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de dolor, no via el sol que, levantándose por la mañana, rayaba por sus ventanas y entraba por los resquicios de sus oidos. Ya que el sol resplandeciente de la gloria entraba por la casa del corazon de María; pero, como estaba enferma de amor, esta misma enfermedad le tenia tan encandilados los ojos, que no via al que via. Via á Jesus, mas no sabia que era Jesus. ¡Oh María! Si buscais á Jesus, ¿por qué no conoceis á Jesus? Y si conoceis á Jesus, ¿por qué buscais á Jesus, y cómo llorais por Jesus? Mirad que viene á vos Jesus; y el que vos buscais os busca y os pregunta : « Mujer, ¿por qué llorais?» Y vos pensais que es hortelano para no conocelle. María, mirad que es Jesus, y hortelano es tambien, que siembra en vuestra alma mil semillas de virtud, y en los corazones de los fieles planta este celestial labrador nuevas plantas de santos deseos. Pero por ventura vos no le conoceis porque habla con vos: vos le buscais muerto, y por eso no le conoceis vivo. Verdaderamente, María, esta es la razon por la cual se va de vos y no se os descubre á vos. ¿Por qué se os ha de mostrar el que vos no buscais? Buscais vos lo que no es, y no buscais lo que es; buscais á Jesus, y no buscais á Jesus; y así, viendo á Jesus, no veis á Jesus. ¡Oh dulce y piadoso Jesus! No puedo excusar del todo esta dicí pula tuya; no puedo defender libremente este error suyo; y al fin erraba, porque tal te buscaba cual te habia visto y cual en el monumento te habia dejado. Habia visto ese difunto cuerpo tuyo descolgalle de la cruz y ponelle en el sepulcro; y tanto fué el dolor que la ocupó en tu muerte, que no dejó lugar vacío para esperar de tu vida; y tanto dolor le dió tu sepultura, que no pudo pensar nada de tu resurreccion. Puso Josef en el sepulcro tu cuerpo, y María sepultó contigo su espíritu; y con tal lazo le enlazó y le encadenó con tu cuerpo, que mas presto se pudiera apartar su alma de su cuerpo, que animaba vivo, que del tuyo, que amaba difunto. El alma de María mas estaba en tu cuerpo que en el suyo; Juego, cuando buscaba el cuerpo tuyo, buscaba tambien el espíritu suyo, y adonde perdió tu cuerpo, alli perdió juntamente su espíritu. Pues ¿qué mucho que no tenga sentido la que tiene el espíritu perdido? Y¿qué maravilla que no te conozca la que le falta el alma con que habia de conocerte? Vuélvele pues, Señor, el espíritu que le tiene tu cuerpo, y así cobrará el sentido que le falta al suyo, y dejará el engaño que agora tiene del tuyo. Pero ¿cómo erraba la que por tí se dolia y tan de veras te amaba? Por cierto que si erraba, que creo que ella lo ignoraba; y así, su error no procedia de yerro, sino de amor y dolor. Pues, misericordioso y justo Juez, si por ventura yerra en tí, excúsela el amor que te tiene á tí y el dolor que tiene por ti. No mires & su error, sino solo á su amor, pues no por error llora, sino por amor y dolor, y le dice: Señor, si tú le has llevado, dime adónde le pusiste, y yo le tomaré de allí. ¡Oh, qué sabiamente ignora, y con cuánta discrecion yerra! A los ángeles dijo: «Llevaron á mi Señor, y no sé dónde le pusieron. » No les dijo llevastes y pusistes, porque ni los ángeles te sacaron del monumento, ni te

