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celo, en el fuego de mi ira he hablado. Porque en aquel dia habrá una grande conmocion sobre la tierra de Israél*... Estos Profetas de Dios anteriores á Ezequiél, que hablaron de este mismo misterio de que él habla, son estos el primero David en varios salmos: Joel cap. iii: Abacúc cap. iii: Zacarías cap. xiv: Miquéas cap. vii, &c. (véase lo que sobre esto queda observado en el fenómeno viii, art. viii). A todos estos lugares alude ciertísimamente S. Juan; mas no en el cap. xx sino en el cap. xii, 15 y 16, en donde nos representa esta muchedumbre bajo la metáfora admirable y propísima de un rio de agua que sale de la boca del dragon contra la muger que ha huido al desierto la serpiente lanzó de su boca en pos de la muger, agua como un rio, con el fin de que fuese arrebatada de la corriente. Mas la tierra ayudó á la muger: y abrió la tierra su boca, y sorbió el rio, que habia lanzado el dragon de su bocat. Todo lo cual se lee en Ezequiel sin metáfora alguna por estas palabras: Y sucederá en aquel dia: daré á Gog un lugar famoso para sepulcro en Israél: el valle de los que van ácia el Oriente de la mar, que hará pasmar a los que pasen: y encerrarán alli a Gog, y toda su muchedumbre, y sera llamado el valle de la muchedumbre de Gog, &c. +

* Hæc dicit Dominus Deus: Tu ergo ille es, de quo locutus sum in diebus antiquis, in manu servorum meorum prophetarum Israël, qui prophetaverunt in diebus illorum temporum, ut adducerem te super eos. Et erit in die illa, in die adventûs Gog super terram Israël, ait Dominus Deus, ascendet indignatio mea in furore meo. Et in zelo meo, in igne iræ meæ locutus sum. Quia in die illa erit commotio magna super terram Israeæl.- Ezech. xxxviii, 17, 18, et 19.

+ Et misit serpens ex ore suo post mulierem aquam tamquam flumen, ut eam faceret trahi à flumine. Et adjuvit terra mulierem : et aperuit terra os suum, et absorbuit flumen, quod misit draco de ore suo. Apoc. xii, 15, et 16.

Et erit in die illa: dabo Gog locum nominatum sepulchrum in Israël vallem viatorum ad Orientem maris, quæ obstupescere faciet prætereuntes: et sepelient ibi Gog, et omnem multitudinem ejus, et vocabitnr vallis multitudinis Gog.— Ezech. xxxix, 11.

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380. En suma, no perdamos tiempo: lease toda esta profecía de Ezequiél, contenida en los cap. xxxviii y xxxix: leanse para mayor claridad los dos capítulos antecedentes, y los nueve siguientes; y esto solo basta para conocer al punto que todo habla visiblemente de la conversion, restitucion, asuncion y plenitud de las reliquias preciosas de Jacob, á la cual se opondrá con todas sus fuerzas la muchedumbre de Gog. Mas destruida esta: comidas sus carnes de las aves y fieras, que serán convidadas á esta gran cena: y sepultados sus huesos en el valle de la multitud de Gog, se ven en todo el testo continuado de este Profeta otros sucesos grandes, nuevos y estraordinarios, que piden tiempo, y tiempos grandísimos para que puedan verificarse: mejor dirémos, desde entónces debe comenzar otra época, y otro siglo infinitamente diverso de todo lo pasado. No sucede así en este testo continuado de S. Juan; ya porque habla solamente del fin de esta misma época, ya porque entre el fin de ella y la resurreccion y juicio universal nada se ve intermedio: Dios hizo descender fuego del cielo, y los tragó. Y el diablo, que los engañaba, fué metido en el estanque de fuego, y de azufre: en donde tambien la bestia, y el falso profeta serán atormentados dia y noche en los siglos de los siglos. Y ví un grande trono blanco, &c.

381. Por este último testo que acabámos de copiar (que es el único de todas las Escrituras canónicas que habla clara y espresamente del fin de todos los vivientes viadores, y de la resurreccion de todos y juicio universal), se ha sospechado prudentemente, que este fuego último, que caerá y consumirá todas aquellas gentes atrevidas, las cuales subirán sobre la anchura de la tierra, y cercarán los reales de los santos, y la ciudad amada: que este fuego, digo, será universal en todo nuestro orbe, y que consumirá en él á todos sus vivientes, desde el hombre hasta la bestia, y desde los reptiles hasta los peces del mar*. Yo tambien

* Ab homine usque ad pecus, et à reptilibus usque ad pisces maris. — Vide Gen. vii, 27.

lo he pensado así algunas veces; mas siempre con miedo ó sospecha de la idea contraria, pues esta noticia ó circunstancia particular no la hallo tan clara en el testo sagrado, que me obligue á pasar los límites de una mera sospecha. No es tan cierto (vuelvo a decir) como se piensa comunmente, que este fuego de que habla S. Juan, haya de consumir á todos los vivientes de nuestro globo, pues el testo habla solamente de aquellos furiosos que congregados y animados por el dragon, cercarán los reales de los santos, y la ciudad amada: (y sobre ellos) Dios hizo descender fuego del cielo, y los tragó. Mucho menos puede ser universal á todo nuestro globo, y consumir á todos sus vivientes aquel fuego de que se habla S. Pedro*, que parece el mismo fuego de que se habla en el salmo xvii y xcvi, pues consta espresamente del mismo testo de este Apostol, que despues de este fuego se debe seguir otra nueva tierra y nuevo cielo, en los que mora la justicia y esto, segun sus promesas: las cuales promesas de Dios leídas en el cap. lxv de Isaías, ver. 17 (pues no se hallan en otra parte) suponen y aun afirman clarísimamente otra idea diametralmente opuesta: suponen, digo, y aun afirman clarísimamente, que en la nueva tierra y nuevo cielo habrá generacion y corrupcion: habrá vidas largas y cortas: habrá justicia casi universal, y no faltarán pecados, &c. Habrá, &c. Vease lo que sobre esto queda observado en el cap. iv y v, de esta tercera parte á donde me remito.

