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rescate tan

enorme, que le dejó arruinado. Los ódios políticos envenenaron luego esta aventura, hasta hacerla servir de pretesto para espulsar del Senado al elocuente Salustio, y sacrificarlo al brutal é interesado Milon. Los hombres versados en la historia de una época tan fecunda en graves peripecias, saben las consecuencias que produjeron aquellos sucesos, y hasta qué punto la parte que tomó Salustio en muchos de los que en breve sobrevinieron, dejó establecida la fama de un desliz amoroso, que por de pronto le costó tan caro. Y ¿puede suponerse que se aludiese á un hombre conocido por tan ruidosa aventura, al hablar de quien se arruinaba por sus prodigalidades con las cómicas? Sintiendo sin duda la fuerza de este argumento, hubo quien creyó que el Salustio aqui nombrado fué aquel nieto de la hermana del historiador, á quien dirigió Horacio la oda segunda del segundo libro. Pero ya en las notas á la citada pieza dije de aquel personage lo bastante, para que nadie crea que contra él pudieron articularse los cargos que hace aqui el poeta al individuo á quien zahiere. Su comedimiento y su escelente y honrosa conducta le ponian al abrigo de toda censura, tanto como la elevada posicion que ocupaba, y el respeto con que era mirado su tio y padre adoptivo. Parece, pues, fuera de duda que Horacio habló en el pasage que comento, de otro Salustio conocido solo por su aturdimiento y sus vicios.

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V. 55. Marsæus, amator Originis... Sobre este lugar hacen mencion los intérpretes de tres célebres rameras romanas, que vivieron hasta los tiempos de Horacio, llamadas Origo, Licoris y Arbúscula. Marseo no es conocido

V. 58. Verùm est cum mimis... El fondo de moralidad no puede desconocerse: este verso y los que siguen hasta el sesenta y tres contienen documentos preciosísimos.

V. 63. Togatá... Las mugeres romanas usaban vestidos de diferentes clases segun su estado y condicion. Las matronas distinguidas llevaban una especie de túnica, que se llamaba stola, y que se terminaba con la cenefa

ó faja de púrpura, de que he hablado en las notas á la oda veinte y nueve. Encima de la túnica llevaban un manto, que se llamaba palla. Las mugeres del vulgo usaban una toga, que se diferenciaba poco de la de los hombres, y este era igualmente el trage de las mugeres públicas, que pertenecian siempre á la clase inferior. Las matronas sorprendidas en adulterio perdian el derecho de llevar la stola, y eran condenadas á salir con una toga, que no se diferenciaba de la de las mugeres públicas mas que en el color, que era blanco, mientras el de las de estas era negro.

V. 64. Villius in Fausta Syllæ gener... La familia Vilia era una de las mas distinguidas de Roma. Fausta, hija del dictador Sila, fué célebre por sus liviandades. La locucion in Faustá Syllæ gener ha dado lugar á que algunos no creyesen que se trataba aqui de un galan de Fausta; pero Bentlei demostró ser esta una locucion elegante, y no hay por otra parte quien ignore que el marido de Fausta fué Milon, y que por consiguiente Vilio no podia ser sino uno de sus galanes.

V. 67. Longarenus... Algunos intérpretes creyeron que Longareno era un sobrenombre de Milon, marido de Fausta, y que en este pasage aludia el poeta á la leccion que el dicho Milon dió á Salustio cuando le sorprendió con su muger; pero los mas juzgan que esta escena de Longareno y Vilio nada tiene que ver con la de Salustio y Milon, y que los dos primeros no fueron sino dos de los muchos amantes que tuvo la hija del dictador.

V. 68. Videnti... Esta es la leccion de las ediciones antiguas, la de todos los códices de Bentlei, la de siete de los de Torrencio y la de casi todos los demas. Badio Ascensio leia tambien de la misma manera, pues esplicaba asi el pasage: Si animus diceret Villio, videnti, id est, consideranti tanta mala etc. La construccion es pues: Si animus diceret, verbis mutonis, id est, membri virilis, huic Villio, videnti tanta mala, scilicet, se pugnis cæsum, ferro petitum etc.

V. 71. Velatumque stola... Véase la nota al verso sesenta y tres.

V. 73. At quantó meliora monet... Los comentadores embrollaron este pasage con sofismas y cavilaciones de una estravagancia increible. La reflexion que hace aqui el poeta es justa y obvia. «¿No es ridículo, dice, que un hombre, respondiendo á la reconvencion urgente que se Je ha hecho verbis mutonis, pretenda legitimar sus arrebatos con la alcurnia de la dama que era objeto de ellos? Cuando la naturaleza es por sí tan rica, cuando hay tanto en ella que agrade, que contente, que satisfaga, ¿no es vergonzoso que los hombres se obstinen en desear cosas que ella no puede dar? ¿No es injusto atribuir á ella las culpas del capricho propio? ¿No es ridículo mezclar las cosas de que se debe huir, con aquellas á que se tiene derecho de aspirar?» Yo no concibo cómo se ha pretendido oscurecer este pasage.

