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mol sacado del cementerio de Priscila, en que se ve otro baxo relieve en todo semejante al de nuestra cruz (Marang. Act. S. Victorini episc. Amiter. et M. p. 43).

En el mosayco antiguo de la tribuna de la basílica vaticana, cuyo dibuxo publicó Ciampini (de sacris aedificiis à Constantino M. constructis cap. IV. sect. II. pag. 42.) se ve tambien una cruz, y al pie de ella un cordero. En Narni, ciudad episcopal de la Umbria, en el centro de la losa donde está el epitafio de S. Casio, que floreció por los tiempos del emperador Justiniano, hay una con dos corderos (Baron. Martyrol. XXIX. Jun. Grestser. de sancta cruce lib. II. cap. XI).

Otro baxo relieve igual al nuestro tiene la cruz de plata dorada que diéron á la iglesia vaticana el emperador Justiniano el mozo, llamado comunmente Curopalata, y su esposa Sofía, sobre la qual escribió Estéban Borja una crudita disertacion impresa en Roma el año 1779.

Por estas y otras tales memorias antiquísimas (V. Ciampin. in laud. op. et Trombelli de cultu SS. Dissert: IX. cap. XLV II. t. II. p. II. pag. 208.), y por lo que dice S. Paulino acerca de esta práctica general en su tiempo (S. Paulin. laudatâ epist. XXXII. ad Sever. V. Du-Cang. Dissert. de inf. aevi Numism. pag. 153) se ve que los primeros cristianos aun quando privadamente y para su particular devocion tuviesen imágenes de nuestro Señor Jesucristo, en las cruces expuestas á la veneracion pública le pintaban comunmente baxo el símbolo de cordero, para no dar ocasion de mofa á los gentiles y á los judayzantes, y no retraer ó escandalizar á los flacos con la vista clara de la crucifixîon, cuya infamia no se habia borrado aun enteramente (Borg. de cruc. vatic. cap. V. pag. 40.). De otras varias imágenes y alusiones simbólicas, que solian esculpirse tambien en la cruz, habla Juan Ciampini en su Investigatio

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historica de cruce stationali, impresa en Roma en 1694.

Venida la paz á la iglesia, como todavía durase esta costumbre, el concilio Trulano celebrado el año 692, declaró que mudados los tiempos eran ya de mas aquellos símbolos, y que convenia presentar á los fieles sin figuras con claridad la imágen del crucificado: Ut ergo quod perfectum est, vel colorum expressionibus omnium oculis subjiciatur, ejus qui tollit peccata mundi, Christi Dei nostri humanâ formâ caracterem etiam in imaginibus deinceps pro veteri agno erigi ac depingi jubemus (Synod. Trullan. can. LXXXII. V. Baron. ad ann. 692. n. I. et seq.). Otro tanto y casi con las mismas palabras dixo el papa Hadriano I en la carta á Tarasio, patriarca de Constantinopla, publicada por Labbe entre las actas del segundo concilio Niceno (Coll. concil. t. VIII. p. 767.). Balsamon (in VI. synod. can. LXXXII.) juzgó haber sido prohibido este símbolo por el concilio Trulano. Del mismo parecer fue nuestro arzobispo Carranza, que dice: Patres voluerunt cessare typos praesente veritate. Hinc prohibuerunt.... Christum sub vetere agno (figurari) sed humanâ formâ (in can. Trullan.): Gretsero y otros juzgan que esta no fue prohibicion de aquel símbolo, sino pura preferencia de las imágenes de Cristo en forma humana. Como quiera, en esta prohibicion conjetura Borja haberse fundado en el siglo IX Claudio, obispo de Turin, imbuido en los errores de Ario y de Nestorio, para calumniar á los latinos de que agnos vivos, como decia él, volunt vorare, et in pariete pictos adorare: contra el qual escribiéron Dúngalo, y Jonas, obispo de Orleans. Merecen leerse á este propósito las observaciones de Cristiano Lupo sobre el citado canon del concilio Trulano.

Desde aquella época comenzó á substituirse en las cruces la imágen del mismo Salvador á la del cordero, del

pez, y otros tales símbolos, hasta que andando el tiempo vino á ser general como lo es ahora esta práctica.

He dicho esto, para que por el baxo relieve del cordero solo, sin la imágen del Salvador, se colija que la cruz de cuyo fragmento se trata, quando menos es del siglo séptimo. Tengo presente que Ciampini, fundado en la misma razon, conjetura ser del siglo VI ó VII el baxo relieve del cordero con la cruz que arriba diximos conservarse en la antigua puerta del templo de Santa Pudenciana (Ciampin. loc. laud. pag. 28.). Porque aunque en los tiempos siguientes se hallan cruces con este símbolo, pero regularmente llevan tambien la imágen del crucificado, como se ve en la cruz de plata que en el siglo X dió el papa Sergio III á la basílica reedificada de S. Juan de Letran, habentem, dice Juan Diácono, crucifixum totum de auro, et agnum de auro cum gemmis. (Joan Diac. lib. de eccles. Lateranens. cap. XVII. ap. Mabill. Append. Ord. Rom. Mus. Ital. t. II. pag. 575.)

