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autoridad sobre todos los Pastores, y en todo el reglamento eclesiástico. Así sabemos que San Atanasio ordenó Obispo á San Frumencio, y le envió á plantar el Reino de Jesucristo entre los Indianos: Frumentius Alexandriam delatus Athanasio Episcopo... rem omnem refert,... spem esse Indos Christi fidem suscepturos... Frumentius ergo Episcopali apice decoratus ad regionem Indorum revertitur, et Christi religionem illic prædicans multas passim Ecclesias construit (a). Tambien fue enviado un Obispo á los Iberos del Ponto Euxino en el siglo Iv, porque una esclava Cristiana comenzó allí á dar á conocer y hacer amar la santa Fé obrando estupendos milagros (b). Así San Juan Crisóstomo ordenó Obispo para una nacion bárbara á Wila, ó Unila, y le envió á predicarles el Evangelio: Admirandum illum Episcopum Unilam, quem non ita pridem ordinari, atque in Gothiam misi &c (c). No me detendré aquí á referir las sabidas historias de San Patricio en la Hibernia, de San Agustin en Inglaterra, de San Bonifacio en Germania, y de otros muchos enviados por los Romanos Pontífices á convertir naciones enteras, á erigir nuevas Iglesias, y ordenar nuevos Obispos con amplia facultad para arreglar las cosas eclesiásticas en paises vastísimos. Estos Obispos se llamaban Regionarios, y adquirian el derecho de jurisdiccion sobre todos aquellos pueblos que convertian á la fé, haciéndoselos súbditos con el Santo Bautismo. En los siglos mas próximos á nosotros hemos visto renacer en la propagacion del Obispado la disciplina de los tiempos Apostólicos en las vastísimas regiones del Asia y de la América á la primera introducción de la Religion de Jesucristo: plantada despues ésta con firmes raíces, y convertido un gran número de aquellos pueblos bárbaros, se siguió la disciplina de los tiempos posteriores, erigiendo Sillas Episcopales, fijándoles Obispos con determinada extension de con. fines y asignacion de pueblo. En suma, aquel Espíritu Di, vino que con su asistencia ha guiado siempre la Iglesia en ordenar la disciplina conforme á las necesidades y circunstancias

(a) Socrat lib. I. cap. XIX. (b) Ibid. cap. XX. (c) Epist. ad Olimpiad, XIV, num.g.

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de su infancia, la ha guiado igualmente para hacer aquellas mutaciones que convenian á su adolescencia y maduréz ; y así sucederá tambien en lo venidero hasta la consumacion de los siglos, segun las promesas de Jesucristo. Aquellos Escritores modernos, que en tanto número hoy arden de celo y procuran esparcir por todas partes sus llamas para hacer que renazca entre nosotros la Disciplina de los tiempos Apostólicos en punto de Obispos, ¿qué es lo que hacen? ¿Han reflexionado jamás sobre lo inepto é imprudente de su pretension? Ellos quieren en sustancia reducir sobre este punto á la Esposa de Jesucristo ya en edad bien consistente y madura reducirla, digo, á los medios y usos convenientes á la debilidad de los primeros años de su infancia y esto es lo que llamo yo un pensamiento inepto y opuesto á la naturaleza de las cosas. Además de que en este proyecto la mayor parte de los Obispos perderia muchísimo de la presente autoridad en el gobierno de sus Iglesias, y volveria á una dependencia casi total de pocos Obispos primarios: y á éste le llamo yo un pensamiento imprudente y contrario al fin que se proponen obtener los Escritores mismos. De todò esto deben pues deducir los Obispos y los pueblos esta justísima y certísima consecuencia: luego el celo de estos Escritores es un celo falso, y no segun la ciencia : luego bajo palabras y apariencias seductivas está escondido un grande engaño: luego por seguir la sombra de un bien imaginario, se hace nazca en la Iglesia un verdadero mal; esto es, la desconfianza, los sinsabores, aversiones, contumácia y desobediencia que rompen los preciosos vínculos de la caridad y union, y encaminan las cosas al fatal punto del cisma. Nada mejor podemos hacer, dice el Padre Tomasini, que conformar nuestros sentimientos, nuestras palabras, nuestros escritos y nuestras prácticas con la Disciplina que en nuestros tiempos se encuentra establecida en la Iglesia. El que Escritores y hombres privados quieran intentar lo contrario, es proyecto de locos: perdónese el término, que no es mio; lo usa el Padre Tomasini. Consultius nihil fieri à nobis potest, quam ut nostras sem"per opiniones, et voluntates, linguas, pennasque aptemus ei "disciplinæ, quæ in universali viget Ecclesia eo ævo, quo

