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él. Pues bien; si la confianza en la absolucion, que en la Iglesia católica no se concede mas que con estas condiciones, tan duras, tan severas y tan repugnantes al amor propio y á las pasiones, es un estímulo y un incentivo para el crímen, ¿qué sucederá con la confianza en la absolucion, que en las comuniones protestantes hay una seguridad de recibir todos los domingos, sin mas que inclinar simplemente la cabeza, aparentando un arrepentimiento de haber obrado mal en lo pasado, y formando una resolucion vaga de ser mas sábio en lo futuro, sin estar obligado á confesar nada en particular, á hacer nada difícil, á prometer ninguna cosa determinada; sin tener que sufrir ninguna penitencia, sin imponerse ningun sacrificio ni hacer promesa alguna? ¿No es claro que la confianza en una absolucion semejante seria evidentemente, no solo un estímulo, sino una ganancia para el desórden, si los pecadores pudiesen creer jamás en su eficacia? Al oir pues estas declamaciones furibundas del error contra la mas santa, la mas augusta, la mas útil y la mas preciosa prerogativa de los ministros de la verdad, no se puede dejar de exclamar : «Ved cómo ciega el odio, cómo las preocupaciones claudican, cómo el error calumnia, cómo la iniquidad se miente á sí misma Mentila est iniquitas sibi!» (Psal. 26.)

Mas al restaurar la confesion al hombre como ente moral, lo eleva y lo restaura tambien como énté social, y por lo mismo, es tambien el medio mas natural de restaurar las costumbres públicas y la socie

dad: Instaurare omnia in Christo. Esto es lo que voy

á demostrar.

CONTINUACION DE LA TERCERA PARTE.

16. El célebre Beatus Rhenanus, uno de los precursores de Lutero, que fué el primero que en el siglo xvi negó el sacramento de la confesion, de acuerdo con Erasmo, en la obra misma en que enseñó esta negacion insensata no pudo dejar de pronunciar estas notables palabras: «Es imposible negar que la confesion, por la cual manifestamos al sacerdote nuestra conciencia en toda su extension, es muy antigua, y muy saludable si se separa de ella la morosidad y los escrúpulos. Por el Dios inmortal, la Iglesia no tiene ni puede tener nada mas eficaz para conservar la disciplina, nada mas á propósito para instruir al pueblo, que esta confesion privada, en la que el lego aprende mas en el espacio de una hora que asistiendo á los sermones tres dias consecutivos. Porque mientras el sacerdote predica desde el púlpito, pocos de sus oyentes son los que le siguen con atencion, Ꭹ todavía menos son los que comprenden las cosas que dice. Mas en la confesion, la importancia misma de la cosa y el respeto que el sacerdote inspira hacen al hombre mas atento, y la instruccion es proporcionada á su capacidad. Yo me complazco pues en aplicar á la confesion el gran elogio que S. Cipriano hizo de la disciplina, y la proclamo el apoyo de la fe,

la guia en el camino de la salvacion, el alimento del hombre de bien y la muestra de la virtud (1).» Ved aquí lo que dice Rhenanus; y es necesario convenir en que ningun apologista de la confesion ha demostrado mejor su necesidad y su importancia con respecto á las costumbres de los pueblos cristianos, que este precursor de los herejes, este enemigo de la confesion.

No solamente la Iglesia, sino el Estado mismo, añade Belarmino, recibe ventajas inmensas de la práctica de la confesion auricular. En este tribunal secreto de la conciencia, por medio de ciertas palabras que el sacerdote pronuncia, destruye una infinidad de desórdenes que los magistrados en el fuero externo no pueden corregir de modo alguno. Por es

