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y la de los falsos devotos: hay la avaricia de las personas que tienen algun empleo de justicia, que devoran su presa á la tarde sin dejar nada para la mañana, como habla un profeta (1): hay la avaricia de los mercaderes y de los artesanos, cuyas casas estan llenas de perjurios y de trampas: en una palabra, no hay estado en que la avaricia no pueda introducirse. Tened cuidado: cavete ab omni avaritia. Pensad que no por tener muchas riquezas, serèis mas felices, ni vuestra vida será mas larga: nec in abuduntia cujus quam vita ejus est ex his quæ possidet. Sean pues vuestras costumbres sin avaricia, dice san Poblo (2). Sint mores sine avaritia contenti præsentibus. Contentaos con lo que teueis poniendo en Dios vuestra confianza. Pensad á menudo, que no habeis traido nada a este mundo, y que tampoco habeis de llevar nada de él. Consideraos entre estos estados de desnudez y de pobreza, el de vuestro nacimiento, y el de vuestra muerte, y pedid á Dios, que arranque de vuestro corazon el amor de los bienes temporales para poner en él el de los bienes eternos: esto es lo que yo os deseo &.

(1) Soph. 3, v. 3.
(2) Hæbr. 13, v. 5.

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VID aqui, hermanos mios, uno de aquellos gran

des espectáculos, que la Iglesia, siempre atenta á la salvacion de sus hijos, nos presenta de tiempo en tiempo para nuestra instruccion. Este es uno de aquellos objetos que dan mas golpe ; pero sobre el cual nunca echariamos los ojos si en algun modo no nos viéramos forzados á pensar en él. El que la muerte aca

ba de arrebatar es un jóven, á quien ni la lozanía de la edad, ni el vigor de su salud pudieron arrancar de sus garras, es un hijo único á quien las lágrimas de una madre desconsolada no pudieron preservar del túmulo: es un hijo querido, cuya pompa fúnebre se hace con aparato: es un heredero precioso, encerrado en un féretro, sin que todos los tesoros de la tierra pueden sacarle de él, y en el cual sin la tierna compasion del Salvador, que tiene el poder de volverselo vivo á su madre, hubiera quedado por presa de la muerte avara, de la cruel muerte.

Abrid los ojos á este expectáculo, vosotros todos, que creeis tener segura la vida, y juzgad por él si podeis razonablemente contar sobre dias de que no sois dueños, y que deben acabar á pesar vuestro. Acercaos á este acompañamiento lugubre, y ved si la juventud, el vigor, la salud, las riquezas pueden retardar un solo dia el vuestro. Entremos, hermanos mios, en el espíritu de este Evangelio, y aprendamos que no hay en la vida edad, en que no debamos pensar en la muerte.

Digámos con un santo rey: ego dixi: in dimidio dierum meorum vadam ad portas inferi (1). Jóven, ó viejo pensarés que debo morir algun dia; me pre

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pararé á ello con tiempo, y tendré siempre presenté la muerte. Para empeñaros en una práctica tan santa, voy a explicaros, primero: lo que es el momento á de la muerte, y la poca atencion que ponemos en ella; segundo: la utilidad que hay en pensar en èl.

PUNTO PRIMERO.

Por el momento de la muerte entiendo aquel instante, que por ser poco sensible en su duracion nos es poco conocido; pero que basta, no obstante, para dar el gran salto de este mundo al otro. Pues tengo sobre esto dos cosas importantes que deciros! primera, lo qué es este momento. segunda, qué po cas personas piensan en él.

I. ¿Qué es el momento de la muerte ? Ved aqui verdades que debeis escuchar; porque son capaces dé mover a los libertinos, y mas obstinados, asi como son propias para consolar a los virtuosos. ¿Qué es, pues, este momento? Momento formidable en si mismo, en el que cuanto hay en este mundo muere para el hombre, y en el que el hombre muere á todo lo que es en la tierra: momento terrible, en que el alma á pesar de la union intima que tiene con el cuerpo, se separa de él despues de mucha violencia y combates, en que el hombre despojado de todo, no deja á los ojos de los espectadores sino una figura fea de sí mismo, ojos extinguidos, una boca muda, manos

sin accion, pies sin movimiento, un rostro sin color, un cuerpo desfigurado, y que empieza á corromperse. Momento cruel, en que el poderoso y el rico pierden toda su gloria y sus tesoros, y en que no les queda por patrimonio, sino el polvo del túmulo: cum interierit, non sumet omnia, neque descendet cum eo gloria ejus (1). Momento en que el mas grande debe igualarse al mas miserable; en que el monarca, y el súbdito, el noble y el plebeyo, el sabio, y el ignorante, el criado y el amo, todo en una palabra, debe ser confundido: parvus, & magnus ibi sunt, & servus liber á domino suo (2). Momento mil veces mas terible aun por sus consecuencias, que por lo que es: sus consecuencias son irreparables, y son eternas, El hombre, dice la Escritura, hablando del moribundo, irá á la casa de la eternidad: ibit homo in domum æternitatis suæ (3). Momento corto pero decisivo, despues del cual no tiene ya el pecador misericordia que esperar, ni el justo méritos que adquirir. Momento, cuyo solo pensamiento hace temblar á los reyes sobre el trono, á los jueces en el tribunal, y cuyos justos terrores poblaron los monasterios de religiosos, las rocas de penitentes y los desiertos de solitarios. Momento en que la iglesia creyó deber

(1) Psalm. 48. v, 18. 1 (2) Job 3. v, 19. (3) Eccles. 12. v, 5.

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