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el racional ó inteligente, y el que no goza de esta prerogatiya; y en el hombre social el sábio y el ignorante. Existę, pues, una especie de esclavitud establecida por la naturaleza misma de las cosas; pues una porcion del género humano tiene que depender por precision de la otra. Para destruir en lo posible està desigualdad entre los hombres, han recurrido los filósofos á las leyes políticas y á las civiles (113). Estas leyes deben ser perfectamente idénticas entre sí, porque sin este requisito no tendrian fuerza ni se observarian; lo que prueba la necesidad en que se encuentra el legislador de tener siempre á la vista la teoría completa de la organizacion social, y de no apartarse jamas de los principios del derecho.

El derecho, en toda la extension de la palabra, es la luz de la razon que rige igualmente á los hombres de todos los tiempos y paises." Al mismo tiempo que dirige el instinto y la inteligencia del hombre, le considéra ya en el círculo estrecho de su familia, ya en la masa de los pueblos; y presenta esas reglas sencillas. y sublimes que han llenado de admiracion á todos los siglos.

Así desde el instinto que le inclina ácia la muger, hasta el cuidado que tiene de sus hijos; desde la educacion de éstos hasta el

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afecto que manifiesta á cuanto le rodea; desde aquel sentimiento interior que le hace: compasivo con los desgraciados y agradecido á los beneficios, hasta el que le 'coloca en la clase de los seres superiores, haciéndole sa! crificar todas sus pasiones á la necesidad de servir á la amistad, á la justicia ó á la pa tria, un mismo y solo impulso guia al hom bre y le sostiene.roz noi idney : à Él se desprende por grados de los lazos que parecen fijarle á la tierra para tomar un vuelo mas glorioso; abandona los bosques para habitar en las ciudades, rompe la clava mortífera para coger un pincel, ynaleja de sí el ódio no viendo en el que le ultraja sino un desgraciado que se extravía y de quien es necesario compadecerse.obruo riorslowed

De este modo el hombre en su marcha de occidente á oriente y del norte á mediodia se ha ido perfeccionando poco á poco, y se ha visto á la razon universal desarrollarse, difundirse y reducirse á principios sencillos, positivos y uniformes.lo sib) okuma peng

Los Caldeos, los Egipcios y los Persas han bosquejado en cierto modo la estátua; los Griegos la, han dado las formas; los Romanos la han hermoseado; y despues de todas las revoluciones de que han si do teatro el Africa, el Asia Lyla Euro

pa,' ha llegado al estado en que la poseemos hoy.

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Ábrase el libro de los siglos, y se verá que todos los pueblos han consagrado siempre los mismos principios. En la China Confugio proclama que lo que el hombre tiene de celestial> es la razon, y que las cuatro reglas principa les que debe procurar observar el que aspire á la perfeccion son las siguientes: Tener á nuestro padre la misma sumision que exigimos nosotros de nuestros hijos: guardar al gobierno del estado la misma fidelidad que buscamos en los que nos sirven: tener á los ancianos el mismo respeto que exigimos de los que nos son inferiores en edad; y con nuestros amigos el mismo celo que esperamos de su benevolencia cuando se trata de nuestros propios intereses.

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-En Egipto se oyen de la boca misma de. la persona encargada de los funerales los preceptos que deben dirigir la conducta de los hombres virtuosos. "Mientras he vivido en este mundo (dice el encargado á nombre del difunto) he servido religiosamente á los dioses que me dieron á conocer mis padres; he honrado siempre á los que me engendraron; no he matado á nadie; no he retenido en mi poder ningun depósito, ni cometido otro delito imperdonable.”

Los filósofos persas nos proponen estas bellas máximas: "Haced á los hombres lo mismo que quisiérais que hicieran por vosotros; no ofendais á nadie con vuestras palabras, antes por el contrario conservad con vuestra bondad la amistad con los hombres; procurad seguir la verdad sin ninguna alteracion, y buscadla con cuidado porque ella perfeccionará vuestra alma. De cuanto Dios ha criado, nada es mejor que la verdad. No ofendais al padre que os ha educado, ni á la madre que os ha llevado nueve meses en su seno; respetad al ministro que os ha instruido en las máximas de bondad y de virtud; instruid á los niños... el que vive en la ignorancia no conoce ni Dios ni religion."

La historia de todos los pueblos y de todas las edades ofrece los mismos pensamientos. En unas partes Sócrates enseña que el alma es inmortal y que los hombres deben procurar despojarse de sus pasiones y vicios para hacerse semejantes á Dios. En otras el legislador de Lócres, Seleuco, proclama que todos los hombres deben reconocer la existencia de los dioses, y esforzarse para ser buenos; que no deben abandonar su pais por ir á vivir en uno extraño, pues nada nos debe ser mas caro que nuestra pátria. En otras

Carondas, el legislador de Thurio, prescribe que se invoque al Ser Supremo, sea en la propia pátria ó en un pais extrangero; que se considere como un crímen la irreligion, los ultrages voluntarios hechos á los padres, y el desprecio premeditado de los magistrados, de las leyes y de la justicia.

Dad á cada uno lo suyo (114), nos dicen los oráculos de la religion cristiana; haced por los otros lo que quisierais que ellos hicieran por vosotros (115). Si hay alguna cosa que pueda contribuir á adquirir una buena reputacion, que aumente vuestros sentimientos virtuosos ó que hermosée la moral, procurad que ella sea el único objeto de vuestros pensamientos (116)."

Todos los sectarios, todos los filósofos, todos los legisladores antiguos y modernos, como si se hubiesen reunido en un mismo lugar y en la misma época, han profesado de un modo uniforme esta celestial doctrina que constituye el derecho natural. Los principales preceptos, se me dirá, son infinitos: No, ciertamente; los que pertenecen á las grandes cosas, á las cosas necesarias, son en muy corto número, y las variaciones que les distinguen dependen de los lugares, de los tiempos y de las personas (117); y, como ha dicho Ciceron (118), no ha existido

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