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rio de la santa sede, el mismo papa le dispensó entonces de las obligaciones contraidas solemnemente y bajo juramento para con sus súbditos en la célebre magna carta otorgada en 19 de junio de 1215, y conminó con anatemas y censuras, en caso de reclamacion sobre el cumplimiento de esta especie de contrato, á los mismos súbditos absueltos y dispensados antes de la obediencia y sumision debidas á su rey. De este modo empleaba Inocencio III, y emplearon otros muchos papas la potestad de atar y desatár, patrocinando la injusticia, y santificando el perjurio, ora para excitar la rebelion contra los derechos políticos de gobiernos y monarcas, ora para mantener la esclavitud contra los derechos naturales del hombre. mente V, un siglo despues, en bula de 1305, anuló y condenó, como Inocencio III, la magna carta de Juan sin tierra, las tituladas de bosques y florestas, y todas las anteriores y posteriores sobre franquicias y fueros; y como Inocencio III, dispensó tambien á Eduardo I de los juramentos hechos y obligaciones contraidas sobre la observancia y cumplimiento de estas cartas, que él mismo habia confirmado en dos solemnes y terminantes declaraciones.

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Otros innumerables ejemplos, constantemente reproducidos desde Gregorio VII hasta nuestros dias, prueban que la política romana nunca se quedó corta en punto á establecer el absolutismo de los reyes y la degradacion y esclavitud de los pueblos: sistema

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muy favorable á su antiguo proyecto de avasallar y dominar á unos y otros. Como habia de abandoૐ narle en obsequio de la independencia y libertad de los de América, precisamente ahora, que á merced de las reacciones políticas de la Europa, trata de restablecerle y fortificarle ? fortificarle ? La idea es quimérica sin duda, é inútil la tentativa, porque la fuerza de la filosofía de las luces le han destruido irrevocablemente. A estas debe la América que Roma se contente ahora con encíclicas y maniobras sordas: los conminatorios, entredichos y excomuniones hubieran llovido sobre ella en tiempos en que Adriano III concedia á Henrique II de Inglaterra la conquista de la Irlanda; en que Gregorio IX disputaba al emperador Federico II la posesion de la Cerdeña, sobre el principio de que todas las islas del mar eran pertenencia de la santa sede; en que Clemente VI, como soberano, daba á Luis de la Cerda la investidura de las Canarias ; y cuando Alejandro VI dividia entre españoles y portugueses los vastos paises del Nuevo Mundo descubierto por Colon. Aquellos tiempos pasaron, y para no volver: pero no lo cree así Roma. Las encíclicas, nuncios y manejos ocultos, suplen en tanto, aunque muy defectuosamente, lo que antes hacian, y espera que vuelvan á hacer sus sentencias, bulas y cen

suras.

Estas consideraciones, y mis deseos de contribuir de algun modo á propagar en América ideas sanas

sobre la autoridad del romano pontífice, el orden gerárquico, régimen y disciplina de la iglesia católica, materia importante de que en mucha parte depende actualmente la tranquilidad de los nuevos estados y la consolidacion de sus gobiernos; me indujeron á traducir la Vera idea di la santa Sede, escrita en italiano por el presbítero D. Pedro Tamburini de Brescia. Este autor, célebre por muchos títulos, cuyas obras polémicas y doctrinales son tan conocidas, defensor infatigable de la verdadera doctrina de la iglesia católica, y uno de los atletas mas terribles que en estos últimos tiempos se han presentado contra los errores y pretensiones exorbitantes del ultramontanismo, vive todavia, y todavia le prepara nuevos ataques, y se propone alcanzar nuevos triunfos.

Varios escritores de distintas naciones, y sobre todos el gran Bossuet en su Defensa de la declaracion del clero galicano sobre el poder eclesiástico, han demostrado completamente las facultades del que corresponde al papa. Infinitos escritos de circunstancias se han publicado despues sobre los mismos puntos durante la revolucion francesa, con motivo de la constitucion civil del clero, de la ley de su juramento, y de las cuestiones suscitadas entre los eclesiásticos juramentados y no juramentados. Muchos salieron á luz mas tarde en 1817 sobre los artículos de un nuevo concordato entre el papa y el gobierno de Francia; y no pocos se publican actualmente en la misma

nacion, donde el ultramontanismo no recata ya sus miras, ni disfraza sus pretensiones. Todos estos escritos, como he dicho, de circunstancias, se resienten mas ó menos de la premura con que han sido extendidos: la mayor parte se contraen á determinados puntos, que dicen relacion á otros, ó dependen de principios, cuyo conocimiento presuponen; pero ninguno forma por sí un cuerpo completo de doctrinas, ni presenta de un modo tan claro, metódico y preciso el orden gerárquico y primitiva constitucion de la iglesia, como la Vera idea. El autor de esta obra procede analíticamente descomponiendo las ideas mas complejas sienta los principios, y los comprueba con la autoridad de escritores célebres, hechos históricos, cánones de los concilios, y pasages de la Escritura, para cuya inteligencia se sirve de las interpretaciones de los padres deduce consecuencias rigorosas: hace aplicaciones con la mayor justicia y exactitud; y resuelve victoriosamente las objeciones y sofismas que se oponen á la verdadera doctrina. De modo que en cuanto es susceptible la materia de que trata, puede decirse que lleva al lector de demostracion en demostracion por el camino de la verdad hacia el objeto que se propone...

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Como este es presentar en conjunto una idea exacta y cabal del papa y de la santa sede, y discernir por tanto sus verdaderos derechos y prerogativas, sepa-, rando los propios de los extraños, los confundidos

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y equivocados de los distintos y particulares de uno y otra, y los primitivos, esenciales y permanentes de los de humana institucion, accidentales y variables; entra explicando lo que se entiende por iglesia docente, la diferencia que existe entre un obispo y su iglesia, ó lo que es lo mismo, entre una sede y el que la ocupa, y por consiguiente entre el papa y la sede apostólica, que es y ha sido siempre la de Roma, sin que por eso no pueda dejar de serlo. Hace ver despues como se entiende representada una iglesia, quien tiene derecho á representarla, y qué cualidades se requieren para una verdadera y legítima representacion ; y cada diferencia que establece, cada principio que sienta, cada consecuencia que deduce, y cada aplicacion que hace, se apoya siempre con suficientes autoridades de la Escritura, concilios, padres, historia y escritores eclesiásticos y por último da una idea exacta del colegio de cardenales, y presenta como en una galeria los cuadros de las congregaciones romanas, describiendo y analizando histórica y canónicamente el origen de cada una, la autoridad que tienen y de donde la reciben, los negocios en que entienden, y el mérito de sus decisiones, con lo cual concluye la primera parte. Siendo la mas abstracta de su obra, debe meditarse con tanto mayor cuidado, cuanto es indispensable para la inteligencia de la otra.

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En la segunda y última, explica el origen, natura

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