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nor dificultad, sin la menor oposicion, sino con una docilidad entera y completa, con reconocimiento y con anhelo; y cómo esta gran práctica se convirtió en costumbre y se estableció sin violencia, sin excusas y sin protestas en todos los pueblos que abrazaban el cristianismo. En saliendo de esta fe, el hecho del establecimiento de la confesion en el mundo se hace el hecho mas inexplicable, el enigma mas incomprensible de la historia de la humanidad. En saliendo de esta fe, despues de haber inventado con mucho trabajo mil hipótesis arbitrarias, fantásticas y ridículas, desmentidas por la historia y rechazadas por el buen sentido y por la conciencia humana, se encuentra solo con la contradiccion y el absurdo; y creyendo explicarlo todo y simplificarlo todo, se confunde todo, se embrolla todo, y nada se simplifica ni se explica. Desechando el orígen divino de la confesion, uno de los mas grandes misterios de la sabiduría, de la bondad y del poder de Dios, bajo el pretexto de que no se comprende, se ve el hombre forzado á creer uno de los mas grandes misterios, que se comprende todavía menos: el misterio de la sinrazon, de la maldad y de la barbarie del hombre; y por una verdad sencilla que no se quiere admitir, se encuentra forzado á creer el inmenso error de que un hombre haya podido imponer á los hombres el precepto de la confesion sin que le hayan apedreado. En cuanto á mí (y yo creo que vosotros haréis otro tanto), dejo á la razon filosófica que acoja esta

monstruosidad de la razon con la credulidad de los niños, y se complazca y se envanezca en ella con la satisfaccion estúpida, con la sonrisa desdeñosa con que la locura se complace en la suciedad y se envanece de la destruccion; y por el interés, no solo de mi salvacion, sino de mi razon; no solo de mi deber de cristiano, sino de mi dignidad de hombre, me atengo á la creencia de la razon católica de que la confesion es el pensamiento de Dios, la revelacion de Dios, la obra de Dios. Esta fe es mil veces mas razonable que su negacion: Rationabile obsequium. Siguiendo esta fe, sigo el buen sentido, sigo la lógica, sigo la razon y creo la verdad; mientras que separándome de ella, me veo en la triste necesidad de creer lo falso, de seguir la contradiccion y de abrazar el absurdo. Mi eleccion, pues, no puede ser dudosa. Con esta creencia me encuentro mas satisfecho, comprendo bien el hecho admirable de la idea de la confesion, y el hecho, todavía mas admirable, de su establecimiento. Fuera de ella nada comprendo, me extravío y me pierdo. Desechando este dogma cristiano, me veo obligado á renunciar á mi razon. No, no, yo no lo haré jamás; yo quiero permanecer lo que Dios me ha hecho, un ente racional; yo me atengo á mi razon, y por esto es por lo que me declaro francamente por mi fe, permanezco unido á mi fe, y cifro en ella mi gloria y mi felicidad.

CUARTO ARGUMENTO

del origen divino de la confesion: LAS MENTIRAS HISTÓRICAS DE LA HEREJÍA, Y LA FE PERPETUA Y CONSTANTE DE LA IGLESIA.

17. Esta tercera prueba del orígen divino de la confesion es demasiado clara y demasiado convincente, y los católicos la han presentado muchas veces á los reformadores y á los reformados, los cuales no han podido desconocer su fuerza. Un dia dieron ellos el encargo de combatirla á la cabeza mas privilegiada de entre ellos, el Dr. Martin Kemnitz (1), el cual aceptó sin vacilar la mision de explicar al mundo cristiano el inventor desconocido de la confesion sacramental.

Por mucha violencia que se haga á la historia, no es fácil hacer que cuente un hecho que jamás ha sucedido, ni obligarla á crear un personaje que jamás ha existido. Mas la herejía, fuerte con el valor de la mentira cuando la verdad histórica le falta, У llena

(1) Este Kemnitz, el admirador y el devoto de Lutero, el discípulo amado de Melanchthon, mas filósofo que teólogo, mas matemático y astrónomo que autor ascético, era un hombre de ciencia muy limitada, pero de elocucion fácil, de espíritu falso, de carácter fogoso, ciego fanático y hombre sin pudor; porque él osó criticar á Belarmino, uno de los mas grandes doctores de la Iglesia de estos últimos siglos, y al mismo concilio de Trento, la asamblea mas sábia y mas augusta que se ha visto jamás sobre la tierra. En virtud de estos títulos fué él por espacio de treinta años el oráculo de los ilusos de la confesion de Augsbourg y el director de conciencia de tres príncipes de Alemania, apóstatas del catolicismo.

de confianza en la ciega credulidad de las pasiones para hacerles aceptar con entusiasmo toda doctrina que las halaga, no ha retrocedido jamás ante unas dificultades semejantes. Así pues, el Dr. Martin no tuvo dificultad en inventar en esta ocasion una de las mas groseras mentiras históricas que la reforma ha inventado jamás; y todos sus cómplices en la obra satánica de combatir los dogmas del catolicismo le aplaudieron batiendo palmas; y la doctrina del audaz sectario pasó rápidamente, como una palabra de órden, sobre todas las líneas de las diversas comuniones protestantes; y todos los pueblos que la reforma habia extraviado creyeron en ella bajo su palabra, y todos los herejes y todos los incrédulos la repitieron estúpidamente, y aun la repiten en nuestros dias. Por lo mismo, es de nuestro deber hacer justicia en este particular. Y supuesto que estos corifeos del protestantismo existen aun en nuestros tiempos, y los tenemos presentes por su doctrina, vamos á entrar en discusion como si estuviesen presentes personalmente.

Ved aquí pues al doctor Kemnitz, que viene á interrumpirnos bruscamente, y con un ademan sério y magistral nos dice: «¿A qué nos venis con esa charlatanería para probarnos que si la confesion fuese una invencion humana, su autor no hubiera podido permanecer ignorado? Nosotros conocemos muy bien á ese autor, nosotros conocemos tambien el tiempo y el lugar en que nació esa novedad papista. El lu

gar es Roma, el tiempo fué el principio del siglo XII, y el autor fué el concilio cuarto de Letran, bajo Inocencio III. Antes de esta época habia la libertad de confesarse con un sacerdote ó simplemente con Dios. Al dirigirse los fieles á los sacerdotes no pensaban mas que en recibir sus instrucciones y sus consejos para calmar sus conciencias, sin creerse obligados por ningun precepto divino á manifestarles todo su corazon. La creencia de que sea necesario confesarse al hombre para alcanzar el perdon de Dios data solo de este concilio; ella ha sido desconocida de todos los siglos que precedieron. No es pues ella una revelacion divina que sea necesario respetar, sino una creencia bárbara, impuesta por los hombres y de la que es necesario librar al hombre.» (Kemnetius, Exámen doctr., Concil. trid.) ¿Sabeis, Dr. Kemnitz, que nos decis una cosa muy extraña? Mas, si yo no me engaño, Wicleff ha sido el primero que ha afirmado en estos últimos tiempos que el sacramento de la penítencia no se encuentra revelado en la Escritura santa, y que es una invencion de los papas (Ap. Bellarm. De Pœnit., lib. 1, cap. 1); si yo no me engaño, Beatus Renanus (Adnot. ad Tert. de Pœnit.) y Erasmo (In epist. S. Hier.; De Mort. Fabiol.), los precursores de Lutero, fueron los que, despues de Wicleff, enseñaron que la confesion no era de derecho divino y que no estaba en uso en la primitiva Iglesia. Finalmente, si no me engaño, Calvino fué quien dijo: Todavía no han pasado tres siglos desde que

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