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nos summi providentia Numinis locavit... Non fervore tan"tum charitatis, sed et lumine sapientiæ abundemus nccesse "est: ast summæ sapientiæ est sapere ad sobrietatem ; nec in "tantum DESIPERE, ut detrectemus ei obsequi sempiternæ sa"pientiæ Spiritui, quo Ecclesia universalis vegetatur, et re"gitur. Conatus in contrarium nostri tam irriti forent, quam "INSANI (a)." La autoridad del Padre Tomasini no deberá ser sospechosa á ninguno. Pero aleguemos sentimientos y pa labras de un Escritor mucho mas autorizado, esto es, de aquel Anónimo del siglo i que escribió contra las prácticas y razones de los Rebautizantes, y reflexiónese á que el Anónimo habla no solo de Escritores privados, sino de Obispos. In quo genere quæstionis, ut mihi videtur, nulla omnino "potuisset controversia, aut disceptatio emergere, si unusquisque nostrum contentus venerabili Ecclesiarum omnium "auctoritate, et necessaria humilitate (palabras dignas de toda atencion) nihil innovare gestiret .. Namque omne quod "anceps, et ambiguum, et in diversis sententiis prudentium, 29ac fidelium virorum constitutum est, si contra priscam, et "memorabilem cunctorum emeritorum Sanctorum, et fidelium solemnissimam observationem judicatur, damnari utique de"bet: cum in re olim composita, et ordinata (cual es ciertatamente la Disciplina de los tiempos presentes establecida "ya con la práctica de tantos siglos), quodcumque est illud, "quod contra Ecclesiarum quietem, atque pacem in medium "producatur, nihil præter discordias, et simultates, et schis"mata allaturum (sit), ubi nullus alius fructus reperiatur, "nisi hic solus, ut unus homo, quicumque ille est, magnæ "prudentiæ, et constantiæ esse apud quosdam leves homines "inani gloria prædicetur, et hæreticorum stupore præditus, quibus hoc unicum perditionis solatium est si non soli peccare videantur, errores, et vitia universarum Ecclesiarum correxisse apud simillimos sui, et compares celebretur. Hæ"reticorum enim omnium hoc studium atque propositum "est &c." Y despues de haber difusa y fuertemente insistido

(a) Vet. et nov. Eccl. Discipl. part. I. lib. 1. cap. XLVIII. num. 17 Paris. 1688.

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sobre la observancia de las costumbres y disciplina que se hallan introducidas en la Iglesia, sin intentar innovaciones si no es con la autoridad de la Iglesia misma, acaba finalmente su libro con las palabras siguientes: Quamquam hæc consuetudo etiam sola deberet apud homines timorem Dei habentes, et humiles, præcipuum locum obtinere (a).

CAPÍTULO V.

Restriccion del Obispado.

