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en que hasta aora lo vemos, que es la mayor ponderacion. Mas... entremos desde luego a proponer, y tambien a examinar atentamente las ideas que nos dan los doctores Cristianos de la venida del mismo Mesias que todos estamos esperando. Dicen... que estas ideas son tomadas de las santas Escrituras: pero ¿ sera cierto esto?" Pesémos este dicho del autor, primero en sí mismo, y despues comparado con los del compendio. Lo que añade aquí el autor fuera de la comparacion de los sistemas, á que ya respondimos (número 35), es decir, que las imágenes que nos describen los profetas sobre la segunda venida del Señor, nuestros doctores, ó las han desfigurado con nuevos colores, ó las han puesto fuera del punto de su vista. Ni podía hablar de otro modo quien piensa segun su sistema (dejando por no detenernos otras circunstancias), que han sacado de su propio tiempo la segunda venida del Señor. Sacar la imagen del propio tiempo en que se debe ver, esto llama el autor ponerla fuera del punto de su vista, ó desfigurarla con nuevos colores. ¿Y qué pincel hai tan valiente, que tratándose de dibujar objetos retirados en las sombras de lo futuro, pueda lisonjearse de no haberles añadido tintas, ó quitádolos de su justa perspectiva? Y esto único que dice el autor, ¿con qué respeto lo dice? No con una resuelta asertiva, sino con un modesto me parece. ¡Cuán al contrario el compendio! El en lo poco que V. le saca de lo mucho que tiene, dice atrevidamente, que nuestros doctores se han puesto sobre sus ojos un grueso velo, y nos lo han puesto a nosotros, para que no veamos los grandes misterios de la segunda venida del Señor. Dice, que de su cabeza han finjido cuentos increibles del todo repugnantes á la verdad de la Escritura, y á la recta razon. Dice, que nos enseñan como de fe falsedades de su naturaleza las mas repugnantes: haciendo decir al Espíritu Santo lo que jamás ha pensado; y otras insolencias á este tono. Aora: acuerde V. en su concordancia la moderacion del autor en su dicho, con el descaro y desvergüenza de los dichos del compendio: ate V. estos cabos. Y cuando los haya acordado, no desespere de acordar tambien lo blanco con lo

negro, el fuego con el agua, la luz con las tinieblas. Y lo que le digo de la discordancia de los dichos del compendio con este dicho del autor, se entienda tambien como dicho en los demás que V. pone del autor, y vamos á examinar, para no tener que repetir lo mismo en cada uno.

41. (Part. i, cap. iii, parr. iii.) Dice la obra: "Veis aquí en breve lo que dicen los doctores esponiendo este capítulo xx del Apocalipsis. No sé si os satisfará á vos; pues yo creo que ni á los mismos doctores que lo dijeron les satisfizo. Mas en el empeño de defender su sistema era menester que dijeran algo, y sea como fuere." Y yo digo que en el empeño de oponerse, es menester agarrarse de todo. ¿Qué halla V. aquí tan descomedido, para sacarlo á frente de lo que dice el compendio? Todo esto nada mas dice, sino que la esplicacion que dan los doctores a este dificilísimo capítulo, la halla el autor tan insubsistente, que ni á él le satisface, ni cree que satisfaría á los autores que la dieron. Y yo creo que si á muchos de ellos se lo pudieramos preguntar, no tendrían dificultad en confesarlo. ¿ Qué hai que estrañar que en ciertas dificultades que superan al entendimiento humano, debiendo decir alguna cosa, se digan cosas que ni al mismo que las dice satisfagan? Creame V. que hai genios tan poco satisfechos de sí mismos, que no todos se pagan de lo que dicen.

42. Adelante (Part. i, cap. vii, parr. iv): "Por cierto que yo no alcanzo á entender, como unos hombres tan doctos y religiosos se apartan tan libremente del sentido obvio y literal de las palabras del símbolo, transformando un artículo de nuestra santa fé, y enseñando con su ejemplo á que otros hagan lo mismo con otros artículos; entendiéndolos segun el espíritu privado de cada uno. No es menester mas para que arruinen los fundamentos, y den en tierra con la divina fábrica de nuestra santa religion." Aquí sí que habla sério y argumenta fuerte el autor por defender la inteligencia obvia y literal de este artículo del símbolo de nuestra fe: vendrá a juzgar á los vivos y á los muertos. Impugna robustamente á nuestros doctores; pero sin salir de los términos de veneracion que

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comunmente los doctores. Que es lo mismo que decir en término equivalmente: no puede, ni debe entenderse como lo mandó escribir el espíritu de Dios, sino como le pareció á este ó á aquel hombre particular, á quienes han seguido otros, siguiendo el mismo sistema, como si fuese único y definido por verdadero. ¿Qué hemos de decir á esta respuesta decisiva, sino llorar la cautividad en que nos hallámos, sin sernos lícito dar un paso adelante, aun cuando ya el tiempo, y todas las circunstancias nos convidan á darlo? ¡Que! ¿ Hemos de cautivar nuestro entendimiento en obsequio de un sistema conocidamente inacordable con los hechos? ¡Qué! Hemos de ver la verdad casi á dos pasos de nosotros, sin poderla abrazar ni confesar, por la atadura tiránica de respetos puramente humanos? Si es justo delante de Dios, les decía S. Pedro á los príncipes de los sacerdotes, oiros á vosotros antes que á Dios, juzgadlo vosotros*." Diga V. tambien de mí lo que gustare; pero en esto no es otro mi sentimiento que el del autor. Donde la letra de la Escritura es clara, y segun la regla de S. Agustin no hai inconveniente en entenderla literalmente, ¿por qué no podré, ó antes bien, no deberé entender las palabras de Dios, como están escritas, y no segun los diversos sentidos que les quieren dar los hombres? Una carta que yo escribiera á otro, no querria que me la entendiesen sino del modo que la tengo escrita. Esto que yo quiero de mis cartas, veo que todos los hombres lo quieren de sus escritos. ¿Y solo la palabra de Dios ha de ser exepcion de esta regla general, que no se ha de entender como está escrita, sino como quieren otros que se entienda? ¿ Para qué escribírnoslas de un modo, si se hubieran de entender de otro? Le faltaban á la sabiduría infinita de Dios palabras con qué esplicar sus conceptos? Y si hubiera querido ser entendido de otro modo, no se habria, esplicado de otro modo? No me vengan pues á decir, donde la palabra de Dios es clara, que no se ha de entender como está escrita, sino como quieren los hombres que se en

