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mente á la ciencia de Dios, y de ningun modo al ingenio y ciencia del hombre, ninguno puede con razon quejarse, de que en un negocio de tanta importancia que á todos nos interesa, suspendámos por un momento nuestro asenso hasta asegurarnos cuanto nos sea posible de la verdad: hasta ver, digo, si las noticias de que hablamos las ha dado el que solo puede saberlas, ó son conformes á lo que hallámos en los libros sagrados.

ARTICULO I.

Origen del Anticristo.

126. Se debe suponer como una verdad, por si conocida, que ningun hombre guede saber el origen del Anticristo sin revelacion espresa de Dios; así como ninguno pudiera saber que ha de haber el Anticristo, si Dios no se hubiera dignado revelarlo. Los autores mismos que hacen venir al Anticristo de los Judios, y de la tribu de Dan, se hacen cargo tácitamente de la verdad de esta suposicion. Así, no satisfechos con la mera autoridad estrínseca, que en estos asuntos nada prueba, señalan el fundamento de la Revelacion divina, citando tres lugares de la Escritura, los únicos que han podido hallar: veámoslos.

127. El primero es el capítulo cuarenta y nueve del Génesis, en que bendiciendo Jacob á sus hijos, y llegando á Dan, le dice estas palabras (versículo diez y seis): Dan juzgará á su pueblo como cualquiera otra tribu en Israel. Sea Dan culebra en el camino, ceraste en la senda, que muerde las pezuñas del caballo, para que caiga ácia atrás su ginete. Tu SALUD esperaré, Señor*. De esta profecía de Jacob se sigue lejítimamente esta consecuencia. Luego el Anticristo ha de nacer de la tribu de Dan,

* Dan judicabit populum suum sicut et alia tribus in Israël, fiat Dan coluber in via, cerastes in semita, mordens ungulas equi, ut cadat ascensor ejus retrò.

Gen. xlix, 16, 17, et 18.

TOMO I.

SALUTARE tuum expectabo Domine.

luego ha de ser judio ó hebréo. Si alguno se atrevi ese á negar una consecuencia tan just a, ¿qué se hara con él? Se le mostrará, dicen, la autoridad de los santos padres que entendieron unánimemente esta profecía del Anticristo, y al Anticristo la acomodaron; y esto deberá bastar, aunque el testo no lo diga tan claramente. Bien: pero si en este punto no hay tal consentimiento unánime de los santos padres: si solo algunos pocos tocaron este punto: si entre estos pocos algunos entendieron la profecía de otro modo: si aquellos mismos que la acomodaron al Anticristo, ni hablaron asertivamente, sino por modo de mera conjetura: en este caso, no será lícito negar aquella consecuencia? Pues, señor mio, así es. Los padres que tocaron este punto, conjeturaron dos cosas diversas, sin empeñarse mucho por la una, ni por la otra parte. Unos sospecharon que se hablaba del Anticristo: otro mas literalmente pensaron que se hablaba de Sanson: S. Jerónimo es uno de estos últimos, á quien han seguido muchísimos intérpretes, entre ellos Lira, el Tostado, Pereira, Delrio, &c.

128. Aora, si se mira el testo con alguna atencion particular, además de hallarse oscurísimo (como casi todas las profecías del santo patriarca, enderezadas á sus otros hijos, las cuales, tal vez no han tenido hasta aora su perfecto cumplimiento, mas lo tendrán á su tiempo) si se mira el testo, digo, con particular atencion, se concibe mucha menor dificultad en acomodarlo á Sanson, que en acomodarlo al Anticristo: porque al fin sabemos de cierto por la mismo Escritura, que Sanson, aquel hombre tan singular, tan estraordinario, tan único, fué de la tribu de Dan: sabemos que juzgó á su pueblo, como anuncia la profecía*: sabemos en suma, otros sucesos particulares de la vida de Sanson, que tienen gran semejanza con lo que dice la profecía. Siendo esto así, ¿qué necesidad tenemos de recurrir para el cumplimiento de la profecía á otra cosa futura, infinitamente incierta, de la que por otra parte nada consta, como es el origen del Anticristo?

* Dan judicabit populum suum. — Id. 16.

129. El segundo lugar de la Escritura que se alega para probar el origen del Anticristo de la tribu de Dan, y por consiguiente de los Judios, es el capítulo octavo de Jeremías, en donde se leen estas palabras, versículo 16: Desde Dan ha sido oido el bufido de los caballos de él: á la voz de los relinckos guerreros de él se estremeció toda la tierra. Y vinieron, y devoraron la tierra, y cuanto habia en ella: la ciudad y sus moradores*. Yo convido á cualquiera que sepa leer, á que lea este capítulo octavo de Jeremías. Despues que lo haya leido con mediana atencion, le preguntaré: ; de qué misterio se habla en él? Y al punto me responderá sin que le quede duda, ni aun sospecha de duda, que se habla manifiestamente de la venida de Nabuco contra Jerusalén. Se dice, que desde Dan se oye el relincho de los caballos, y la voz y estrépito formidable de armas y de soldados, porque la ciudad de Dan, la cual antes se decia Lais†, fué conquista de seiscientos hombres de la tribu de Dan, que le pusieron el nombre de su padre, y habitaron en ella hasta el dia de su cautiverio. Y esta ciudad de Dan era la primera ácia el norte, por donde debia entrar necesariamente el ejército caldeo. Este es todo el misterio de esta profecía, claro y palpable. Los espositores mismos lo entienden así en su propio lugar; aunque no dejan muchos de añadir (no se sabe para qué) que en sentido alegórico se entiende, ó puede entenderse todo esto del Anticristo: con la cual advertencia parece, que pretenden una de dos cosas (si acaso no son las dos á un mismo tiempo); ó que el origen del Anticristo de la tribu de Dan es una verdad bien comprobada por otra parte: ó que el sentido alegórico es un sentido á discrecion: de modo que con cualquier testo de

