Obrazy na stronie
PDF
ePub

de que habla S. Agustin de una manera tan enérgica, no es otra cosa que la confesion que el hombre debe hacer á Dios

de todo el mal que ha cometido contra la ley de Dios, recordemos el pasaje del mismo santo doctor, citado en la conferencia, donde declara insuficiente la confesion hecha á Dios, y establece la necesidad de confesarse al hombre, al ministro de la Iglesia, con estas palabras: «Ningun pecador se diga á sí mismo: Yo he pecado en secreto, yo trataré tambien en secreto este asunto con Dios; basta con que yo obre en mi corazon para que Dios, que todo lo conoce, me perdone; porque si esto fuese cierto, sin razon hubiera dicho Jesucristo á los apóstoles: Todo lo que desatáreis en la tierra será desatado en el cielo. Sin razon las llaves del cielo hubieran sido dadas á la Iglesia de Dios (1). »

Ved aquí tambien otros pasajes, en los que, combatiendo la vergüenza, que separa ordinariamente al pecador de la confesion, y que no tiene lugar en la confesion'que se hace á Dios, el mismo santo doctor da á entender que sus palabras relativas à la confesion deben referirse únicamente á la confesion que se debe hacer al hombre, la única donde puede haber motivo de confusion. «Ese canto nuevo (de que habla el Profeta) no es otra cosa, dice, que la confesion, la confesion de tus pecados y de la virtud de Dios. Confiesa tu iniquidad, confiesa la gracia de Dios; açúsate y glorifica al Señor; arrepiéntete y alaba al Señor, á fin de que cuando venga te encuentre que te castigas á tí propio, y se manifieste tu salvador. ¿Por qué pues temes confesar, y cantarle por me- . dio de tu confesion el cántico nuevo en toda la tierra? ¡Tú temes confesarte, como si no confesándote, tus pecados

(1) »Nemo sibi dicat occulte ago, apud Deum ago, novit Deus qui mihi »ignoscat: quia in corde meo ago. Ergo sine causa dictum est: Quæ sol»veritis in terra soluta erunt in cœlo? Ergo sine causa sunt claves datæ » Ecclesiæ Dei? » (Serm. 392.)

pudieran permanecer ocultos! ¡Pues bien! Permaneciendo mudo serás condenado, mientras que confesando podias ser librado. (In Psal. 66) (1). Dios no exige la confesion, prosigue el gran obispo de Hipona, sino para librar al hombre humilde, ni condena al que rehusa confesar, sino para castigar al hombre orgulloso. Que tú estes triste antes de confesar es muy natural; mas despues de haber confesado debes alegrarte, porque vas á ser curado. Tu conciencia estaba llena de sangre corrompida, tu postema estaba hinchada, ella te atormentaba y no te concedia un instante de reposo. El sacerdote es un médico que aplica los fomentos de sus palabras, y que algunas veces aplica el hierro para cortar. Reconoce pues la mano de ese médico, y confiésate; lo esencial es que tu corrupcion salga fuera, y que te veas libre de ella por la confesion; hecho esto, debes saltar de alegría, porque lo demás será curado fácilmente (2).» Nada es mas convincente que este pasaje. Así es como catorce siglos há el mayor de los doctores de la Iglesia hablaba de la necesidad, de la eficacia, de las ventajas y de los consuelos de la confesion auricular.

(1) «Ipsa cantatio confessio est, confessio peccatorum tuorum et virtu»tis Dei. Tuam iniquitatem confitere, gratiam Dei confitere; te accusa, >>illum glorifica; te reprehende, illum lauda: ut et ipse veniens, inveniat >>te punitorem tuum, et exhibeat se tibi Salvatorem tuum. Quid enim >>timetis confiteri et in confessione vestra cantare ei canticum no>>vum in omni terra? Times confiteri qui non confitendo non potes >>esse occultus ? Damnaberis tacitus qui possis liberari confessus.» (In Psal. 66.)

(2) «Ad hoc exigit confessionem, ut liberet humilem; ad hoc damnat »non confitentem, ut puniat superbum. Ergo tristis esto antequam confi>>tearis; confessus exulta; jam sanaberis. Concientia tua saniem col>>legerat apostema tumuerat, cruciebat te, requiescere non sine>>bat; adhibet medicus fomenta verborum, et aliquando secat; agnos>>ce medici manum. Confitere; exeat in confessione, et defluat omnis >>sanies; jam exulta, jam lætare; quod reliquum est facile sanabitur.» (Ibid.)

San Jerónimo se expresa de la misma manera que San Agustin. Si alguno, dice este santo, habiendo sido mordido secretamente por la antigua serpiente, el diablo, se obstina en callar, no hace penitencia, ni quiere confesar su herida á su hermano ó á su maestro, los únicos que poseen el lenguaje de la curacion, no es fácil que puedan serle útiles. ¿De qué sirve un médico, si el enfermo se avergüenza de confesarle su herida? El médico no cura lo que no conoce (1). En otro lugar dice el mismo santo: «Así como en la antigua ley el sacerdote era quien declaraba al leproso purificado ó inmundo, de la misma manera al presente el obispo ó el sacerdote es quien ata o desata. No porque haga al hombre inocente ó culpable, sino porque en virtud de sus atribuciones, despues de haber conocido la variedad de los pecados (de los penitentes), sabe los que deben ser absueltos y los que deben permanecer ligados (2).»