pusieron en otra parte ; mas á tí te dice : Dime si tú le llevaste y á dónde le pusiste, porque tú á tí mismo te resucituste y te sacaste del monumento, y te pusiste donde agora estás. No les dice á los ángeles, decidme, por qué no pudieran decir el órden por entero de lo que de tí y por tí se hizo; mas pregúntatelo á tí, á quien le será posible decir lo que le fué tan fácil de hacer. ¿Qué es esto, Señor, que tan á menudo repite María esta palabra, ¿adónde le pusiste?» Primero habia dicho á los apóstoles á dónde le pusieron; después á los ángeles, «no sé dónde le pusieron ;» agora te dice á tí de tí, <«< adónde le pusiste. » Muy dulce le debe ser esta palabra al corazon de María, pues tan ordinaria la trae en la boca. Cierto, Señor, que tu dulzura la hace mas dulce, y tu amor le hace que no se le caya de la boca, pues jamás se le parte del corazon. Acordábase que, hablando de su hermano, dijiste: «¿Adónde le pusiste?» Y así, desde que oyó esta palabra de tu boca, jamás se le cayó del corazon, y deléitase de mezclalla en sus palabras. ¡Oh, cuánto debe de amar tu persona la que así ama tus palabras! Oh, cuánto desea ver tu rostro la que con tanta dulzura pronuncia tus dichos! Y ¿qué es esto, dulcisimo Jesus, que te dice á tí de tí, yo le tomaré? Temió Josef, y no se atrevió á descolgar tu santo cuerpo de la cruz sin licencia de Pilato, y aun aguardó á hacerlo entre dos luces; y María no aguarda á la noche, no cura de Pilato, no teme la justicia ni la detiene el ser mujer flaca; y dice con ánimo desmedroso «yo le tomaré». Pues veamos, María : y si el cuerpo de vuestro Maestro estuviese en la sala del sumo Sacerdote, adonde el príncipe de los apóstoles, san Pedro, se calentaba al fuego, ¿qué haríades vos entonces? De allí le tomaré. ¡Oh admirable ánimo de mujer! Oh mujer no mujer! Y si la criada y portera de la casa os preguntase, ¿qué haríades vos? De allí le tomaré. ¡Oh inefable amor el desta mujer! Oh maravillosa osadía! Oh mujer mas que mujer! Ningun lugar saca, ninguna diferencia pone, sin temor lo dice, sin condicion promete; dime dónde le pusiste, que yo le tomaré de allí. ¡Oh mujer, qué grande es tu fe, y no es menos tu firmeza! Pues ¿por qué tú, oh buen Señor, te olvidas de decir el fiat tibi sicut vis? Por qué no le dices el confide, quia fides tua te salvam fecit? ¿Por ventura, Dios de misericordia, haste olvidado de tenella desta miserable que te llora y te desea? Pues ¿cómo no le dices á dó te pusiste, para que ella te ponga sobre su corazon y dé la buena nueva á tus dicípulos? No alargues mas, oh dulce Maestro, su deseo, mira que há tres dias que te espera, y ni tiene qué comer ni con qué matar la hambre de su alma, sino que, manifestándotele tú, le dés el pan de tu sacrosanto cuerpo, y hinchas el vacío de su corazon. Luego, si no quieres que desmaye y se acabe en el camino, refresca tú las entrañas de su alma con la dulzura de tu presencia. Eres tú, Señor, pan vivo, en quien se encierran todos los sabores dulces que puede desear el alma; pues ¿cómo vivirá sin tí la que no puede gustar sino de tí? Habla á tu amada, oh buen Jesus; mira que se le derriten las entrañas en agua, y el corazon se deshace en llanto, y

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se ciegan llorando aquellos ojos que tenian su gloria en solo mirarte. A esta sazon díjole el Redentor: Maria; y volviendo ella en sí, díjole, conociéndole : Maestro. Diciéndole esto, con la no esperada alegría, dejándose llenar de la fuerza del amor que le abrasaba el pecho, fuese para el Señor; mas él, deteniéndola, le dijo: «No me toques, no me toques.» ¡Oh mudanza de la diestra del Altísimo! Volvióse el gran dolor en gran contento; cesó la tristeza y acudió en su lugar la alegría; cesó la ocasion de las lágrimas, mas no cesó el derramallas; porque aunque se mudó la razon del llanto, pero no mudaron el oficio los ojos, las lágrimas de dolor se mudaron en lágrimas de amor. Cuando oyó llamarse por este nombre de Maria (que así la solia llamar el Señor), sintió un sonido de gloria, que llegó de la oreja al corazon; hinchióse de dulzura y terneza el alma, que hasta aquel punto habia estado tan lejos de contento; desinayóse de regalo y sentimiento amoroso el pecho, que el nublado del pasado dolor le tenia turbio, y conoció que quien la llamaba era su Señor y su Amado. Entonces alentó su espíritu, recibió su esperanza, y cobró el cuerpo sus perdidos sentidos, que el dolor se los habia robado. Y usí como el amor es mal sufrido, no curó María que el Señor pasase adelante en hablalla, porque le parecia que al Verbo ó palabra divina mejor era tenella que escuchalla, ni le parecia que tenia necesidad de oir palabra la que la habia hallado tras tanto buscalla. ¡Oh amor fuerte, amor impaciente! Antes se contentara María 'con saber á do estaba Jesus; mas ya no se contenta con velle, sino llega á tocalle. ¡Oh piadosísimo Señor! Oh dulce Jesus, qué bueno eres para los de buenos corazones, qué suave para los sencillos y de humildes pensamientos! Oh venturosos los que te buscan con sencillos corazones, y dichosos los que en tí ponen sus esperanzas! Es verdad que no falta certeza que no miente; que tú, mi Dios, amas á todos los que te aman, y que jamás dejas á los que no te dejan, y que siempre acudes á los que te esperan. Hé aquí que tu amadora te buscaba con ánimo sencillo, y hállate con verdad y alegría; esperaba en tí, y no fué desamparada de tí; antes alcanzó mas por tí que ella esperaba de tí.