(4) Cruz de las que llaman immissas. Así llamáron los antiguos á la cruz mas conocida entre nosotros, com. puesta de un palo largo, y de otro pequeño clavado en él hácia uno de los extremos, de suerte que quede la parte menor del palo vertical sobre la cabeza del crucificado, la mas larga hacia los pies, y los dos cabos del madero pequeño hacia los brazos. Por lo qual la comparan algunos santos al arado, á la entena de la nave, al estandarte militar, y al hombre quando nada ó hace oracion. A esta forma de cruz immissa alude S. Justino M., explicando las palabras de la bendicion de Josef: Cornua rhinocerotis cornua illius: in ipsis ventilavit gentes (Deut. XXXIII, 17.). Dice así: Unicornis enim cornua nemo dicere aut demonstrare possit in aliâ re aut figurâ inveniri, nisi in ea quae crucem exhibet. Rectum enim lignum unum est, તે quo

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summa pars in cornu attollitur, cum adaptatum fuerit aliud lignum, et utrinque extrema, veluți cornua uni adjecta cornu, apparuerint. Et illud quod in medio figitur, ut ei insideant qui crucifiguntur, ipsum etiam veluti quoddam cornu eminet, et cornu speciem exhibet cum aliis cornibus conformatum et fixum. (S. Just. M. Dial. cum Tryph. Jud. n. 91. op. pag. 188. V. apol. I. ad Antonin. n.

55.) De ello habla tambien S. Gerónimo en el comentario de S. Márcos, diciendo: Ipsa species crucis quid est, nisi forma quadrata mundi? aves quando volant ad aetera, formam crucis assumunt: homo natans per aquas, vel orans, forma crucis visitur.

Llamábase immissa esta cruz, á diferencia de la sencilla, que consta de un solo madero, de la decussata compuesta de dos atravesados obliquamente á semejanza de la X, de la qual dice nuestro S. Isidoro: In figurâ crucem, et in numero decem demonstrat (Orig. lib. I. cap. III.) y de la commissa semejante á la T, cuyo palo menor estaba clavado en el mismo extremo del mayor: de la qual dice Tertuliano: Littera graecorum Tau, nostra autem T, species crucis (lib. III. adv. Marcion.), y S. Isidoro: Tau littera speciem crucis demonstrat (de Vocat. gent. c. XXV.). Lo mismo dicen S. Gregorio, S. Agustin, S. Paulino el de Nola, y otros Padres y escritores eclesiásticos; por cuya causa se cree haberla tomado los cristianos de Egipto como distintivo de la religion, con la qual aun hoy dia pintamos á S. Antonio Abad, famosísimo entre sus monges. Si esta divisa fue usada en los monumentos gentílicos de los antiguos egipcios como conjunto de muchas letras, ó como geroglífico de la vida venidera, no pertenece á nuestro propósito; es materia tratada por los primeros historiadores eclesiásticos, é ilustrada despues por Justo Lipsio en el lib. I. de cruce cap. VIII., por Kircher (Interpret. obelisci

Aegypt.hicogl. 5.), Muratori (Ane doctor. t. I. diss. XXI. de cruce Nolana.), y Marco Velsero en su carta á David Hoeschelio (apud Christ. Aug. Heumann. Poecile t. I. lib. IV. p. 578.). Otras memorias de esta cruz commissa publicó Boldettio en sus observaciones ad Caemet. urbis p. I. lib. I. cap. XIX. y en otros lugares.

Que Cristo nuestro Señor fue crucificado en cruz immissa, y no en las otras, es sentencia de S. Justino M., de S. Basilio, de S. Agustin, de Sedulio, de S. Juan Damasceno, y de otros Padres y escritores eclesiásticos. Pueden leerse sobre esto Lipsio (de cruce lib. I. cap. X.), y Gretsero (de cruce Christi lib. I. cap. II. III.)

(5) La costumbre de aquellos tiempos de colocar las cruces de piedra en lo alto de los templos. Aun quando fuera cierta esta conjetura, nada puede colegirse de ella contra la antigüedad de este monumento, constando ser antiquísima en la iglesia la colocacion de cruces en lo alto de los templos. De lo qual quedan memorias en S. Gerónimo (in Sophoniae cap. I.), y en Cedreno (in compend. historic.) hablando del templo del monte Olivete, en Nicéforo Gregoras (lib. IX.) tratando de los templos de Constantinopla, y en otros antiguos.

No faltará acaso quien incline á que fuese cruz sepulcral de las que solian ponerse en los sepulcros de los primeros cristianos, de cuya práctica hablan Baronio (ad ann. 395) y Gretsero (de s. cruce lib. II. cap. XV.) tanto mas que en estos sepulcros solia tambien esculpirse el cor dero representando á Cristo, como del famoso sarcófago de Junio Basso que está en el vaticano, lo dice Felipe Bonarota (Osservazioni sopra alcuni frammenti di vasi antichidi vetro, ornati con figure, ritrovati ne cimiteri di Roma ad fig. I. tab. VI.).

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