QUINTO. (cap. xxii, ver. 2.) En medio de su plaza, y de la una, y de la otra parte del rio el árbol de la vida, que dá doce frutos, en cada mes su fruto: y las hojas del árbol para sanidad de las gentes *. 107. Lo mismo se lee en Ezequiel, y sus hojas para medicinat. En el juicio universal, 6 despues del juicio y resurreccion universal, allá en el cielo, ¿qué uso pueden ya tener estas hojas medicinales para sanidad de las gentes? Las diversas esplicaciones ó acomodaciones ingeniosas que han procurado dar á todas estas cosas, podrían tal vez deleitar á quien gustase de conceptos predicables; mas, parece imposible, que puedan satisfacer á quien busca en las Escrituras la verdad. 108. De estas pocas reflexiones que acabámos de hacer, parece claro (y este es el punto capital del cual depende la inteligencia de toda esta profecía) parece, digo, claro, que la ciudad santa de que hablamos, debe bajar algun dia real y verdaderamente del cielo a nuestra tierra: no cierto el dia del juicio y resurreccion universal, sino el dia de la venida del Señor, entre millares de sus santos. Debe establecerse y como fundarse sólidamente, con regocijo de toda la tierra, como córte ó sólio del grande y sumo Rey‡. El mismo Señor en el cap. iii del Apocalipsis, mucho antes que S. Juan viese bajar del cielo esta ciudad santa, dice estas palabras, que afirman ó suponen el mismo punto capital: á quíen venciére...escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que decendió del cielo de mi Dios §. * In medio plateæ ejus, et ex utraque parte fluminis lignum vitæ, afferens fructus duodecim, per menses singulos reddens fructum suum, et folia ligni ad sanitatem gentium. - Aрос. ххіі, 2. ↑ Et folia ejus ad medicinam. - Ezeq. xlvii, 12. † Quia civitas est magni regis. - Math. v, 35. § Qui vicerit,... scribam super eum nomen Dei mei, et nomen civitatis Dei mei novæ Jerusalem, quæ descendit de cœlo a Deo meo. -Apoc. iii, 12. 109. Venida esta celestial Jerusalén á nuestra tierra, quedará el reino del Señor *, y el Señor será el rey sobre toda la tierra+; en aquel dia uno solo será el Señor, y uno solo será su nombre. Entonces, dice David: adorarán en su presencia todas las familias de las gentes. Por cuanto del Señor es el reino : y él mismo se enseñoreará de las gentes §. Entonces se verificará lo que se dice en el salmo xcv. Conmuévase toda la tierra á su presencia: Decid en las naciones, que el Señor reinó. Porque enderezó la redondez de la tierra, que no será conmovida: juzgará los pueblos con equidad ||. Entonces, como se lee en Isaías, se pondrá roja la luna, y se confundirá el sol cuando reináre el Señor de los egércitos en el monte de Sión, y en Jerusalén, y fuere glorificado delante de sus ancianos. Entonces...&c. PARRAFO III. 110. Yo no puedo negar, antes confieso sencillamente, que á las preguntas que sobre esta santa ciudad se me podrán hacer, no soy capaz de responder una por mil. Sé muy bien que no es lo mismo poder probar con las Escrituras la sustancia de algun suceso particular, que ellas anuncian, que poder esplicar, ni aun concebir con ideas claras el modo de ser, ó las circunstancias que deberán acompañar este suceso particular. Si este modo de ser no se halla en las Escrituras, ó porque Dios no quiso revelarlo, ó porque * Erit Domino regnum. -Abd. i, 21. † Et erit Dominus rex super omnem terram.- Zach, xiv, 9. In die illa erit Dominus unus, et erit nomen ejus unum. - Ubi supra. § Adorabunt in conspectu ejus universe familiæ gentium. Quoniam Domini est regnum: et ipse dominabitur gentium. - Ps. xxi, 28 et 29. || Commoveatur á facie ejus universa terra: Dicite in gentibus, quia Dominus regnavit. Etenim correxit orbem terræ qui non commovebitur: judicabit populos in æquitate. - Ps. xcv, 9 et 10. Erubescet luna, et confundetur sol, cùm regnavit Dominus exercituum in monte Sion, et in Jerusalem, et in conspectu senum suorum fuerit glorificatus. - Isai, xxiv, 23. en el estado presente no somos capaces de entenderlo, ¿cómo lo podrémos saber? Podrémos cuando mas hacer sobre esto algunas conjeturas, y si ni aun estas nos satisfacen, deberémos conformarnos religiosamente con los límites que Dios ha puesto á nuestra razon. 