63. Antes de entrar en esta materia es preciso explicar una idéa que tiene algo de verdad, y algo de falsedad. Comunmente se dice que los Obispos son sucesores de los Apóstoles; pero si prescindimos del Obispo de Roma, ¿de cuáles Apóstoles son sucesores los Obispos que ahora gobier nan las Iglesias particulares, y están por la profesion de

(a) Lib. de Rebaptism. inter Opera S. Cypriani edit. Baluz. Las citadas palabras de un Escritor Eclesiástico tan antiguo son muy notables. La experiencia de los siglos presentes hace ver con el hecho la verdad de las cosas escritas quince siglos há. En las cosas pertenecientes á la Disciplina eclesiástica, que ya há mucho tiempo prevalecen, y comunmente se observan en las Iglesias, el querer introducir mutaciones considerables, aun bajo el pretexto especioso de reformar abusos, y llamar las cosas á la práctica de la venerable antigüedad, no produce otro efecto que escándalos, discordias, murmuraciones, divisiones y cismas. ¿Qué se consigue finalmente de bueno con estas ruidosas y singulares reformas? Nada mas, dice el citado autor, sino el fruto de que algunos hombres soberbios y faltos de juicio como el reformador, lo alaben públicos impresos lo celebren como un hombre de gran saber, celoso, de valor apostólico, y ardiente amor por la pureza de la moral, y las santas reglas de la disciplina. Pero este espíritu de reforma cede manifiestamente en descrédito y desprecio de todas las demás Iglesias como si todos, ó la mayor parte á lo menos de los demás Pastores, fuesen otros tantos perros mudos, que no supiesen alzar la voz contra los abusos, que se pretende han llegado á ser universales. ¿Se habrán de juzgar verdaderos abusos solo porque los publíca tales un puñado de gente, quibus hoc unicum perditionis solatium est errores, et vitia (pretendidos) universarum Ecclesiarum correxisse? Mas esto puntualmente hæreticorum omnium studium atque propositum est.

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la misma fé, y por el vínculo de la misma comunion unidos con la Iglesia universal? Ser sucesor de un Apóstol en su sentido propio y rigoroso, quiere decir: ocupar una Silla Episcopal, de la cual haya sido un Apóstol el primer particular Obispo de este modo con todo rigor y propiedad de los términos se dice, que el Obispo de Roma es sucesor de San Pedro: así los Obispos de Jerusalén Simon, hijo de Cleofas &c. se llamaban sucesores de Santiago. Ahora bien, ¿cuál de los Obispos Católicos, y que actualmente gobiernan su Iglesia, se halla al presente en estado de mostrar con certeza su sucesion de un Apóstol en este sentido? Ninguno. Luego en este sentido no es verdad que los Obispos sean sucesores de los Apóstoles. ¿Lo será quizás porque los Obispos sucedan á los Apóstoles en otro sentido, esto es, en la plenitud á lo menos, y universalidad del Obispado? Tampoco. Este sentido es tan palpablemente falso, que todo Cristiano lo rechaza, é introduciria una confusion y un desórden enorme en la Iglesia. Se sabe, que aquella plenitud y universalidad en los Apóstoles fué extraordinaria, y que debia acabar en ellos, sin pasar sus sucesores, exceptuando á San Pedro, como hemos dicho antes. Santiago como Obispo particular de Jerusalén no tuvo sino una potestad limitada á los confines de Palestina: fuera de que, sucesion á los Apóstoles en la plenitud y universalidad del Obispado la hemos de excluir en los Obispos con las pruebas que daremos en este mismo capítulo v. ¿Cuál es, pues, la idéa que debe darse á estas palabras, los Obispos son sucesores de los Apóstoles, palabras que ciertos Escritores hacen resonar altamente cada dia? Queda esta sola idéa verdadera y exacta : los Obispos tienen aquel mismo carácter Episcopal, de que los Apóstoles fueron resvestidos por Jesucristo, y están encargados del ministerio de gobernar cada uno aquella porcion del pueblo Cristiano que le ha sido señalada legftimamente. Suceden, pues, los Obispos, no en toda la plenitud y extension de la autoridad y del ministerio de los Apóstoles, sino solamente en alguna parte, y ésta es la que yo llamo Restriccion del Obispado. Esta Restriccion comprehende tanto los lugares, ó digase los pueblos, cuanto las materias, que pertenecen á la inspeccion y gobierno del Obis

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