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CONFERENCIAS

SOBRE

LA RAZON CATÓLICA Y LA RAZON FILOSÓFICA.

CONFERENCIA DÉCIMASÉTIMA.

LA CONFESION SACRAMENTAL CON RELACION Á SU ORÍGEN.

Amen dico vobis: Si quis sermonem meum servaverit, mortem non videbit in æternum.

En verdad os lo digo: Todo el que guardare mi doctrina se librará de la muerte por toda la eternidad.

(Evangelio de la dominica 5.a de Cuaresma.)

1. Así como la vida física consiste en la union del cuerpo con el alma, así tambien la vida espiritual consiste en la union del alma con Dios. De modo que Dios, dice S. Agustin, es toda la vida del alma, como el alma es toda la vida del cuerpo : Vita corporis anima, vita animæ Deus.

De aquí se sigue que, así como el cuerpo al perder el alma se hace cadáver, de la misma manera el alma, dice la Escritura Santa, al perder á Dios por el pecado, encuentra una verdadera muerte Anima quæ peccaverit, ipsa morietur. (Thren.)

Mientras estamos en este mundo, esta muerte espiritual del alma no es mas que condicional y temporal; porque mientras permanecemos aun en este mundo, el alma muerta á Dios por el pecado puede resucitar á Dios por el arrepentimiento: Hic filius meus mortuus fuerat, et revixit. (Luc.) Mas por las razones que darémos despues (Confer. 21), siendo imposible en el otro mundo esta resurreccion del alma á Dios por el arrepentimiento, la muerte espiritual del alma se hace absoluta y eterna. Por consiguiente, la muerte eterna de que habla Jesucristo en el evangelio de hoy no es ni puede ser otra cosa que la pena eterna del pecado, la eternidad de la pena, y la pena de la eternidad Ibunt hi in supplicium æternum. (Matth.)

Nosotros tendrémos, Dios mediante, ocasion de tratar á fondo, en ciertos dias, el dogma terrible de la eternidad de las penas, que tanto escandaliza la razon filosófica de los pretendidos sábios de nuestro tiempo. Por ahora me limito á deciros: Ved cuán importante y cuán urgente es para todo pecador cumplir esta parte de la doctrina del Hijo de Dios, redentor y maestro del mundo, que se refiere á la penitencia, y que él nos repite, nos inculca en cada página del Evangelio; supuesto que esta es para el pecador la condicion inevitable para librarse de la muerte eterna: Si quis sermonem meum servaverit, mortem non videbit in æternum.

Es evidente por lo dicho que solo por un instinto bárbaro, por el espíritu de Satanás, que ha sido ho

micida desde el principio (Joan., vin), son impulsados esos enemigos del catolicismo que procuran apartar al pecador del sacramento de la penitencia, presentándole como una invencion del hombre para servir al hombre, la grande, la inefable y preciosa institucion de Dios, la confesion sacramental, en la que todo pecador arrepentido encuentra, por el contrario, con los consuelos del perdon, la libertad del alma, la paz, el reposo, la resurreccion y la vida. Ellos son sepultureros crueles, que se complacen en sepultar en los infiernos por toda la eternidad las almas á quienes el pecado ha hecho cadáveres y á quienes su docilidad á la palabra de vida de su divino Salvador podria librar de una muerte sin fin: Si quis sermonem meum servaverit, mortem non videbit in æternum.

Y supuesto que esos ataques, tan impíos como estúpidos, contra el dogma de la confesion seducen en nuestros dias á tantos incautos y alejan á tantos desgraciados cristianos de este sacramento saludable, me parece, hermanos mios, que no os disgustará que yo los reduzca á su justo valor. Esto es lo que me propongo ejecutar al presente por medio de un exámen sério y profundo que vamos á hacer del orígen, de la naturaleza, de la extension y de los efectos de la confesion sacramental; porque sus adversarios procuran hacer creer: 1.°, que es una institucion puramente humana; 2.o, que es un yugo odioso, insoportable y repugnante para el hombre; 3, que ella no es necesaria para reconciliarse con Dios, y

4., que es una práctica vana y aun funesta. Pues bien, todo esto es absolutamente falso y aun absurdo; y, por el contrario, es evidentemente cierto :. 1.o, que el hombre no ha inventado ni podido inventar la confesion sacramental, y que por consiguiente ella no tiene otro autor que Dios, y 2.°, que la confesion de los pecados es el medio mas propio y mas natural para el hombre pecador de satisfacer las inmensas necesidades del alma, de adquirir la gracia de Dios y de restablecerse en las condiciones naturales de su ser como ente moral y como ente social. Este es el plan y esta la marcha que seguirémos en esta discusion, preciosa como la gracia é importante como la salvaciou.

Pero este asunto es demasiado extenso para que yo pueda encerrarlo en una sola conferencia. Reservando pues para la conferencia siguiente el segundo punto de los dos que acabo de proponer, me limitaré en esta á desarrollar el primero de ellos.

Yo espero que será un motivo de edificacion y de un gozo santo para los fieles que me rodean, Ꭹ al mismo tiempo un motivo de desengaño para los incrédulos de buena fe que aquí puedan encontrarse, el ver que en la confesion, el mas necesario de los sacramentos despues del bautismo, es divina con respecto á su orígen, es conforme á la naturaleza humana con respecto á sus condiciones, es sumamente moralizadora relativamente á sus efectos; y que la razon católica de los hijos de la Iglesia, que la admite,

es tan sábia é ilustrada, como estúpida, insensata y ciega es la razon filosófica, que la rechaza. Ave María.

PRIMERA PARTE.

2. En el discurso de nuestras conferencias hemos hecho notar muchas veces, ó mas bien hemos probado, que la razon filosófica de estos últimos tiempos, léjos de haber encontrado con sus investigaciones una sola verdad, ni aun siquiera ha encontrado ni inventado un solo error; no ha hecho otra cosa que exhumar sin trabajo, adoptar sin exámen, sostener sin pruebas y repetir sin pudor y con las mismas palabras todos los errores, todos los sueños, todas las extravagancias y todas las blasfemias de la razon filosófica antigua, que los padres de la Iglesia y los doctores católicos habian pulverizado y reducido á la nada.

Esto se observa particularmente respecto á las doctrinas con que la razon filosófica de nuestros dias ha procurado demoler la institucion sublime de la confesion. Estas doctrinas no son una creacion suya; ella las ha aprendido en la escuela de la razon protestante, su madre; ella las ha tomado de los llamados reformadores del siglo xvi, que han sido los primeros que en estos últimos tiempos han combatido la confesion con el designio de halagar el vicio, de lisonjear las pasiones de las masas y de tenerlas por auxiliares en su conspiracion, en su guerra sacrilega contra la Iglesia. En efecto, de conformidad con esos

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