrado su mirada en aquellos tiempos, cuando se le ofrece san Benito dando impulso á los institutos monásticos, prescribiéndoles su sabia regla, procurando de esta suerte constituirlos en forma estable, parécele que un ángel de luz surge de en medio de las tinieblas. La inspiracion sublime que guió á este hombre extraordinario, era lo mas conveniente que podia imaginarse para depositar en el seno de la sociedad disuelta un principio de vida y de reorganizacion. ¿Quién ignora cual era á la sazon el estado de Italia, mejor diré de la Europa entera. ¡Cuanta ignorancia, cuanta corrupcion, cuantos elementos de disolucion social, cuanta devastacion en todas partes! En situacion tan lamentable, aparece el santo Solitario hijo de una ilustre familia de Nursia, resuelto á combatir el mal que amenaza señorearse

del mundo. Sus armas son sus virtudes; con la elocuencia de su ejemplo ejerce sobre los demas un ascendiente irresistible; elevado á una altura superior á su siglo, ardiendo de celo, y lleno al mismo tiempo de discrecion y prudencia, funda el instituto que ha de permanecer al través de los trastornos de los tiempos, como una pirámide inmóvil en medio de los huracanes del desierto.

¡Qué idea mas grande, mas benéfica, mas llena de prevision y sabiduría! cuando el saber y las virtudes no hallaban donde refugiarse, cuando la ignorancia, la corrupcion y la barbarie, iban extendiendo rápidamente sus conquistas, levantar un asilo al infortunio, formar como un depósito donde pudieran conservarse los preciosos monumentos de la antigüedad, y abrir escuelas de ciencia y virtud donde recibieran sus lecciones los jóvenes destinados á figurar un dia en el torbellino de los negocios de la tierra! Cuando el hombre pensador contempla la silenciosa mansion de Casino, cuando ve que se dirigen allí, de todas partes, hijos de las familias mas ilustres del Imperio, unos con la idea de permanecer para siempre, otros para recibir esmerada educacion y llevarse luego en medio del mundo un recuerdo de las graves inspiraciones recibidas por el santo fundador en el desierto de Sublac, cuando observa, que los monasterios de la órden van multiplicándose por do quiera, estableciéndose como grandes cen

TOMO III.

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