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el vestíbulo matáron á los que los predicaban y profetizaban 24; Jerusalen, la ciudad santa de Dios, vino á ser la de iniquidades y martirios. No se halló en ella casa ni huerto que no fuese regado con la sangre de los Profetas, y profanado con las abominaciones de los Gentiles 25.

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El pueblo de Israel degeneró en aquel tiempo en una nacion maligna 27, en una generacion perversa y dolosa, en hijos corrompidos, y cargados 28 de maldades. Sus sacrificios viniéron á servir de fastidio al Señor 29 sus perfumes é inciensos llenos de abominacion 30 , y sus oraciones de hipocresía y falsedad 31. El mismo Dios, que conoce los corazones, reveló á sus Profetas, que este pueblo le honraba 32 solo con los labios, pero su corazon estaba léjos de él.

Para castigar la enormidad de estos pecados, que segun parece no pueden ser mayores, envió Dios al Rey de Babilonia 33, el

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qual quemó el templo 34, destruyó la santa ciudad, y llevó sus moradores y toda la nacion al cautiverio. Pero la divina bondad y misericordia no los dexó sin algun consuelo. Á Babilonia les envió Profetas 35 para que les amonestasen y anunciasen su próxima libertad.

Solos setenta años determinó Dios dexarlos en las manos de sus enemigos 36: cumplidos estos, movió los corazones de los Reyes de Persia, Ciro y Darío 37, los que enviáron el pueblo de Israel á su patria, para que réedificasen su templo y santuario.

En efecto, gloriosa vino á ser la nacion Hebrea en el segundo templo 38; ya no se inclinó mas al culto sacrilego de los ídolos; solo al Dios de Israel adoró, quien la hizo grande en los ojos de las demas naciones. Roma y Grecia 39 miráron como un honor el pacto que hicieron con ella.

Pero habiendo estado esta nacion casi quinientos años poseida de sumo horror á la idolatría, y llena de un zelo grande por la honra de su Dios, en su propio pais, y santa ciu

34 Ierem. 52. 13. 35 Dan. 1. 6.

36 Ibid. cap. 9. v. 2.

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1. Esdr. 1. 2. et 6. 1.

Agg. 2. 10.

39 Ioseph. Antiq. lib. 3.

dad, vino Tito 40 con un exército Romano, y quemó el santo templo, derramó la sangre de millares de sus habitantes, y conduxo esta misma nacion Hebrea al cautiverio mas grande y mas duro, qual nunca pueblo alguno experimentó.

Estos son los Judíos que todavía permanecen derramados por toda la tierra ya hace mas de diez y siete siglos, sin Rey 41, sin Príncipe, sin Gobernador, sin Templo, sin Altar, sin Sacrificio, sin Profeta ni Visiones. ; En las tierras de su infeliz cautiverio no alcanzan jamas descanso, ni encuentran consuelo; ellos son el escarnio 42, el desprecio y el oprobrio de todas las naciones.

¿Qué pecado, ó hermanos mios, qué pecado ha podido causar esta tan grande desgracia al pueblo que fue antes el pueblo elegido?

¿Qué culpa ha merecido esta total destruccion? La idolatría, la depravacion de costumbres, el derramamiento de la sangre de los santos Profetas, fuéron castigados solamente con setenta años de cautiverio en

40 Ioseph. de Bello Iud. lib. I.

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Oseas 3. 4.

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Deut. 28. vv. 46. 65.

Babilonia, y esto con señales y privilegios que anunciaron en breve la libertad; pero esta última destruccion, que ya cuenta veinte y cinco veces mas tiempo que la de Babilonia, con mucho mayor rigor, sin indicio alguno de libertad, sin consuelo, y que segun podeis conocer, ni hay ni habrá señal de alivio alguno, ni tendrá fin.

Ó hermanos mios! os compadezco: mi corazon llora vuestra desgracia. El Dios de Abraham se apartó de vosotros; el Dios de Isaac os cerró las fuentes de la misericordia; y el Dios de Jacob se ha declarado contra vosotros. Ahora, ó pueblo infeliz! ahora llamais al Dios de Israel, pero él no oye vuestras oraciones. Considerad, ó amigos mios, considerad vuestra desgracia; buscad con atencion sus causas; exâminad los Profetas 43; preguntad á los Padres 44; consultad á los Ancianos 45; ellos pueden informaros de la causa porque Dios se ha alejado de vosotros, y no oye vuestras oraciones. El pecado de Israel 46 tan grande y enorme es haber vendido al Jus

43 Deut. 32. 7. 44 Ibid.

45 Ibid.

46 Amos 2.6.

to por plata haber levantado sacrílegamente sus manos contra el Enviado de Dios; haber despreciado 47 la raiz de Jesé; haber ultrajado al Iehova el Santo de Israel; haber muerto al Mesías 48, al ungido de Dios. Este es el pecado, ó pueblo infeliz, que os causó estos castigos extraordinarios. Ya se apartó el cetro de Judá 49; ya cayó Israel, y no se levantó 50 , y fue movido á zelos con un pueblo , pues el mismo Abraham no conoce mas sus hijos naturales 52; porque el Justo por excelencia fue ungido Rey de Sion 53, y Príncipe de los pueblos Gentiles que venian á adorarle ya vino el deseo de las naciones 54, y la luz de los que estaban en las sombras de la muerte 55.

51

extraño si

:

El Mesías, el gran Rey del universo, libertó al mundo de las cadenas del pecado; el Redentor salvó á los esclavos de la ini

quidad 56. Ó hermanos mies 57, tambien á

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