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con él su propio culto (1), y Marte olvidarse de sus furores. En Tebas, arruinada por los Espartanos, ó incendiada por Alejandro, la casa de Pindaro es un templo que las llamas respetan, ó que se levanta sobre sus escombros. Horacio pronostica el fin desastroso de Icaro al que intente remontar hasta él su vuelo. Este célebre poeta lírico compuso muchos himnos, y un poema en honor de Apolo, y otro en honor de Baco, que no han llegado á nuestros dias. Solo sus odas han podido salvarse, y aunque no dejan de presentar algunos lunares capazes de ejercitar la crítica, se ve en ellas el mérito sobresaliente de este insigne poeta, à quien no pueden disputar la preferencia los que le precedierón en el mismo género. Mirtis y Corina, dos poetisas célebres de su tiempo, rivalizaron con él. Venció á la primera, y fué vencido por las gracias de la segunda. El juizio de Paris ha sido muchas vezes repetido.

A la muerte de Alejandro, y en la dilatada serie de siglos que la precedieron, el occidente de la Europa apenas existia, ni aun para la historia de la civilizacion en general. La biblioteca de un Druida no seria ciertamente mas numerosa, que concurrida de literatos la modesta corte del mas ilustrado de los cuarenta Reyes antiguos de Pellicer; y en cuanto á la Italia, aun estaban todavía muy atrasados los que debian ser nuestros maestros. Con efecto, ¿qué era aun de Roma un siglo ántes de la primera guerra púnica? Apenas las primeras luzes de la Grecia empezaban á ponerla en un estado de sociedad soportable, debatíase aun con sus vecinos, y todo en ella se resentia de la naturaleza de su primer orígen.

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En cuanto á la Grecia, en vano el vencedor de Queronea

(1) La Pitia Délfica declaró que Apolo queria que se diese á Pindaro la mitad de las primicias ofrecidas en su altar.

afectó no ser sino el General de los Griegos, y en vano su hijo honró la ciencia en el primer hombre de susiglo, el grande Aristóteles, y destinó á la mejor obra del ingenio la obra mas preciosa de las manos. La Grecia perdió con su libertad é independencia el estímulo que en los siglos anteriores habia producido los grandes talentos; la idea de su esclavitud comenzó á oscurecer el esplendor con que hasta entónces habia brillado, y la tribuna de Demóstenes empezó ya en Demetrio Falereo a anunciar a la Grecia su movimiento retrógrado. Sin embargo, ningun acontecimiento, por funesto que fuese, podia de repente reducir á absoluta esterilidad esta tierra clásica, cuyos abundantes y ópimos frutos habian esparcido por todas partes la semilla del buen gusto, ni de tal modo renunció la Grecia á las ideas de su libertad é independencia, que por recobrarlas y mantenerlas, no lidiase, aun por espacio de casi dos siglos. Produjo esclarecidos talentos por todo el tiempo que duró esta lucha; pero cuantos siglos no ha estado despues despidiendo constantemente destellos de su luz moribunda! Todavía brilló con sus restos la corte de los Ptolomeos, y honraron aun su literatura decadente, entre otros, los célebres nombres de un Teócrito que sirvió á Virgilio de modelo: de un Bion, de un Mosco su discípulo, cuyas églogas é idilios respectivos tienen en su linea un mérito sobresaliente: de un Apolonio de Rodas, autor de un poema sobre la expedicion de los Argonautas: y de un Filetas y un Calímaco de cuyas elegías, no menos que de las de Mimnérmes, mucho mas antiguo que ellos, y a quien se atribuye la invencion de este género de composicion, nada nos ha quedado, sino la memoria de su celebridad. Mas despues que por los triunfos del Grande Escipion vió Roma cumplido el voto de Caton, no menos ardiente que indiscreto acaso (1), y que el Cón

(1) Delenda est Carthago.

sul Mumio acabó en Corinto con los restos de la libertad griega, y redujo la Grecia á la triste suerte de una provincia romana, triunfo Roma sin rival; su ambicion sin medida fué en adelante la medida de sus triunfos, y su his-toria empezó á ser la del Universo entero. Así que cuanto la Grecia produjo con posterioridad á esta época, y deba por su mérito distinguido ocupar un lugar en la rápida ojeada que vamos dando sobre la historia de la literatura antigua, hallará el que corresponda al órden de los tiempos, en la que vamos á dar sobre la Literatura Romana...

Literatura. Romana.

