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que es mui diverso el compendio de la obra por lo que tiene de mas, veamos aora que tambien lo es por lo tiene de menos.

que

26. Es esto tan claro, que parece inútil el probarlo. Aun cuando el compendio se empleára todo en decir precisamente lo que trae la obra, diria mui poco en menos de veinte y cuatro hojas que tiene, de lo mucho que trae el autor en mas de quinientas. ¿Cuanto menos dirá divirtiéndose en decir otras cosas, que no ha pensado ni soñado el autor, como acabamos de ver? Ciertamente yo creo que si el autor le pidiera cuenta al compendio de todo lo que dice en la obra, no le podria responder uno por mil. Yo no sé como llamarlo. ¿Un mapa? pero es tan abreviado, que omitiendo señales de ciudades y montes mui principales, no deja conocer el reino que describe. ¿Un indice? pero es tan diminuto, que dejando muchos y mui principales capítulos, no se puede hacer juicio de lo que trata la obra. ¿ Una miniatura? pero es tan reducida, que omitiendo puntos, no se conoce la cara del autor. A lo menos compendio ciertamente no lo es: no porque yo pretenda que un compendio diga todo lo que dice la obra; entonces no sería ya compendio, sino la obra misma; pero si ha de ser compendio, es menester que diga en breve, lo que largamente dice la obra, el método con que lo dice, la manera como lo dice, de suerte que por él se haga un juicio, si no cabal, á lo menos suficiente de lo principal de la obra. Aora, ; el compendio de que hablamos hace esto con la obra de nuestro autor? nada menos: si algo dice, es mucho mas lo que omite. El autor en su primera parte, en que allana las dificultades para plantar su sistema, trata los puntos gravísimos del sentido de las Escrituras, de la autoridad de los Padres, esplica el capítulo xx del Apocalipsis, de la inteligencia de un testo del símbolo de S. Atanasio, &c. Y de todo esto que trata la primera parte, qué dice el compendio? Nada. En la segunda parte planta su sistema, y lo prueba con los fenómenos escriturales de la estatua de Nabuco, de

las cuatro bestias de Daniel, de la bestia de diez cuernos de S. Juan, de la muger sentada sobre la bestia, de la muger vestida del sol, de los Judios, de la Iglesia cristiana, de la Babilonia y sus cautivos, de Jerusalén y sus felices habitadores, del tabernáculo de David, del monte de Sion, &c. Y de todo esto, ¿qué dice el compendio? Ni una palabra. En la tercera, que deduce las consecuencias de lo que ha probado, esplica nuevos testos, resuelve varias cuestiones, abre un nuevo camino para la inteligencia de los cantares, nos pone á los ojos los nuevos cielos y nueva tierra, la Jerusalén que baja del cielo, la nueva division que se hará de la tierra santa, la reedificacion del templo, el estado de la tierra despues del juicio universal, &c. Y de todo esto, ¿qué dice el compendio? Nada, ni una palabra. Pero á lo menos dice algo del órden y método con que trata y divide la obra su autor? tampoco. El autor en el trabajo de su obra hace lo que un labrador en la labor de su campo, que primero dispone la tierra, despues siembra, y últimamente coje los frutos. Así el autor, primero estirpa las dificultades, despues planta su sistema, lo arraiga con buenas pruebas, y últimamente coje el fruto de vistosas consecuencias. ¡Qué diversamente el compendio! Sin allanar estorbos, planta siete proposiciones que prueba á su modo, y saca una conclusion que es toda suya de planta. Mas siquiera se verá en el compendio la manera de decir de la obra? Ni

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por sombra. Manera, digo, no ya en lo bello del estilo, en lo claro de la espresion, en lo ameno en deleitar; que estos son accidentes que si bien adornan, no forman la sustancia de una obra; sino la solidez en el pensar, la fuerza en el argumentar, la energía en el persuadir. Son muchísimas las razones, gravísimos los argumentos, clarísimas las autoridades, terminantes los testos de que está llena la obra, y no se hace ni lijera mencion en el compendio: de manera que se lisonjearía mucho quien habiendo respondido ó impugnado al compendio, creyera haber respondido ó impugnado á la obra; y haría lo mismo que quien apenas

comenzado el combate creyese haber vencido y cantase la victoria. Por tanto, ó se mire á lo que dice, ó al órden con que lo dice, ó á la manera como lo dice, tuvo mucha razon el autor de pedir no se hiciese juicio de su obra por un compendio tan falso y defectuoso. Cualquiera que lo pese en las balanzas de la razon, y ponga de una parte la obra, y de la otra el compendio, no podrá menos de confesar que se halla minus habens: y que el compendio es mui diverso de la obra por lo mucho y muchísimo que tiene de menos.

37. Mas á lo menos, será lo mismo en lo mismo que tiene y conviene con la obra? Veámoslo. Yo no niego, antes sí confieso, que la obra tiene muchas cosas y mui principales del compendio. La introduccion, los puntos, las pruebas se ve claramente que el compendio las ha tomado de la obra, y que casi todas son las mismas. ¿ Y por esto serán lo mismo? No por cierto.

Obra es mia, Marcelino,

Esa que leyendo estás ;

Pero no es mia, que es tuya,

Puesto que la lees tan mal*.

