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quòd in hominum doctorum litteris invenitur, famaque vulgatum est, nec stulte dici putandum est, etiam si verum non est. Donde se ve la gran distancia que hay de los católicos que impugnan esta opinion, á Calvino y otros hereges que se burlan de ella.

El culto de esta santa imágen no se termina en ella sino en Jesuchristo, á quien representa. Y así es tiempo perdido el que gastó Galleo en persuadir que los católicos nos encomendamos á las mismas imágines de Christo, fundado en aquella deprecacion á la santa Verónica: salve sancta facies nostri redemptoris, in qua inter species divini splendoris, impressa panniculo nivei candoris. Salve vultus Domini imago beata. Nos deduc ad propria ò felix figura. (Gallæus not. in Lact. de orig. error. lib. II. c. 2. op. Lact. pág. mihi 144).

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La miseria de esta razon puede colegirse por lo que añade item hoc modo adorant crucem: »ave crux spes unica: auge piis justitiam, reisque dona veniam," reproduciendo las calumnias de sus mayores, que condenan como absoluto el culto relativo de la santa cruz, que se termina á Christo clavado en ella, y representado por ella.

El llamar novedad estas expresiones es ignorancia de la historia eclesiástica. Las palabras ò crux, ave spes unica son de un himno antiquísimo de Teodulfo ó de Fortunato: las demas de esta prosa son tomadas de s. Efren, de s. Ambrosio, de s. Atanasio y de otros PP., como lo demostró Tomas Waldense á los wiclefitas (th. waldens. t. III. tit. 20. c. 159), mostrándoles elogios de la santa cruz todavía mas fuertes que los que cantamos en el oficio eclesiástico. Aun los elogios indiscretos de la cruz ó de algunas cosas piadosas por católicos menos cautos merecen indulgencia por la piedad de donde naciéron. Los protestantes y los impios andan á caza de esta indis

crecion ó simplicidad para convertirla en odio de la misma religion. Puede aplicárseles lo de s. Agustin á los ma niqueos: imperitia nonnulorum catholicorum venatio hereticorum et impiorum (s. Aug. lib. XIV. contra Faust.) Conforme á lo qual decia el sabio Gretsero: multa pio et recto animo olim dicta et scripta sunt, cum morum major esset candor et simplicitas, quæ hoc saculo criticis et sannionibus abundante, nemo vel diceret vel litteris mandaret (Gretsero de s. cruce lib. I. cap. 61. pág. 189).

(9) Sea mas bien una de las muchas copias.... de la que existe en s. Pedro de Roma. En suposicion de haber alguna imágen de Christo milagrosamente formada al tiempo de su pasion, lo es la venerada en Roma en la iglesia de s. Pedro: sive Veronica, dice Benedicto XIV, fuerit pia femina quæ sudarium facie Domini admovit, sive Veronica unum atque idem sit cum ipso sudario; certum est sudarium ipsum insignissimam esse reliquiam, et multis ab hinc sæculis cultum in ecclesiâ vaticanâ obtinuisse (de serv. Dei beat. et canon. lib. IV. p. 2. cap. 30. n. 12). Por los monumentos que publicó Jacobo Grimaldi en 1612 consta que á principios del siglo vi el papa Juan VII colocó esta Verónica en una magnífica capilla, edificada para este fin en la antigua iglesia de san Pedro; de lo qual habla tambien Pedro Mailli, que floreció en el siglo XII, y escribió la historia de la iglesia de san Pedro: debe corregirse la equivocacion de Honorato á s. María, que creyó haber hablado de esta imágen Anastasio el bibliotecario (in Stephan. III); pues alude allí á la otra que está junto á s. Juan de Letran, como advierte Benedicto XIV (de serv. Dei beat. et canoniz. lib. IV. p. 2. c. 50). Por un martirologio MS. del Vaticano (VIII. cal. Decembr.) consta tambien la dedicacion

de esta capilla á fines del siglo vIII: consecratio altaris sancti sudarii, la qual dice el mismo Anastasio haber enriquecido con ricos dones Leon III á principios del siglo IX. Entonces se llamaba ya imago Salvatoris.

Esta imágen fue llevada en procesion por el papa Es téban III á pie descalzo en las rogativas públicas, que hácia la mitad del siglo vi hizo el clero y pueblo romano, amenazado de las atrocidades de Aiustulfo, rey de los longobardos.

De Celestino II, que fue papa á mediados del siglo *11, dice Benedicto, canónigo de s. Pedro, que un dia al año despues de decir misa en aquella iglesia iba á ofrecer incienso á esta capilla: postea vadit ad sudarium Christi quod vocatur Veronica.