[ocr errors]

No olvidemos á S. Ambrosio, de quien el sacerdote Jaulino, su historiador contemporáneo, nos dice que cuando oia á los penitentes en confesion se enternecia por el número y la gravedad de sus culpas, como si él mismo hubiera sino culpable, y prorumpia en llanto de tal manera, que hacia llorar á los mismos penitentes (3). Mas ved aquí cómo habla este mismo santo de la confesion: «Y nosotros tam

(1) «Si quem serpens diabolus occulte momorderit, si tacuerit et non »egerit pœnitentiam, nec vulnus suum fratri vel magistro voluerit confi»teri, magister et frater, qui linguam habent ad curandum, facile ei prodesse non poterunt. Si enim erubescat ægrotus vulnus medico con>>fiteri, quod ignorat medicina non curat.» (In caput x Eccles.)

(2) «Quomodo ibi leprosum sacerdos mundum vel immundum facit, >sic et hic alligat vel solvit episcopus et presbyter, non eos qui inson»tes sunt vel noxii, sed pro suo officio, cum peccatorum audierit varie»tates scit qui ligandus sit quive solvendus.» (In xvi Matth.)

(3) «Quotiescumque illi aliquis, ob percipiendam pœnitentiam, lapsus >>suos confessus esset, ita flebat ut illum flere compelleret; videbatur >enim sibi cum jacente jacere.» (In vita Ambros.)

poco nos avergonzamos de confesar nuestros pecados á Dios. Es verdad que para el hombre es un motivo de confusion el verse obligado á manifestar sus propios crímenes; mas por esta confusion labra él su campo, corta las zarzas, quita las espinas, que sin esto permanecerian siempre, y recoge unos frutos que creia haber perdido para siempre (1). Finalmente, el mismo S. Ambrosio prosigue diciendo: «Dios todo lo conoce; mas quiere oir tu voz, no para castigarte, sino para perdonarte. El no quiere que un dia pueda el diablo insultarte y acusarte por haber ocultado tus pecados. Anticípate pues á tu acusador; acusándote á tí mismo, no tienes que temer acusador alguno. Si te descubres á tí mismo, aun en el caso de que mueras, resucitarás (2). Cuando la resurreccion de Lázaro, mandó el Señor á los hombres que quitasen la piedra del sepulcro; y de ese modo quiso figurar el misterio de que à nosotros (ministros de la Iglesia) habia de dar el poder de quitar el peso de los crímenes, que son verdaderas piedras sobre la conciencia de los culpables. A él pertenece resucitar (las almas muertas por el pecado), pero á nosotros separar de ellas el peso (3).» Ved aquí cómo se expresa S. Ambrosio; y en la conferencia se ha contestado á la pretension de la herejía, de que estos pasajes, lo mismo que los de S. Juan Crisóstomo, deben en

(1) «Et nos ergo non erubescamus fateri Domino peccata nostra. Pu»>dor est ut unusquisque crimina sua prodat; sed pudor ille agrum suum >>arat, spinas tollit perpetuas, sentes amputat, fructus addit, quos inter >>mortuos esse credebat.» (De Pœnitent., lib. II, c. 2.)

(2) «Novit omnia Dominus, sed expectat vocem tuam; non ut puniat, >>sed ut ignoscat. Non vult ut insultet tibi diabolus, et celantem peccata >>tua arguat. Præveni accusatorem tuum; si te ipse accusaveris, accusa>>>torem nullum timebis ; si te detuleris ipse, et si mortuus fueris, revi>>visces.» (Ibid., c. 7.)

(3) «Hominibus jussit ut removerent lapidem... in typo quod nobis do>>naret ut levaremus delictorum onera, moles quasdam reorum. Nostrum >est onera removere, illius et resuscitare.» (Ibid.)

[ocr errors]

tenderse de la confesion que todo pecador debe hacer á Dios (1).

§. 3.o

Otros testimonios de la fe de la Iglesia, relativa á la confesion, en el siglo Iv. Magnificos pasajes de S. Juan Crisóstomo, S. Basilio, S. Atanasio, Santiago de Nisibe, S. Gregorio de Nacianzo, S. Gregorio de Nisa, S. Paciente, de S. Hilario y de Lactancio.

A este último le hemos oido hablar de la confesion como hablan los doctores católicos de nuestros dias. Nos limitarémos pues á referir íntegramente el elocuente pasaje de este padre, del que en la conferencia no hemos podido citar mas que algunas palabras. «El poder, dice S. Juan Crisóstomo, de imponer la medicina (del alma) no está en las manos del que aplica el remedio, sino en las manos del enfermo mismo..... Porque nosotros (los eclesiásticos) no tenemos autoridad bastante por las leyes para obligar á los culpables (á acercarse á nosotros). Y aun cuando tuviésemos esta autoridad, no podriamos hacer uso de ella; porque Dios no corona á los que solo se abstienen del mal porque se ven obligados á ello por la fuerza, sino á los que renuncian á él voluntariamente. Ved aquí por qué es necesario tener una gran habilidad para inducir á los enfermos (del espíritu) á someterse voluntariamente á los remedios. de los sacerdotes, á fin de que reciban la gracia de la curacion. Porque si alguno (despues de haberse presentado al sacerdote), dejándose vencer por la vergüenza, se retira; si no quiere oir las palabras del que le advierte con el va

(1) San Ambrosio ha escrito de este modo estas palabras: «Si vis »justificari, fatere delictum. SOLVIT ENIM CRIMINUM NEXUS VERE»CUNDA CONFESSIO PECCATORUM.» (Ibid., c. 6.)

« PoprzedniaDalej »