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charlo; pero desdichado para toda una eternidad el que lo emplea mal; pues que este dia es único y todo depende de él: hodie si vocem, &c. Aprovechaos de este dia que Dios os concede para salvaros, y no olvideis nunca que la vida mas larga no es delante de Dios sino como el dia de ayer, que ya se pasó: mille anni ante oculos tuos tamquam dies hesterna, quæ preteriit (1). Es cierto que nuestros años, entretanto que se pasan, parecen un poco largos al entendimiento humano, que solo mide el tiempo sin pensar en la eternidad; pero considerados delante de Dios, son nada: quæ pro nihilo habentur eorum anni erunt. No obstante, este nada de vida, siendo bien aprovechado para la salvacion, puede ser de tan gran precio, que si usamos bien de él, producirá en nosotros un precio eterno de gloria.

PLATICA

PARA LA QUINTA DOMINICA

DESPUES

DE

ECOST

Sobre los juramentos y las maldiciones.

Ego autem dico vobis, quia omnis qui irascitur fratri suo, reus erit judicio, qui autem dixerit fratri suo Ra cha, reus erit concilio; qui autem dixerit, fatue, reus erit gehennæ ignis, Matth, cap.5.

Y yo os digo, que el que se enfade con su hermano, merecerá ser condenado por el juicio: que el que dijere á su hermano Raca, merecerá ser condenado por el consejo, y el que le llamare fatuo merecerá ser condenado al fuego del infierno. En san Matth., cap. 5, v. 22.

Ya no es Moisés, ni los profetas quienes nos ha

blan: es el Dios de Moisés y el rey de los profetas el que nos instruye con plenitud de luz, de certeza, y de uncion: ego autem dico vobis: Es el Señor de la ley el que nos enseña lo que la ley exige de nosotros: no se contenta con arreglar el exterior, y con

detener la mano: llega hasta la reforma del corazon. Vosotros sabeis que ha dicho á los antiguos, no matareis; y yo os advierto que no debeis irritaros sin motivo: os prohibo todo deseo criminal, todo pensamiento de venganza, toda palabra de desprecio, é injuriosa al prójimo. ¿Y quién no temblará, mis hermanos, viendo á Jesucristo, á aquel divino legislador que vino á establecer en la tierra la ley de la caridad perfecta, condenar al fuego del infierno al que dijere á su hermano tú eres fátuo? Bien sé, que segun los intérpretes, la palabra fatuo se pone aqui en vez de todas las calificaciones odiosas, que llegan hasta deshonrar al prójimo y ofenderle en su reputa. cion; pero es necesario convenir en que esta terrible sentencia reus erit gehennæ ignis, debe hacer temblar á aquellas personas que no hacen sino jurar y cuya boca está llena de maldiciones. Este vicio es tan comun en el mundo, que no creo poder dispensarme de hablar de él. Será, pues, hoy la materia de vuestra instruccion. Mas como los juradores ordinariamente quieren justificarse, escuchémoslos primero y no los condenemos sin oirlos. Yo juro y maldigo, dicen estos, pero no pienso hacer mal. Yo juro y maldigo, dicen aquellos, pero no lo hago sin razon. Yo juro y maldigo, dicen otros, mas esta es una costumbre de que no puedo corregirme. Hagamos ver á los primeros el mal que hacen jurando: á los segundos que son inexcusa

bles, y á los terceros, que su mala costumbre tiene remedio.

PUNTO PRIMERO.

¿Comete un pecado grave el que jura y maldice contra su prójimo? Respondo con el ángel de las escuelas, santo Tomás, que comete un pecado que es mortal por su naturaleza: secumdum suum genus est peccatum mortale (1). Esto es decir que este pecado no puede ser venial, sino por falta de deliberacion ó porque el mal que se desea no es grave, ό porque no se desea que suceda. Pero si el mal que se desea es considerable, y si es nuestra intencion que suceda, no hay duda que es un pecado mortal mas o menos grave, segun la persona á quien se maldice, merece mas o menos nuestro amor ó nuestro respeto : tantò gravius, dice el santo doctor, quanto personam, cui maledicimus magis amare, & revereri tenemur. Maldecir, por ejemplo, á su padre ó á su madre, es un pecado mucho mas enorme que maldecir á otra persona. Así la ley de Moisés condenaba á muerte á un hijo que fuese tan inhumano que maldijese á su padre ó á su madre: qui maledi

(1) S. Thom. 2, 2, q. 67, art. 3.

xerit patri suo vel matri, morte moriatur (1). Para que comprendais la gravedad de este pecado, es necesario esplicaros la injuria, que hace a Dios, al projimo, y al que lo comete.

I. Digo lo primero, que el que se irrita hasta prorumpir en juramentos y en maldiciones, ultraja á Dios, combate sus infinitas perfecciones y quiere usurpar los derechos de su omnipotencia. El rey profeta nos enseña, que todo pertenece a Dios: Domini est terra & plenitudo ejus (2). ¿Qué hace el jurador en su cólera ? lo dá todo al demonio: blasfema contra la Providencia divina, en vez de reconocer que todo está dispuesto por su sabiduría: en lugar de sujetarse á Dios, cuando le sucede alguna cosa funesta y de decir como el santo Job: Dios sea bendito, hágase su voluntad: sicut Domino placuit, ita factum est ; sit nomen Domini benedictum (3). Eu lugar, digo yo, de bendecir á Dios en la adversidad y de adorar la mano que le hiere para convertirle, se desenfrena en maldiciones execrables hasta decir que Dios no es justo, y que le hace agravio, y con la misma boca con que al parecer oró á Dios en la iglesia, va á blasfemarle en su casa, como habla

(1) Exod. 21, v. 17.

(2) Psal. 23, V. 1.

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