111. Este supuesto es racional, justo, y sobre él deberé-. mos proceder, sin perderlo jamás de vista, siempre que nos viésemos precisados á responder á ciertas preguntas de ciertos curiosos, muy semejantes á aquel Apostol que decía: Si no viere en sus manos la hendidura de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metíere mi mano en su costado, no lo creeré*. De aquellos, digo, que aun despues de convencidos plenísimamente de la realidad sustancial de una cosa, sin hallar modo alguno de contradecirla, la rechazan, no obstante, le cierran la puerta, ó á lo menos vuelven los ojos ácia otra parte, como tirando á prescindir de ella, solo porque no pueden concebir como será. Mas esta razon, ¿puede mirarse como buena, ni aun como tolerable? Con esta misma razon podré yo concluir, que Jesucristo despues de resucitado no estuvo aquí en nuestra tierra cuarenta dias, aunque lo diga la Escritura. ¿Por qué? Porque no sé, ni concibo como estuvo, ni donde estuvo. No sé, ni concibo qué hizo, ni en qué se ocupó todo este tiempo, fuera de los pocos instantes en que se dejó ver de sus discípulos. No sé si estuvo ó desnudo, ó con qué vestidos se aparecia, pues los que tenia antes de su muerte se los repartieron entre sí los soldados que lo crucificaron, y la sábana y sudario quedaron en el sepulcro. No sé como entró en el cenáculo, cerradas las puertast. No sé como estaban, ni qué hacian los muchos santos que resucitaron con él. No sé... Sé solamente que así Cristo, como sus santos estuvieron en nuestra tierra cuarenta dias, de un modo digno del estado en que ya se hallaban: esto es, cuer * Nisi videro in manibus ejus fixuram clavorum, et mittam digitum meum in locum clavorum, et mittam manum meam in latus ejus, non credam. - Ioan. xx, 25. ↑ Januís clausis - Ioan, xx, 26. pos gloriosos, 6 de personas resucitadas y bienaventuradas. Si este modo no lo concibo con ideas claras, no por eso quedo libre para negar el hecho. En lugar de negarlo infiero legítimamente, y concluyo religiosamente, que en el estado presente no soy capaz de comprender estas cosas, ni Dios me manda que las comprenda, sino que las crea. Esta consecuencia es ciertamente la mas digna de un hombre racional, que por otra parte no duda de la verdad de las Escrituras. Aplíquese aora esta semejanza al asunto que tratámos y ya no se halla dificultad, todo se ve fácil y llano. 112. Yo cierro aquí todo este punto, porque me reconozco incapaz de decir mas sobre él. Me parece que oigo aquella última sentencia que se le intimó á Daniel, cuando preguntó: Señor mio, ¿qué acaecerá despues de estas cosas?...la respuesta fué esta: Anda, Daniél, que cerradas, y selladas están estas palabras hasta el tiempo señalado*. El que no contento con esto, quiere todavia mas noticias, lea atentamente y reflexione seriamente sobre esta última profecía contenida en los dos últimos capítulos del Apocalipsis, con los cuales se concluyen todas las Escrituras canónicas, y despues de las cuales no tenémos otra escritura que sea digna de fe divina. • Domine mi, ¿quid erit post hæc?... Vade Daniel, quia clausi sunt, signatique sermones usque ad præfinitum tempus.-Dan xii, 8 et 9. CAPITULO VII. SE RESPONDE A ALGUNAS CUESTIONES. 113. CERRADO ya este punto, y con él algunas cosas, que al hombre no le es lícito hablar*, debémos no obstante responder á algunas cuestiúnculas, cuya respuesta se pide por modo de mera congetura. PRIMERA. 114. Esta ciudad que ha de bajar del cielo á nuestra tierra, ¿ será una ciudad material, con toda la estructura y dimension, que se leen espresas en la profecía? 115. Se responde que sí: ni hay necesidad ni razon alguna que nos obligue á alegorizarla ni á espiritualizarla, tanto que quede reducida á puras tinieblas una cosa tan clara. La figura cuadrada ó cúbica, y las tres dimensiones geométricas de longitud, latitud y profundidad ó solidez, no competen ciertamente á cosas puramente espirituales, sino á cosas materiales ó corporales. El espíritu ni tiene figura ni dimensiones. Esta santa ciudad es sin duda para habitacion, no de espíritus puros, sino de personas compuestas de espíritu y cuerpo: esto es, de los millares ó millones de santos que vienen con Cristo ya resucitados. Si estos han de ser materiales ó corporales, ¿por qué no será tambien su habitacion? Muchísimos autores graves sienten y afirman lo mismo que yo, con sola la diferencia accidental del sitio donde la ciudad debe colocarse; como si este sitio se hubiese dejado á nuestra voluntad. Algunos, como buenos geómetras, han calculado, que despues de la resurreccion universal podrán habitar cómodamente en dicha ciudad material todos los que se han de salvar. * Quæ non licet homini loqui.-2 ad Cor. xii, 4. |