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sabria decir á V.; pero S. Juan, que era buen computador, haciendo el cálculo de todos estos años, que los otros Profetas dejaron indeterminados con un oscuro in illa die, in illo tempore, nos dice que serán mil años: y para que no nos equivoquémos en un número por otro, en solo el capitulo xx de su Apocalipsis nos lo repite por seis veces. A mí para que se lo creyese, me bastaría que lo dijera una sola vez; cuanto mas diciéndolo, repitiéndolo y volviendo á decirlo por seis veces. Si V. quiere qué estos mil años de S. Juan sean indeterminados, como los siete de Ezequiel, no me opongo, sean en buena hora mas ó menos: basta que sean tantos, cuantos es menester que sean para que se cumpla todo lo que está profetizado, y que no se saquen de la época en que está escrito que han de ser; esto es, despues del Anticristo y venida de Cristo, y antes del fin del mundo. Mas qué hará Cristo aquí en la tierra por estos mil años? Esto es lo que despues de haber visto el como y el cuando de su venida, vamos á ver en el fin á qué vendrá.

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¿A qué vendrá Jesucristo á la tierra: si á juzgar solo los

muertos, ó tambien á reinar y juzgar á los vivos?

88.; Reino temporal de Jesucristo en la tierra por mil anos ? ¡ O qué palabra tan dura! ¡ó qué escándalo! Es verdad, dice V. (número 51 de su impug.) "que en el cap. xx del Apocalipsis (verso 4) se lee de los buenos que reinaron mil años con Cristo* ; pero este reinado y estos mil años ¿quién los entiende? Yo no presumo tanto que quiera meterme á descifrar este enigma. Han pensado, han escrito personas de superior mérito sobre estos mil años Apocalípticos, y estámos todavia tan lejos de saber el verdadero significado, cuando estábamos al principio. Yo solo puedo asegurar con toda certeza, que las citadas palabras no tienen el sentido que el autor les da. Digo mas, y es, que si un ángel me digera lo mismo, tampoco le daria cré

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dito, teniendo á mi favor la infalible autoridad de la Iglesia, que reprueba y condena el fabuloso reinado de Cristo de mil años en la tierra con los santos, antes de acabarse el mundo. Y me maravillo que uno que se dice Católico (esta es una de las urbanidades de su gentileza para con el autor, que ya no me maravilla por su frecuencia en favorecerlo) suscite un sistema que la Iglesia reprueba." En el número 71 exortando caritativamente á que vuelva en sí, le dice : "Piense V. y reflexione á qué estremos lo lleva el capítulo xx del Apocalipsis... en el cual se fundaron Cerinto y Apolinár para establecer el milenario reino de Jesucristo. Y esto porque V. no menos que ellos toma á la letra aquel reinaron mil años con Cristo, debiendo entenderse aquel número cierto por un incierto, y por aquel reinado el de los santos con Cristo en el reino espiritual de la Iglesia.”

89. Hasta aquí V. con una resolucion y ánimo tan contrario al reino milenario de Cristo en la tierra, que si un ángel del cielo se lo persuadiera, no lo creería; ¿cuanto menos creerá á un hombre de la tierra, por mas que se mate en probarlo? Veo que á quien se halla en esta disposicion no hai razones que le entren. No obstante, por via de mera contestacion, y por mostrarle, si es posible, que los fundamentos que V. alega no son dignos de un asenso tan firme, le diré lo primero que si V. apoya esta su fe ciega en la autoridad de la Iglesia que haya condenado el reino milenario de Jesucristo en la tierra, la apoya muy mal; porque la Iglesia no condena lo que Dios tan claramente ha revelado: y si V. todavia insiste en que lo ha condenado, le repetiré aquí lo que le dije en el número 68: muéstrenos las palabras, cite el lugar, produzca el anatema, y cuando lo muestre cierto, claro y terminante, no dude que estámos prontos á creerlo con V.; sometiendo nuestro entendimiento en obsequio de la fé*. Le diré lo segundo: que Cerinto y Apolinár no erraron, ni pudieron errar por haber entendido en el sentido literal las palabras de Dios.

* Captivantes intellectum nostrum in obsequium fidei.

El sentido literal de las Escrituras, lejos de inducir á error, es la norma de nuestra santa fe. A él miran como á seguro norte los concilios en sus decretos: por él se dirije la Iglesia en sus infalibles definiciones. Los que han errado, erraron no por haber seguido el sentido literal, sino por haberse apartado; ó quitando, ó añadiendo segun su capricho, como lo hicieron Cerinto y Apolinár con el capítulo xx del Apocalipsis. Dice mui bien nuestro autor (part. i, cap. v, art. iii, parr. iii, leed, y releed con atencion este capítulo: scrutare illud in lucernis, y halladme una sola palabra que favorezca á las inmundicias de Cerinto, ó á las fábulas de Apolinár. Y cuando ni rastro se halla de nada de esto... ¿como no temieron estos herejes atraer sobre sus cabezas las terribles maldiciones que se fulminan en este libro contra los que ponen y añaden á lo que en él esta escrito? Si alguno añadiere á estas profecias alguna cosa, pondrá Dios sobre él las plagas que estan escritas en este libro*.

