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mañana llegó á buscarme mi coadjutor; tenía el semblante pálido como la cera; con mano temblorosa me entregó una hoja de papel, señalándome con el dedo un cuadrito singularmente interesante. Esto, que no parecía nada, era el veredicto final, irrevocable, de insolvencia y de bancarrota. Era una lista de los juicios celebrados en la audiencia contra los insolventes.

-Este es el fin, me dijo con tristeza. He escrito al Señor Obispo pidiéndole mi exeat (1).

-Mal hecho, exclamé. Muy mal hecho.

-Supongo que esos señores de Kilkeel llegarán en seguida, y tras ellos los alguaciles.

-¡ Lamentabilísimo! murmuré. Este es uno de los trances en que se necesita toda la energía del alma y toda la gracia del Altísimo.

-¡Dios mío! Esta mañana, al celebrar la santa misa, hice completo sacrificio de mí mismo, dijo, conteniendo lo emoción, pero.... ¡no aguardaba este golge! Sin embargo, ni siento ni me retracto de mi oblación. La frase que usted cita acerca del sufrimiento es:

....

aspera, sed nutrix hominum bona (2).

¿ Verdad? Bueno, pues en seguida voy á vender cuanto poseo y á emprender el camino de

.... la tierra donde el limón florece,

Donde el naranjo hermoso sus áureos frutos mece.

Pero ¡qué recuerdo dejo tras de mi! ¡Letheby! ¡Letheby! Este apellido pasará de generación en generación como advertencia saludable contra el bochorno y el fracaso. ¡Dios mío! ¡En qué distinto aspecto se me presentaba el mundo hace un año! ¡Quién pudo

(1) Traslado.

(2) "Aspera, pero buena nodriza de los hombres."

pensar en esto! ¡Y yo, que estaba tan encariñado con mi casita, con mis libros, con el culto y con el coro infantil!

-Alicia y Berta-murmura débilmente-han salido con bien de los trances en que se vieron. ¿Por qué no ha de salir usted?

-¡Ah! Sí. Pero ellas sólo sufrían quebrantos de salud ó de familia. Pero yo, yo estoy deshonrado.

-También esto tiene arreglo. ¿No hay algo, en la Escritura, acerca del opprobrium hominum et abiectio plebis?.... (1)

-Es cierto, me contestó. Cada vez me aferro á mis dos remedios, mejor dicho, á mis dos sostenes: el trabajo intenso, y el ejemplo de Nuestro Señor; á veces por ellos me remonto hasta las cumbres, para rodar en seguida á los abismos. Es un vaivén acompasado de ilusiones y desesperanzas.

-Comuníqueme la respuesta del señor Obispo, en cuanto la reciba usted. No sé por qué, pero abrigo la creencia de que todo se arreglará.

-No, no, Padre Dan; esos presentimientos son hijos de la bondad de usted. Vaya buscando un nuevo coadjutor.

Los sucesos que ocurrieron después de mediodía no fueron ciertamente pruebas de mi acierto profético. A eso de las tres de la tarde, hallándose ausente el Padre Letheby, un carruaje atravesó por el pueblo; dos hombres se apearon, y después de preguntar por el camino, se llegaron á casa de mi vicario. Felicia se quedó espantada y trastornada al oírles decir que iban á embargar y á llevarse todo. Como buena irlandesa se enfureció, alborotó, amenazó con avisar á la policía

(1) "Oprobio de los hombres y abyección de la plebe."

y con llevarlos ante los tribunales; los hombres se echaron á reír y se instalaron confortablemente en la cocina. Terror inmenso conmovió al pueblo cólera sorda principió á rugir en más de un pecho: cual si se hubiesen encendido atalayas ó enviado correos á toda brida, la noticia llegó instantáneamente hasta los más apartados rincones de las montañas, hasta las más lejanas grutas de pescadores. Pero era una cólera impotente y débil; se veía frente á la ley, y comprendía que tras de la ley estaba la omnipotencia de Inglaterra.

Lo que mi coadjutor sufrió aquella tarde, no es para dicho. Le envié recado á Felicia, previniéndola que deseaba hospedar al Padre Letheby hasta que se marchasen los siniestros visitantes. La marcha de éstos se efectuó muchísimo antes de lo que todos imaginábamos.

