Al hollarlos las generaciones, que nos han precedido, con indiferencia unas, con sus furores otras, no han dejado de separarse de sus grandes grupos, hombres pensadores, génios luminosos que se han detenido; y sentados sobre una de sus piedras, han evocado sus recuerdos históricos: y allí se han congregado Tito Livio, Aulo Gelio, Apiano Alejandrino, Strabon, Polibio, Plinio, Silio Itálico, Ciceron, el Nubiense, Viciana, Beuter, Escolano, Mariana, Zurita, Miñana, Martí, Ortiz, Borrull y otros mil, para cantar su historia y mostrar las bellezas que encierran esos restos despedazados. Los sábios de todas las naciones y los sábios que hablan nuestra lengua, los reyes y los príncipes de todos los tiempos se han detenido al pié de esas profundas grietas de los muros carcomidos del teatro saguntino, para inclinarse ante la grandeza de un pueblo de héroes, cuya memoria se ha invocado en la defensa de la patria, como el mas digno de los egemplos de valor y de lealtad. Muchos de los elevados personages, que han ido á ofrecer su tributo de respeto, han pensionado á hombres celosos para que conservaran esos venerables destrozos, y todos, al retirarse, y volviendo una y otra vez la cabeza, para saludarlas de nuevo, han esclamado: ¡Qué lástima! Y este grito, que arranca la presencia de esos monumentos que desaparecen, no es mas que el eco fiel de la esclamacion, que todos vienen repitiendo de generacion en generacion; mientras el tiempo por una parte y la ignorancia por otra, prosiguen su trabajo incesante de zapa, que está minando esas construcciones, sin dar paz á la mano.. Cada siglo ha dejado una memoria del estado que entonces presentaban estas reliquias; y yo me apresuro á bosquejar el que tienen en mi tiempo, para añadir mis borrones al gran cuadro histórico y artístico, que los pasados han ido delineando. Lejos, muy lejos está de mi insignificancia literaria, la presuntuosa idea de ofrecer un trabajo completamente académico: mis aspiraciones no han alcanzado jamás á esa altura; y lo confieso con toda la sinceridad de mi alma. Mi objeto es coleccionar cuanto ha llegado á mi conocimiento y cuanto he visto y observado, para reunir en un solo opúsculo, los vestigios históricos que he encontrado en las obras importantes de los historiadores y memorias de otros escritores, mas dignos que el humilde cronista de Valencia, en la mitad del siglo XIX. De este modo habré cumplido el compromiso contraido delante de una autoridad, para mí muy respetable, y delante del mismo pueblo de Murviedro, que se dignó espresarme solemnemente su deseo, en un acto que me fue escesivamente honroso. De este modo no habrá en nuestro antiguo reino un escombro, que no haya removido, un sepulcro que no haya saludado, ni un hecho grande á quien no haya dirigido mi profunda admiracion; y de este modo proporcionaré con mi pobre Memoria, si no un mentor ilustrado que conduzca instructivamente al viajero, para hacerle comprender toda la magestad de esas ruinas, un cicerone al menos que le mostrará lo que existe y le referirá lo que otros dijeron, y lo que cantaron otros. Tal es, pues, el objeto de este opúsculo, que me atrevo á recomendar á la indulgencia de mis lectores, que no encontrarán las disertaciones luminosas de hombres competentes, sino la narracion y la descripcion de los hechos y de los monumentos, redactada con la mayor ingenuidad y buena fe. ¡Ojalá mis escasos talentos correspondieran á mi voluntad! Conténtome, sin embargo, con ser uno de los mas oscuros operarios que trabajan por la gloria de España y de Valencia, sin pretender que se grabe mi nombre en el monumento, que se levanta en honor de nuestra patria en el siglo actual. A tanto no aspira mi ambicion, y moriré tranquilo si mis contemporáneos dicen à la posteridad: «nuestro cronista fue útil á Valencia.»