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Una de las principales causas del mal gusto que se advierte en la mayor parte de las poesías de nuestros dias es la escasez de los buenos originales, que puedan servir de modelo á la juventud estudiosa: al mismo tiempo que las multiplicadas ediciones de los corruptores de nuestro Parnaso, andando en manos de todos, mantienen y perpetúan el mal gusto. Porque sabida cosa es que la suerte de la mayor parte de los ingenios depende por lo comun de los autores, que por casualidad llegan primero á sus manos: raros son los que para dedicarse al estudio de la poesía toman por guia á un inteligente, que los sepa conducir por la verdadera senda; y rarísimos los que, habiendo ya hecho algunos progresos en el error, lo reconozcan, retrocedan de sus extravíos, y empiecen de nuevo por el camino derecho. Los mas, segun es la condicion de los

hombres, se preocupan á favor de lo que presumen saber; se les hace duro emprender de nuevo una carrera en que ya se creian muy adelantados, y desistir en la edad madura de lo que aprendiéron en su juventud.

Para remediar este daño no hay medio mas á propósito que hacer comunes, con repetidas ediciones, los excelentes modelos de buena poesía, en que abundó nuestra nacion en el siglo xvi y principios del siguiente. De estas fuentes se debe sacar la pureza, abundancia y magnificencia de nuestro lenguage poético, desconocido sin duda por los que andan mendigando las galas poéticas de los extrangeros, ignorando las bellezas propias de nuestra poesía, que en esta parte compite con la antigüedad, y excede á las demas de la Europa. Sobre estos modelos se han formado los pocos que al presente ilustran nuestro Parnaso, y mantienen el honor de nuestra poesía; cuyo estilo puro, elegante y magestuoso muestra bien quanto estudio han hecho de los autores clásicos del siglo de

oro de nuestra lengua y poesía, por la misma razon que tienen los que escribiendo en verso ó prosa latina, procuran imitar el estilo y lenguage del siglo de Augusto.

Así que, no se debe dudar que haciéndose comun la lectura de los buenos modelos, volverá á florecer nuestra poesía, y se desterrarán insensiblemente todos los vicios con que el mal gusto del siglo pasado y principios del presente la ha corrompido; y sobre todo la frialdad, sequedad y desaliño con que al presente la envilecen los que aprenden el habla castellana en las obras francesas. Se logra tambien con esto hacer una completa é irrefragable apología de nuestro Parnaso, tan injustamente calumniado por los extrangeros, ya por malignidad, ya porque de nuestros Poetas no conocen otros que los corruptores de nuestra poesía. Muy poco adelantarémos, para hacerles mudar de concepto, con decir que hemos tenido dos Horacios en los dos Leonardos, un Píndaro en Herrera &c., mientras no les pre

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