En el intervalo presenciámos escenas características y conmovedoras. Cuando se supo á ciencia cierta en el pueblo la causa de los disgustos de mi vicario, la indignación de los vecinos contra las obreras huelguistas revistió tales proporciones, que las muchachas se vieron obligadas á abandonar la localidad, y concluyeron, como habían anunciado, por marcharse á América. Sus más encarnizados enemigos fueron precisamente los mismos individuos que habían insultado á las obreras sustitutas, y que, en el fondo, habían obligado á cerrar la fábrica de camisas.

Dos días después de la llegada de los alguaciles, una anciana que llevaba muchísimos años sin poder salir, á consecuencia de tremendos dolores reumáticos, logró bajar al pueblo, ayudada por un vecino, y se apeó del carruajillo á la puerta de mi casa. El Padre Letheby había salido; se ocultaba en las montañas ó en las cavernas durante estos días lúgubres, y sólo se

le veía cuando celebraba el Santo Sacrificio; tomaba entonces un frugal desayuno, se iba y volvía entrada la noche, cuando todo estaba sumido en la oscuridad. Pues, como decía, Leonor Cassidy entró no sin trabajo en mi gabinete. Tuve que dejar transcurrir algunos instantes para reponerme del asombro que me produjo su aparición; luégo me atreví á decirle :

-Vamos á ver, Leonor, ¿pero es usted?

-Yo misma, señor Rector, yo misma; mi achacoso cuerpo, que llega de la cabaña de Mealrone.

-Bueno, Leonor; ¡y dicen que ya no hay milagros! Creí que usted, cuando saliera de su casa, sería para ir al cementerio.

-Y yo también lo creí, señor Rector; pero Dios me ha dado fuerzas para emprender esta triste caminata.

¿Triste? ¿Que le ocurre, Leonor? Debía usted estar satisfecha al ver que el Señor le concede todavía el uso de los miembros.

-Bueno. Hubiera preferido verme amortajada y bajo tierra, antes que ver llegar un día tan triste. Pobre señor! ¡Pobre señor! ¡ Pensar que está sufriendo tantísimos disgustos, y que no tiene á nadie, á nadie que le ayude! . . .

-¿Habla usted de los disgustos del Padre Letheby, Leonor?

-Naturalmente; ¿ de cuáles iba á hablar? ¡ Dios mio! ¡ Dios mío! ¡ Oír decir que mi pobre señor vicario está encerrado en una cárcel muy fría, sin más cama que las piedras, sin más comida que pan negro, y sin más bebida que agua mala!....

Hablando así, Leonor, sacóse de las profundidades del corpiño, algo que me pareció un andrajo encarnado. Lo colocó sobre la mesa; yo observaba con

curiosidad. Comenzó á desenvolver el. guiñapo; después de ir quitando arambeles, tropezó al fin con un pedazo de papel oscuro, arrugadísimo, mientras seguía lamentando la desgracia del pobre coadjutor. Todo tiene fin en este mundo: también lo tuvo la tarea de desliar quiñapos. Cuando terminó, quedaron un montón de andrajos, una pila de un puñado de monedas de plata.

sobre la mesa : soberanos (1) y

-Poco es esto, señor Rector, pero es todo lo que poseo. Tómelo usted, y entrégueselo á ese buen señor, ó á los que lo tienen encarcelado, y haga que nos lo devuelvan.

(Continuará)

Miscelánea

Consagración episcopal-Ha llegado á esta capital el Ilmo. y Rvdmo. Señor Obispo electo del Socorro, Dr. D. Francisco Cristóbal Toro, quien recibirá la consagración episcopal de manos del Ilmo. y Rvdmo. Señor Arzobispo Primado de Colombia, el domingo 4 de los corrientes, á las 9. a. m., en la Catedral-Basílica. Al presentar al Ilmo. Señor Toro nuestro efusivo saludo de bienvenida, lo felicitamos de corazón por su exaltación al episcopado.

Despedida-El 27 del pasado Mayo salió de esta ciudad, en vía para Riohacha, el Ilmo. y Rvdmo. Señor Fr. Atanasio Soler y Royo, Obispo de Citarizo y Vicario Apostólico de la Goajira. Le deseamos un viaje sin contratiempos.

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