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(1)El plan de la obra demandaba ocuparse con algun detenimiento de las comunidades religiosas pero no consentia que se diese á esta materia todo el desarrollo de que es susceptible. En efecto: podríase en mi juicio, hacer la historia de las comunidades retigiosas, de manera que conduciendo paralelamente la de los pueblos donde se han establecido, resultase demostrado por extenso lo mismo que en compendio Hlevo ya probado, á saber, que la fundación de los institutos religiosos, á mas del objeto superior y di vino que era su blanco, ha sido en todas épocas la satisfaccion de una necesidad religiosa y social. Por mas que no quepa en mis fuerzas el emprender un trabajo de tamaña importancia, capaz de arredrar, auh euando únicamente se atendiese á la inmensa exten sion que exigiria su cumplido desempeño, quiero insinuar la idea, por si otro que se sienta con la capacidad erudicion, y tiempo necesarios para empren derlay se resuelve á levantar á questro siglo ese nue vo monumento histórico-filosófico. Concebido el plan

segun vemos por el canon 4.o del Concilio 3.o de Cartago, y en Francia á los 40. como consta del ca non 19, del Concilio de Agde. Aun cuando viviesen en la casa de sus padres sé las contaba entre las personas eclesiásticas; y asi como en caso de necesidad les suministraba la Iglesia los alimentos, asi tambien, si faltaban all voto de castidad eran excomulgadas, y debian sujetarse á la penitencia pública, si querian ser restituidas a la comunión de la Iglesia. Quien desce enterarse de éstos ·pormenores vea el Canon 33, del Concilio 3 de Cartago, el 19 del de Ancira y el 16 del de Galcedonia. so iiri T

-El estado de la Iglesia en los tres primeros siglos, Sujeta á una persecución casi contínua, debió de impedir naturalmente que las personas amantes de la vida ascética, fueran hombres o mugeres, se reuniesen para practicaria juntos en medio de las ciudades. Opinan algunos que la propagación de la vida ascética, ejercida en el desierto, se debe en gran parte á la persecucion de Decio, la que siendo muy cruel-en Egipto, bizo que se retirasen á las soledades de la Tebayda, y otras de los alrededores, muchos cristianos! cómenzando de esta suerte á plantearse aquel sistema de vida que tán prodijiosa extension habia de tomar en: los tiempos venideros. San Pablo, si nos atenemos á lo que dice san Geronimo, fué el fundador de la Mida solitariauidios bad as usi

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Ya desde los primeros siglos se habian introduci+ do algunos abusos, pues que vemos que en tiempo de san Geronimo eran ciertos monjes detestados en Ro ma (Quousque genus detestabile monachorum urbe non pellitur ) dice el Santo en boca de los Romanos escribiendo á Paula; pero bien pronto se rehabilitó ta opinion de los monges, comprometida quizás por

los Sarabaitas y Girovagos, especie de vagamundos que lo que menos cuidaban éra la práctica de las vir tudes de su estado, antes bien se entregaban á la gula y demás placeres con vergonzoso desenfreno. San Atanasio, el mismo san Geronimo, san Martin y otros hombres célebres entre los cuales se distinguió muy particularmente san Benito, realzaron el esplendor de la vida monástica, haciendo de ella la apología mas elocuente que consistia en el sublime ejemplo de las austeras virtudes por ellos practicadas.

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A pesar de la multiplicacion de los monges así en Oriente como en Occidente, es notable que no se dis-> tinguieron en diferentes órdenes, y que durante los diez primeros siglos se consideraban todos como de un mismo instituto, segun observa Mabillon. Este ofre→ cia algo de bello en la unidad que en cierto modo formaba de todos los monasterios una sola familia; pero: necesario es confesar, que la diversidad de órdenest que luego se fué introduciendo, era muy á propósito para dar cumplida cima á los muchos y variados obet jetos que' en lo sucesivo Hamaron la atencion de las fundaciones religiošas. 1 ch a sof sb y

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La disciplina que se introdujo de no poder fundarse ninguna religion sin preceder la aprobacion pontifícia, era necesaria, supuesto el ardor de nue vas fundaciones que se desplegó en los tiempos siguientes: por manera que á no mediar este prudente dique, se habria introducido el desorden dándose ocasion á que imaginaciones exaltadas traspasasen los límites debidos.

