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parables del alleluia y continuacion de su canto.

(2) Las antífonas O eran nueve. Esta costumbre estaba ya introducida en algunas Diócesis en tiempo de Guillermo Durando, el qual despues de explicar las siete antífonas que ahora canta toda la Iglesia, añade : in quibusdam verò Ecclesiis adduntur aliæ duæ prima in honorem B. V. Marie que concepit: secunda pro Angelo qui ad Virginem introivit, vel in honorem S. Thoma, cujus festum tunc accidit (Ration. divin. off. lib. VI. cap. XI. §. 5.). A esta antífona añadida de nuestra Señora O Virgo virginum, y á la de Santo Tomas O Thoma Didyme la Iglesia de Paris, que siempre rezó estas nueve antífonas, substituyó el año 1680 para la vigilia de Santo Tomas otra que empieza O Pastor Israel, y para él dia del Apóstol O Sancte Sanctorum. La antífona 0 Thoma Didyme fue justamente abrogada, dice Grancolas (Comm. hist. in brev. rom. lib. II. cap. XI.), porque en ella se pedia la venida de Christo á uno de sus Apóstoles. Otras Iglesias adoptáron doce antífonas, que exprimunt, dice Durando (loc. laud.), duodecim Prophetas, qui Christi adventum prædixerunt. Y Honorio el Obispo de Autun dice: si duodecim O cantantur, duodecim Propheta exprimuntur.

(3) En la vigilia de la Natividad habia varias muestras de alegria. Grancolas hace memoria de varias Iglesias donde en este dia, congregado el clero en el capítulo ó en el refectorio despues de vísperas, se cantaban las antífonas 0, alternadas con el responsorio Missus est; volviendo luego en procesion con velas encendidas y á son de campana. De esta ceremonia ha quedado en algunas partes el vestigio de tocar una campana al cántico Magnificat.

(4) Se halla el testimonio de la Sibila Eritrea. En

la Iglesia de Rouen dos dias antes de la vigilia de Nativi dad del Señor se leia un sermon atribuido á S. Agustin, en que se hallan los versos de la Sibila Eritrea, recitados por el Emperador Constantino en su oracion ad SS. Ca tum c. XVIII. (V. Martene de Antiq. Eccl. rit. lib. IV. c. XII. §. 13.)

(5) La profecía de la Sibila. Profecías se llaman comunmente los oráculos de las Sibilas, de las quales juzgan S. Justino M. (Orat. parænet. ad græcos), y S. Agustin (de Civ. Dei lib. XVIII. cap. 22.), que habláron inspiradas de Dios; lo qual dixo tambien Constantino Magno á los PP. del Concilio Niceno (Orat. laud.) S. Gerónimo añadió que el don de profecía fue en ellas premio de su virginidad (contra Jovin. lib. I). No hay repug nancia en que fuesen profetisas siendo gentiles, pudiendo dar Dios este don á los malos, como dice Santo Tomas, de lo qual hay dos exemplos en la misma Escritura.

Pero S. Gregorio Nazianzeno (carm. ad Nemes.) dice que ni las Sibilas ni Hermes Trimegisto habláron de los misterios de la fe por divina inspiracion, sino copiándolo de los sagrados libros de los hebreos. Y aun asegura Orígenes (contra Cels. lib. V.) que eran tenidos por hereges los sibilistas, esto es, los que contaban las Sibilas entre los Profetas. Vosio (de Sibilin. orac.) pasó mas adelante que S. Gregorio Nazianzeno, asegurando que estos oráculos los forjáron los judios quando Pompeyo se apoderó de Jerusalen como sesenta años antes de Christo la qual sentencia impugna sólidamente Honorato à S. María (Anim. in reg. et us. crit. lib. II. diss. III. art. 7. §.3.)

(6) La Sibila.... com à dona. Esto es, en trage de muger. De la exîstencia de las mugeres gentiles llamadas Sibilas, nadie dudó en los diez y seis primeros siglos de

la Iglesia. Ciceron habla siempre de la Sibila en singular: lo qual parece haber servido de guia á Pedro Petite (lib. de Sibylla) para asegurar que no fuéron muchas, sino una sola cuyos son los oráculos atribuidos á las demas, tomando distintos nombres de los varios lugares donde habia vivido. Tal vez deslumbró esto tambien á Postelo (de Originib. sive de var. et potiss. orbi latino ad hanc diem incogn. aut inconsider. histor. c. XVI.) para que buscase el principio de aquellos oráculos en una famosa muger oriental, parienta de Noe, cuya opinion seguida de algunos desaprobó Morhof (Polyhist. lit. l. I. c. X. n. 18.). Marciano Capela dice que fuéron dos: Solino tres: Varron diez, al qual siguiéron Lactancio y S. Agustin: otros doce, con el testimonio del Cronicon Pascual, publicado á principios del siglo vII: no faltan escritores profanos que extienden su número hasta sesenta.

