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á causa de los hombres admirables que la ilustraron entonces con el prodigio de su ciencia, de sus virtudes y de su celo por la verdad; y que en ella encontraréis la confesion hecha al sacerdote, predicada, inculcada y defendida por todos aquellos grandes hombres, como un sacramento divino, admitido por la fe de todo el mundo.

San Leon el Grande os declarará que solo abolió la confesion pública con el fin de quitar al pecador todo pretexto para alejarse de la confesion secreta, tan necesaria para la salvacion. (Véase el apéndice 11.)

San Agustin os convencerá de que al sostener, como vos haceis, que basta confesarse á Dios para obtener la remision de los pecados, vosotros los protestantes sois los miserables ecos de un error de los antiguos herejes, que este príncipe de los doctores habia refutado ya victoriosamente con este argumento de tres palabras, que no tiene réplica: «Si es suficiente confesarse á Dios, sólo por burla hubiera confiado Jesucristo á la Iglesia las llaves del cielo.» (Véase el apéndice II.)

San Jerónimo os dirá que es tan necesario descu-brir al sacerdote las llagas del alma como es necesario al enfermo descubrir al médico las llagas del cuerpo; y que la absolucion no puede borrar los pecados que no se confiesan, así como la medicina no puede curar las enfermedades que no conoce. Y San Ambrosio dice.... «Ya que citais á S. Ambrosio, permitidme que os detenga, me contesta Dailler. Al

hablar S. Ambrosio de la penitencia, comienza diciendo: No nos ruboricemos de confesar nuestros pecados al Señor; Dios quiere oir tu voz. Por consiguiente, todo cuanto él ha dicho de la confesion se refiere evidentemente á la confesion que todo pecador debe hacer á Dios, y no á la que debe hacer al hombre. No citeis pues contra nosotros un autor que está por nosotros y con nosotros. »

Vos os engañais, Dr. Dailler; y yo tengo, á mi vez, el derecho de deciros: «No vayais á citar contra mí unas palabras que están en mi favor.» Escuchad. En primer lugar, no podréis menos de convenir en que solo se experimenta la confusion, y una confusion grande, al confesarse á un hombre; pero no se experimenta al confesarse á Dios en el secreto del corazon. Reconociendo pues que la vergüenza es inseparable de la confesion, es evidente que, en el pasaje que me presentais, se refiere S. Ambrosio á la confesion que se hace á Dios en la persona del hombre, y que solo por animar al pecador á sufrir el peso de esta confusion pasajera, es por lo que el santo doctor le pone á la vista las ventajas que debe esperar de ella, añadiendo: Convengo en que sufre mucho el pudor del alma al manifestar sus crímenes. Mas por medio de esta vergüenza consigue el pecador labrar el campo de su corazon, y arrancar de él todas las espinas. Dios no quiere que el demonio pueda acusarte un dia de haber callado tus culpas. En segundo lugar, apoyándose S. Ambrosio en el hecho

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profético de la resurreccion de Lázaro, declara formalmente, en el mismo pasaje, que solo á los ministros de la Iglesia corresponde quitar la piedra del crimen de la conciencia de los pecadores, y desatarlos. Es pues evidente que el gran obispo de Milan no habla en este lugar mas que de la confesion auricular, por la que únicamente pueden los ministros de la Iglesia conocer la muerte del alma por el pecado, y ayudarla á resucitar. Entendiendo este pasaje del santo doctor como vosotros lo entendeis, no tiene sentido alguno. Ya veis la manera con que S. Ambrosio está por vosotros y con vosotros. (Véase el apéndice I.)