Complácense algunos en recordar los excesos á que sel entregaron algunos individuos de las órdenes mendicantes, pidiéndole prestadas, á Mateo de Paris sus narraciones, y recordando los lamentos del misă

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mo san Buenaventura. Sin ánimo de excusar el mat donde quiera que se halle, observaré sin embargo que las circunstancias de la época en que se fundaron aquellos institutos, y el tenor de vida que debian traer, si es que habian de llenar los objetos á que se destinaban segun tengo indicado en el texto, hacian poco menos que inevitables los males de que se lamentan con sinceridad los hombres piadosos, y con afectacion y exageracion los enemigos de la Iglesia.

Es de notar, que las órdenes mendicantes fueron ya desde su nacimiento, el blanco del odio mas encarnizado, y que se las perseguia con atroces calumnias. Esto confirma mas y mas lo que llevo dicho en el texto sobre los grandes bienes producidos por dichos institutos, dado que tan desapiadamente los combatia el genio del mal. Las cosas llegaron á tal extremo, que fué preciso tratar seriamente de atajar el daño, respondiéndo á la impostura con una brillante apología. Llamábase á los mendicantes estádo condenado, y se tenia el empeño de sostener tan desatentada doctrina, con la autoridad de la Sagrada Escritura y de los santos Padres. Guillelmo de santo Amor, y Sigerio maestros de Paris, escribieron un libro sobre este asunto, y lo presentaron á Clemente IV, lo que dió motivo al famoso opúsculo de santo Tomas titulado a contra impugnantes Dei cultum et religionem,» compuesto á instancia del mencionado Sumo Pontifice. Hé aqui en pocas palabras la historia de este escrito, tal como se la encuentra entre las obras del santo Doctor, en el pequeño prefacio que precede al opúsculo.

Tempore Sancti Ludovici Francorum Regis, Vvilelmus de sancto amoré, Sigeriusque magistri Parisienses, multique sequaces in hunc inciderunt erro

rem, ut religiosorum mendicantium statum damnatum assererent, librumque sacrilegum multis sacræ paginæ sanctorumque authoritatibus, licet male intellectis, et perverse expositis refertum, Clementi IV summo Pontifici obtulerunt. Pontifex igitur reverendo magistro Joanni de Vercellis magistro ordinis Prædicatorum dictum librum transmisit, præcipiens ut eidem per famosissimum tunc in toto orbe docto. rem fratrem Thomam de Aquino faceret responderi. Devotissimus igitur pater et doctor Thomas, fratrum in capitulo generali Anagniæ congregatorum orationibus se faciens commendatum, præfatum librum studiose perlegit, quem reperit erroribus plenum. Quo comperto alium ipse librum, qui incipit: Ecce inimici tui sonuerunt, et qui oderunt te, extulerunt caput etc. tam cito, tamque eleganter et copiose composuit, ut non humano ingenio eum visus sit edidisse, sed potius in spiritu accepisse de dextera sedentis in throno: quem librum in quo omnia nequissimorum tela penitus extinxerat, præfatus summus Pontifex tamquam vere catholicum approbans, Jibrumque contrarium tamquam hæreticum et nefarium damnans, ipsius authores cum complicibus deposuit de cathedra magistratus, expulsosque de Parisiensi studio, omni dignitate privavit. Prædictus vero doctor post divinitus obtentam victoriam Parisios rediens, omnes dicti operis articulos publice et solemniter repetens disputavit firmavitque.

El citado opúsculo es notable bajo muchos aspectos; y en particular porque nos manifiesta que ya entonces se acumulaban contra estos institutos las mismas acusaciones que se les han dirigido despues. Otra particularidad hay que notar y es, que se les echaba en cara como un defecto ó un abuso, lo mismo que

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