Sigamos pues, hermanos, el afecto de esta mujer para que lleguemos al efeto. Lloremos por Jesus, y busquemos con fe pura á Jesus; pues que no se escondió á una pecadora, no hay por qué desconfiar que se descubra á nosotros, aunque seamos pecadores. ¡Oh hombre pecador! Y ¿por qué te ha de hacer ventaja una flaca mujer en el amor y en buscar á Dios? Si pecaste, tambien pecó María; si fuiste desagradecido á tu Dios, tambien lo fué esta pecadora; mas lloró, amó, buscó y halló á Dios. Tambien le puedes hallar tú si le buscas. Y si me dices: ¿Cómo puedo yo hallar á Dios? cómo puedo yo conocer á mi Padre celestial? Si le busco fuera de mí, veo que me produjo á mí su hechura interiormente, si solo le busco dentro de mí, veo que es mayor que yo; pues el que está dentro de mí sin falta es menor que yo. El que yo busco es sobre todas las cosas, y mayor y mejor que todas ellas; pues ¿cómo pue

de ser que sea fuera de mí y esté dentro de mí, que sea mayor que todo y menor que lo mas pequeño? Esto querria yo, Dios mio, que me enseñásedes de vuestra mano, para que yo sepa cómo os tengo de buscar y adónde os he de hallar. Soy contento, alma, dice Dios; sabed que estoy presente á vos, porque estoy en vos, porque vos estáis en mí; que á no estar en mí, no estuviérades en vos, ni aun fuérades vos. Cuanto yo soy en cantidad menor que todas las cosas, tanto en virtud soy mayor que todas ellas; y porque soy angostísimo, estoy dentro de todas las cosas, y porque soy anchisimo estoy fuera de todas ellas. Hé aqui, alma, dónde os estoy presente fuera de vos y dentro de vos, y soy anchísima angostura y angostísima anchura. Hincholo, pero no soy hinchido, porque soy la misma plenitud; peuétrolo y no soy penetrado, porque soy la mesma potestad de penetrar; conténgolo, pero no soy contenido, porque soy la mesma potestad de contener y encerrar. No soy hinchido, por no ser pobre, pues soy la misma abundancia; no soy penetrado, por no dejar de ser, porque soy el mismo ser; no soy contenido de nadie, por no dejar de ser Dios, pues soy la misma infinidad. Entro por todas las cosas sin mezclarme con ellas, porque puedo andar sobre todas ellas, pues soy la misma excelencia. Ando sobre todas las cosas, no apartado dellas, porque pueda entrar en ellas y unirlas, pues soy la misma union, por la cual se hacen y por quien constan, y la cual apetecen todas las cosas. Pues ¿por qué, alma, des confiais de hallar vuestro Dios y Padre? No es muy dificultoso de hallar adonde estoy, pues por mí tienen ser y por mí se conservan, y en mí están todas las cosas. Antes, alma, no hallaréis parte donde yo no esté, porque aun ese preguntar de mí nace y es de mí; y por mí, que soy luz, y por mí, que soy guia, obra y busca cualquiera que pregunta adónde estoy : jamás se desea sino bien, nunca se halla sino verdad; yo soy todo bien, yo toda y suma verdad; pues buscad mi rostro y viviréis. Pero no os movais á tocarme, que soy la misına estabilidad; no os derraméis por diversas cosas para comprehenderme, que soy la suma unidad; cese el movimiento, recoged la muchedumbre de Marta, buscad una cosa con María, y luego toparéis conmigo. Pues, Dios mio, suplicoos que me deis algunas mas señas para que mas claro os pueda conocer, y dadme licencia para que yo me atreva á preguntaros qué es lo que no soy, quizá que así podré tener algunos mas barruntos de vuestra grandeza, y vivirá esta alma prostrada con vuestras palabras. Soy contento, alma, y sabed que no es vuestro Padre algu raleza corpórea; tanto mejor sois, cuanto mejor obedeceis à vuestro Padre; y tanto sois mas noble, cuanto mas contraria os mostrais de lo que es cuerpo. Bueno os es estar con vuestro Padre, y malo estar con el cuerpo; luego no es vuestro Padre cosa corpórea. Tampoco, alma, os engendró algun ánimo; porque, á ser así, ninguna otra cosa pensárades sino aquel ánimo, y con su mutabilidad os contentáredes sin buscar otra naturaleza estable. Tampoco os crió algun entendimiento vacío, bastáporque jamás alcanzárades la suma sencilleza, Y

