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ésta sentencia, no dar oráculos de su tribunal á un pacífico Salomón, sino fulminar rayos de una negra nube á un Júpiter Tonante. Temple V. un poco el ardor de su zelo, y con ánimo quieto examinemos una á una estas censuras.

4. Obra desedificante. El buen autor la escribe con ánimo piadoso, y recta intencion de glorificar á Dios, de convertir á los Judios, y de aprovechar á los fieles. Y efectivamente yo hallo en la obra muchos pasos, donde habla de Dios y de sus atributos magníficamente: de su bondad en amar con ternura á los hombres: de su providencia en gobernarlo todo con suavidad y con fuerza; de su fidelidad en cumplir sus promesas: de su justicia en castigar con rigor: de su misericordia en premiar con grandeza. Hallo que rompe á los Judios el velo de su ceguedad, mostrándoles, para que conozcan al Mesías, que las promesas que les están hechas, y no se cumplieron en la primera venida, se cumplirán en la segunda; y así dulcemente los trae con las esperanzas que ellos tienen, á que abrazen la fe que nosotros tenemos. Hallo finalmente que exorta con S. Pablo á los fieles, á que se mantengan en la fe, y no dejen de dar frutos de buenas obras; no sea que como ramos estériles, los corten de la raiz santa, para injerir de nuevo los ramos naturales cortados: les dá las verdaderas señales del Anticristo, para que lo conozcan y se guarden de él; no sea que teniéndolo ya en casa, por no conocerlo, se domestiquen con él: les representa con vivos colores en un magnífico cuadro la grandeza de los bienes eternos, para enamorarlos á ellos, y animarlos á que desprecien los caducos y miserables de la tierra. Y despues de todo nada de esto, y mucho mas que trae la obra de bueno, santo, y edificante, le valdrá para que no sea censurada de desedificante? ¿Con qué justicia, ó razon? ¡O tiempos! ¡o costumbres!

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5. Obra ofensiva a los oidos piadosos. Si los oidos son tan piadosos, que dén al hombre la fe que solo es propia de Dios, no es ofenderlos el instruirlos, para que dén á Dios la fe divina propia de Dios, y al hombre la fe

humana que es propia del hombre. Esto no se llama ofender oidos piadosos, sino poner en práctica lo que nos enseñó el divino Maestro: Dad al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios*.

6. Obra censurable. Estas generalidades con tanto decir, nada prueban. ¿Por qué no decirnos la censura particular, á mas de la dicha, si de mal sonante, proxima hæresi, herética? Pero sin especificarnos nada, decir genéricamente, en globo, y en masa, que es censurable, esto es decir mucho y no decir nada. Censurable, y ¿ de quien? Si de la iglesia, háble ella, y con una palabra que nos diga, se sentenció el pleito. Si de otros, su autoridad no tiene mas peso que el que les dá la razon: manifiéstenla en su bello aspecto, y no con un semblante áspero y duro, que nunca fué propio de ella, y estamos prontos á abrazarla.

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7. Obra apta nata para causar en la Iglesia escandalosas discordias. ¿Y por qué? En la obra todo lo que es dogma se supone como de fe: se confiesa con las mas solemnes protestas. Esto supuesto como una verdad incontrastable y que no admite duda, lo que en ella solamente se disputa son algunas circunstancias del dogma, que no están reveladas, y si lo están, no consta ni está declarada su revelacion v. g. todos confesamos, que Cristo vendrá á juzgar vivos y muertos: supuesta ésta verdad que nos consia, solo se disputa lo que no nos consta: ¿cuando vendrá Cristo? ¿ si solo al fin del mundo, ó mucho antes? ¿quienes sean estos vivos que vendrá á juzgar, si los vivos solo en el alma por la gracia, ó los vivos en cuerpo y alma? Todos confesámos la resurreccion de la carne: supuesta la verdad de este artículo que todos sabemos, se disputa lo que no sabemos: ¿ si todos resucitarémos una vez y al mismo tiempo? Todos confesamos que el Anticristo levantará á la Iglesia una persecucion terrible, sin egemplo, y sin copia: supuesta esta

* Reddite quæ sunt Cæsaris Cæsari, et quæ sunt Dei Deo. Marc. xii, 17.

verdad que nadie ignora, se disputa lo que ignoramos: ¿ si éste Anticristo será una persona sola, ó un cuerpo moral compuesto de muchas personas? &c. Aora, decir que por éstas y otras cosas disputables que no constan de las Escrituras que una tradicion constante y universal no las enseña: que no las ha definido la Iglesia: y en las cuales cada uno dice su sentir, segun lo juzga mas conforme á lo que tenemos en los libros santos: decir que porque se tratan en la obra, es apta nata para causar en la Iglesia escandalosas discordias, solo decirlo parece un escándalo. V. mismo al número 45 de su impugnacion enseña: “que puede haber verdades realmente reveladas, á las cuales los fieles, sin faltar á la fé, no dén asenso sobrenatural, porque no saben, ó es dudosa para ellos la revelacion que realmente existe. Que cuando Dios revela una verdad, no siempre suele revelar el tiempo, el cuando, y otras circunstancias de la cosa revelada. Así creemos deber morir, porque Dios nos lo ha revelado; mas no revelándonos el tiempo y el modo, si uno cree que morirá en tal año y de tal enfermedad, su asenso no será fundado en la divina revelacion, sino en conjeturas y motivos humanos." Su doctrina en la inpugnacion, variada la materia, es la misma que la del autor en su obra. Aora, nadie dice por ella, que su impugnacion es apta nata para causar en la Iglesia escandalosas discordias: ¿por qué pues, ó con qué razon lo dirá V. de la obra? No es menester saber mucho para saber que los escriturarios están llenos de semejantes disputas: se sabe que Dios crió al mundo: : y porque no se sabe en cuanto tiempo lo crió, unos dicen, y es lo mas comun, que lo crió en seis dias, y otros con S. Agustin, que no lo crió con succesion de tiempo, sino que lo crió todo al mismo tiempo. Se sabe que nuestros primeros padres criados con la justicia original pecaron, y fueron desterrados del paraiso: mas porque no se sabe cuanto tiempo se mantuvieron en su inocencia, unos apenas les dejan tiempo de gustar ese lugar de delicias, otros no se dán tanta prisa en sacarlos

