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Concilio Vaticano es un verdadero y legítimo Concilio general; y ademas que este Concilio, como todos los anteriores, no ha propuesto ni ha enseñado ninguna nueva doctrina diferente de la antigua enseñanza, sino que simplemente ha desarrollado y espuesto con mayor luz la doctrina antigua fielmente conservada en el depósito de la fe, y, en oposicion á los errores del dia, la ha propuesto de una manera formal á la creencia de los fieles; y finalmente declaramos que estos decretos han recibido un poder obligatorio por el hecho de su publicacion final en forma solemne por la cabeza de la Iglesia en la sesion pública. >>

Tales son los sentimientos y las declaraciones de los Obispos alemanes reunidos en Fulda. Lo que ellos creen y enseñan, es lo que cree y enseña toda la Iglesia católica con su Cabeza visible el Soberano Pontífice. Sobre ello no cabe, pues, duda alguna. El negar hoy que el Concilio del Vaticano sea universal, es rebelarse contra la Santa Madre católica: es cesar de ser miembro de la Iglesia de Jesucristo. De aquí síguese lógica é inevitablemente: 1.° Que la doctrina de la infalibilidad pontificia es hoy dogma católico. 2.° Que como tal debe reconocer por autor á Nuestro Señor Jesucristo. 3.° Que así resulta de las Sagradas Escrituras. 4.° Que la Iglesia siempre creyó en esta doctrina, y siempre la enseñó. Ahora bien: si Jesucristo constituyó á San Pedro y sus sucesores infalibles en lo concerniente á la fe y á las costumbres, y si esta fue la doctrina creida y enseñada en la Iglesia por espacio de diez y nueve siglos, ¿quién se atreverá hoy á sostener haya sido inoportuno definir solemnemente una doctrina no há mucho tan acremente impugnada, y que aun conservaba entre los católicos no pocos contradictores?

EL EPISCOPADO DE LOS ESTADOS-UNIDOS

Y EL CONCILIO ECUMENICO DEL VATICANO.

Varios Obispos de Francia, Austria, Hungría, Alemania y los Estados-Unidos fueron los solos que en el Concilio del Vaticano se opusieron á la definicion de la infalibilidad pontificia.

Mas de dos terceras partes del Episcopado francés defendian' con ardor la infalibilidad, y solicitaban la inmediata definicion; los demas no impugnaban mas que la oportunidad, y estos se han sometido ya lubens libenter. Otro tanto han hecho los austriacos, siguiendo el ejemplo de los dos Cardenales de Viena y Praga. Los de Hungría, por razones de alta prudencia, no han hablado aun en público; pero, como dice L'Osservatore Cattolico de Milan, han enviado su espontánea sumision al Padre Santo, y se preparan á confirmar en una Pastoral comun su mas completa adhesion al fallo del Concilio del Vaticano. En cuanto á los Obispos alemanes, ya conocen nuestros lectores los sentimientos católicos de tan sabios y virtuosos Prelados. Uno solo, Mons. Héfélé, de Rottenburgo, no ha hablado aun; sin embargo, no convenimos con el Spectator, que interpreta ese silencio como un acto de rebelion á la Constitucion dogmática Pastor Eternus; por el contrario, recordando el dicho quien calla otorga, creemos que el Sr. Héfélé no disiente del Episcopado, y que tal vez se reserva para mejor oportunidad el dar público testimonio de su fe. Por lo demas, sea de esto lo que fuere, la adhesion del Episcopado aleman al dogma de la infali

bilidad pontificia es hoy un hecho puesto fuera de toda controversia.

Como es de suponer, el Episcopado de los EstadosUnidos, tan ilustre por su doctrina, por su piedad y celo, no podia apartarse de sus Hermanos de la Iglesia universal. Los hechos han confirmado lo que la razon dictaba. Y ya que dimos á conocer los sentimientos del Episcopado aleman, nos parece muy del caso no ignoren nuestros lectores la doctrina del de los Estados-Unidos. Este no ha hablado en comun, mas lo ha hecho cada Obispo èn separadas Pastorales, ó en sermones y discursos. Estos preciosos documentos no han llegado á nuestras manos, ni todos, ni íntegros. Sin embargo, hemos leido los principales, que pueden con toda razon considerarse como el eco y la espresion de los demas. Estos son la Carta Pastoral del Arzobispo de Baltimore, prima sedes, y los discursos de los Arzobispos de NuevaYorck y de Cincinati. Todos estos escritos revelan de un modo especial la vasta doctrina católica de sus autores. El mas importante de todos es la Carta del señor Spalding, Arzobispo de Baltimore, muy conocido ya por sus numerosos y doctos escritos teológicos. Fue redactada en Roma, y lleva la fecha del dia siguiente al de la definicion. Los argumentos tratados son:

1. La libertad del Concilio, donde prueba que jamás se celebró algun Concilio en que la libertad de discusion fuese tan amplia como la que gozó el Concilio del Vaticano.

