Obrazy na stronie
PDF
ePub

cristo perfecto y completo, como lo esperamos para los últimos tiempos y como lo considera S. Juan, es la bestia misma del Apocalipsis con sus siete cabezas y diez cuernos. Las siete cabezas no son otra cosa, como acabamos de decir, que las siete bestias unidas, diversas, unidas en un cuerpo, y animadas de un mismo Espíritu, ó muchísimos individuos de cada una de ellas. Los cuernos son únicamente las armas de la bestia para defenderse y ofender: ni pueden significar otra cosa. Si Daniel, pues, nombra otro cuerno mas, fuera de los diez: si de este se dice, que tenia ojos, como ojos de hombre, y boca que hablaba cosas graudes*: que será mayor ó mas fuerte que los otros que humillará tres de ellos, &c. : lo que quiere decirnos es, que su bestia cuarta en cuya cabeza se ve este cuerno, como todos los otros, se servirá mas de él, y hará mas daño con él solo que con los otros diez. Tal vez la bestia misma se valdrá de este cuerno para humillar tres de los diez que no viere tan arraigados en su cabeza, ó tan prontos á servirla como ella los quisiera. Digámoslo todo. ¿Quién sabe, amigo, si este cuerno terrible, ó esta potencia, produccion propia de la cuarta bestia, la tenemos ya en el mundo, y por verla todavia en su infancia no la conocemos? Pero no nos metámos á profetas. Esto el tiempo lo puede aclarar. obstante, parece que seria grande cordura estar en vigilancia y atender á todo, porque todo puede conducir al conocimiento de los tiempos.

No

193. Nos queda aora que esplicar en nuestro principio lo mas oscuro y dificil de este misterio, esto es, la herida mortal que ha de recibir la bestia en una de sus cabezas, y su curacion prodigiosa é inesperada con admiracion de toda la tierra. No espereis, señor, que yo os diga sobre esto alguna cosa cierta, ó que pueda probarla con algun fundamento real. El misterio no solamente es futuro, sino oculto debajo de una metáfora, no menos oscura que admirable; la cual metáfora, ni se esplica en la profecía, ni hay en

* Quasi oculi hominis eran in cornu isto, et os loquens ingentia.— Dan. vii, 8.

toda la Escritura santa algun otro lugar que pueda abrirnos la inteligencia, Si quereis recibir y contentaros por aora con meras conjeturas ó sospechas; pero vehementes; pero verosímiles; pero inteligibles; esto es todo lo que en el estado presente podemos ofrecer. En un asunto de tanta importancia, parece bueno y seguro estar siempre sobre aviso, para que el suceso no nos halle tan descuidados, que no lo hayamos divisado, antes que llegue, por alguna de sus señas.

SE ESPLICA LA HERIDA Y CURACION DE UNA DE LAS CABEZAS DE LA BESTIA, Y TODAS SUS RESULTAS.

PARRAFO IX.

194. Yo debo suponer, y supongo por aora, amigo mio, que ya teneis ideas bastante justas de la cuarta bestia de Daniel, y de los males que en ella se comprenden y anuncian al mísero linage de Adán. Del mismo modo debo suponer, que no sois tan corto de vista, que no veais ó no conozcais en medio de tantas señas, que esta misma bestia cuarta de Daniel la tenemos ya nacida y existente en el mundo, aunque todavia cubierta con no sé qué piel finísima, agradable á todos los sentidos, que disimula no poco su ferocidad natural. No obstante, por poco que se mire, es bien fácil reparar en ella cierta cualidad peculiar que resalta sobre su misma piel, que no le es posible encubrir del todo, y parece su propio y natural carácter: quiero decir, el ódio formal á Cristo y á su cuerpo. A las otras religiones, sean las que fueren, cúbranse ó no se cubran con el nombre de Cristianos, las mira con suma indiferencia, no las ódia, no las injuria, no las insulta; antes muchas veces las lisonjea con fingidos elogios. Buscad la verdadera razon de esta diferencia; me parece que la hallareis al punto: es á saber, que todas las otras religiones, por falsas y ridículas que sean, no le incomodan de modo alguno: no son capaces de hacerle resistencia, antes pueden ayudarle con servicios may oportunos. Las puede muy bien unir consigo, formar con ellas un mismo

cuerpo, y hacer que este cuerpo se anime de aquel espíritu terrible que á ella le agita. En esto no aparece repugnancia ni dificultad.

195. La dificultad y repugnancia está en unir á su cuerpo el cuerpo de Cristo, y á su espíritu altivo y orgulloso, el espíritu dulce y pacífico de Cristo. Esto sería lo mismo que unir la luz con las tinieblas, la verdad con la mentira, y á Cristo con Belial. Esto sería animar un mismo cuerpo con dos espíritus infinitamente diversos, opuestos y contrarios, como son uno que quiere á Jesus, otro que lo rechaza: uno que lo ata, otro que lo desata: uno que lo ama, otro que lo aborrece. No habiendo, pues, repugnancia alguna ni gran dificultad, en que la bestia cuarta una consigo las otras bestias, ó un número suficiente de individuos de todas ellas, y haciéndose por otra parte las diligencias que para esto se hacen, podemos ya profetizar sin ser profetas, que finalmente lo conseguirá, y que llegará tiempo en que vea el mundo entera y perfecta una bestia mostruosa compuesta de siete, conforme la describe S. Juan en el capítulo xiii de su profecía. Con esta idea sencilla y clara, se concibe al punto como pueda suceder naturalmente la circunstancia particular de que habla S. Juan, diciendo que vió una de sus cabezas como herida de muerte: y fué curada su herida mortal, &c.: y como esta bestia compuesta ya de siete, pueda recibir un golpe terrible en una de sus cabezas, y sanar despues de algun tiempo con asombro de toda la tierra.

