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la Escritura nos suministran varias pruebas de esta verdad. Asi cuando Jesucristo dice tan repetidas veces en el evangelio, que los malos serán atados en haces como la mala yerba para ser quemados, que estarán como paja en un fuego, que no se extinguirá nunca; cuando san Pablo nos enseña (1) que los que no obedecen al evangelio sufrirán en llamas de fuego penas eternas; cuando san Juan llama al infierno un estanque de azufre (2) no imagines que estas espresiones y otras semejantes signifiquen solo un vivo arrepentimiento y un fuego metafórico: es un fuego real y verdadero. Los santos padres lo entendieron asi, y la iglesia lo creyó siempre de esta suerte. Esta creencia es tan antigua como la religion misma, de suerte que es preciso, ó no ser cristiano, ó confesar que el fuego adonde son precipitados los que mueren en estado de pecado mortal, es un fuego verdadero, que ejercerá eternamente su actividad sobre sus almas y sobre sus cuerpos. ¿Pero cómo, me direis, puede obrar este fuego sobre un demonio, ó sobre una alma réproba? Podria responderos con san Agustin, que aunque los tormentos de los condenados sean pasmosos, no son menos verdaderos;

(1) 2. Thes. 1, V. 8. (2) Apoc. 20, v. 9.

cruciantur miris, sed veris modis (1); cuando no pudiésemos concebir la accion del fuego sobre la alma de los réprobos, no dejaria de ser cierta, habién dola Dios revelado en sus divinas Escrituras. Pero para responder á los que hablan de esta suerte, les pregunto yo, ¿cómo puede obrar el fuego sobre las almas de los vivos, que no son menos espirituales que los demonios y las almas de los réprobos ? porque no es el cuerpo el que siente el dolor, y cuando el alma está aplicada á otro objeto, por mas que se queme el cuerpo, no sentirá este nada, como se ve en enfermedades estraordinarias; asi el dolor está en el alma, y por consiguiente no hay ninguna necesidad, segun la razon misma, de concebir otro fuego que el que conocemos, ni otro dolor que el que sentimos cuando obra sobre nuestros cuerpos. Los demonios son tan susceptibles de él como los hombres; asi no es estraño que los hombres réprobos y los demonios sean condenados al mismo fuego eterno: discedite à me, maledicti, in ignem æternum, qui paratus est diabolo, & Angelis ejus (2). Todo lo que debemos concluir de los pasages de la Escritura y de las circunstancias de la otra vida, es que este fuego tendrá una fuerza y una actividad

(1) De Civ. Dei, lib. 21, cap. 10.

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prodigiosamente mayor que el nuestro ; y que el dolor que causa el fuego ordinario es nada en comparacion del que causará el fuego del infierno, como lo advierte san Agustin: non erit iste ignis sicut focus tuus (1). Es, pues, constante, que el fuego será la principal pena sensible de un condenado.

II. Digo en segundo lugar, que esta pena será universal cuando el alma se reuniere al cuerpo. Por esto los santos llaman al infierno el tesoro de la ira de Dios: esta es la definicion que san Pablo da de él: thesaurizas tibi iram in die iræ (2). El fuego del infierno es un monton y un tesoro de todo género de suplicios; no solo obrará sobre el alma, sino tambien sobre el cuerpo de un condenado despues de la resurreccion. Todas las potencias de su alma serán atormentadas. En su memoria el recuerdo de sus pecados; en su entendimiento la idea de un mal siempre presente; en su voluntad el vivo y doloroso sentimiento de haberse perdido para siempre: este será un gusano de la conciencia que no morirá jamás, y un fuego que nunca se extinguirá : vermis eorum non moritur, & ignis non extinguitur (3).

(1) In Psalm. 23.
(2) Rom. 2, v. 5.
(3) Marc. 9, v. 45.

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En el cuerpo cada miembro tendrá su suplicio. Los ojos de aquel réprobo fueron ojos llenos de adulterio, á estas llamas impúdicas sucederán otras que no se extinguirán. El olfato de aquel voluptuoso no po. dia sufrir nada; sufrirá entonces toda la podredumbre y la infeccion del infierno. Los vinos deliciosos los manjares delicados eran todo el placer de aquel borracho y de aquel gloton: ¿cuál será su suplicio? una sed ardiente, y una hambre rabiosa. Las manos de aquel impudico se emplearon en tantos sucios to. camientos: ¿cuál será su tormento? estar todas penetradas de fuego. ¿Mas cómo se han de explicar es. tos horribles tormentos? El rico condenado no podia decir otra cosa sino estas palabras: crucior in hac flamma. Siendo estos miserables tan elocuentes cuando se trata de manifestar su miseria, ¿de qué proviene que este infeliz no halle palabras, sino para decir que sus males son tales que no se pueden explicar? Crucior: esto es todo lo que puede decir un condenado.

Considerate, pues, pecador, en un estado tan espantoso: tu cuerpo, tu alma, tus facultades, tus potencias, todo está en fuego: abramos en fin, hermanos mios, los ojos á la triste luz de estas llamas, y veamos la desdicha de que está amenazado el peca dor. ¡Ah! si un suplicio como este no os hace fuerza, y si aun no estais resueltos á poner fin á vuestros excesos, no tengo sino una pregunta que haceros con

el profeta Isaias: quis poterit habitare de vobis cum igne devorante? ¿ quis habitabit ex vobis cum ardoribus sempiternis? (1). Quién de vosotros podrá mantenerse en aquel fuego devorante, y habitar en aquellas llamas eternas? ¡ Estraña pregunta! ¿La habeis percibido bien ? lo repito otra vez á fin de que la percibais mejor, y hagais reflexion sobre ella: quis poterit, &c? ¿Serás tú, hombre sensual y delicado, que no puedes sufrir la menor incomodidad? ¿Serás tú, muger voluptuosa, que no piensas sino en tus gustos y en entregarte á los deleites? Podreis voso¿ tros habitar en medio de estas llamas, y habitar en ellas eternamente? Quis poterit &c. Además de esto, un réprobo es un infeliz, que no solo está privado de todos los bienes, y oprimido con todos los males, sino tambien atormentado en todos los tiempos.

PUNTO TERCERO.

Por extremas que sean las penas que sufren los condenados, se podrian tolerar si hubiesen de acabarse algun dia. Hubo hereges que lo creyeron así, y aun hoy se hallan libertinos, quienes para quitar

(1) Isai. 33, v. 14.

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