A Dan auditus est fremitus equorum ejus, à voce hinnituum pugnatorum ejus commota est omnis terra, Et venerunt, et devoraverunt terram, et plenitudinem ejus urbem et habitatores ejus. Jerem. viii, 16.

:

Quæ priùs Lais dicebatur. - Lib. Jud. xviii, 29.
Usque ad diem captivitatis suæ. —
Id. ver. 3.

la Escritura se puede probar cualquiera otra cosa que se quiera, con solo decir, que aquel testo, tomado en sentido alegórico, lo dice así.

130. Ya que tocamos este punto, no perdamos la ocasion de decir sobre él una palabra. Nos importa muchísimo para nuestro gobierno entender bien, y tener bien presente lo que quiere decir sentido alegórico. Si esta advertencia es inútil respecto de muchos, pudiera no serlo respecto de algunos, á quienes tambien somos deudores. Como alegoría, y figura son dos palabras de dos lenguas que significan una misma cosa; así, sentido alegórico, no es otra cosa que sentido figurado. Por lo cual, quien dice: esto se entiende alegóricamente de aquello; lo que quiere decir es, esto es una figura, ó una sombra de aquello. Aora: para poder decir con verdad esto, se requiere entre otras condiciones, una absolutamente necesaria é indispensable. Es á saber: que la cosa figurada sea actualmente ó haya sido, ó haya de ser ciertamente alguna cosa real, verdadera y existente en la naturaleza: por consiguiente esta existencia real debe constar por otra parte y saberse de cierto. Sin esto, así como no se puede asegurar la cosa misma, tampoco se podrá asegurar que es figurada por otra. ¿Con qué razon, por ejemplo, se podrá decir, mostrando una pintura: esta es la imájen ó la figura del Papa Pio XX. Pruébese primero, y pruébese con evidencia, responderá cualquiera, que ha de haber en los siglos venideros un Papa de este nombre; y despues que esto se pruebe, quedará todavia otra cosa que probar: esto es, la conformidad del figurado con la figura. De este modo me parece que se debia proceder con el Anticristo, así en el punto de que hablámos, como en otros mas de que hablarémos. Se debia probar en primer lugar, con aquella prueba que pide un suceso futuro, que el Anticristo ha de nacer de la tribu de Dan. Probado esto, se podia ya proceder sobre algun sólido fundamento. Entonces se podian mostrar las figuras, y hacer ver su conformidad con el original. Mas traer por toda prueba de un suceso

futuro, que esto, ó aquello lo figura, parece que es esponer á un mismo peligro la figura y el figurado. Con esta sola reflexion, no sería muy dificil hacer volver á la nada, de donde salieron, algunos otros figurados juntamente con sus figuras.

131. El tercer lugar de la Escritura que se alega para hacer venir al Anticristo de la tribu de Dan, es el cap. vii del Apocalipsis; en el cual, nombrándose todas las otras tribus de Israel, y sacándose de cada una de ellas doce mil escogidos ó sellados, de la tribu de Dan nada se saca, ni aun siquiera se nombra: lo cual no puede ser por otro motivo, dicen, sino porque de esta tribu ha de salir el Anticristo. A esta dificultad se responde, lo primero: que si en este silencio de Dan hay algun misterio particular, ninguno puede saber, qué misterio sea; así como ninguno puede saber, por qué nombrándose la tribu de Manasés, no se nombra la tribu de Efrain su hermano, sino en lugar de Efrain, se nombra su padre José; siendo cierto, que en la tribu de José se comprenden sus dos hijos Efrain y Manasés.

132. Dije, si hay en esto algun misterio particular; porque tal vez no hay aquí otro misterio, que algun descuido, ó equívoco inocente de alguno de los antiquísimos copistas del Apocalipsis, que en lugar de Dan, puso Manasés. La sospecha no carece enteramente de fundamento, si se atiende bien á todo el contesto. Primeramente: S.

Juan, antes de nombrar las tribus en particular, dice, que los sellados con el sello de Dios vivo serán de todas las tribus de los hijos de Jacob: de todas las tribus de los hijos de Israél*: y luego añade inmediatamente, que de cada una de dichas tribus, llamando á cada una por su nombre, se señalarán doce mil. Conque si queda escluida la tribu de Dan, que fue uno de los hijos de Jacob, no puede ser verdad, que los sellados serán de todas las tribus de los hijos de Israél. Lo segundo: Manasés se halla nombrado en sesto lugar entre los hijos de Balá, despues de Néptali,

* Ex omni tribu filiorum Israël. Apoc. vii, 4.

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