(1) « Antiquissimam confessionem, qua hodie conscientiam nos>> tram sacerdoti detegimus, usque ad circumstantiarum omnium mi>>nutias, saluberrimam esse, nemo potest inficiari, si morositatem »et scrupulositatem nimiam auferas. Quid enim, per Deum immor>>talem, utilius habere potest Ecclesia ad continendam disciplinam, >>quid commodius quam privatam istam confessionem ad populum, >>in necessariis erudiendum ubi horula spatio, plus proficiat laicus >>quam triduana concione? Nam, dum e suggestu declamat sacer»dos, perpauci diligenter auscultant, quidam, etiamsi studiose aus>>cultent, non tamen percipiunt quod dicitur. At hic tum rei ipsius, >>lum sacerdotis reverentia attentum hominem reddit, et doctrina ad »ejus captum accommodatur. Itaque, quod Cyprianus disciplinæ en>>comium pronuntiat mihi libet accommodare confessioni, ut eam »dicam: Propugnaculum fidei, ducem itineris salutaris, fomitem ac >>nutrimentum bonæ indolis, magistram virtutis.» (Admonit. de Tertullian. Dogmat.)

te medio sin ruido ni violencia los bienes usurpados son restituidos, los contratos injustos son anulados, las ofensas graves son perdonadas, los enemigos irreconciliables se abrazan, los vínculos peligrosos se rompen, un número prodigioso de agravios se perdonan, se evitan graves escándalos, y el órden y la paz pública se conservan (1). Dos siglos despues de Belarmino el mismo Rousseau, aunque protestante é incrédulo, tributó á la confesion católica el mismo homenaje: ¡Qué de restituciones, dice, qué de reparaciones no se hacen por medio de la confesion entre los católicos! (Emile, lib. IV, nota.)

En efecto, dadme un país donde todos se confiesen bien y se confiesen con frecuencia, y yo os prometo que veréis renovado en él el prodigio de la integridad de costumbres de los primeros siglos del cristianismo, el prodigio que, en estos últimos tiempos, ha ofrecido el Paraguay al principio de suconversion al cristianismo, y las nuevas iglesias de la Oceanía antes de relajarse con el contacto de los europeos; el prodigio de un pueblo santo, en el que el crímen y aun la mas pequeña mentira era desco

(1) « Ad ipsam rempublicam politicam multiplex utilitas ex con>>>fessione accedit. Multa enim, quæ per judices, in externo foro, »>emendari nunquam potuissent, nullo negotio, per sacerdotes, in >>conscientiæ foro, emendantur; dum restituuntur ablata, dimittuntur »>injuriæ, conciliantur paces, dissolvuntur injusti contractus, male »>icta fœdera dissociantur, aliaque id genus plurima perficiuntur, »quibus scandala publica removentur, pax et tranquillitas reipublicæ »redditur.» (De Pœnit., lib. m, c. 12.)

nocida, y todas las disputas que se originaban se transigian al momento en presencia y por la autoridad del sacerdote. En un país de esta especie no se necesitaria multiplicar los gendarmes, ensanchar las prisiones ni emplear la mitad de la poblacion en gobernar y contener en su deber á la otra mitad... sin poder conseguirlo.

Otro protestante, Lord Fitz William, en sus famosas Cartas á Atico, que publicó al principio de este siglo, y que son un homenaje tardío que el protestantismo ha tributado á los dogmas santificadores de la Iglesia católica, ha demostrado que es imposible establecer entre los hombres de una manera sólida la justicia y la moral sin la confesion, y que es imposible establecer la confesion sin la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía (1).

(1) Se le ha olvidado decir tambien que la confesion no puede tampoco establecerse sin el celibato. Las mujeres que lean esto dirán si no pronuncio una gran verdad al afirmar que ellas tendrian una repugnancia invencible á manifestar su corazon á un sacerdote cuyo corazon estuviese poseido por otra mujer. Así es que los griegos generalmente no confiesan mas que con los monjes y con los obispos, porque estos no tienen mujer. Los sacerdotes casados inspiran al pueblo, y especialmente á las mujeres, tan poca confianza como respeto. En la primera invasion del cólera en Londres, como muchos protestantes, testigos del sacrificio sublime de los sacerdotes católicos en la asistencia de los invadidos, se hiciesen católicos, deseando el obispo anglicano contener estas apostasías, publicó una pastoral en la que declaró «que no era extraño que el sacerdote católico se expusiese con tan poca dificultad á la muerte, en razon á que no tiene mujer ni hijos, y en razon á que su ministerio es necesario á los católicos moribundos para administrarle los sacramentos;

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