se han impreso en algunas obras modernas, atribuyéndolas á alguno de los dos hermanos, y las muchas obras inéditas, que hemos visto atribuidas á ellos en varios manuscritos, ó son supuestas, ó tan defectuosas, que cederia en descrédito de tan excelentes Poetas el mezclarlas con las demas impresas, de cuyo mérito hemos dicho algo en el prólogo. Así que, es muy probable que el editor de estas Don Gabriel, que tuvo mas proporcion que ninguno de los que hoy somos, para adquirir todas lás poesías de su padre y tio; y como educado al lado de tan juiciosos Poetas, sabemos que tambien lo fue, y tuvo un gusto muy exquisito en la poesía: es muy probable, digo, que las tendria todas presentes, y juzgó mas conveniente no imprimir mas, porque conoció que ellas solas eran muy suficientes para darles honor en la posteridad. Este fue el motivo sin duda de no dar á luz las tragedias de su padre, cuyo manuscrito nos consta poseyó y que hubiera sido mas conveniente para su honor y el de nues tra poesía dramática hubiese permanecido siempre inédito. ་་་ Pero porque no se crea que nuestro juicio es errado, ó que no nos hemos querido tomar el trabajo de buscar y registrar los manuscritos, pondremos aquí varias piezas, para demostrar que ó son supuestas, ó no son comparables á las mas inferiores de las impresas. Esto se puede afirmar sin temeridad de todas quantas hemos visto; y daríamos muchas gracias al que imprimiese otras piezas inéditas, probando, no con elogios vagos, sino con un exámen crítico, que son comparables ó superiores á las impresas, que tanto hemos recomendado. Primeramente insertamos doce sonetos, que juzgamos son obras legítimas de Lupercio, no solo por hallarse en un manuscrito muy completo de todas sus poesías, que se ha servido comunicarnos el Señor Don Eugenio Llaguno y Amirola, primer Oficial de la Secretaría de Estado, sino principalmente por su estilo; pero qualquiera que los exâmine con imparcialidad, hallará la gran diferen cia que hay de ellos al mas inferior de los impresos; y se persuadirá que no sin razon los omitió el primer editor. Se inserta tambien una respuesta de Bartolomé á Alonso Ezquerra, la qual sin duda es obra legítima; pero tan pobre de estilo y conceptos, respecto de otras epístolas del mismo, que no hubiera perdido nada la buena memoria del que escribe y responde en que jamas hubiese salido á luz. Sin embargo es muy superior la respuesta á la carta de Ezquerra: aunque el empeño de responderle con los mismos consonantes, bien que muestra la prodigiosa facilidad de nuestro Bartolomé, es reprehensible; y quizá esta es la causa de parecerse tan poco en belleza á las demas composiciones, que en este género nos dexó por modelos. En el mismo manuscrito hay una cancion contra la esperanza, atribuida á Lupercio; la que tambien ponemos por muestra de lo poco que se debe fiar de semejantes títulos supuestos. Toda ella es muy pueril, baxa, pobre de estilo, llena de pensamientos falsos y ridículos: obra sin duda de algun coplero, que quiso oponerla á la bellísima cancion de nuestro Lupercio á la esperanza, que empieza: Alivia sus fatigas. Esta cancion empieza en todos los manuséritos de esta suerte: Aplácase muy presto El temor importuno, Y déxase llevar de la esperanza: No ver indicio alguno De que pueda en la pena haber mudanza: Aflige la tardanza Del bien; pero consuela, Si se espera, saber que el tiempo vuela. Esta estancia es muy probable que sea de Lupercio; pero su hijo tuvo por conveniente omitirla, porque aunque no hay en ella ningun defecto considerable, disminuye mucho el mérito de toda la composicion; porque mostrando desde luego friamente el objeto de la cancion, destruye el deleyte que produce la conclusion de una induccion tan ingeniosa y bella. Para prueba de lo mucho que varían los manuscritos de lo impreso, se inserta tambien la carta que escribió Bartolomé á Don Gerónimo de Eraso, despidiéndose de la corte, que empieza en el impreso: y Con tu licencia, Fabio, me retiro. El manuscrito de donde la hemos copiado tiene la firma del Rector Leonardo, todas las trazas de ser original; por lo qual nos ha parecido no será desagradable á los curiosos leerla como salió de las manos de su autor, y observar lo mucho que la limó ó el mismo Bartolo-, mé, ó su sobrino. La misma variedad se observa en la epístola satírica que escribió á Don Nuño de Mendoza, que empieza : Dícesme, Nuño, que en la corte quieres. Pero no hemos tenido por convenien |