Si justum est in conspectu Dei, vos potiús audire quám Deum, judicate― Act. Ap. iv, 19.

tienda; porque á quien me lo digere le repetiré yo con el autor lo de S. Pedro: Juzgad si es mas justo á los ojos de Dios, oiros á vosotros que á Dios mismo*. Y no creeré por esto á cualquiera que se lo diga, faltarle al debido respeto; como no faltó S. Pedro cuando se lo dijo en sus caras á los príncipes de los sacerdotes. Solo á nuestro autor parece, que ni la sombra de S. Pedro le basta para sanarlo de la tacha de injurioso.

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45. (Part. ii, fenom. v, art. i.) ¿Quien, pensára, si no lo viese por sus ojos que estas especies, o estas... no sé como llamarlas, se podian hallar escritas en los interpretes de las santas Escrituras, hombres por tantos titulos, ilustres, estimables, y respetables?... Aora si una profécia tan clara, tan espresiva, tan circunstanciada, se esplica o se elude del modo tan estraño o tan ingenioso que acabamos de ver... ¿qué otra suerte mejor podremos anunciar a las otras profecias?" Verdaderamente que tal vez aun en hombres por otra parte grandes (sin que por esto dejen de serlo, como un Homéro que no ha dejado de ser el príncipe de los poetas por haber dormitado tal vez) se ven escritas futilidades tales, que casi no halla mejores términos con que calificarlos la modestia mas circunspecta. Léase el lugar citado, y cuando no se le dé al autor toda la razon de lo que dice; á lo menos en su misma razon se le hallará la mayor disculpa á su dicho. 46. (Part. ii, fenom. v, art. iii, parr. 3.) "Tacha (dice V.) á los doctores, porque llaman á los Judios pérfidos. Este es (así el autor) el ordinario título con que los honran : bien que lo hayan aprendido de la santa Iglesia: oremos por los pérfidos Judios +. "La Iglesia, amigo, lo que nos enseña es, que hablando con Dios, le representémos nuestras miserias Ꭹ las de nuestros prójimos, para que como padre piadoso se compadezca de ellas: pero no nos enseña que cuando nos hablamos mútuamente, nos injuriemos unos á otros. Antes sí quiere con S. Pablo, que nos pre

Si justum est in conspectu Dei vos potius audire, quam Deum, judicate.

+ Oremus pro perfidis Judæis.

vengámos en demostraciones de honor*. Tambien nos enseña á que delante del Señor nos reconozcámos inicuos y reos: por nuestra iniquidad nos reconocemos reos †. Y sería buena, que V. deseando alguna gracia de otro, ó queriéndole convencer sobre algun punto, para captarle la voluntad lo saludase con los títulos que habia aprendido de la Iglesia de inicuo y de reo. Distingamos los tiempos, y concordaremos los derechos. Hai tiempo de hablar con Dios; y entonces segun el derecho que exige de nosotros la religion, humillémonos en su acatamiento, como nos lo enseña la Iglesia: y hai tiempo de hablar con los hombres; y entonces segun el derecho de la fraterna caridad, prevengámonos en honor como nos enseña S. Pablo.

47. (Part. ii, fen. vii, apend.) Trata, dice V., á los doctores de inurbanos. "Lo primero: saludan á los doctores Judios con la salutacion acostumbrada, llamandolos groseros y carnales, pues se han imaginado que las profecías dictadas por el Espíritu Santo se habian de cumplir así como suenan, ó segun su modo grosero de entender (en esto último no dejan de tener razon y gran razon.) ¡O verdaderamente pobres e infelices Judios! Por todas partes os sigue y acompaña el reato de vuestros delitos, y la justa indignacion de vuestro Dios. ¡O sistema no menos fu nesto y perjudicial para vosotros que el que abrazaron imprudentemente vuestros doctores!" Cierto que la salva de algunos de nuestros doctores yo no la salvo; nunca ha sido buen medio de ganarse el entendimiento, el enajenarse la voluntad: sabemos el ejemplo de un S. Policarpo; pero no sabemos que convirtiese á Marción. celo áspero de un Elías aterraba á los pecadores; pero la dulzura y suavidad de Jesucristo fué la que los ganó, y la que arrebató á todo el mundo para que se fuese tras él: He aqui que todos iban tras de élt. Por lo demás, á lo que V. añade de los dos sistemas, no es menester

* Honore invicem prævenientes. — Ad Rom. xii, 10.
+ Ex iniquitate nostra nos reos esse cognoscimus.
Ecce totus mundus post eum abit.

El

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