90. Le diré lo tercero: que no estraño sea este capítulo para V. y otras personas de superior mérito un enigma de dificil solucion; Ni como descifrarlo, cuando no lo quieren entender en el sentido literal, con que está claro, sino en otro alegório y espiritual con que nunca se entenderá? ¿ Como entender de un reino, lo que está escrito de otro mui distante? Valgámonos de un egemplito que lo declare. Si yo escribiera á V. una breve noticia geográfica y civil del reino de España, describiéndole su situacion, sus límites, sus monarcas, su religion, sus leyes y gobierno, y V. en vez de entenderla del reino que le describia la quisiese entender del imperio del gran Turco; sin ofender su penetracion le digo, que cuanto mas claro le hablára yo, tanto ménos me entendería. Lo mismo ni mas ni ménos sucede en el caso en que estámos. Habla el Señor en el citado capítulo del reino temporal de su segunda venida, describe la felicidad de este reinado, sus dichosos habitadores, su monarca divino, la época, y el tiempo de su duracion: y no

* Si quis apposuerit ad hæc, apponet Deus super illum plagas scriptas in libro isto. Apoc. cap. ult. v. 18.

sotros querémos entender lo que se dice espresamente de este reino de otro mui diverso. ¿ Como entender del reino espiritual de la Iglesia en su primera venida, lo que el Señor claramente dijo del reino milenario de su segunda venida? Para ver que no es posible hacerlo en una tolerable manera, basta lo que V. mismo confiesa obligado de la verdad: "que despues que han pensado, han escrito hombres de superior mérito sobre estos mil años Apocalípticos, nos hallámos aora tan á oscuras, como nos hallabámos al principio." Si hubieran acertado con la verdadera via, ciertamente unos hombres tan grandes ya habrian llegado al deseado término. Señal clara que no la han acertado. ¿ Por qué pues no tentar otra? Es decir, si por la via que nuestros doctores han corrido unos tras otros por tantos siglos, del reino espiritual de la Iglesia, aun no hemos llegado á entender este misterioso capítulo xx del Apocalipsis, ¿por qué no tentar otra via que nos abre nuestro autor, siguiendo á los primeros padres de la Iglesia, del reino temporal de Jesucristo en la tierra? Entrémos sin miedo, y verémos que se nos abren de par en par las puertas para la intelígencia, no solo de este capítulo, sino de otros muchos pasos de la Escritura.

91. Y á la verdad, ¡ como entender del reinado de la presente Iglesia, lo que este capítulo nos refiere de aquellos mil años en los cuales dice, que el dragon infernal, la antigua serpiente que engañó á nuestros padres, Satanás, el diablo será cojido, ligado, confinado á los abismos, cerradas y selladas sus puertas para que no salga á tentar y engañar á los hombres hasta que se cumplan los mil años? Y prendió al dragon, la serpiente antigua, que es el diablo, y Satanas, y le ató por mil años; y lo metió en el abismo, y lo encerró, y puso sello sobre él, para que no engañe mas a las gentes, hasta que sean cumplidos los mil años *. ¿Como, digo, entenderlo de la presente Igle

Et apprehendit draconem, serpentem antiquum, qui est Diabolus, et Satanas; et ligavit eum per annos mille, et misit eum in abys

sia, cuando la cuotidiana esperiencia nos enseña, que nuestra vida es una continuada guerra con este enemigo mortal de nuestras almas: milicia es la vida del hombre en la tierra*? i Cuando aun los mayores santos, como un S. Pablo, se quejan de los duros golpes y humillantes bofetadas que del ángel maldito Satanás reciben+? ¿Cuando S. Pedro nos exorta, á que estémos sóbrios y vigilantes en guardia del diablo, que como un leon nos rodéa por todas partes, buscando á cada uno el lado débil para asaltarnos y devorarnost? Ni nos digan que aun estando atado á la cadena puede girar este leon: porque dirémos que una cadena tan larga que desde el infierno alcanza á toda la tierra, y que lo deja libremente girar cuando, como y á donde quiere, es lo mismo que si no la tuviera. A mas de que, por mas que tiren y estiren esta cadena, la dificultad no tiene salida, diciéndonos el testo que no solo estará atado el dragon infernal, sino encerrado en el abismo, y selladas las puertas para que no pueda salir por los mil años á engañar á los hombres §.

92. Dejando, por no detenernos, otros misterios, ¿cómo entender del reino espiritual de la presente Iglesia lo que allí dice el Señor del reino de su segunda venida, que solos los muertos que murieron por Cristo, y que no adoraron á la bestia (figura del Anticristo), ni llevaron su caracter, solos estos vivirán y reinarán con Cristo los mil años, y que los demás muertos proseguirán á estarse en sus sepulcros, y que no vivirán hasta que se acaben los mil años, siendo esta primera resurreccion particular de

sum; et clausit et signavit super illum, ut non seducat amplius gentes, donec consummentur mille anni. — Apoc. xx, 2 y 3.

* Militia est vista hominis super terram.

↑ Angelus Satanæ, qui me colaficet?

↑ Quia adversarius vester Diabolus, tanquam leo rugiens circuit, quærens quem devoret.

§ Et misit eum in abyssum, et clausit, et signavit super illum, ut non seducat amplius gentes, donec consummentur mille anni.-Apoc. loco citato.

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