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te, como á los rigores del frio mas intenso, extenuados además por dilatados ayunos, parecen espectros ambulantes salidos del polvo de las tumbas. La yerba de los campos forma su único alimento, el agua es su única bebida; con el sencillo trabajo de sus manos cuidan de procurarse los escasos recursos que han menester para acudir á sus reducidas necesidades. Sujetos á la direccion de un anciano venerable, cuyos títulos para el gobierno han sido una prolongada vida en el desierto, y el haber encanecido en medio de privaciones y austeridades inauditas, guardan constantemente el mas profundo silencio; sus labios no se despliegan sino cuando articulan palabras de oracion; su voz no resuena sino cuando entonan al Señor algun himno de alabanza. Para ellos el mundo ha dejado de existir; las relaciones de amistad, los dulces lazos de familia y de parentesco, todo está quebrantado por el anhelo de perfeccion llevado á una altura superior á todas las consideraciones terrenas. El cuidado de sus patrimonios no los inquieta en la soledad; antes de retirarse al desierto los abandonaron sin reserva al sucesor inmediato, ó vendieron cuanto tenian y lo distribuyeron á los pobres. Las Escrituras santas son el alimento de su espíritu, aprendende memoria las palabras de aquel; libro divino, meditan de contínuo sobre ellas suplicando humildemente al Señor que les conceda la gracia de alcanzar la verdadera inteligencia. En sus reunio

nes silenciosas, solo se oye la voz de algun solitario venerable que explica con la mas cándida sencillez y afectuosa uncion el sentido del sagrado texto; pero siempre de manera que los oyentes puedan sacar algun jugo para mayor purificacion de sus almas.

El número de estos solitarios era inmenso, increible, si testigos oculares y dignos de gran respeto no lo refirieran. Y por lo que toca á la santidad, al espíritu de penitencia, al sistema de vida de perfeccion que acabamos de pintar, lo dejan á cubierto de toda sospecha, Rufino, Paladio, san Gerónimo, san Juan Crisóstomo, san Agustin, y cuantos hombres ilustres se distinguieron en aquellos tiempos. El hecho es singular, extraordinario, prodigioso, pero su verdad histórica nadie ha podido contestarla: su testigo fué el mundo entero, que de todas partes acudia al desierto á buscar la luz en sus dudas, el remedio en sus males, y el perdon de sus pecados.

Mil y mil autoridades me sería fácil aducir en confirmacion de lo que acabo de asentar; pero me contentaré con una que basta por todas: san Agustin. He aquí como describe la vida de aquellos hombres extraordinarios el santo Doctor. «Esos Padres no solo santísimos en costumbres, sino muy aventajados en la divina doctrina, y excelentes en todos sentidos, no gobiernan con soberbia á aquellos á quienes con razon llaman sus hijos, por la mucha autoridad

de los que mandan, y por la pronta voluntad de los que obedecen. Al caer del dia, estando todavía en ayunas, acuden todos, saliendo cada cual de su habitacion, para oir á su respectivo superior. Cada uno de estos Padres tiene bajo su direccion tres mil á lo menos, porque á veces es todavía mucho mayor el número. Escuchan con increible atencion, en profundo silencio; y segun los sentimientos que excita en el ánimo el discurso del que habla, los manifiestan ó con gemidos, ó con llanto, ó con gozo modesto y reposado. » (S. Aug. L. 1, de Moribus Eclesiæ. cap. 31.)

Pero, «¿ de qué servian aquellos hombres se nos dirá, sino para santificarse á sí mismos? ¿Qué provecho traian á la sociedad? ¿qué influencia ejercieron en las ideas? ¿qué cambio produjeron en las costumbres? Demos que la planta fuese muy bella y olorosa, ¿que valia siendo estéril?»>

Grave error fuera por cierto el pensar, que tantos millares de solitarios no hubiesen tenido una grande influencia. En primer lugar, y por lo que toca á las ideas, conviene advertir que los monasterios de Oriente se erigieron á la vista de las escuelas de los filósofos; el Egipto fué el pais donde mas florecieron los cenobitas; y sabido es el alto renombre que poco antes alcanzaban las escuelas de Alejandría. En toda la costa del Mediterráneo, y en toda la zona del terreno que comenzando en la Libia

iba á terminar en el mar negro, estaban á la sazon los espíritus en extraordinario movimiento. El Cristianismo y el Judaismo, las doctrinas del Oriente y del Occidente, todo se habia reunido y amontonado allí; los restos de las antiguas escuelas de la Grecia se encontraban con los caudales reunidos por el curso de los tiempos, y por el tránsito que hicieran en aquellos paises los pueblos mas famosos de la tierra. Nuevos y colosales acontecimientos habian venido á echar raudales de luz sobre el carácter y valor de las ideas; los espíritus habian recibido un sacudimento, que no les permitia contentarse con los sosegados diálogos de los antiguos maestros. Los hombres mas eminentes de los primeros tiempos del Cristianismo salen de aquellos paises; en sus obras se descubre la amplitud y el alcance á que habia llegado entonces el espíritu humano. Y es posible, que un fenómeno tan extraordinario como el que acabamos de recordar, que una línea de grutas y monasterios ocupando la zona en cuya vista se hallaban todas las escuelas filosóficas, no ejerciese sobre los espíritus poderosa influencia? Las ideas de los solitarios pasaban incesantemente del desierto á las ciudades; pues que á pesar de todo el cuidado que ellos ponian en evitar el contacto del mundo, el mundo los buscaba, se les acercaba, y recibia de continuo sus inspiraciones.

Al ver como los pueblos acuden á los solitarios mas eminentes en santidad, para obtener

de ellos el remedio en sus dolencias y el consuelo en los infortunios, al ver como aquellos hombres venerables derraman con uncion evangélica las sublimes lecciones aprendidas en largos años de meditacion y oracion en el silencio de la soledad, es imposible no concebir cuanto contribuiria semejante comunicacion á rectificar y elevar las ideas sobre la Religion y la moral, y á correjir y purificar las costumbres.

Necesario es no perder de vista que el entendimiento del hombre se hallaba por decirlo así, materializado, á causa de la corrupcion y grosería entrañadas por la religion pagana. El culto de la naturaleza, de las formas sensibles, habia echado raíces tan profundas, que para elevar los espíritus á la concepcion de cosas superiores á la materia, era necesaria una reaccion fuerte, extraordinaria, era indispensable anonadadar en cierto modo la materia, y presentar al hombre nada mas que el espíritu. La vida de los solitarios era lo mas á propósito para producir este efecto: al leer la interesante historia de aquellos hombres, parece que uno se halla fuera de este mundo: la carne ha desaparecido, no queda mas que el espíritu; y tanta es la fuerza con que se ha procurado sujetarla, tanto se ha insistido sobre la vanidad de las cosas terrenas, que en efecto diríase que la misma realidad va trocándose en ilusion, el mundo físico se disipa para ceder su puesto al intelectual y moral; y rotos todos los lazos de la tierra, pó

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