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17. Se sabe que Lutero, desde el principio de su pretendida reforma, se dirigió contra los sacramentos: Principio, nos dice él mismo, neganda mihi sunt septem sacramenta. (Lib. de Captiv. Babyl.) Es verdad que, habiéndolos reducido á tres, conservó unida al bautismo y al pan la penitencia. Pero al principio fué esta una concesion provisional hecha á las preocupaciones de la época: Pro tempore, añade el mismo, tria tantum ponenda sunt: Baptismus, Panis et Poenitentia (Ibid.); y despues declaró en la misma obra que la penitencia debia considerarse como el camino ó el retorno al bautismo, como una misma cosa con el bautismo, y como que no forma mas que un solo sacra

pero que teniendo el ministro anglicano una familia interesada en su existencia, y no siendo necesario su ministerio para la salvacion, era muy cruel que los protestantes atacados del cólera quisiesen que su ministro, padre de familias, pusiese en peligro su vida para ayudarles á hacer actos de oracion que podian hacer ellos solos. » Esta es, como se ve, la declaracion mas solemne y mas terminante de la nulidad del ministerio sagrado entre los herejes por una parte, y por la otra la mas bella apología del celibato del sacerdote católico. Que se nos pregunte ahora por qué el sacerdote católico está solo; y constestarémos que por muchas razones, y entre ellas, para que la confesion que hacen los fieles, y especialmente las mujeres, sea posible. Por el contrario, la herejía ha sido muy consecuente en abolir el celibato eclesiástico, despues de haber negado los dogmas de la penitencia y de la Eucaristía. Porque, ¿qué necesidad hay de guardar el celibato, cuando solo hay que bendecir y distribuir un pedazo de pan, y cuando no hay confesiones que oir, sino conferencias que hacer y oraciones que pronunciar? M. de Maistre pronunció una gran sentencia cuando dijo: «La confesion sola reclama el celibato. >>

mento con el bautismo, en razon á que la penitencia no tiene un signo visible establecido divinamente: Nam pœnitentiæ sacramentum, quod his duobus accensui, signo visibili divinitus instituto caret; et ideo non esse dixi quam viam et reditum ad baptismum. (Ibid.) Esta doctrina, á pesar del giro capcioso que el astuto heresiarca le habia dado, no por eso dejaba de ser la negacion del sacramento de la penitencia. Así es que Melanchthon, su discípulo é intérprete, se valió de ella para negar rotundamente este mismo sacramento, y la confesion fué inmediatamente abandonada. Y ¿cuáles fueron las consecuencias del abandono de este sacramento en los pueblos que la reforma habia extraviado? El mismo Lutero nos lo va á enseñar: «Apenas, dice él, hemos comenzado á predicar nuestro evangelio, cuando se ve en todo el país una terrible revolucion de cismas y de sectas, y la ruina mas completa de la moralidad y del órden. La licencia y toda clase de vicios y de torpezas se ven hoy en mas alto grado que se vieron jamás en los tiempos del papismo. El pueblo, contenido otras veces en el deber, no conoce ahora freno, y vive como el caballo indómito, sin reserva ni pudor, á merced de sus mas groseros placeres. (In Psal. I.) Predicando un dia este pontífice de la herejía en su iglesia patriarcal de Wittemberg, pronunció estas lúgubres palabras: Desde la predicacion de nuestra doctrina el mundo se hace cada vez mas malo, mas impío y mas descarado. Los diablos se precipitan en legiones sobre los hombres,