V. 81. Sit licet hoc, Cerinthe, tuum... Todavia concibo menos cómo se han podido escribir tantas cosas fuera de propósito para interpretar una frase de tan fácil inteligencia como la que es objeto de esta nota. El órden natural del periodo es: Nec huic (stolatæ) magis tenerum est femur aut crus rectius, inter niveos viridesque lapillos; licet hoc sit tuum, (id est, quamvis tibi, o Cerinthe, gemmarum placeat splendor) imó verò, persæpe crus aut femur togatæ melius est. Es decir, «< no porque estén cargadas de piedras verdes y blancas, que es cosa que á tí te gusta mucho, Cerinto, tienen las matronas mas derechas las piernas, ó mas suaves los muslos, y á veces los tienen mucho peores que las cortesanas. » El paréntesis de sit licét hoc, Cerinthe, tuum, que tanto ha embarazado á los comentadores, se habria esplicado fácilmente con recordar otra locucion igual de la oda veinte y nueve del libro tercero. Non EST MEUM, se dice allí, ad miseras preces recurrere. ¿Por qué no se diria aqui TUUM EST unionum decipi fulgore? Por lo demas, el tal Cerinto era, segun los antiguos intérpretes, un jóven precioso muy querido de las damas.

V. 86. Apertos... Es estraño que muchos lean aqui opertos, y mas aun, que haya otros que pretendan justificar esta leccion. La série del discurso, la congruencia,

todo exige que se lea apertos, esto es, descubiertos, que es como el poeta dice que se presenta una cortesana, penè videre est ut nudam, à diferencia de una matrona, de quien nil præter faciem cernere possis. Si es pues una ventaja el que una gasa sutilísima descubra completamente el cuerpo de una muger; si es una desventaja que las sayas largas impidan purè apparere rem, ¿no es evidente que para que la comparacion de los caballos pruebe en favor de la idea que se pretende inculcar,, deben los tales caballos comprarse descubiertos, y no tapados? Asi es que ha habido intérprete que leyendo opertos en el testo, sin duda por ser esta la leccion mas comun, tradujo <«<es costumbre en los príncipes examinar descubiertos los caballos que compran.» Por lo demas las dos lecciones de apertos y de opertos son igualmente autorizadas; asi, la preferencia no podia ser dudosa.

V. 90. Lynceis oculis... Otros Lyncei. Linceo fue un argonauta que debió su nombre á la agudeza de su vista, comparable con la del lince, y aun superior á ella. Los antiguos cuentan hechos muy notables para probar hasta qué punto llegaba la del tal Linceo: yo, por no citar algunos mas evidentemente fabulosos, me contentaré con reproducir el testimonio de Varron, segun el cual alcanzaba la vista del dicho argonauta á 130.000 pasos, ó seis y media de nuestras leguas. El que quiera ver reunido casi todo lo que se ha escrito sobre este personage, consulte su artículo en el diccionario de Facciolati.

V. 91. Hypsæa cæcior... Dacier sospecha no sin razon que esta frase podia ser proverbial, y que la ceguera de Hipsea (dama por otra parte desconocida) era mas bien obcecacion, desalumbramiento etc.

V. 95. Catia... Acron dice que esta Cacia era una matrona muy descarada, que llevaba la ropa como las cortesanas, y que fue sorprendida en adulterio con Valerio Sículo, tribuno del pueblo, en el templo de Venus teatina.

V. 98. Lectica... Torrencio hace sobre este pasage una observacion preciosa, y es que no se trata aqui de las si llas de manos en que salian las señoras, sino de una si

lla fija, que era una especie de gabinetito cerrado con vidrios, en donde recibian sus visitas. Esto es mas que verosimil, pues todos los demas inconvenientes que en estos versos se enumeran son domésticos, y entre ellos no podia contarse ciertamente la silla de manos, que no se usaba sino para la calle.

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Ciniflones... Los peluqueros ó criados que rizaban el pelo.

V. 99. Stola demissa... Ya he dicho antes que la estola era el trage de las matronas; y ahora añadiré que erà tan larga como los vestidos que usan hoy las mugeres. Este vestido era el ordinario de casa; para la calle se ponian el manto, que antes dije llamarse palla. Varron dice que se le dió este nombre porque palam est.

V. 100. Plurima... En unas ediciones está separado este adjetivo del sustantivo palla, y en otras está unido; una y otra leccion es buena, pues se puede muy bien decir pallâ plurima, porque en efecto el manto era bastante ancho y largo; y se puede suponer igualmente que en el plurima se comprenden otras cosas que el poeta no enumera, y que impiden que se vea lo que se desea ver. Yo he preferido esta interpretacion, porque me parece que la idea del poeta adquiere tanta mayor fuerza, cuanto mas son las dificultades que se supone deber vencerse para llegar al fin.

V. 101. Cois tibi pene... Altera quæ prostat, dice Porfirio, lucida veste utitur, ita ut velut nuda conspici possit. Estos trages, que se hacian en la isla de Cós, eran de una gasa tan trasparente, que era lo mismo ir con ellos que no llevar puesto nada. Plinio dice que aquella sutilísima gasa habia sido inventada por una muger de dicha isla, llamada Pánfila: Varron llamaba aquellos vestidos, vitreas togas, (togas de vidrio) y Publio Siro ventum textilem (viento tejido).

V. 105. Leporem venator... Acron esplicó perfectamente este pasage, y sin embargo muchos críticos se han engañado despues en su inteligencia: Inducit, dice aquel gramático, quasi canticum amatoris matronæ; est autem canticum hoc: « venator persequitur leporem etc.» TOMO III.

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