Inocencio III hace memoria de la procesion de rogativa que se hacia todos los años el domingo primero despues de la Epifanía, en que se llevaba esta imágen del Salvador desde la iglesia de s. Pedro hasta el hospital de sancti Spiritus (Innoc. III serm. in dom. 1. post Epiph.), la qual rogativa llama antiquísima Honorio III en varias cartas, escritas al dicho hospital el año 1222.

Ademas de este dia, ya en el siglo xiv, en el pontificado de Urbano V, se exponia esta imágen á la veneracion pública los quatro últimos dias de la semana santa, y en la fiesta de la ascension. La qual práctica duró hasta Paulo V, el qual habiendo dispuesto su traslacion á la nueva basílica vaticana, mandó que no se mostrase al pú, blico sino el viernes santo.

Por último, Urbano VIII colocó con suma decencia el sagrado rostro en un nuevo altar que construyó, y en él una imágen de la Verónica con esta inscripcion: Salvatoris imaginem Veronica sudario exceptam Ut loci majestas decenter

Custodiret Urbanus VIII. Pont. Max. &c.

Estos y otros muchos monumentos recogió Grimaldi, por donde consta quan antigua es la veneracion que tienen en Roma á esta santa imágen. Tal vez á esto se refiere el misal ambrosiano, por el qual prueba Bzovio que era verdadera esta imágen antes del siglo vII. A esta imágen refiere tambien Honorato á s. María el oficio de la Verónica, que se halla el dia 27 de Noviembre en varias iglesias de España, especialmente en un breviario antiguo del convento de santa María de Gracia de Alicante.

Esta imágen es distinta de la antiquísima venerada en la iglesia de Edesa hasta el siglo x, en que fue trasladada á Constantinopla. De la de Roma sacáron varias copias, llamadas tambien Verónicas. Tal es la que Jacobo Pantaleon Trecense, que despues fue papa con el nombre de Urbano IV, estando en Roma el año 1249. envió al monasterio de religiosas cistercienses de Montrevil con una elegante carta y una inscripcion, que ha dado motivo á varias conjeturas de Mabillon, Harduino y otros crí ticos. Acaso es copia de ella tambien la que se venera en la santa iglesia de Jaen, que allí se cree llevada por s. Eufrasio, uno de los siete obispos consagrados por los apóstoles. Esta copia es muy parecida á la de Montrevil, del qual dió un dibuxo Honorato á s. María. Sucede con esta imágen lo que de otras de esta clase dice Gretsero, que son veneradas como originales. Para hacer mas verosímil esta opinion, así Claudio Clemente en su tabla cronológica, como el doctor Juan Acuña de Adarve (de las efigies de nuestro Redentor non manufactas disc. 37. 6. 3), el obispo don Sancho, Dávila y Ximena en los anales de Jaen, fundados con el testimonio de Julian Perez, aseguran que eran tres los los sudarios en que se esculpió el sagrado rostro del Sal

vador: que uno de ellos se quedó en Jerusalen, y de los dos que llevó á Roma la Verónica traxo uno s. Eufrasio á España, con el qual se quedáron los tiranos que martirizáron á este santo obispo, hasta el último rey mo ro de Jaen, que con la ciudad y estado perdió aquel tesoro. Durante la dominacion de los moros, dice Francisco Ruiz Puerta, que fue guardada esta imágen por los christianos mozárabes que allí vivian, y que ganada la ciudad, la sacó de allí el santo rey don Fernando para traerla en sus conquistas; lo que escribe tambien Lucio Marineo Sículo en el libro 5. Muerto el santo rey, á poco tiempo de ganada Sevilla, el obispo de Jaen don Nicolas de Biedma, que habia sido arcediano de Ecija en la igle. sia de Sevilla, favorecido del papa Clemente el competidor de Urbano VI en tiempo del cisma, pudo restituir esta imágen á su antigua morada.

I.

(10) Y no es exponer las verdades de nuestra sagrada religion á las burlas y sátiras de sus enemigos. Calvino impugna este hecho de la Verónica fundado en el silencio de los evangelistas: quinam fieri potuit ut si in linteum occurrentis Veronica Christi faciem suam tanto miraculo impressit, evangelista rei tam mirifica, et cum primis dignæ qua fidedignis testibus posteritati commendaretur, nullam mentionem fecerunt?

2. Agrava el argumento diciendo, que habiendo referido cosas menores y de menor importancia, no era regular que hubiesen omitido tan esclarecido suceso: cum evangeliste multa minoris momenti..... diligenter litteris consignarint; utique factum tam illustre et memorabile non præteriissent.

3. Añade todavía que el silencio de este he cho, siendo cierto, seria reprehensible: alioqui meri

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