> FUNDACION DE SAGUNTO. La Edetania fue en tiempo de la dominacion latina una de las regiones mas bellas y ricas de la España tarraconense, y tomó su denominacion de Edeta (Liria), aunque tambien se llamó Sedetania, por la costumbre, no estraña á los romanos, de añadir la letra s á las voces que, en los idiomas orientales hebreo y griego, comenzaban por vocal; así de ex pronunciaron sex y de epta septem. La estension de la Edetania, segun las. tablas de Tolomeo, comprendia todo el territorio que se estiende, por una parte, de Cæsaraugusta (Zaragoza) á Valentia; y por otra las costas del Mediterráneo hasta la desembocadura del rio Idubeda (Mijares). Abrazaba además las faldas orientales de Idubeda (sierra de Espadan); y por el occidente de Alcora hasta Mosqueruela, llamada Osikerda, dejaba un gran triángulo, para la Ilergavonia, que alcanzaba hasta Jerta, y encerraba toda la costa y la orilla del Ebro con las vertientes orientales de las sierras de Eslida, Espadan, Peñacolosa, Puerto Mingalbo, Aliaga, Montalvan y Sierra Palomera. El occidente de estas sierras pertenecia á la Celtiberia, separada completamente de la Edetania por toda la estension de la sierra de Espadan. Las ciudades mas importantes de la Edetania, eran Damania (Domeño), Edeta (Liria), Valentia (Valencia), Sepelaco (Onda), Arctalias ó Carctalias (Artana), Oleastrum (Eslida), Osikerda (Mosqueruela), Leonica (Castelserás), Etovisa (Ervés), Anitorgis (Benifazá), Lassira (Alcañiz), Arsi (Lezera), Bernama (Híjar), Belia (Belchite). En esta region, tan estensa como notable por su poblacion y sus riquezas, y fraccionada actualmente en diferentes zonas que constituyen numerosas provincias, se halla la de Valencia y á cuatro leguas de su capital la respetable villa de Murviedro. El castillo, á cuyo pié se estiende la poblacion moderna, está situado entre los 39°38'34» de latitud Norte y los 3°25'14» de longitud Oeste. La villa de Murviedro se levanta sobre la falda occidental de un monte que forma uno de los estribos mas avanzados de la sierra de Espadan y en la entrada de un valle fértil, variado y delicioso. Besa sus paredes el rio Palancia, á quien Pomponio Mela dió el nombre de Serabis, y cuyas avenidas han arrastrado con lamentable frecuencia los restos históricos, que existian aun inmediatos á sus riberas. Su cielo es puro, su atmósfera perfumada y la rodea una magnífica y variada vegetacion. Desde la salida del valle hasta el mar y á la una y otra banda del monte se estienden dilatados campos que forman una inmensa alfombra que se admira tendida desde Valencia hasta Almenara, que es cuanto alcanza la vista. Multitud de pueblos alzan sobre ese mar de verdura sus torres elegantes, y en último término las aguas tranquilas del mar Mediterráneo en toda la estension que Plinio llamaba Seno Sucronense. Desde lo alto del castillo se contempla este mismo panorama, embellecido con los accidentes que ofrece al norte la cadena de montañas que se agrupan, creciendo, sobre la cintura del gigantesco Espadan, perdiéndose sus cumbres en el horizonte. ¡Qué pintoresco es aquel cuadro magnífico que la naturaleza despliega desde el apartado cabo de San Antonio, hasta las costas de Oropesa, encerrando los recuerdos de Dianium (Denia), Sætabis (Játiva), Sucro (Alcira), Edeta (Liria) y Aphrodisium (Almenara), habitados ahora por pueblos agricolas y egemplarmente laboriosos! Sobre todos y en el centro de este imponente panorama, se descubre la poética Valencia, coronada de torres, y ceñida por infinitos pueblos de origen árabe, y cuyos nombres recuerdan sin cesar la dominacion de la raza muslímica. La historia y la poesía vienen á encantar la imaginacion del viajero, que se detiene á contemplar desde lo alto de los muros del castillo el variado cuadro desplegado al pié de aquellas construcciones venerandas. Sentado sobre ruinas, respirando una brisa deliciosa, inundado por la claridad de un cielo azul, trasportado á los tiempos heróicos, cuyos escombros investiga, el viajero se siente trasportado á una region apacible, en que solo se percibe el susurro de las abejas, y el canto de los pájaros, hasta que le vuelve al ruido del mundo el agudo silbato de la locomotora, que anuncia la marcha del siglo XIX y que cruza ahora esos campos saguntinos, sin dispertar con su inmenso fragor á las generaciones de gigantes que se ocultan en su seno. La villa de Murviedro, pacifica, labradora y deliciosamente dormida al arrullo de las auras del Serabis y á los gemidos, que el viento forma en las grietas de los elevados muros carcomidos de su célebre teatro y descansando sobre restos de gran recordacion, ocupa una parte de la inmortal y celebrada SAGUNTO, cuya memoria se perpetúa con respeto en el mundo de generacion en genera cion. Vamos, pues, á descubrir su origen y añadir otra nueva ofrenda, siquier sea la mas pobre de todas, en el altar de gloria que los siglos conservan en su honor. Para encontrar á los primeros pobladores, es preciso remontarnos sin |