Lo mismo podia decir el autor á su compendiador: la obra que compendias es mia; pero desde que la compendias tan mal, comienza a ser tuya: mia es la introduccion; pero desde que la aplicas tan mal, comienza á ser tuya: mios son los puntos; pero desde que los plantas tan mal, comienzan á ser tuyos: mias son las pruebas; pero desde que las propones tan mal, comienzan á ser tuyas: tuya es, y no mia, la vehemencia con que injuriosamente te descargas contra los doctores Católicos: tuya la languidez con que dejas sin fuerza ni nervio á mis razones: tuya la muerta manera de dejar sin alma mis testos, de ponerlos y no esponerlos, de aplicarlos y no esplicarlos. ¿Cuantas veces no se queja V. mismo de esto en su impugnacion? Quem recitas meus est, o Marcelline, libellus ;

Sed male cum recitas, incipit esse tuus. MARCIAL.

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Hablando del testo de S. Pablo: esto os decimos en nombre del Señor*, &c., dice V. (número 104), "Planta el autor este testo misterioso, y como si fuera una verdad per se nota, omitiendo toda esposicion, corre á su acostumbrado tema, &c." No, no es el autor, sino el compendiador el que omite toda esposicion. Lea V. la parte i, cap. vi, parr. iv y v, y allí vera, que el autor pone y espone muy bien el testo. Y para dejar otros lugares, sobre el testo de Joel: Y he aqui que en aquellos diast, &c., vuelve V. con la misma queja diciendo (numero 118), "Plantado este testo, sin darle alguna esplicacion, ni sacar alguna consecuencia, se vuelve insolentísimamente, &c." Aquí tiene V. muchísima razon de quejarse del compendio que no ponga la esplicacion del testo: porque habiendo hecho en el punto quinto un aserto separado, y siendo este el único testo con que lo prueba, debia ciertamente haberlo esplicado, y de la esplicacion sacado sus consecuencias. Pero consuélese V. que lo que faltó al compendio lo suple el autor; quien aunque lo trae de paso y á otro asunto muy diverso, no obstante lo aplica y esplica muy bien, como lo podrá V. ver en el fenómeno viii, articulo viii, de la obra. Lo que V. dice de estos testos podría yo decir de otros muchos y muy principales, que el compendio se contenta de ponerlos limpiamente como están en la Escritura; y el autor en su obra les descubre el fondo, y saca á luz el tesoro que esconden. Véanse por ejemplo como trae el compendio en el punto 6 los testos de Isaias, Envia, Señor, al cordero dominador de la tierrat, &c., y el de los Hechos Apostólicos (cap. xv, ver. 16). Volveré despues, y reedificaré el tabernáculo de David§, &c., y como los trae y trata la obra: el primero en el fenómeno ix, parr. vi, y el segundo en el mismo fenómeno, parr. ii; y ciertamente

Hæc enim dicimus vobis in verbo Domini, &c.

+ Quia ecce in diebus illis, &c.

↑ Emitte Agnum, Domine, dominatorem terræ. - Is. xvi, 1. § Post hæc revertar et reædificabo tabernaculum David. - Act. Apost. xv, 16.

viendo tanta diversidad en lo mismo, nadie dirá que sea lo mismo. Un símil muchas mas veces suele valer y declarar mas que una razon; permítame V. que use de este: si es lícito comparar las cosas grandes a las pequeñas. Si en nuestro tiempos felices, cuando V. (como lo acuerda en su impugnacion) se dejaba oir de la cátedra, ó del púlpito, uno de sus mejores sermones: hubiera caido por desgracia en las manos de un compendiador, como el de la obra de nuestro autor, que lo que V. con tanta elocuencia decía en diez hojas, lo hubiera puesto como Dios sabe en media plana: que el asunto que V. con tan buen orden y novedad deducía de su introduccion, lo hubiera puesto sí, pero sin gracia ni deduccion: que las razones vivas y eficaces con que V. lo probaba, omitiera unas, y otras perdieran de valor en su pluma: que los testos nacidos, y tan bien aplicados con que V. lo confirmaba, en parte los dejára, y en parte los pusiera tan desnudos como su madre los parió: si la patética peroracion con que V. coronaba su obra, no hallándola de su gusto, se la cambiára en otra del suyo y propia de su invencion; ; diría V. que este sermon era su sermon y aun no pudiendo negar que las cosas eran las mismas, diría V. que era el mismo? Pues lo que V. dijere de su sermon, digo yo de la obra. Y así concluyámos que el compendio, ó por lo que tiene de mas, ó por que tiene de menos, 6 por lo mismo que tiene, no es lo mismo que la obra.

lo

28. Pero aun cuando no valgan ni el argumento ab auctoritate, ni la razon à priori, tentémos á ver si vale la razon à posteriori: que tal vez las causas que no se han podido conocer en sí mismas, se dejan conocer mas facilmente por sus efectos. Me acuerdo que para escusarse V. del trabajo de hacer una nueva impugnacion de la obra, se acojió á este raciocinio: la obra y el compendio son lo mismo: el compendio está impugnado: luego tambien lo está la obra. Me agrada el sologismo, y valiendome de él, quiero, tomando por premisas sus dos menores proposiciones, con poca variacion de la segunda, sa

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