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que, con la pura claridad (léase las tinieblas) del Evangelio (léase de Satanás), son mas atrevidos, mas impúdicos (como los reformadores sus maestros), y mas detestables que lo eran en tiempo del papismo (¡este al menos era bueno para algo!). Los rústicos, los plebeyos y los nobles, la gente de todos estados, desde el mas grande al mas pequeño, están entregados todos á la avaricia, á la intemperancia, á la crápula, á la deshonestidad, á los desórdenes mas vergonzosos, á las pasiones mas abominables. (Serm. de 1853) Así es como el jefe de la reforma deploraba los efectos funestos de su propia obra! Y para que no se diga que Lutero formaba este horrible cuadro de las costumbres de los pueblos reformados en uno de los accesos de rabia ó de mal humor que eran frecuentes en él, y durante los cuales no sabia él mismo lo que decia, añadirémos que todos sus discípulos y sus amigos, todos los demás jefes, todos sus mas ardientes. sectarios, todos los mas fanáticos apóstoles de la reforma, excedieron al mismo Lutero en el cuadro que trazaron á su vez de la depravacion general de los países por donde la reforma habia pasado; de la multitud de robos, de asesinatos, de infanticidios, de violaciones, de sodomías y de incestos que se cometieron por donde quiera que ella hacia sus predicaciones.

Hablando en particular de la caridad, habia dicho Lutero: Bajo el papado á lo menos las gentes eran caritativas, y para dar no se hacian tirar de las ore

jas; mas ahora, bajo el Evangelio, en vez de dar, se rechazan los unos á los otros; os desollarian vivos si creyesen sacar de ello la mas pequeña utilidad, y creerán no tener nada si no tienen todo cuanto poseen los demás. (Nicolas, Du Protestantisme, lib. ш, cap. 5.) Oigamos tambien á Andrés Muskulus, el mas fogoso campeon de Lutero, redoblar con su eco penetrante la sombría voz de su maestro, diciendo: «Nosotros (los protestantes) hemos cambiado hasta nuestras disposiciones naturales, hasta nuestra propia naturaleza; así es que somos humanos, benéficos y caritativos los unos con los otros, poco mas ó menos como las bestias feroces en los bosques; nadie se interesa ya por su prójimo, nadie ama mas que á sí mismo ni cuenta mas que consigo, y hay motivo para dudar si ha quedado todavía en nosotros una sola gota de sangre verdaderamente humana.» (Ibid.) Ved aquí tambien otro reformador, Sebastian Frank, que dice igualmente: «Echad una ojeada sobre los negocios y tratos ordinarios, tanto entre los pastores como entre las gentes del mundo, y no veréis mas que avaricia, egoismo y rapacidad. Hoy no reina mas que la plata. Se disputa, se destruye y se arruina por adquirirla. Se ha estudiado tanto sobre los modos de adquirir y de gozar, que se ha perdido hasta el sentimiento de la vergüenza y del oprobio.» (Frank's Chronik, página 262.)

El mismo corifeo de la reforma que acabamos de citar, el Dr. Muskulus, habia dicho tambien: «Nos

otros deploramos que la malicia y la corrupcion han llegado al último extremo, y reconocemos que el sol no puede alumbrar ni la tierra puede sostener este estado de cosas. Y yo tambien me asocio á este llanto general; yo tambien estoy persuadido de que el infierno no tiene ya mas vicios que añadir á los que han invadido al mundo... Si nuestros hijos deben tener un dia descendientes que les excedan en vicios y en malicia, será necesario que los hombres se conviertan en demonios; porque yo no comprendo que' conservando el carácter humano, puedan ellos ser peores que nosotros. »

No podemos negar, decia á su vez el furibundo reformador Cristóbal Fischer, que la corrupcion ha llegado á su último término; que todas las especies de pecados, de vicios y de torpezas nos han invadido, y en cierto modo inundado, con otro diluvio, hasta tal punto, que muchas personas no saben ni aun distinguir el vicio de la virtud, ni el honor del deshonor. (Nicolas, etc.) Y el grave Beltius, la mano derecha y el depositario de los pensamientos de Lutero, añadia: «¿Quereis ver reunida en un mismo lugar una poblacion de hombres salvajes é impíos, entre los cuales todas los especies de impunidades son prácticas diarias y están en moda? Pues id á nuestras poblaciones luteranas, donde se encuentran los predicadores (enviados por Lutero) mas estimados, y donde el santo Evangelio (tambien de Lutero) se predica con mayor celo: Allí la encontraréis.» (Ibid.)

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