Habláron de ellas y de sus oráculos en el primer siglo Hermas en el segundo S. Justino, Atenágoras, Teófilo Antioqueno: en el tercero Lactancio y Orígenes: en el quarto el Emperador Constantino, cuyas palabras copia Eusebio, S. Gregorio Nazianzeno y S. Agustin, y otros PP. y escritores eclesiásticos, así de este, como de los siguientes. Honorato á S. María (lib. I. diss. VI. art. II. §. I. n. III. seq. et lib. II. diss. II. art. II. seq.) intenta probar con graves razones que los versos sibilinos citados por los PP. eran los que religiosamente guardáron los romanos en el templo de Apolo Capitolino en las dos arquillas donde los encerró Augusto; cuyo hecho se halla atestiguado por Varron, Dionisio Halicarnaseo, Plinio otros historiadores gentiles. Otros críticos pretenden ha Har variedad entre estos códices sibilinos que pereciéron quando se incendió el capitolio en el reynado de Tarquino; y los que se conservaban en la antigua Eritra, lla

mada ahora Stolar, y en otros pueblos del Asia.

Sea de esto lo que fuere, es certísimo que los versos de las Sibilas que se conservan ahora divididos en ocho libros é insertos en la Biblioteca de los Padres, lejos de ser genuinos é incorruptos en todas sus partes, estan viciados é interpolados, tal vez por algun christiano que no tenia conocimiento de la buena teología, ni de la lengua hebrea, ni menos de la geografía y de la historia; lo qual demuestran con testimonios de estos mismos escritos Servat. Galeo (in Lactant. de falsa relig. lib. I. c. VI. not. 9.) y Natal Alexandro.

Esta verdad nada prueba contra los lugares de las Sibilas alegados por los PP. de los primeros siglos, quando estaban aun incorruptos, y como tales eran venerados en la santa Iglesia (Crasset. de Sibyll. orac.), y menos favorece á la opinion de Petit Didier (in Bibl. Dupin. t. I. cap. II. §. 4. pág. 113. seq.), y de Juan Lamy (de Erudit. Apostol. c. I. pag. 18.), que dicen haber sido fingidos estos vaticinios por los primeros christianos: y á la de Dupin, Huet y otros que siguiendo al calvinista Blondelo, y aprovechándose de sus conjeturas, juzgáron no haber exâminado los PP. estos oráculos á la luz de la buena crítica.

Sobre si dixo ó no S. Clemente Alexandrino que el Apóstol S. Pablo en algun sermon ó razonamiento á los gentiles, habia alegado el testimonio de las Sibilas, merece leerse Honorato á S. Maria (lib. II. diss. II. art. III.) La inteligencia que dió Cotelier al testimonio de aquel Padre la impugnó sólidamente Tillemont (sur. S. Paul., not. XXVI.)

(7) Sibylla: En lo ior del iudici. Digno es de notarse que se escogiese para este oficio el lugar donde la Sibila Eritrea habla del juicio final, de la resurreccion de la

:

carne, del premio y castigo que dará á cada uno, segun sus obras, el juez de vivos y muertos: lugar alegado por Lactancio (de Vita beata lib. VII. c. XX.), y recitado por el Emperador Constantino á los PP. del Concilio Niceno (Orat. ad Sanct. Catum c. XVIII.), y sobre el qual parece haber recaido señaladamente la defensa que hizo aquel Emperador de la legitimidad de este escrito, diciendo mendaci perspicuè convincuntur qui ista carmina non olim à Sibylla condita esse prædicant. Y la de Lactancio por aquellas palabras : quidam..... solent eo confugere, ut ajant non esse illa carmina sibyllina: sed à nostris ficta atque composita. Quod profectò non putabit qui Ciceronem, Varronemque legerit, aliosque veteres, qui Erythraam Sibyllam ceterasque commemorant, ex quorum libris ista exempla proferimus. Qui auctores obierunt antequam Christus secundum carnem nasceretur (de Vera Sap. lib. IV. c. XV). Tal vez se han conservado estos versos sin interpolacion ni alteracion conforme estaban en sus originales ó en la copia mandada sacar por Augusto diez y ocho años antes de Jesuchristo, ó en el códice hallado cinco años despues, y recibido por autoridad del Senado. Tillem. Hist. des Emp. t. I. Octav. Aug. art. VIII). Sobre la impugnacion de este lugar de Constantino hecha por Henr. Valesio merece leerse lo que dexó escrito Jorge Bullo, Obispo de S. Davidshead (menèvense) en su respuesta á Zuickero.

De este uso de insertar retazos de las Sibilas en los oficios eclesiásticos hablarémos en su lugar. De él dió vàrias muestras Martene alegando los exemplares de S. Marcial de Leimoges, de Uzez, de Paris y Narbona (de Antiq. Eccl. rit. lib. IV. c. XII. §. XIII).

(8) Despues del IX. se cantaba el evangelio: Liber generationis. Este rito prescrito por el Micrólogo (.

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