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382. Pues, ¿como se acabará este mundo y todos sus vivientes? ¿No es cierto y de fe que todo se ha de acabar alguna vez? No es cierto y de fe que alguna vez ha de cesar toda generacion y corrupcion? Sí, amigo, todo esto es ciertísimo y de fe divina, y yo lo creo y confieso religiosamente con todos los fieles Cristianos; mas el modo y circunstancias particulares con que todo esto debe suceder yo lo ignoro absolutamente, porque no lo hallo claro en las

* Ep. ii, 3.

In quibus justitia habitat.—2 Petr. iii, 13.

Escrituras. Por tanto: no pienso entretenerme en disputas inútiles, que no convienen á la sustancia de mi asunto particular. Lo mismo digo sobre el modo y circunstancias particulares que leemos en infinitos libros: las buscamos en el libro de la verdad y no las hallámos. En los Profetas es ciertísimo que nada se halla claro y espreso; esceptuando solamente la sustancia del misterio. En los evangelios y en todas las Escrituras del nuevo Testamento sucede lo mismo pues lo poco que hay sobre esto en el cap. xxv del evangelio de S. Mateo, parece una mera parábola, cuyo fin primario y principal es una doctrina importantísima, y aun muy necesaria á todos los creyentes, cual es la caridad con el prójimo: (segun estas espresiones) que en cuanto lo hicisteis á uno de estos mis hermanos pequeñitos, á mí lo hicisteis:... que en cuanto no lo hicisteis... ni á mí lo hicisteis, &c. *: sobre lo cual hablámos en el cap. viii de la primera parte.

383. No nos queda pues otro lugar mas claro ni mas espresivo que el capítulo xx del Apocalipsis, desde el ver. 7 hasta el fin, en donde se habla ya con toda claridad, así de la resurreccion universal de todos los individuos del linage humano (por consiguiente de la muerte de todos, que ya ha precedido, pues solamente pueden resucitar los que han pasado por la muerte) como del juicio universal de todos, en que á todos y á cada uno se le dará la última sentencia irrevocable y eterna. Como yo no soy capaz de representar estas cosas con la propiedad y viveza con que lo hace S. Juan, antes temo con gran razon obscurecerlas con mis esplicaciones ó ponderaciones; leed, ó Cristófilo, el testo entero de este Apostol y último Profeta, y leedlo con toda la atencion y reverencia de que sois capaz, y contentaos con él; pues ciertamente no hay en toda la Escritura santa cosa alguna sobre este punto, ni mas espresa, ni mas clara, ni mas viva, ni mas definida.. Y vi un grande trono.

* Quamdiu fecistis uni ex his fratribus meis minimis, mihi fecistis... Quamdiu non fecistis... nec mihi fecistis, &c.— Mat. xxv, 40 et

blanco, y uno que estaba sentado sobre él, de cuya vista huyó la tierra y el cielo, y no fué hallado el lugar de ellos.

384. Espresion admirable, vivísima y propísima para denotar la grandeza, la magestad, la soberanía infinita de aquel trono, y del supremo Príncipe que en él se sienta; ante cuya presencia, ó á cuya vista quisiera huir y esconderse el cielo y la tierra, y todos los que en ellos habitan; y no hallan donde: y no fué hallado el lugar de ellos. Y ví los muertos, grandes y pequeños, que estaban en pie delante del trono, y fueron abiertos los libros: y fué abierto otro libro, que es el de la vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas, que estaban escritas en los libros, segun sus obras. Y dió la mar los muertos, que estabau en ella y la muerte y el infierno dieron los muertos, que estaban en ellos y fue hecho juicio de cada uno de ellos segun sus obras. Y el infierno y la muerte fueron arrojados en el estanque del fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no fué hallado escrito en el libro de la vida, fué lanzado en el estanque del fuego*.

385. Yo creo firmemente con todos los fieles Cristianos todo lo que aquí leo en su sentido propio, obvio y literal; mas no por eso dejo de conocer sin poder dudarlo, que aquí se anuncia únicamente la sustancia del misterior, no su modo ni sus circunstancias particulares. Sobre esto modo y circunstancias así del fin de todos los vivientes viadores, como de la resurreccion de todos y juicio universal,

Et locus non est inventus eis. Et vidi mortuos, magnos et pusillos, stantes in conspectu throni, et libri aperti sunt: et alius liber apertus est, qui est vitæ: et judicati sunt mortui ex his, quæ scripta erant in libris, secundùm opera ipsorum. Et dedit mare mortuos, qui in eo erant: et mors et infernus dederunt mortuos suos, qui in ipsis erant et judicatum est de singulis secundùm opera ipsorum. Et infernus, et mors missi sunt in stagnum ignis. Hæc est mors secunda. Et qui non inventus est in libro vitæ scriptus, missus est in stagnum ignis. Apoc. xx, ab 12 usque ad 15.

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