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Venga á asistir al formidable juicio
Que los eternos Númenes preparan :
Bajo la inmensa bóveda del cielo,
Junto al sepulcro mismo del monarca,
De boca del anciano venerable
Escuche la verdad; y asegurada
La tímida inocencia, á un solo acento
El audaz crímen confundido caiga.

FIN DEL ACTO SEGUNDO.

ACTO TERCERO.

ESCENA I.

EDIPO, YOCASTA, EL SUMO SACERDOTE, PUEBLO, GUARDIA, ESCLAVAS.

(EDIPO estará en medio, el SUMO SACERDOTE á su derecha, y vocasta á su izquierda, con un grupo de esclavas detras: á alguna distancia, el pueblo repartido por el ámbito de la plaza ; y en el pórtico del palacio se divisará una guardia.)

EDIPO.

¡Y qué, porque obstinado en su porfía
Las súplicas de un pueblo desatienda,
Y á la voz requerido de un monarca
Su mandato supremo no obedezca,
Habremos de sufrir que por mas tiempo
Dure el dolor y la inquietud de Tebas,
Y que un hora, un momento, el parricida
Oculto y sin castigo permanezca!
No : la virtud, la religion, las leyes,

La voz de las Deidades se lo ordenan;

Y se lo manda un rey, que aunque clemente, Insultos á su cetro no tolera.

IV.

14*

SACERDOTE.

No el cetro de un monarca poderoso
El anciano infeliz hollar intenta;
Y antes creyó que su dolor y angustia
Elogios, no amenazas, merecieran :
Sus canas, su honradez, la pura sangre
Que derramó de Layo en la defensa,
Su destierro, sus males, sus desdichas,
Hasta ese mismo horror con que se niega
Este suelo á pisar contaminado,
Mientras no dicte el cielo la sentencia,
Si del hombre la cólera le atraen,
El favor de los Dioses le grangean.

EDIPO.

Obedecer los Númenes le mandan.

SACERDOTE.

Acudir á tu voz ellos le vedan.

EDIPO.

Yo lo veré.-Volad; de fuerza ó grado Conducidle al instante á mi presencia. (Parten algunos de la guardia.)

YOCASTA.

Edipo...

EDIPO.

(A Yocasta.)

(Al Sacerdote.)

Nada escucho. ¡Ay del

La ira de Edipo á provocar se atreva!

SACERDOTE.

Débil mortal, ¿y á quién tus amenazas

que ciego

Osaste dirigir? ¿Acaso piensas

Que el que amparan los Dioses necesita Contra el brazo del hombre otra defensa?... ¡Infelice! los dardos de tu ira

Contra tu pecho, sin querer, asestas;
Y de tu suerte mísera arrastrado,
Tú propio en un abismo te despeñas.

EDIPO.

En vano, en vano á intimidarme aspiras:
Venero de los Dioses la tremenda

Autoridad; á su poder me humillo,
Y depongo ante el ara la diadema;
Mas si un mortal su intérprete se nombra,
Yo ejerzo su poder sobre la tierra.

SACERDOTE.

¡ Tú su poder!.... Desde el Olimpo ellos
Hasta el profundo Tártaro sondean;
Y tú, mísero rey, un solo crímen
En vano ansioso descubrir anhelas.
Ahora mismo, impaciente, confiado
En tu vano poder, saber esperas
De los labios de Phórbas el secreto
Que cual losa fatal sobre tí pesa:
Pues bien; no lo sabrás.

EDIPO.

¿No he de saberlo?

SACERDOTE (con énfasis).

Antes, Edipo, antes que quisieras !

Sacerdote!...

EDIPO.

SACERDOTE.

Los Númenes sagrados

Han decretado en su justicia eterna
Que una mano por ellos bendecida
El velo rompa á la maldad proterva...

¿Y á qué aguardas?

EDIPO.

SACERDOTE.

Aguardo á que en los cielos

Toque el sol la mitad de su carrera;
Mas ya se acerca, ya... Míralo, Edipo!
Ya casi encima está de tu cabeza.

¡Qué terror

Edipo...

YOCASTA.

por mis venas se difunde!

EDIPO.

¿Qué, Yocasta, qué recelas?..

Un justo rey, el crímen castigando,
La imágen de los Dioses representa.

SACERDOTE.

Cuando el cielo en su cólera amenaza,
Todos deben temblar...

EDIPO.

No la inocencia.

SACERDOTE.

¿Y quién, ciego mortal, pudo infundirte Tan vana presuncion? ¿Quién en la tierra

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