196. Imaginad para esto, que alguna de las bestias unidas no se acomode bien con aquella mezcla: que le de... sagraden y le causen un verdadero enfado alguna ó muchas de aquellas ideas ciertamente bestiales: que resista de algun modo, ó no quiera dejarse gobernar de aquel espíritu inquieto y tumultuoso, que debe animar á todo el cuerpo: que eu fin, descontenta y desengañada, de muestras de querer oir la verdad, de querer para esto desatarse de aquel cuerpo y de aquel espíritu que lo ama y se desata efectivamente: veis aquí con esto solo alterada

y desconcertada toda la bestia, y como en peligro de perderlo todo. Veis aqui puestos en movimiento la tierra y el infierno, para haber modo de curar aquella llaga, y remediar aquel mal. Veis aquí puestas en mayor y mas acelerado movimiento todas aquellas máquinas ingeniosas, que hasta aora se han movido, y no cesan de moverse, para volver á unir al cuerpo comun aquella cabeza que ya casi muere, (muere, digo, respecto del cuerpo de iniquidad). Si esto se consigue, ya tenemos hecho el milagro que debe admirar á toda la tierra, y llenarla de nuevo espanto y temblor, haciendo decir á sus habitadores: Quién hay semejante á la bestia? ¿Y quién podrá lidiar con ella? Esta cabeza herida puede ser verosímilmente alguna de las cuatro del falso Cristianismo, por ejemplo, la segunda; mas esto no es posible asegurarlo, porque como puede ser una, puede ser otra.

197. Yo me inclino mas por ciertas señales (llevando el misterio por otra via que creo mas recta) á pensar ό sospechar, que este golpe duro y terrible lo ha de recibir de la mano omnipotente de Dios vivo la cabeza mas culpada de todas, la mas impía, la mas audaz, la que mueve, ó ha de mover toda la máquina, y parece que esto deberá sucedir ácia los principios de la impía union. Dios tiene medios ó modos que no somos capaces de preveer. Acaso este golpe terrible se lo dará por medio de aquellos tres reyes que han de ser humillados por el cuerno undécimo, y acaso esta humillacion de estos tres reyes será una resulta de su fidelidad y celo por la defensa de la religion. Y acaso, en fin, esta misma humillacion de tres reyes Cristianos y píos, que podian hacer alguna oposicion, será todo el bálsamo necesario y eficaz para curar aquella herida. En todo esto no se ve repugnancia, ni embarazo, ni inverosimilitud alguna, pues en este caso, parece una consecuencia necesaria, que herida la cabeza principal de la bestia se disuelva al punto, y desaparezca por algun tiempo todo aquel cuerpo de iniquidad: que las otras cabezas se separen unas de otros, y que se escondan

[merged small][ocr errors]

donde pudieren, mientras se pone en cura formal la cabeza enferma: es decir, mientras la filosofía ayudada de todo el infierno, halla modo de remediar aquel mal, volviendo á trabajar de nuevo sobre fundamentos mas sólidos y mas infernales. 198. Así se entiende de algun modo otro testo ó enigma oscurísimo del capítulo xvii del Apocalipsis: La bestia que has visto, se le dice á S. Juan, fué, y no es, y saldrá del abismo, é irá en muerte: y se maravillarán los moradores de la tierra, aquellos, cuyos nombres no están en el libro de la vida desde la creacion del mundo, cuando vean la bestia que era, y no es..... Y la bestia que era, y no es: y ella es la octava: y no es de las siete...* Para mejor y mas clara inteligencia de este enigma, conviene tener presente una cosa fácil de observar en muchísimas profecías: eș á saber, que muchas veces hablan los Profetas de un suceso futuro, como si lo tuviesen presente, como si ellos mismos se hallasen presentes en aquel tiempo mismo en que han de suceder, y fuesen testigos oculares. No me detengo en citar ejemplares, por ser esto tan frecuente y tan obvio, que cualquiera lo puede reparar: lo cual supuesto, podemos aora imaginar, que aquellas palabras enigmáticas se las dice el angel á S. Juan en aquel espacio de tiempo que debe correr entre la herida de la bestia y su curacion, como si hubiesen sido testigos oculares de aquel golpe mortal. En este tiempo y en estas circunstancias, se verifica, lo primero: que la bestia fué, y no est: porque el golpe terrible que cayó sobre la cabeza principal, debió necesariamente asustar las otras, y este susto repentino é inesperado debió naturalmente hacerlas huir, y separarse las unas de las otras por consiguiente disolver todo aquel cuerpo que ellas formaban con su union.

* Bestia, quam vidisti, fuit, et non est, et ascensura est de abysso, et in interitum ibit: et mirabuntur inhabitantes terram, quorum non sunt scripta nomina in libro vitæ à constitutione mundi, videntes bestiam, quæ erat, et non est... Et bestia, quæ erat, et non est, et ipsa octava est et de septem est. — Apoc. xvii, 8, et 11.

+ Bestia, quam vidisti, fuit, et non est. — Id. v. 8.

« PoprzedniaDalej »