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sentimientos. Si vuestra conducta ha sido regular, os servirán para que continueis en vivir santamente; y si por desgracia habeis vivido mal hasta aqui, os empeñarán á hacer dignos frutos de penitencia que aplacarán la cólera de Dios y os harán hallar gracia delante de este juez terrible que no podreis evitar en la hora de vuestra muerte. Esto es lo que deseo, &c.

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PLATICA

PARA LA DOMINICA NONA.

DESPUES

TÉS.

Del corto número de escogidos.

Videns Civitatem, flevit super iliam.

Viendo Jesus la ciudad, lloró sobre ella. En S. Luc. c. 19, v. 4t.

EL

evangelio de este dia nos dice que yendo Jesucristo como en una especie de triunfo á la cindad de Jerusalen, no dejó, no obstante, de derramar lágrimas sobre el estado de esta infeliz ciudad, previendo los males que debian sucederla despues de su ceguedad y su obstinacion, por no haber conocido el tiempo en que Dios habia querido visitary la felicidad que poseia en la venida de Jesucristo su Hijo. La ruina y la desolacion proxima de Je rusalen, no fue lo que mas enterneció al Hijo de

la

Dios. Ver caer piedras, arder leños, morir un poco antes hombres mortales, no era un objeto digno de ser llorado por aquel que juzga de todas las cosas por miras divinas y segun las reglas de su eterna sabiduria. Bajo la corteza de este castigo visible descubria, dice san Gregorio, papa (1), los males invisibles, é incomprensibles que iban á caer sobre esta nacion ingrata que no habia sabido aprovecharse del favor mas insigne y del don inestimable, que el Padre Eterno le hacia de su Hijo: la veia en vísperas de colmar la medida de sus delitos, haciéndole morir cruel, é infamente. Lloraba en la muerte temporal de los judíos su reprobacion eterna y la de tanlos malos cristianos que sordos como los judíos á sus divinas amonestaciones, insensibles á sus gracias y siempre negligentes en observar el tiempo de sus visitas y los momentos favorables de su conversion, mueren en fin, en el infeliz estado del pecado. Lloremos, hermanos mios, una desdicha tan digna de nuestras lágrimas, y pues que Jesucristo nos ha dicho repetidas veces y en términos espresos que hay muchos llamados, pero pocos escogidos; hagamos de esta terrible verdad la materia de nuestra instruc cion. No obstante, por no aterraros con exceso, OS harê ver: primero, que hay pocos escogidos. Segun

(1) Hom. 39, in Evang.

do, que si no somos de este número es por nuestra

falta.

PUNTO PRIMERO.

1

Cuando emprendo haceros ver que hay pocos es cogidos, pocas personas que se salven, no pretendo. hablar por comparación a tantas naciones infieles que Dios por un justo juicio ha dejado marchar por sus caminos, como habla la Escritura (1). Dejo esos grandes reinos en las sombras de la muerte y en las tinieblas de la idolatría; esas regiones dos veces heladas á las que aun no ha alumbrado el sol de la justicia. Cuántos paises, adonde aun no ha penetrado la verdad del Evangelio! ¡Cuántos pueblos que naufragaron tristemente en la fé! ¿Qué se ha hecho de tantas provincias de la Asia y de la Africa que tuvieron en los primeros siglos de la iglesia tantos santos obispos? ¿Qué es hoy día la Inglaterra, en otro tiempo la Isla de los Santos? ¿Qué es de una parte de la Alemania, la Prusia, la Moscovia, la Suecia, la Dinamarca? Todas estas provincias casi no son si❤ no regiones de muertos, despues que sus habitado. rès se separaron de la iglesia católica por el cisma ó la heregia. Dejando, pues, aparte todos estos paises,

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me encierro en el seno de la iglesia y pretendo hace. ros ver por la Escritura, los santos padres y la razón misma que hay muchos mas réprobos que predestinados.

I. Hallo en la Escritura tres famosos ejemplos que justifican esta verdad, á saber, que el número de los escogidos es corto, comparado con el de los reprobos. El primero es el del diluvio. Los hombres que entonces habitaban la tierra se hicieron tan viciosos, y tan inclinados al mal, que fué general la corrupcion: omnis quippe caro corruperat viam suam super terram (1). Irritado Dios por la malicia de los hombres, que habia llegado á lo sumo, resolvió hacerles perecer por un diluvio de agua: ordenó á Noé, quien solo halló gracia en sus ojos, que edificase una arca, la cual segun los santos Padres (2) era la figura de la iglesia, fuera de la cual no hay salvacion. ¿cuántas personas creeis que se salvaron en esta arca? Ocho solamente, dice san Pedro (3), Noé y su muger, sus tres hijos, y sus mugeres. Todos los demas perecieton en las aguas del diluvio. In qua pauci, id est octo animæ salvæ facte sunt (4). Pues si Dios no ha

(1) Gen. 26, v. 12.

(2) Heron. Ep. 57, ad Damas,

(3) 1. Pet. 3, v. 20.

(4) Ibid.

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