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el oro no es despreciado por las suciedades de la mina, ni las medallas griegas y romanas dejan de estimarse por la mala calidad de sus inscripciones y dibujos. Tiempo era aquel en que las armas ocupaban toda la atencion de los hombres, y su estrépito incompatible con el cultivo de las letras, penetraba hasta el sagrado de las iglesias y de los monasterios. Por punto general puede decirse que desde los tiempos de Carlo Magno hasta todo el siglo XII nadie fuera de estas corporaciones eclesiásticas sabia escribir,

como ciertamente consta de dicho príncipe (a), y de algunos condes de Cataluña. Asi es que no solo libros, mas ni escritura alguna aun de las cosas menos importantes hallamos en esta última provincia en todo ese periodo de tiempo, que no fuese extendida por monges ó por clérigos, únicos notarios de entonces; y primero por aquellos que por estos. Mas unos y otros ignoraban la sintaxis latina: de

(a) Mabillon, de re diplomat. Lib. II. cap. 22.

diplomas, ó como llamaban preceptos de los reyes de Francia, y aun algunas bulas de la sede apostólica. Y asi no conociendo el régimen latino, erà indispensable que adoptasen el vulgar que no admite variacion en los casos. Y si á esta irregularidad se agregaba la pedantería de los que picados de cultos se echaban á cazar palabras y frases pomposas, no es extraño que resultase el galimatias que hace obscurísimas algunas escrituras. Por egemplo ¿quien me declarará el exordio de esta: Annuente divina pietate, cuius olimpi hac telluris titanis atque rerum aeriis patrator huius vibrantissimus numinis celicole cernere queunt, rutilantiaque protalata palmo concludit matherie? (a). No es menos ridícula la fecha de otra de Camrodon, que à su tiempo se pu-, blioará, y es del año 976; el cual está nolado de esta manera: Exarata est igitur haec adclamationis scedula elapsis dominicae humanationis annis te

(a) V. tom. VII, pag. 281.

senis quinquagenis, ebdeque denis, ter binisque, indictione tetra, die bis terna. Kalendarum Martiarum, anno tetrapento dipondio Leuthario Francorum rege obtinente regno. Pues digo que esto era entonces lo comun; y por lo general no se supo escribir mejor hasta los tiempos del concilio Lateranense IV, donde habiéndose mandado establecer escuelas de gramática en todas las iglesias catedrales, comenzó á difundirse el conocimiento de la propiedad latina. Mas porque esto fuese asi, ¿diremos que son falsas y sin autoridad las escrituras que nos quedan desde el siglo VIII hasta el XH?

Mucho menos debe inferirse eso mismo de la pésima é irregular ortografía que usaron los potarios; en lo cual ciertamente hay cosas muy extravagantes y agenas del arte. Y si por esto solo hubiera de sernos sospechoso un diploma, aun ahora debiéramos dudar de muchas escrituras de nuestros dias, en que anda harto descuidada la exactitud en esta parte.

Y pues estas deformidades no qui

tan á los diplomas la autenticidad que ellos se merecen, tampoco deben ofenderse con ellas los que aman la bistoria de esos siglos, ni pedir que las corrija el que publica esos preciosos monumentos. Porque si son las únicas pruebas de lo que entonces pasó, no sé qué razon puede haber para desear mas verlas adulteradas, que en su nativa y legitima rusticidad; la cual puede ser un nuevo apoyo de la verdad de ellas. Sé que se han tomado esta licencia algunos anticuarios en las colecciones que han publicado, y en nuestros dias el erudito D. Antonio Capmany llegó a decir (a): ¿De que provecho é instruccion podria servir al lector, ni de qué créditò ni autoridad á la obra, hacer alarde de una exactitud tan servil y ridicula al mismo tiempo? Todos estos defectos accidentales, que no son los que caracterizan el gusto de las naciones, ni la corrupcion literaria de tal siglo ó tal reinado, sino la torpeza o capricho perso

(a) Mem. histor. sobre la marina.... de Barcelona. Prol. al tomo II.

nal del secretario &c. Y conforme á estas ideas rectificó en aquella obra la ortografía de los documentos, cortó las repeticiones, enmendó las variaciones de una misma palabra, con el achaque de que todos estos eran defectos del amanuense y no del tiempo. Y séanlo enhorabuena, ¿quien me ha dado facultad para aliñar á mi manera una escritura, que tal cual salió de las manos del notario, y no de otro modo, es la prueba de la historia? ¿Ni por que he de privar yo á mis lectores del derecho que tienen de ver con sus ojos èn là manera posible la prueba de cualquier hecho? La cual una vez adulterada en poco ó en mucho, ábrese un ancho campo á la sospecha de la veracidad del historiador. Y esto mucho mas, cuando no se trata de documenlos modernos desde el siglo XII acá, como los que publicó alli aquel docto escritor, sino de los que son anteriores á dicha época, de los cuales bien podrá decirse que los defectos ó caprichos de un notario lo eran del siglo en que vivia. Cierto es una nimicdad pueril

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