en carta á un nuestro, y no afecto, sino contrario á la obra, quien por la estima que tenia del sugeto, pidiéndole su parecer sobre ella: éste que es un hombre de no vulgares talentos y de singular doctrina, que ha sido en la órden maestro como V., predicador como V., y escriturario como V., le escribe así: "Acerca de la obra del Sr. D. Manuel Lacunza, digo, que la creo trabajada á mayor gloria de Dios nuestro Señor, y provecho de la santa Iglesia, con tal esmero, que en tal asunto no le iguala ninguna otra de las que han llegado á mi noticia. Sea infinitamente loado el Padre de las luces, que con tan maravillosa copia de ellas ha alumbrado al autor en la inteligencia de la santa Escritura. Solo a Dios sea dado honor y gloria por los siglos de los siglos. Aquí debia parar; pero no me puedo contener de regocijarme, de la honra que puede resultar grande no solo á la persona singular del autor; sí tambien á todo su provincia, á toda la América, á toda la nacion española, á toda la mínima compañia de Jesus, aunque supresa, á todo el sacerdocio católico, y á toda la Cristiandad." Podrá ser me diga V. que los que así piensan y ensalzan la obra hasta las estrellas, no son oráculos que no se puedan engañar. Es verdad que no lo son; pero los que juzgan diversamente, y la abaten hasta los abismos, ¿son infalibles é incapaces de errar? No creo lo afirmará V. Pues si los jueces que viven juzgan tan contráriamente de la obra, ¡ á qué tribunal apelarémos? Yo no hallo otro mas competente que el de la imparcial posteridad. Ella, apagado el calor de los partidos en las cenizas del sepulcro, suele juzgar con menos preocupacion del valor de las obras, y hacer mas justicia al mérito de los autores. Convengámonos pues por la paz, en dejar la sentencia al tribunal de la posteridad. Y quién sabe si bendiciendo ella mil veces á la obra, y á su autor, repita con las voces evangélicas: feliz la madre que te llevó en su seno*: dichosa compañía que supo formar tales hombres. Yo desde aora para entonces,

* Beatus venter qui te portavit.

haciendo aplauso á sus écos, prosigo respondiendo á su

carta.

10. Veo ya que me avancé mucho, cuando esperé que vista la obra en su fuente, mudaría V. de juicio. Esto es mucho querer, me decía á mí mismo, desde que le escribí la carta, viniéndome á la memoria el dicho de aquel poeta: lo que tubo olor lo conserva largo tiempo. Querer que una testa que ha abrazado un parecer, y en el cual está fuertemente imbuida, lo deje luego, no lo mantenga por largo tiempo, es un demasiado querer. Y por esto, recojiendo velas á mis esperanzas, me contentaba que leida la obra, cuando no mudára V. de sistema, á lo menos no juzgase tan mal de su digno autor. Y veía en la impugnacion del compendio, que el docto y religioso autor era indignamente tratado, y maltratado, abatido, burlado, escarnecido, ridiculizado, y despreciado en último grado. Pues nó, decía yo, lea el impugnador la obra, y una obra por la cual han hecho otros un alto concepto, y cuando no lo estime, á lo menos no juzgue tan mal de su digno autor. Podia yo contentarme con menos? Pero esto es mui poco, me decia á mí mismo. Para no juzgar mal de uno, basta no tener deméritos; y el autor tiene méritos positivos, y de un grado muy superior. Lea la obra, y si por lo que otros le han hecho decir, el impugnador tomó la pluma y escribió contra él, acusándolo de los mas negros delitos, " leyendo aora lo que el autor dice, tan conforme á las Escrituras, tan arreglado á la razon, y tan acorde á toda sana doctrina, tome otra vez la pluma, y cambiado de acusador en abogado, vuelva por él y defienda su inocencia." Lea la obra, y viendo en ella un sistema tan bien organizado, tan sólidamente fundado, tan sábiamente distribuido, tan íntimamente trabado, tan óptimamente ideado, conducido y perfeccionado: al ver este raro genio, é ingenio original que se abre una nueva senda por mas de mil años no trillada: y que caminando por ella con pie firme, no solo desembaraza tropiezos, allana dificultades, supera estorbos; sino que la hace amena y deliciosa, para

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