2. El cuidadoso estudio y el atento exámen de todas las materias definidas en él. «Cada sentencia, dice el digno Arzobispo, cada frase, cada palabra, hasta las mismas comas, fueron minuciosamente examinadas, y eso con triple discusion y triple voto preparatorio; de

modo que, aun hablando humanamente, apenas habia posibilidad de caer en error.>

3. La esposicion del cuarto capítulo de la Constitucion dogmática Pastor Eternus, donde con claridad admirable espone la doctrina y las pruebas alegadas en el capítulo mencionado.

4. Esplica antes lo que es la infalibilidad, es decir, que no es privilegio anejo á la persona privada del Papa, ni inspiracion; y, finalmente, que no se estiende á verdades ajenas de la fe y costumbres; despues fija claramente en lo que consiste, es decir, que se limita á los decretos solemnes pronunciados ex cathedra sobre materias de fe y moral contenidos en la Santa Escritura, y esplicados por la tradicion.

5. Las relaciones entre la libertad y la Iglesia, en donde demuestra que en los Estados donde hay verdadera libertad, allí tambien la Iglesia goza de tan señalado beneficio. Tal es, en resúmen, el contenido de la Pastoral de Mons. Spalding, uno de los mas sabios y celosos defensores que la infalibilidad pontificia tuvo en el Concilio del Vaticano, y que es tambien una de las glorias de su patria.

La misma doctrina de Mons. Spalding sobre el Concilio del Vaticano y la infalibilidad pontificia enseñó Mons. Closkey en su catedral de Nueva-Yorck. Así, para evitar repeticiones, nos limitaremos á citar las siguientes enfáticas espresiones:

<<Lo decimos con toda reverencia. ¿Dios no habria, por ventura, faltado á su Iglesia, si hubiese omitido proveer á la infalibilidad de la misma cuando los Concilios y los Obispos no hubieran podido reunirse...? Y ahora que la Iglesia ha hablado, nosotros, como católiCOS, tenemos que inclinarnos en obediencia á sus decre

tos. Mucho habeis oido de division, mucho habeis leido de agitacion aun entre los Obispos. Es verdad; jamás hubo cuestion, ni mas completa ni mas libremente discutida; jamás fue concedida mayor libertad de palabra á ninguna reunion de hombres, sea de la Iglesia como del Estado, para espresar libremente los sentimientos de su corazon ó las convicciones de su entendimiento, cuanta la concedida en la cuestion de la infalibilidad como en cualquiera otra que se suscitó en el Concilio del Vaticano. Libremente dijeron todo lo que tenian que decir, no olvidándose nunca de su dignidad de Obispos, jamás voluntariamente, y podria decir jamás involuntariamente, ofendiendo la mas delicada susceptibilidad de ninguno de sus hermanos. Hablaron con calor, seriamente y con todo el fervor; pero nada fue dicho que pudiera lastimar en lo mas mínimo á los demas. Siempre estrechándose mutuamente las manos, con la misma amistad, el mismo amor fraterno, al concluir la discusion, que habia habido antes de empezarla. Puedo ademas decir, por lo que toca á cuanto llegó á mi conocimiento, que ni siquiera uno de los Obispos del Concilio del Vaticano tuvo la intencion de impugnar, ni de hecho impugnó, la verdad de la doctrina de la infalibilidad. Por razones de prudencia, ó por otras razones, habrán deseado que no se presentara al mundo como dogma de fe; mas la agitacion que se suscitó, estuviese la culpa del lado que estuviese, la perturbacion de las conciencias católicas, las dudas que surgieron aun entre aquellos que nunca antes habian dudado, exigian de necesidad que la Iglesia hablase resueltamente al alcance de todas las inteligencias, para que todas las conciencias se tranquilizaran, y supieran los hombres sin duda alguna cuál era la doctrina de la Iglesia. Si

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