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cuales vestigios claros é indubitables se buscan y no se hallan. Lo segundo y principal: en este caso los antiguos sacrificios siempre hubieran sido aceptos á Dios: siempre los hubiera recibido y agradádose en ellos, por lo que figuraban, aunque le desagradase por otra parte la iniquidad é indignidad de los oferentes. Por consiguiente, no hubiera dicho por Isaías: ¿Qué me sirve á mé la muchedumbre de vuestros sacrificios...? harto estoy. No quiero holocaustos de carneros, ni sebo de animales gruesos, ni sangre de becerros, y de corderos, y de machos de cabrio... No ofrezcáis mas sacrificios en vano: el incienso es abominacion para mí*. Y cierto que no dijo esto Dios del sacrificio del justo Abél, ni del de Noé, ni del de Abrahan, ni del de Melquisidec, &c.: antes dice la Escritura, hablando del sacrificio de Noé: olió el Señor olor de suavidad+:... y la Iglesia en el cánon de la misma misa ora á Dios que acepte aquel sacrificio: así como aceptaste (le dice) los dones del justo Abél tu siervo, y el sacrificio de nuestro patriarca Abrahán, y el que te ofreció Melquisedec tu sumo Sacerdote, &c. Por todo lo cual (y por otras razones no tan inmediatas, que omito por no alargarme inútilmente en su esplicacion) yo tengo por ciertísimo con Santo Tomás, que el fin primario é inmediato de la institucion de los antiguos sacrificios, fué el culto divino y la elevacion de nuestra mente a Dios §. No por esto niego, antes confieso con todos y con el mismo Santo Tomás, el otro fin secundario é indirecto, que fué la significacion ó

¿Quô mihi multitudo victimarum vestrarum?... plenus sum. Holocausta arietum, et adipem pinguium, et sanguinem vitulorum, et agnorum, et hircorum nolui... Ne offeratis ultrà sacrificium frustrà: incensum abominatio est mihi. Isai. i, 11 et 13.

+ Odoratusque est Dominus odorem suavitatis.— Gen. viii, 21. ↑ Sicuti accepta habere dignatus est munera pueri tui justi Abel, et sacrificium Patriarchæ nostri Abrahæ, et quod tibi obtulit summus Sacerdos tuus Melchisedec. - Ex Canon. Missæ.

§ Ut Deus coleretur, et mens offerentis ordinaretur ad Deum.— Dir. Thom. 1. ii, q. 102, art. iii.

figura del sacrificio de Cristo en la cruz, pues esto lo hallo espreso en la Escritura misma *. Si alguno no obstante, quiere persuadirnos que este último fin fué el primario en la mente de Dios, y aquel el secundario, yo no pienso entrar en esta disputa, no menos molesta que inútil, pues para mi propósito nada importa.

232. Mi segunda pregunta es esta: ¿ lo que fué figura de una cosa futura, no puede jamás en ningun caso posible coexistir con aquello mismo que figuraba? Yo no hallo en esto repugnancia alguna, antes me parece una cosa bien obvia y bien facil de suceder; y aunque pudiera producir aquí no pocos ejemplares (que no tardaré mucho en apuntar) me basta por aora el templo mismo de Jerusalén y sus legales, ó los sacrificios que en él se ofrecian por institucion divina al verdadero Dios. Aquel templo (decís con todos) fué figura de nuestra Iglesia presente, y los sacrificios que en él se ofrecian á Dios, fueron figuras del sacrificio de Cristo en la cruz. Bien yo creo lo mismo, y lo tengo por indubitable; mas con todo eso, sé de cierto, que este mismo templo, que tantos siglos habia figurado nuestra Iglesia, coexistió con ella ya fundada, establecida y propagada en Asia, Africa y Europa, muy cerca de 40 años. Sé del mismo modo, que aun habiéndose verificado plenísimamente el sacrificio de Cristo en la cruz, los sacrificios de aquel templo no cesaron, sino que prosiguieron sin novedad alguna con la misma solemnidad, y con las mismas ceremonias instituidas y mandadas por el mismo Dios.

233. Diréis sin duda, que en aquellos 40 años, ni el templo, ni sus sacrificios significaban ó figuraban cosa alguna futura, pues lo que tantos siglos antes habian significado ó figurado, ya no era futuro, sino presente ó pasado; por consiguiente, ya eran como si no fuesen, &c. Con todo eso, digo yo; aquel mismo templo que tantos años habia figurado, y ya no figuraba cosa futura, existia

* Ad Heb. ix et x.

entónces: era realmente templo de Dios: era casa de oracion: los Cristianos que tenian las primicias del espíritu*, entraban en él, oraban en él, adoraban en él al verdadero Dios. Del obispo mismo de Jerusalén, S. Jacobo, dice su historia: á este solo le era permitido entrar al Sancta Sanctorum. Si esto es verdad, ¿ á qué entraba al templo este santo obispo, si ya el templo era entonces como si no fuese? Del mismo modo discurrímos de los sacrificios. Lo que estos habian significado 6 figurado, estaba ya verificado plenamente, y con todo los sacrificios prosiguiéron siempre en honor y culto del verdadero Dios, hasta que los Romanos destruyeron el templo; ni los Cristianos tuviéron jamás escrúpulo de asistir á dichos sacrificios. A todo esto se puede añadir lo que dice S. Lucas: una grande multitud de los Sacerdotes obedecian tambien á la fet. Si estos sacerdotes (ó alguno de ellos) tenian oficio, 6 ministerio en el templo, lo dejarían, ó lo deberían dejar por haberse hecho Cristianos? ¿Acaso disimularían en el templo, ó con los otros sacerdotes no Cristianos, que ellos lo eran? Y si no lo disimulaban, lo cual ciertamente les sería ilícito, serían privados de su Nada de esto nos dice

ministerio y arrojados del templo? el historiador sagrado, y parece inverosimil que no insinuase algo, si hubiera habido alguna novedad.