«Pues bien; prescindamos de S. Ambrosio, prosigue Kemnitz, que con el auxilio de Dailler habia cobrado ánimo; no hablemos mas de S. Ambrosio. Pero no me podréis negar que pertenece á nuestro partido el gran Demóstenes cristiano, el doctor mas grande de la Iglesia de Oriente, S. Juan Crisóstomo. Yo os concedo, porque esto es evidente, que los padres han enseñado que se deben manifestar los pecados en la confesion; que se deben examinar minuciosamente, explicarlos con todas sus circunstancias, dar á conocer el número y la gravedad de ellos. Yo os concedo tambien que, segun los padres, la confesion borra los pecados, y que la salvacion es imposible sin la confesion. Pero S. Juan Crisostomo nos ha dado la verdadera interpretacion de esta doctrina de los padres, y nos ha enseñado que todo cuanto han dicho los padres de la confesion debe entender

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se de la confesion que todo pecador está obligado á hacer á Dios, y no de la confesion exterior que se hace al hombre. Segun S. Juan Crisóstomo, la única confesion necesaria para obtener el perdon es la confesion hecha á Dios (1); y sus palabras acerca de este particular hacen imposible toda porfía de vuestra parte. Yo no pretendo, dice este santo, que os expongais en público ni que os ofrezcais en espectáculo á los hombres, confesándoles vuestros desórdenes. Lo que yo os digo es, que os descubrais á Dios; que os mostreis á aquel que no os echará en cara vuestros crímenes, pero que los curará. (Homil. 5, De Nat. div.) Y en otro lugar añade este príncipe de la elocuencia sagrada: Si teneis repugnancia en manifestar vuestros pecados á los hombres, os digo que los manifesteis diariamente en el fondo de vuestro corazon; no os digo que los manifesteis á aquel que no es mas que un siervo como vosotros. (Homil. 2, In psal. L.) ¿Se puede ver cosa mas clara? ¿Puede decirse una cosa mas convincente contra la pretension papista de obligar al hombre á confesarse al hombre?»

24. En efecto, esto es muy claro; estas expresio

(1) «Dicunt Patres peccata confessione peccata revelanda, in spe>>cie exponenda, curiosius discutienda, explicanda, detegenda, enu>>meranda, dicunt peccata solvi per confessionem; impossibile esse >>>salvari sine confessione. Sed Chrysostomus addit interpretationem: >>Hæc intelligenda esse non de externa confessione homini facienda, >>sed de interiori quæ fit Deo.» ( Exam. Concil., part. 11.)

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nes y otras semejantes se encuentran en los escritos de S. Juan Crisóstomo. Pero este santo ha dicho tambien : En la confesion de los pecados que hemos cometido no debemos tener vergüenza del hombre; debemos solo temer á Dios.... Pero veo que sucede lo contrario. Nosotros no tememos á aquel (Dios), que nos juzgará un dia; nosotros temblamos en presencia de aquellos, que no nos causarán ningun mal, y tememos la vergüenza que creemos experimentar en presencia de ellos. Este temor nos expone al castigo; porque el pecador que se avergüenza de manifestar al hombre el mal que no se avergüenza de cometer delante de Dios, y no quiere confesarse y hacer penitencia en el dia del juicio, será juzgado, no en presencia de una ni de dos personas, sino en presencia del mundo entero (4). Así pues, segun S. Juan Crisóstomo, el pecador no debe avergonzarse de confesar al hombre todo el mal que ha hecho delante de Dios; y si, por un pudor mal entendido, no quiere confesarse al hombre ni cumplir la penitencia que

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(1) «In peccatis, quæ commisimus, confitendis, neminem verea»mur; Deum dumtaxat, ut decet, formidemus... Jam vero contrarium >>>fieri video. Jam Eum qui nos judicaturus est non reformidamus; eos vero, qui nos nullatenus læserint, perhorrescimus, et ignominiam Dab ipsis incurrendam reformidamus. Quapropter in his quæ time>>mus pœnam sustinemus. Qui enim homini peccata detegere eru>>bescit, Deo vero cernente, facere non erubescit, neque confiteri »vult, et pœnitentiam agere, in die illa extremi judicii, non coram »uno vel duobus, sed universo terrarum orbe spectante, traducetur.» (Homil. 33, in Joan.)

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