raos alcanzalle á él; mas veis, alma, que amando y entendiendo subis á la misma vida, á la misma esencia y al mismo ser absoluto, y esto sobre todo entendimiento; ni os contentais con solo saber, sino entendeis lo bueno, y eso bien entendido. Pero lo que es verdadero bien, eso es lo que os basta sin falta; porque no por otra razon buscais algo, sino por solo que es bueno; luego síguese, alma, que ese sumo bien es vuestro sumo progenitor. No el buen cuerpo, no el buen ánimo, no el buen entendimiento, sino lo absolutamente bueno. Bueno, que consiste en sí mismo, infinito fuera de los límites y términos del sugeto, y que os da vida infinita, y que os durará para siempre. ¿Deseais ver el rostro deste bueno? Pues mirad todo este mundo lleno de la luz del sol; mirad la lumbre mudable en esta materia del universo, lleno de las formas de todas las cosas; quitad pues la materia y dejad lo demás, y tendréis el alma, que es luz incorpórea, mudable, y que tiene todas las formas en sí. Quitad agora lo que queda, que es la mutacion, esto que es ser inudable, y tendréis el entendimiento angélico, luz incorpórea, que contiene todas las formas; porque el ánima y el ángel las forman en su entendimiento, y son como monas mias, que, así como yo hago un caballo, un leon, un sol y lo demás, así ellos los forman en el entendimiento, aunque yo produzgo sustancia, y ellos solos accidentes; pues digo que tendréis el entendimiento angélico, luz incorpórea, que tiene todas las formas, y ajeno de mudanza, en lo cual difiere del alma. Quita agora á este entendimiento aquella diversidad, por la cual cada forma es diversa en luz, y esa luz la tiene de otra parte, de suerte que lo que queda sea esencia de todas las formas y de sus luces; y esta lumbre se forma á sí misma, y por sus formas forma todas las cosas. Esta tal luz resplandece infinitamente, porque resplandece por su misma naturaleza, ni es inficionada por mezcla de otra cosa alguna, ni estrechada por alguna cosa; antes está y anda por todas las cosas, porque no está en ninguna, y en ninguna está propiamente; porque resplandezca en todas vive de sí misma y da vida á todo lo que vive, porque su sombra, que es la luz deste sol, solo en las cosas corporales es luz vivífica que da vida. Si su sombra despierta los sentidos, siente cada cosa; y finalmente, ama cada cosa si cada cosa procura de ser suya. Pues ¿qué es la luz del sol? Sombra de Dios. Y ¿qué es Dios? Sol del sol. Dios es luz del sol en el cuerpo del mundo. Dios es lumbre del sol sobre los entendimientos angélicos. Tal es, ol alma mia, mi sombra, que es la mas hermosa de las cosas corporales; y si tal es mi sombra, ¿cuál pensais que será mi luz? Si así resplandece mi sombra, ¿cómo resplandecerá mi lumbre? Pues decidme, alma, ¿amais mas la luz que todo lo demás? Y ¿amais solamente la luz? Pues amadme á mí solo, que soy luz infinita; amadme infinitamente, y resplandeceréis vos, y os deleitaréis infinitamente.