234. De todo lo cual, y de otras mil reflexiones que es facil hacer sobre este asunto, me parece que podémos concluir legítimamente, que así el templo de Jerusalén, como sus sacrificios y demás legales, no fueron solamente figuras, 6 meras significaciones de lo futuro, pues pudieron permanecer y perseverar en su ser natural (religioso y pío), aun despues de haberse llenado enteramente lo que habian figurado. Fuera de que yo no hallo repugnancia alguna, ni el mas mínimo inconveniente de que tambien perseverasen aquellos 40 años, aun en calidad de figuras, no cierto de cosas todavia futuras, sino de cosas presentes y plena• Primitias spiritûs habentes.-Ad Rom. viii, 23.

+ Multa etiam turba Sacerdotum obediebant fidei. — Act. vi, 7.

mente verificadas, como testificando con su presencia, y mostrando como con el dedo, así la verdad del figurado, como la fidelidad de las figuras. Si todo esto pudo entónces suceder, ¿por qué no podrá suceder, y con infinita mayor claridad en otro tiempo?

PARRAFO VII.

235. No temáis, ó Cristófilo, que en esta nuestra Iglesia presente antes de la venida gloriosa del Señor se hayan de ofrecer alguna vez al verdadero Dios los sacrificios legales de la antigua: ni tampoco penséis, por un solo momento, que yo soy capaz de avanzar tan manifiesto absurdo. Los profetas de Dios que anuncian tantas veces, y con tanta claridad otra Jerusalén todavia futura y ciertamente viadora, otro templo (en parte, no en todo semejante al antiguo) y en este templo algunos de los antiguos sacrificios (no todos); evidentemente no hablan de este tiempo, ni de esta Iglesia presente, ni de este dia de los hombres; ó en suma, no hablan de esta tierra vieja, y cielos ó climas viejos en que nos hallámos desde el diluvio de Noé; hablan únicamente de la tierra y cielos nuevos, que esperámos segun sus promesas*: pues de otro modo se contradijéran entre sí, y se matarian unos á otros †.

236. Así como el antiguo templo de Jerusalén, y Jerusalén misma, no pueden edificarse, segun las Escrituras, mientras durare este siglo, ó este tiempo de las naciones, ó esta tierra vieja en que vivímos desde Noé, segundo padre del linage humano, &c.; así no hay que temer por aora dichos sacrificios en el templo de Jerusalén. ¿ Qué tenémos que temer por aora, cuando sabémos de cierto, que Jerusalén y su templo perseverarán destruidos hasta la consumacion y el fin‡?

237. De aquí se infiere manifiestamente (y esta es una verdadera apología de casi todos los doctores Cristianos que

* Secundùm promissa ipsius expectamus. -2 Pet. iii, 13. + Et mutuâ se cæde truncabant. Judic. vii, 22.

Usque ad consummationem et finem.-Dan. ix, 27.

han tocado estos puntos, desde el siglo IV, hasta el dia de hoy): se infiere, digo, manifiestamente, que todos los que espantados del grande y terrible fantasma de los Milenarios, no han recibido otro siglo futuro, otro dia, otro espacio grande de tiempo entre la venida gloriosa del Señor, y el juicio ó resurreccion universal; ni tampoco por consiguiente otra nueva tierra y nuevo cielo, &c., han tenido todos suma razon para espantarse tambien, y tirar á huir, ó prescindir de todo cuanto leen en los profetas de Dios, de Jerusalén futura, de su templo, de sus sacrificios, &c.

238. Mas desvanecido este verdadero fantasma, ¿qué tenémos ya que temer? ¿Quién nos ha pedido nuestro dictámen, ó nuestro beneplácito, para lo que Dios hará ó no hará, ó podrá hacer, ó no, en otro siglo diverso, ó en otra tierra del todo nueva, cuyo gobierno no nos toca? Hará Dios entonces todo cuanto quisiere, y todo con infinita sabiduría, quietud y bondad. Hará cosas nuevas, é inauditas hasta el dia de hoy: dijo el que estaba sentado en el trono: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas*. Hará cosas que no somos capaces aora ni aun de imaginar: y entre estas hará tambien individualmente todas cuantas tiene anunciadas y prometidas para aquel tiempo por sus siervos los Profetas... en las cuales es imposible que Dios faltet.

239. Por consiguente habrá en aquellos tiempos, y en aquella nueva tierra, una ciudad llamada Jerusalén, capital y centro de unidad, no solamente de las doce tribus de Jacob, recogidas con grandes piedades, sino tambien de todas las tribus, pueblos, y naciones de todo nuestro orbe, como dirémos á su tiempo. Habrá en esta ciudad capital un templo magnífico, ni mas ni menos como lo describe Ezequiel. Se depositará otra vez en este nuevo templo la misma arca sagrada del antiguo testamento, el tabernáculo

* Et dixit qui sedebat in throno: Ecce nova facio omnia.—Apoc. xxi, 5.

+ Per servos suos Prophetas... quibus impossibile est mentiri Deum.Apoc. x, 7, et ad Hebr. vi, 18.

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