« Aun agobiada la Grecia, dice un escritor célebre (1), › por el peso de sus propias divisiones y del poder roma» no, conservó sobre sus vencedores una especie de imperio > bien honroso. Sus luzes y su gusto en las Buenas Letras, >> la Filosofía y las Artes la vengaron, por decirlo así, de >> su propia humillacion, y a su vez tuvo que someterse á >> ella el orgullo de los Romanos. Los vencedores se hizie>> ron discípulos de los vencidos, y aprendieron una lengua >> que los Homeros, los Pindaros, los Tucidides, los Jeno>> fontes, los Demóstenes, los Platones y los Eurípides ha>> bian hermoseado con todas las gracias de su ingenio ». Con efecto, los Romanos no han sido sino los discípulos de los Griegos; pero discípulos tan dignos de sus maestros, que se elevaron á la gloria de rivales suyos, y Atenas y Roma han mantenido de tal manera su superioridad respectiva, que la posteridad përpleja y admirada, no se ha atrevido á adjudicar la primacía á ninguna de las dos. Los Romanos, si bien muy superiores a los Griegos en la política, porque

(1) Mably.

se aprovecharon de las lecciones que ofrecia la historia de sus maestros, no pudieron disputarles jamas la gloria de la Filosofía. Roma nada puede oponer á los nombres de un Sócrates, de un Platon, deun Aristóteles, y de un Epicuro. Su Ciceron y su Lucrecio, dice el Abate Millot, no hizieron, á lo sumo, mas que explicar con elegancia las opiniones de la escuela que adoptaron. En cuanto a las artes, el siglo de Fidias no cede a ninguno, y en cuanto a la literatura, Apolo quiso sin duda dividir entre las dos sus propios laureles. Si al compararlas, nos puede ser permitido decir alguna cosa, no servirá ciertamente para resolver el problema, sino mas bien para aumentar la perplejidad. Si los Romanos en general fueron acaso superiores á los Griegos en la correccion, gusto depurado y sana crítica, les fueron tal vez inferiores en la fuerza de la invencion, y grandeza de las imágenes.

La literatura romana corrió como la griega todos los trámites de cuanto lleva el sello del hombre, de esta lenta y tardía razon que el tiempo fortifica, que el desengaño corrige, y que la experiencia sola enriqueze. Pasó de la oscuridad de su infancia á una débil pubertad, desde esta á una juventud lozana, y de aquí á una robusta virilidad, en que empezó la época de su decadencia y decrepitud.

Cuando á los trescientos años de su fundacion envió Roma sus embajadores á consultar la sabiduría de Atenas, sobre las leyes por que debia mantenerse en ella el órden público, y florecer la justicia, fué precisamente en el ilustrado siglo de Perícles. ¡Cuan grande no debia ser la impresion que les causase la vista de la culta y hermosa Atenas en tan prósperos dias! ¿Y cómo estos hombres, los mas instruidos y los mas considerados entre sus conciudadanos, cual demuestra la naturaleza misma de su delicadá mision, dejarian de transmitir á estos las semillas del buen gusto, y de emplear en cultivarlas toda su influencia política? Sin embargo, aun pasan casi tres siglos de oscuridad en producciones infelizes sin duda, y en tentativas desgraciadas. El autor del diálogo de causis corruptæ eloquentiæ, que unos dicen ser Quintiliano y otros Tacito, divide la literatura Romana en tres edades. La de Enio y Caton el Censor, que corresponde al siglo sexto de la fundacion de Roma, y en que todavía la lengua era dura y desaliñada; la de los Gracos, que templó su rudeza, y la hermoseó y pulió transportando á ella una parte de las gracias, pulidez y elegancia de los Griegos: la de Ciceron y Virgilio, en que tocan en su zenit la Oratoria y la Poesía.

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En aquella primera época el género dramático pareció merecer la preferencia de los Poetas Romanos. La mayor parte de los que pertenecen á ella le cultivaron casi exclusivamente. Sin embargo el viejo Enio, como le llamaba Ciceron, á quien Quintiliano prodiga grandes elogios, y á quien Caton el Censor y el Grande Escipion tenian en tanta estimacion, ademas de sus comedias y sus sátiras, escribió en verso su poema de la Guerra Púnica; mas ni de este ni de aquellas ha llegado á nosotros, sino algunos fragmentos esparcidos en los autores posteriores. Otro tanto nos sucede entre los cómicos con Livio Andrónico, Nevio, Cecilio, Lucio y Afranio: y de los trágicos, solo sabemos que Accio gozó entre sus conciudadanos de una estimacion particular, que tradujo diferentes tragedias de Sófocles, y que compuso otras originales: y que Pacubio, sobrino de Enio, compuso diferentes tragedias; entre ellas un Orestes, que fué su obra maestra. El tiempo parece no haber querido respetar en esta linea sino a Plauto y Terencio, que aunque anteriores á los Gracos, no pueden sin embargo considerarse como pertenecientes al siglo de Enio, ó en cuyo favor deberémos, en tal caso, hacer una excepcion. En cuanto al primero, una de las calidades por que se distingue, у

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