¡Oh Dios dulce, Dios amable, Dios admirable! Y ¡qué maravilloso es lo que de vos me decís! ¿Qué nuevo fuego de amor me abrasa? Qué es esto que agora siento en mí? ¿Dónde es este nuevo sol que ahora resplandece en mi entendimiento? Qué dulce y no acostumbrado espíritu penetra y halaga mis entrañas? Qué amarga dulzura es la que ahora siento? Amarga, porque me desentraña, me derrite el corazon; pero dulcísima, porque de puro regalo y ternura desmaya y pierde las fuerzas de mi espíritu, en cuya comparacion todo lo que parece dulce me es amargo. Dulcísima, pues con esto lo muy acedo se me hace dulce. ¡Oh, qué necesaria voluntad es esta, pues no puedo no querer el bien, y antes puedo excusar y no querer la vida que deje de querer esto uno y bueno! Porque si quisiese no quererlo, seria porque ese mismo no querer creeria que es bueno. ¡Oh, qué voluntaria necesidad es esta! Pues no hay cosa mas voluntaria que el mismo bien, por quien son todas las cosas, y al que quiero y busco en todas las cosas; y así lo quiero, que querria no poder no quererle! Oh, quó viva muerte es esta por quien muero en mí y vivo en Dios, por quien muero á la muerte y vivo á la vida, y vivo con vida y me gozo con gozo! Muero en mí porqu› no me amo á mí, y mi alma está donde ama, y ama á su bien, luego vive en él; este es Dios, luego vive en Dios; Dios es vida, luego vive en su vida; es riqueza eterna, y lo que desea el alma es ser rica; lo que la enriquece le da gozo, el gozo alegría, luego gózase con gozo inefable. ¡Oh deleite sobre todo sentido! Oh alegría sobre todo entendimiento! Oh gozo que no cabe en el alma! Agora, mi Dios, estoy fuera de sentido; pero no loca, porque sobrepujo al entendimiento; véome furiosa, pero no me despeño, porque antes me levanto á lo alto. Alégrome toda y derrámome por mil partes; pero no me desperdicio porque me recoge consigo, y me da vida y vive conmigo mi Dios, que es unidad de unidades. Alegráos pues ahora conmigo los que poneis en Dios vucstra alegría. Mi Dios se me ha hecho encontradizo, el Dios de todas las cosas me ha abrazado, el Dios de los dioses se ha infundido en mis entrañas; ya mi Dios me mantiene toda, y el que me engendró me reengendra; engendróme el alma, refórmame en ángel, conviérteme en Dios. Pues ¿qué gracias te daré, oli gracia sobre toda gracia? Enséñame tú á amarte, á alabarte, á hacerte gracias; enséñame y dame el poder, pues sin ti ni sé lo que debo ni puedo lo que quiero. Dáteme á tí, Señor, pues todo lo que tú no eres es menos que tú y es poco para mí y no me harta sin tí. Deseo vida, y sin tí, que lo eres de mi alma, todo me es muerte. Huyo la muerte, y sino en tí, que en tu infinita vida anegaste la muerte, en nada hallo vida. Pues ya, mi Amado, te tengo, ya te veo, porque tú, por tu misericordia, te me has descubierto. Troquemos, Señor, y tómame á mí y dáteme á tí, á mí para que te sirva, y á tí para que te goce.

FIN DE LA CONVERSION DE LA MADALENA.

E.SVL_1.

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DISCURSOS

DE LA

PACIENCIA CRISTIANA,

MUY PROVECHOSOS PARA EL CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS EN CUALQUIERA ADVERSIDAD

Y PARA LOS PREDICADORES DE LA PALABRA DE DIOS;

COMPUESTOS

POR EL MAESTRO FRAY HERNANDO DE ZÁRATE,

de la órden de San Agustin, de la provincia del Andalucía,

DIRIGIDOS A DON PEDRO FERNANDEZ DE CORDOBA, MARQUÉS DE PRIEGO
Y SEÑOR DE MONTILLA, Etc.

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